domingo, 4 de agosto de 2013

ADICTOS AL JUEGO (Diario "EL DÍA" La Plata)


ADICTOS AL JUEGO Entrar al mundo de los adictos al juego es entrar a un mundo de historias increíbles. Está la de Julio M., un cuarentón que cada tarde, a la salida de su negocio en el centro platense, se apuraba en llegar al bingo y quedarse ahí noches enteras. Separado de su mujer, sin contacto con sus hijos y a punto de perderlo todo, Julio pidió una noche que le sacaran una foto y que por favor no lo dejaran entrar nunca más. El rapto de lucidez fue tan breve y pasajero que a los tres días de tomada la decisión, sin poder ingresar a la sala local, no le quedó otra que seguir su rutina diaria en el barco de Puerto Madero. También está el caso legendario de Marcelo P., un médico de la Ciudad que hace unos cinco años, luego de una visita médica en Florencio Varela y sin decirle nada a su mujer, aprovechó el viaje para ir hasta el casino flotante. “A las nueve de la noche tenía 40 lucas verdes y la mina que me servía los whiskies me empezó a sonreír”, recuerda. Siguió jugando y, dos horas después, tenía 70 mil dólares verdes en el bolsillo. “Ahí nomás le digo a la tipa que me la quiero llevar -sigue en su relato-. Me dice que vive cerca. Agarró la guita y nos vamos. La mina una onda bárbara. Cuando me voy de la casa de ella y encaro para volver a La Plata, me picó el bichito otra vez. Estaba forrado en guita y me había levantado una mina divina. Pensé que estaba con suerte, que era mi noche. No sé en realidad que pensé, pero la cosa es que antes de pegar la vuelta me volví al barquito. Media hora, me dije, un ratito. ¿Sabés cómo terminé? Me volví a las ocho de la mañana por abajo, por la Calchaquí. No me quedó ni para el peaje”. Tragicómicas, insólitas y con finales siempre patéticos, historias como la de Julio o Marcelo son las que pueblan la línea del Programa Provincial de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo, donde cada mes se recibe un promedio de cien llamadas de personas que piden ayuda por su adicción compulsiva al juego. “Cada paciente concurre acompañado de su familia, a la cual también se le brinda atención -dice Julieta Cahe, titular del programa-. Esto multiplica considerablemente la cantidad de personas que son atendidas en los servicios que hay en la provincia”. Este sistema se puso en marcha en septiembre de 2005. Desde entonces, el servicio atendió a más de 5.800 personas. “Los ludópatas no juegan para divertirse, ni siquiera para ganar. Juegan para jugar. Y aunque suene paradójico, juegan para perder: pierden plata, pero también tiempo y la confianza de sus seres queridos. Estas pérdidas reafirman su sentimiento de culpabilidad, que luego tratan de aliviar con una nueva apuesta”, explica la psicóloga Débora Blanca, directora del centro de investigación y tratamiento de adicción al juego Entrelazar. TODO UN JUEGO Según los datos que maneja el programa provincial, entre los jugadores la mayor adicción está referida a las máquinas tragamonedas con el 64% de los casos, seguida de lejos por la ruleta electrónica con el 13% y, más atrás, con el 9%, la ruleta común (ver gráfico). Al tratamiento llega un arco de pacientes que va desde los 18 hasta los 80 años, pero son los cuarentones la franja más vulnerable a la ludopatía. Los más jóvenes, se apunta, son los que se vuelven adictos mediante Internet, un factor que preocupa cada vez más a los especialistas. “La proliferación de bingos y casinos y el fácil acceso a los juegos online, donde se apuesta sin controles ni horarios, atraen a mucha gente que sin ese estímulo no se habría interesado por el juego: jubilados, amas de casa, chicos muy jóvenes y desocupados que encuentran en una tragamonedas una manera de matar el tiempo y evadirse de otras frustraciones y problemas”, sostiene Blanca, para quien los adictos al juego “son enfermos que están intoxicados de juego: personalizan a los números, les piden, les prometen. Y su necesidad de volver a jugar para ‘recuperar’ lo perdido los termina aislando afectivamente”. “La proliferación de bingos y casinos y el fácil acceso a los juegos online, atraen a mucha gente que sin ese estímulo no se habría interesado por el juego” Como la mayoría de los adictos, los jugadores compulsivos llegan casi obligados a la instancia de rehabilitación, porque sus familiares insisten. Se los entrevista y, a partir de ahí, se evalúa si merecen una terapia grupal o individual. El nivel de abandono es realmente muy alto, algo a lo que también contribuye, como se dijo, la creciente oferta que existe a la hora de jugar: en nuestra provincia, de hecho, están habilitadas 3.070 agencias oficiales de lotería, 46 bingos, 46 oficinas de apuestas hípicas, 11 casinos y 5 hipódromos. Desde Entrelazar reafirman esta mirada: “Las variables sociales y económicas se conjugan alrededor del negocio del juego como un campo fértil, y se abonan con personas que creen encontrar allí una salida a su problema. Los ludópatas no son sin embargo sólo fruto de la instalación de casinos. Encontramos en cada uno de ellos una adicción particular: a perder”. DOBLE MORAL Lo que dicen en Entrelazar encuentra eco en las palabras de otra especialista en el tema, la psicóloga Mariela Vico Díaz, para quien la oferta de casinos, bingos, máquinas tragamonedas y lotería se multiplicó a niveles que escandalizan y que, según su visión, “ponen al descubierto una doble moral por parte del Estado, quien por un lado lanza un programa para ayudar al ludópata y su familia y, por el otro, promueve que las salas de juego se sigan expandiendo como un negocio millonario. Es tan evidente que decirlo resulta obvio, pero vemos, por ejemplo, que hay un Estado que quiere atacar la cultura del tabaco y propone lugares libre de humo. A todos nos parece bien y políticamente correcto, pero cabría preguntarse por qué no pasa lo mismo con el alcohol y la ludopatía, que son adicciones socialmente aceptadas y tal vez mucho más dañinas. Tal vez la respuesta habría que buscarla en las sumas de dinero que, en este caso, se mueven detrás de los bingos, los casinos y las agencias de lotería”. Para la profesional, está claro que “la sociedad no ayuda y no existe una conciencia real sobre el problema. Para muchos, alguien que juega, juega y juega no es un adicto, y hasta se ve con gracia que una persona pueda pasarse toda una noche jugando en el bingo. Recién ahora, después de muchos años, vemos que se abren centros de atención y se empieza a analizar esta situación como un problema serio, pero hay que tener en cuenta que el ludópata que llega a un tratamiento lo hace después de haber tocado fondo, cuando ya está al límite de una situación económica o familiar que no puede resolver”. LA PATOLOGIA La ludopatía ha sido definida como un impulso de carácter irreprimible, que se concentra en el juego de apuestas. Se manifiesta aunque exista conocimiento de los perjuicios que origina y es más fuerte que el deseo de inhibirlo. Por lo tanto, se trata de una perturbación en la capacidad de control del sujeto que tiene semejanza con las adicciones, si bien en este caso no hay ingestión de sustancias Quienes abordan la problemática aseguran que, aunque compleja, la ludopatía es una patología que puede curarse, y que esa recuperación comienza con el propio tratamiento. Para lograr resultados positivos, se asegura, lo aconsejable es que intervenga un psiquiatra, que es el profesional adecuado para detectar la patología de base y tratarla. En los últimos tiempos, la tecnología, las salas de juegos de azar, los videos juegos se han incrementado a la par que esta patología ha comenzado a aparecer con más frecuencia en los consultorios psicológicos. En 1992, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su clasificación internacional de Enfermedades, reconoció la Ludopatía o “Juego compulsivo” como un trastorno. El Manual Diagnóstico y Estadístico (DSMIV) de la Asociación Americana de Psiquiatras (APA) lo clasifica como un trastorno del control de los impulsos y define como el comportamiento de juego des-adaptativo, recurrente y persistente que afecta la vida personal, familiar o laboral. De acuerdo a lo que se explica, el adicto al juego desarrolla una incontrolable necesidad de desafiar al azar y experimentar a la vez la adrenalina que le brinda la posibilidad de perderlo todo. Se trata de una patología que afecta a quienes son vulnerables y tienen la creencia de que le pueden ganar al azar. Según estudios sobre el tema, entre el 1 y el 2% de la población está predispuesta a la ludopatía. La contención de familiares y amigos, se explica, es clave para llevar al adicto a iniciar un tratamiento. En el programa provincial el primer paso consiste en una serie de entre 4 y 6 entrevistas personales para la elaboración del diagnóstico. Luego comienza un proceso de tratamiento grupal, que puede demandar varios años. Allí se inicia el alejamiento de las salas de juego y tal vez una de las etapas más difíciles del plan de recuperación de la persona. Y es lógico: el ludópata tiene un impulso inconsciente a quedarse sin nada. Por eso la tarea de los profesionales es detenerlo a tiempo. Y por supuesto: lograr que no siga perdiendo. Con todo, hay una idea coincidente y que es confirmada por todos quienes trabajan en el tema: mientras la industria del juego siga aumentando, la ludopatía será una enfermedad creciente y de difícil control.