martes, 16 de abril de 2013

CLAVES PARA UN MUNDO MEJOR


Los obispos platenses exaltaron la labor de los voluntarios AICA Tue, 16 Apr 2013 01:01:00 Los obispos auxiliares de La Plata, monseñores Nicolás Baisi y Alberto Bochatey OSA, se refirieron a la intervención de los numerosos jóvenes voluntarios que actuaron, a veces “de manera heroica”, durante la tragedia que vivió la capital bonaerense a consecuencia de las torrenciales lluvias y consecuente inundación que azotó a esta ciudad hace una semana y dejó medio centenar de muertos y cientos de miles de personas damnificadas que en muchos casos perdieron todas sus pertenencias. En ausencia del arzobispo platense, monseñor Héctor Aguer, que se halla momentáneamente en Roma, sus obispos auxiliares participaron en el programa televisivo “Claves para un mundo mejor”, que con el auspicio de la Universidad Católica de La Plata se transmitió este sábado por América TV. “Todo el que pudo -dijo monseñor Baisi- trabajó en socorrer a los damnificados, pero pienso que el trabajo excepcional lo hicieron los centenares de jóvenes voluntarios que trabajaron sin tregua ni descanso visitando casas y acompañando a gente que estaba desolada tras la tragedia. Luego lo hicieron con la entrega de alimentos, ropa y enseres a tantos que necesitaban de ayuda para seguir viviendo. Me animo a afirmar que todo esto constituyó una verdadera revolución juvenil silenciosa”. “Los jóvenes voluntarios -aseveró monseñor Baisi- demostraron con su heroico ejemplo que el motor de la historia no es la confrontación sino el amor”. “He tenido ocasión de recorrer diferentes centros de ayuda en parroquias, escuelas, o en la catedral de La Plata donde pude ver y comprobar el desempeño de los voluntarios que en la tarea de ayudar experimentaban la felicidad de dar, de consolar, de animar”. “Creo que es posible que así, juntos, hagamos un mundo mejor -dijo monseñor Baisi-, porque creo que una de las claves para un mundo mejor es vivir el amor, vivir la solidaridad y vivir la ayuda al prójimo. Descubrir, en primer lugar, el amor de Dios por supuesto que es el fundamento para poder desde allí transmitir eso a otros. Y juntos, con muchas personas, se puede hacer un país mejor, un mundo mejor”. “Me gustaría agregar como Iglesia platense -añadió el prelado- que este hecho fue muy importante por la confianza que la gente demostró en la Iglesia. A los pies de la Catedral se pudo trabajar con gente de todas las extracciones, de todas las religiones, gente diversa. Todos venían a la Catedral a ayudar. Era como que sentían la confianza de la Iglesia, el cobijo de la Iglesia de algún modo que los podía ayudar en su tarea de hacer el bien. Y eso creo que, para la Iglesia platense, fue una gran alegría. En las parroquias pasó lo mismo: encabezados por los párrocos y los voluntarios más habituales se sumó mucha gente a trabajar por el bien de los otros. Eso fue muy positivo”. “Hay que reconocer que hubo una suma de cosas que ayudaron mucho. La asunción del papa Francisco, luego la Semana Santa como hecho donde todo es un tiempo de gracia siempre y después, para nuestra Iglesia platense, la cruz y la resurrección. Tocar las llagas de Jesús siempre ayuda a descubrir el amor de Jesús a nosotros y también el dolor de Jesús al cual podemos, nosotros, de algún modo, acompañar y es lo que nos ayuda a crecer en definitiva”. Labor de los seminaristas platenses Por su parte, el otro obispo auxiliar de La Plata, monseñor Alberto Bochatey OSA, narró que el martes 2 por la tarde y después en la noche que fue la gran lluvia, el gran aluvión también afectó al seminario platense, donde hubo hasta un metro y medio de agua en el sótano. No obstante “pudimos hacer una rápida acción de socorro y refugio porque justo frente al seminario fue una de las zonas más inundadas de la ciudad. Esa noche durmieron en el seminario un centenar de personas rescatadas, literalmente, de las aguas. Los seminaristas con el agua hasta el pecho ayudaron a salir de los coches, de las camionetas, de los colectivos. Recibimos a mujeres con niños para tomar algo caliente, secar sus ropas y recién a la mañana siguiente volver a sus casas quienes pudieron hacerlo”. “Y eso lo viví a 20 días de estar ordenado Obispo y cambiar la vida sacerdotal. Me tocó conocer una dimensión particular de La Plata, una realidad muy especial. Pude ver con emoción a muchos jóvenes voluntarios que espontáneamente se ofrecían para ayudar. También debemos mencionar a tantos sacerdotes que, en las parroquias y en todos los rincones de la ciudad, estuvieron sin dormir, con una fatiga tremenda coordinando, recibiendo y además ahora acompañando espiritualmente a nuestros hermanos”. “Esta es la etapa que nos toca en este momento: tratar de reconstruir no solo lo material sino lo espiritual. Hacer un acompañamiento para dar ánimo a las víctimas de la inundación, a los familiares de los difuntos y, sobre todo, reconstruir la esperanza desde esa esperanza maravillosa, esa revolución silenciosa del amor de los jóvenes, de la espontaneidad, de la solidaridad, de querer servir. Y, al respecto, podríamos contar infinidad de testimonios maravillosos que hemos visto acompañando a nuestra gente”. “Hemos caminado juntos con toda la Iglesia -manifestó monseñor Bochatey-, comenzando por el papa Francisco que se hizo presente con un mensaje y tras un encuentro con monseñor Aguer envió una ayuda económica muy concreta. También el nuncio apostólico, monseñor Tscherrig, quien pegado al teléfono todos los días nos pedía información para saber exactamente qué se estaba necesitando. Lo mismo podemos decir de los obispos argentinos. Creo que no hubo uno que no haya llamado, o que no haya mandando ayuda directa o indirecta de ayuda material”. “Hasta del exterior nos llamaron. Hace unos minutos el obispo de Rossano Calabro, al sur de Italia, nos llamó para ver qué necesitamos y decirnos que quieren estar en un segundo momento para mandarnos ayuda. Todo esto ha sido vivir la comunión. Vivir la comunión en el necesitado, la solidaridad en el amor y, sobre todo, descubrir que hay una maravillosa unión de Iglesia que fortifica”. Monseñor Bochatey concluyó diciendo que todo esto constituyó “una cadena de continuidad: a los tres días el nombramiento del papa Francisco, llegó la Pascua, y cuando parecía que retomábamos la vida, la lluvia nos hizo descubrir una dimensión nueva. El papa Francisco nos habla de caminar y caminar en la fe. Bueno, esto nos ha puesto de pie para caminar juntos, en el barro justamente, ensuciándonos los pies en una realidad de dolor y para poder seguir construyendo”. “Creo que esto es una peregrinación hacia la meta que es Cristo, nuestra salvación, y que sabemos que no puede haber un evangelio sin cruz. Esto es tomar la cruz y ponerse a caminar junto al Papa, a los obispos, a todo el pueblo, a tanta gente que ni sabemos quiénes eran pero que ayudaron, que estuvieron en comunión con nosotros y eso es un signo para este año de la fe”.+