sábado, 14 de julio de 2012

SANTIAGO BURASTERO


Santiago B
urastero "El arte fue lo primero que mamé" El ser hijo de Lolita Torres me ayudó muchísimo por un lado y lo viví con orgullo. Pero por otro lado fue una carga importante" sábado, 29 de marzo de 2008 El show de Opera-Tango nace en un encuentro de dos caminos donde el talento de géneros diferentes hicieron una puesta en común, en la ciudad de San Petersburgo. Allí Santiago Burastero - el hijo mayor del primer matrimonio de Lolita Torres- encontró la viabilidad de poder proyectar su pasión por el tango, junto al prestigioso lirismo de Graciela Iglesias. Desde ahí el dúo se consolidó en un espectáculo conjunto que decidió plasmar en "Opera- Tango" . Mañana, ambos artistas harán su presentación en el Teatro Independencia, a las 22. Lo recaudado se destinará a total beneficio del cuerpo de voluntarias del hospital de niños, Doctor Humberto Notti. Una cita con exponentes de la música, fusionados en el arte en pos de la solidaridad. De medicina a Gardel Con una muy fuerte vocación por lo artístico, Santiago Burastero no sólo supo ligarse a las entrañas mismas de la música. Si bien durante toda su vida fue desarrollando en su núcleo familiar la afición natural por lo artístico, en el 84 se recibió de médico, para luego radicarse un año en España e Italia, y después pasar diez años de su vida en Estados Unidos. "Para mí la música nació antes que la medicina - explica Santiago en entrevista con Los Andes-. En la casa en donde me crié, la música y el arte fueron lo primero que mamé. Desde muy chiquito viví entre camarines y canales de televisión. Cuando terminé la secundaria le expliqué a mamá que me gustaban muchas disciplinas que tenían que ver con lo artístico. Cómo evitarlo si mi madre usaba nuestra casa como sala de estudio y ensayo y yo me quedaba hechizado cuando aparecían Ariel Ramírez, León Gieco, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui o Charly García, entre otros gigantes". -¿Cómo llegás a medicina con una vocación artística tan fuerte? -Siempre escuché mucho a mi madre. Tenía una sabiduría especial. Daba respuestas muy profundas y concretas de una forma simple. Cuando le dije que quería ser artista fue al otro día de recibirme del secundario y ella me contestó: "Santiago vos te has criado en un hogar de artistas y sabés lo fluctuante que es esto. Hoy te ofrecen 10.000 y mañana nada. ¿Por qué no buscás una estabilidad con una carrera que te guste? El artista nace y muere, no se hace en una escuela o en una facultad. Tenés toda la vida para hacerlo". Me resultó tan lógico que me dije a mí mismo que tenía razón y me metí a medicina, una profesión que me ligó a ser humano en todos lo sentidos posibles. -¿Siempre seguiste en paralelo tu vocación artística? -Arranqué con la carrera de medicina, y si bien no era el mejor de los estudiantes, me las ingenié con tesón para llegar a mi título. Cuando me recibí, y en base a haber realizado tantos viajes familiares, sabía que el mundo no terminaba en Buenos Aires. Por eso salí despedido a Europa, luego viví 10 años en Estados Unidos, hice un doctorado en la Universidad de Columbia, y trabajé en un hospital escuela. Pero paralelamente iba a perfeccionarme en un instituto para profesionalizarme en acting y canto... -El idilio nunca terminó... -Cada vez que estudiaba, sentía que tenía que descubrir cuál era la rama del arte que más me tiraba, tenía a la Argentina muy adentro. Un profesor de actuación me dijo un día: "Si no sacás al artista te vas a enfermar. Tenés que volver a tus raíces y fijarte que es lo que deseas hacer con lo que te pasa". Volví al país y descubrí que lo más importante para mí era la música y dentro de ella, el tango y Gardel. Mamá era fanática de él, creo que tengo parte de esa influencia. Cada vez que lo interpreto me siento muy auténtico y fiel a mis principios. Para mí es una bendición cantar letras de Discépolo o Gardel. -¿Cómo se genera la fusión con la lírica junto a Graciela Iglesias? - Se dio porque ambos fuimos invitados a Rusia a un festival cultural que se hizo en la sede de San Petersburgo. Ella hechizaba con su voz a través de Puccini, Verdi, y otros tantos genios.Yo por mi lado llevaba a Piazzolla, Gardel y todo el tango... El encuentro fue en un pasillo de los camarines. Nos cruzamos y vimos algo uno en el otro, que nos hizo saber de inmediato que podíamos llegar a hacer algo. - ¿De allí en más la fusión? - Comenzamos a ver cómo funcionaba el cruce de voces. A mi mujer, mendocina ella, le encantó y me dijo: "Ustedes tienen que cantar juntos sí o sí". Conseguimos que tangos como "Los pájaros perdidos" de Piazzolla o temas como "Honrar la vida" de Eladia Blázquez, entre muchos más, se amalgamaran a porciones de óperas para que la gente se llevara en los sentidos, la idea del programa como un espectáculo compacto. -¿En qué consiste la puesta musical entre ambos? -En el escenario hacemos canciones juntos y separados de cada uno de los géneros. También interpreto porciones de ópera con Graciela, y a su vez ella de tango. Mi acompañamiento es el de guitarras criollas y gardelianas por excelencia, y el ella, el piano. -¿Cómo se llama tu primer trabajo discográfico? - A comienzos del 2002 fui armando un repertorio que permaneciera fiel a Carlos Gardel, y también a la manera de ver el tango que él tenía. El 10 de diciembre de ese mismo año, hice mi debut como cantor de tangos. Desde allí me lancé a mi primer trabajo discográfico:"El Tango te espera" con dos maestros como son Lucho González y Lito Vitale, a fines del 2006. -Alguna vez, a pesar de tu preparación sentiste el peso de ser el "hijo de..." -Sentí dos cosas. El ser hijo de Lolita Torres me ayudó muchísimo por una lado y lo viví con un orgullo que no me entraba en el pecho, pero por otro, fue una carga importante. Mamá era impresionante en lo suyo, yo venía de la medicina y quería cantar e inevitablemente las personas agudizan la exigencia, porque no podés ser un improvisado. Como que la mirada del otro es más exigente por ser "el hijo de". Recordé siempre lo que ella me dijo en este sentido: "Si querés hacer algo, hacelo, pero hacelo bien". Crecí con mucha autocrítica y me sirvió. Cuando ella murió me decidí a lanzarme profesionalmente con toda la preparación que fui capaz de desarrollar. Cuando me subí al escenario, lo hice por una razón egoísta: el placer de hacer lo que amo, pero en ese desafío, la realidad me dio vuelta, y caí en la cuenta que logré arrancar emociones del público... quedé fascinado. De ahí no me bajé más del escenario.