lunes, 14 de abril de 2014

INCENDIOS EN ARGENTINA- LA PLATA - BUENOS AIRES


INCENDIO DEL TEATRO ARGENTINO DE LA PLATA- ARGENTINA Alondra Valey El Teatro Argentino de La Plata es un complejo artístico que contiene una de las salas líricas más destacadas de Argentina. Se encuentra emplazado en la manzana delimitada por las calles 9 y 10 y las avenidas 51 y 53, de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, en Argentina. Índice Reseña histórica El antiguo edificio del Teatro Argentino en una postal de principios del siglo XX. La historia de este teatro se remonta a fines del siglo XIX, cuando vecinos de la naciente ciudad de La Plata, concibieron la idea de dotar a ésta de un teatro de envergadura. Nació así, en 1885, la Sociedad Anónima Teatro Argentino que adquirió la manzana que ocupa es actual edificio. El proyecto de construcción fue llevado adelante por Leopoldo Rocchi, arquitecto italiano, quien ideó una estructura según los modelos de su país, dotando a la construcción de un estilo renacentista. Las obras comenzaron en 1887, con un tiempo estimado de tres años. El diputado Marcelo Torcuato de Alvear pronunciando un discurso en 1915. El teatro constaba de cinco niveles, con palcos y galerías, pudiendo albergar hasta 1.500 espectadores. Su construcción demandó cinco años de ardua tarea, pero esto no impidió estrenar su primera obra el día del octavo aniversario de la joven ciudad de La Plata, el 19 de noviembre de 1890. La obra fue Otello de Giuseppe Verdi, interpretada por la soprano Elvira Colonnese y el tenor uruguayo José Oxilia. Esta misma obra fue interpretada en la celebración del centenario del teatro. Otra vista del antiguo Teatro Argentino. Durante los siguientes veinte años desfilaron por sus tablas artistas de renombre, como Ana Pavlova y María Guerrero, entre otros, y numerosos talentos del país. Pero durante este tiempo, la sociedad administradora del teatro comenzó a tener problemas financieros que derivaron en el remate público de la sala en 1910 y el comienzo de un largo y penoso juicio por cuestiones fiscales, que provocó que el teatro permaneciera cerrado por un largo período. Este litigio terminó recién en 1937, y como consecuencia de ello, el estado provincial tomó posesión de los bienes de la sociedad anónima. El largo período de inactividad causó serios daños a la estructura edilicia, lo que demandó que se hiciera una profunda refacción que dio un nuevo aspecto a la sala durante las siguientes cuatro décadas. Esta reforma dotó al teatro de una estructura tal, que le permitió montar sus propios espectáculos. También, en 1938, creó una orquesta y coro estable, que debutó con La Bohème, de Giacomo Puccini. Años más tarde, en 1946, se creó el Ballet Estable, cuya primera directora fuera Giselle Bohn. Todo esto hizo que el Teatro Argentino de La Plata fuera el orgullo y el lugar obligado de encuentro de la sociedad amante de la ópera y el ballet. El incendio[editar] En 1977, durante un habitual ensayo del ballet estable, UN INCENDIO, que se sospecha intencional, 1 "en pocas horas redujo a cenizas la sala de estilo renacentista. Sólo permanecieron en pie el foyer y las paredes perimetrales".2 3 El gobierno militar de entonces, a pesar de los fuertes reclamos de la sociedad argentina e internacional por la reconstrucción del edificio, decidió demolerlo y llamó a un concurso público para la construcción, en el lugar, de un nuevo y moderno centro cultural que continuara la gloria del antiguo Teatro Argentino. Las obras comenzaron en 1980 en 1984 se termino de construir, pero éstas sufrieron constantes retrasos y paralizaciones.4 Mientras tanto, los integrantes de las distintas compañías estables del teatro comenzaron un derrotero por diversos escenarios de la ciudad, de tal manera que las celebraciones del centenario del Teatro Argentino, en 1990, fueron llevadas a cabo en las instalaciones del Cine Gran Rocha, alquilado a mediados de 1987 por las autoridades gubernamentales para dar cabida a los espectáculos del Teatro Argentino, que nunca dejaron de realizarse. ************************************************************************************************************************************************************ CASTILLO URIBURO A fines de 1887, Francisco Uriburu realizó ante el Departamento de Ingenieros de la Provincia una presentación formal solicitando la aprobación de la traza urbana del barrio de Villa Elisa. El 8 de mayo de ese año, el Poder Ejecutivo aprobó oficialmente el trazado urbano del nuevo lugar. A partir de ese momento, y en los años siguientes, se desarrollaron los remates con los que se vendieron las distintas parcelas. Uriburu fue uno de los gestores de la traza y del origen del lugar. Cuando Dardo Rocha se estableció en la ciudad de La Plata, Uriburu construyó su magnífico palacete en Villa Elisa que formó parte del paisaje del barrio hasta el año 1960, cuando un incendio lo destruyó. En honor a Elisa la hija de Uriburu el barrio fue bautizado como Villa Elisa. AHORA FUNCIONA UN GREMIO EN EL PREDIO (Desde entonces) ***********************************************************************************************************************************************************
TEATRO ARGENTINO DE ENTONCES...
CASTILLO URIBURO

LOS INCENDIOS MÁS FAMOSOS DEL MUNDO


4. El incendio del Hindenburg ( 1937 ) El LZ 129 Hindenburg fue un dirigible alemán destruido a causa de un incendio cuando aterrizaba en Nueva Jersey el 6 de mayo de 1937, causando la muerte a un total de 35 personas (alrededor de un tercio de los pasajeros). El accidente fue ampliamente cubierto por los medios de la época y supuso el fin de los dirigibles como medio de transporte. El 6 de mayo de 1937, tras haber cruzado el Atlántico, el Hindenburg se acercó a la base de amarre en la Estación Aeronaval de Lakehurst (Nueva Jersey), después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso le permitiera las maniobras de atraque. A las 19:25, mientras el Hindenburg ya había largado los amarres y se acercaba a la torre, se observó a popa un destello de fuego de San Telmo, que son chispas extensas e inermes de electricidad estática (había habido una tormenta eléctrica y el aire estaba cargado eléctricamente). Repentinamente, se prendió fuego en la parte superior de la popa, extendiéndose casi instantáneamente por todo el dirigible mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde una altura de 15 m y marinos que ayudaban en las maniobras. Quedó destruido por completo en menos de 40 s y su esqueleto permaneció largo tiempo en el suelo hasta que fue vendido como chatarra. El desastre es recordado por la extraordinaria cobertura mediática, a través de películas, fotos, y especialmente, de la narración radiofónica de Herbert Morrison desde el lugar del accidente. La presencia de tantos periodistas se debía al anunciado primer vuelo transatlántico para pasajeros que llegaba a suelo estadounidense en aquel año. La narración de Morrison no fue difundida hasta el día siguiente. Aun así, se convirtió pronto en una de las más recordadas de la historia, con la memorable expresión «¡Oh, la humanidad!» («Oh, the humanity!»), que desde entonces quedó ligada al recuerdo del desastre. A pesar de lo impactante del desastre, de las 97 personas que había a bordo sólo 35 murieron, la mayoría de ellas quemadas o aplastadas bajo la estructura. En concreto, de los 36 pasajeros y 61 personas de la tripulación, 13 y 22 personas murieron, respectivamente. Muchos de los tripulantes y pasajeros se salvaron gracias a la rotura de los tanques de agua, que cayó sobre ellos, salvándoles de las llamas. ***************************************************************************************************************************************************************
5. El Gran Incendio de Londres ( 1666 ) "La sangre de los justos será reclamada desde Londres, arrasada por el fuego, cuando tres veces veinte más seis sea escrito". Las palabras de Nostradamus parecían profetizar el gran incendio de Londres. Unido a la coincidencia de un año marcado con el símbolo del Demonio (666), las múltiples visiones demoníacas del suceso no se hicieron esperar. Sin embargo, la historia real es más humana. Un alcalde dubitativo que minimiza las proporciones de la tragedia, una mujer que es apaleada al ser confundida con una pirómana que huía ocultando material incendiario -cuando sólo escondía unos pollos en su delantal-, un pueblo que vacía sus casas y que se queda en las calles esperando a ver qué sucede... Hechos demasiado sencillos como para atraer la atención de los infiernos. A mediados del siglo XVII, Londres es una emergente metrópoli que se disputaba con los Países Bajos el control del comercio internacional. Pero el 2 de septiembre de 1666, el corazón de los ingleses se paró ante los trágicos acontecimientos que se acababan de iniciar. La indecisión del alcalde El fuego comenzó en la casa de Thomas Farynor, panadero de Carlos II, rey de Inglaterra. Tras ser informado, el alcalde, Sir Thomas Bloodworth, despreció el siniestro y afirmó que "una mujer podría apagar las llamas con una meada". Fue su primer error. Como consecuencia, en apenas cinco días el fuego devastó Londres. El principal sistema contra incendios de la ciudad consistía en una serie de cortafuegos que se realizaban mediante la demolición de las casas aledañas. Sin embargo, los propietarios se negaron a destruir sus hogares, lo que provocó una rápida extensión de las llamas. La determinación del alcalde era imprescindible. Sólo él podía ordenar las demoliciones pese a la oposición de los vecinos. Pero cuando llegó al lugar, los nervios se apoderaron de él. Samuel Pepys, presidente de la Royal Society, lo describe "como una mujer desmayándose". Aun así, se negó a demoler las casas argumentando que no era posible encontrar a los propietarios para informarles del desahucio. Consecuencias del incendio Parecía que Sir Bloodworth se aliaba con la desgracia. Londres se encontraba en plena sequía y la madera de los edificios estaba tan reseca que el peligro alertó al rey. Pero la relación de la ciudad con la monarquía era tensa desde la Revolución Inglesa (1642-1651). Desde entonces Londres se había convertido en baluarte de las tendencias republicanas. Por ello, cuando Carlos II ofreció sus tropas para colaborar, su oferta fue inmediatamente rechazada: enviar soldados a la ciudad en esas condiciones suponía un peligro mayor que el propio incendio. El rey acudió a inspeccionar y, tras analizar las medidas tomadas, destituyó al alcalde, ordenó las demoliciones y mandó a sus hombres para ayudar en la extinción. Londres era una ciudad complicada para luchar contra el fuego. Sus estrechas callejuelas y sus casas de madera y paja la convertían en una bomba incendiaria. Así, el martes 4 de septiembre, el fuego se extendió por la toda la ciudad. Destruyó la Catedral de San Pablo y atravesó el río Fleet, amenazando la corte de Carlos II. La batalla para apagar el incendio se ganó gracias a la climatología. Los fuertes vientos del este cesaron. Además, la guarnición de la Torre de Londres utilizó pólvora para crear unos cortafuegos efectivos que detuvieron las llamas. Una vez controladas, el panorama era desolador. Más de 13.000 casas, 87 iglesias y tres puertas de acceso a la ciudad habían sido destruidas, y 80.000 personas se quedaron sin hogar. El número de muertos se desconoce, pues muchos no fueron inscritos en el registro de fallecimientos. Los ‘culpables' del incendio Los habitantes de la ciudad no estaban preparados para la tragedia. Un año antes, una plaga de peste había acabado con 100.000 personas. Los rumores comenzaron a extenderse y primero se acusó a los extranjeros, lo que provocó agresiones a franceses y holandeses, sus enemigos naturales. Después, en plena disputa religiosa se culpó a los católicos . Un relojero francés llamado Robert Hubert confesó ser un enviado del Papa y el provocador del fuego. Una comisión realizó una investigación y constató que se trataba de un mero rumor. Pero fue demasiado tarde para Hubert. Lo ahorcaron el 28 de septiembre. *********************************************************************************************************************************************************

LOS INCENDIOS MÁS FAMOSOS DEL MUNDO


El Gran Incendio de Chicago ( 1871 ) 2. El Gran Incendio de Chicago ( 1871 ) El Chicago de 1871 era una ciudad edificada básicamente en madera, con edificios de hasta 6 alturas construidos íntegramente en este material, e incluso muchas calles pavimentadas con bloques de madera para facilitar la circulación en una metrópoli que crecía rápidamente. Cuenta la historia que pocos minutos después de las 9 de la noche del 8 de octubre de 1871, una vaca de un establo situado en el 137 de Dekoven Street dejó caer una lámpara de queroseno dentro del establecimiento. La pequeña chispa que provocó pronto se expandió avivada por el viento. Desde el principio, los bomberos lucharon contra el fuego en un combate desigual, pues el viento contribuyó en avivar las llamas durante dos días interminables, en los que las construcciones de madera se pasaban la antorcha de la destrucción unas a otras. Ya desde la primera noche, el viento había transportado tizones encendidos hacia el otro lado del río, asolando las llamas al mismo centro de la ciudad y a sus principales edificios. Uno a uno fueron cayendo edificios federales, hoteles, la Corte de Justicia y muchísimos edificios de viviendas. Para el 10 de octubre, el fuego había destruido 6,5 km² del centro de la ciudad, provocado casi 300 muertos y dejado sin hogar a más de 100.000 personas. Más de 17.000 edificios fueron destruidos, estimándose una pérdida superior a los 200 millones de dólares. La ciudad quedó terriblemente golpeada, aunque decidida a seguir adelante. El desastre supuso la transformación de Chicago, originando un movimiento de arquitectos dispuestos a diseñar una nueva ciudad más grande, segura y lujosa. Surgieron así nuevas ideas en la construcción basadas principalmente en el acero, convirtiendo a la Escuela de Chicago en un icono en la arquitectura moderna. **************************************************************************************************************************************************************
3. El incendio de Santander ( 1941 ) Cualquiera que vea fotos pensará que se puede tratar de una ciudad bombardeada en la Segunda Guerra Mundial o en la Guerra Civil Española, o en cualquiera de las innumerables guerras que asolan o han asolado nuestro planeta. Pero no. Se trata de la ciudad de Santander durante y después del incendio que tuvo lugar en 1941, en concreto el 14 de febrero de 1941. Ese día una chimenea mal apagada originó el incendio, que avivado por un temporal de viento procedente del sur que alcanzó 140 kilómetros por hora, arrasó durante dos días la zona medieval de la capital de Cantabria, incluyendo su catedral, que no sería reconstruida hasta 1953. Miles de familias quedaron sin hogar y la ciudad quedó sumida en el caos y aislada del resto del país durante días. *************************************************************************************************************************************************************

LOS INCENDIOS MUNDIALES MÁS FAMOSOS-ROMA


http://listas.20minutos.es/lista/los-incendios-mas-famosos-y-devastadores-de-la-historia-91844/ 1. El Gran Incendio de Roma ( 64 ) En cuanto al legendario incendio de Roma. Mucho se ha escrito al respecto: Que si había sido el propio emperador Nerón quien lo había provocado, que si habían sido los cristianos, etc, etc. Lo que sí es cierto es que Roma, como acostumbraba a hacer después de cada catástrofe, resurgió con mayores fuerzas y vigores. Parafraseando a Augusto, nuevamente el mármol substituyó al ladrillo. Si se hace excepción de Tácito (Anales XV, 38), que además de la versión del incendio provocado intencionalmente por Nerón conoce también la versión de los que lo atribuían a la casualidad, todas las fuentes antiguas lo atribuyen con seguridad a Nerón, desde su contemporáneo Plinio el Viejo, cuya versión es probablemente la base de la tradición posterior (Naturalis historia XVII, 1, 5), al autor senequista de la Octavia, desde Suetonio (Nero, 38) a Dión (LXII, 16, 18). El incendió estalló el 19 de julio del 64 y duró, según Suetonio, seis días y siete noches, pero en seguida comenzó de nuevo en la propiedad de Tigelino, lo que alimentó las sospechas contra el emperador, y continuó durante otros tres días, como consta por de una inscripción (CIL VI, 1, 829, que establece su duración en nueve días). Los modernos tienden a negar la responsabilidad directa de Nerón en el incendio: todas las fuentes, sin embargo, concuerdan en decir que se vieron a personas que avivaban el incendio cuando ya había comenzado. Para los que dan la culpa a Nerón esta gente actuaba iussu principis, «por orden del emperador», para los que defienden su inocencia, según los cuales el incendio había estallado por negligencia, por autocombustión, por el calor estival, por el viento, esa gente lo hacía «para poder llevar a cabo con más libertad sus robos». Para Suetonio y para Dión, sin embargo, estas personas eran cubiculari (camareros del emperador) e incluso soldados, y su presencia puede autorizar las peores sospechas. De la comparación entre Tácito y Suetonio se infiere además que las precauciones que se tomaron y las intervenciones de socorro fueron interpretadas como pruebas de la culpabilidad de Nerón: Sobre todo la destrucción, llevada a cabo por los soldados con el fuego, de edificios cercanos a lo que será luego la Domus aurea y la prohibición a sus legítimos propietarios de acercarse a sus casas para salvar lo salvable y recuperar los cadáveres de sus muertos alimentaron muchas sospechas. También contribuyó a estas sospechas el hecho de atribuirle al emperador un móvil concreto: No tanto el que Suetonio y Dión, pero no Tácito, aceptan como seguro, el deseo de ver morir Roma bajo su reinado, como Príamo había visto sucumbir Troya (deseo coronado con el famoso canto), sino también y sobre todo el desprecio por la vieja Roma, con sus calles estrechas y sus viejos edificios, y la voluntad de aventurarse en una gran empresa urbanística, convirtiéndose en el nuevo fundador de Roma. Tácito es el único, entre nuestras fuentes, que dice que Nerón inventó la falsa acusación contra los cristianos para acallar las voces que le acusaban del incendio (Anales XV, 44). La noticia le llega naturalmente de una fuente que considera el incendio intencional (para los partidarios de la tesis el incendio casual no había culpables), por tanto, con toda probabilidad, de Plinio. Para Plinio, como para Tácito, los cristianos eran inocentes del incendio de Roma y el suplicio que se les había infligido era digno de piedad, pero los cristianos, no culpables por el incendio, eran culpables, para nuestra fuente, de una exitiabilis superstitio (funesto culto). El testimonio de Tácito, claramente hostil contra los cristianos por su superstitio, pero convencido de su inocencia respecto al incendio, muestra la falta de fundamento de la hipótesis de aquellos, entre los modernos, que acusan a los cristianos de haber quemado Roma a causa de su fe en la inmediata parusía (el regreso de Cristo a la tierra). La distinción entre la falsa acusación de incendiarios, que afectó según Tácito sólo a los cristianos de Roma, y la de superstitio illicita (culto ilícito), la única que conoce Suetonio (Nero, 16,2), que afectó a los cristianos de todo el imperio, no es, como a menudo se cree, el resultado de dos versiones del mismo hecho narrado por dos fuentes distintas, sino el efecto de dos decisiones distintas, de las cuales la segunda es seguramente anterior a la primera. La Primera Epístola de San Pedro (4,15), que en mi opinión se puede fechar entre el 62 y el 64, prevé la posibilidad de que los cristianos puedan ser imputados por ser cristianos no sólo en Roma, sino en todo el Imperio, y presupone una hostilidad ampliamente difundida (cf 1 Pe 4, 12), que bien cuadra con las acusaciones de flagittia (crímenes infamantes), que según Tácito hacía que el vulgus (la gente común) aborreciera a los cristianos. Pero si la atmósfera de la Primera Epístola de San Pedro es la que presupone Tácito, la imputación por cristianismo es ciertamente la que Suetonio conoce y no puede referirse a un edicto imperial (como la imputación por el incendio de Roma), sino sólo a un senadoconsulto, al que correspondía, en edad julio-claudia, decidir sobre las cuestiones religiosas. La institutum (institución) de la que habla Suetonio, la institutum Neroniarum de que habla Tertuliano (Ad nationes I, 7,14), no es un edicto ni un senadoconsulto, sino un antecedente de hecho: es la aplicación que Nerón, dedicator damnationis nostrae (autor de nuestra condena, Tertuliano, Apolgeticum V,3), hace inmediatamente después del 62 del senadoconsulto con que en el 35 había sido rechazada la propuesta de Tiberio de reconocer la licitud del culto de Cristo y que había hecho del cristianismo una superstitio illicita en todo el imperio. El veto de Tiberio había impedido la aplicación del senadoconsulto y la situación no había sufrido cambios hasta el 62, cuando la ejecución de Santiago el Menor en Judea, decidida por el sumo sacerdote Ananos, fue posible por la ausencia momentánea del gobernador romano. Pero en el 62 tuvo lugar un cambio decisivo, no sólo en las relaciones entre el Imperio y los cristianos, sino en toda la política de Nerón: es el momento del abandono de Séneca de la vida pública, de la muerte de Burro, substituido en la Prefectura del pretorio por Tigelino, del repudio de Octavia y de las bodas con la judaizante Popea, de la ruptura con los estoicos de la clase dirigente y del abandono definitivo de la línea julio-claudia del principado por un dominio de tipo orientalizante y teocrático. Cristianos y estoicos fueron atacados en los mismos años y juntos acusados ante la opinión pública: aerumnosi Solones (Solones atormentados), según Persio (Satirae III, 79), eran los estoicos en la opinión de la gente ignorante, saevi Solones (Solones despiadados) son llamados los cristianos en un grafito de Pompeya; según la Primera Epístola de San Pedro (4,4) son calumniados «porque no participan con los demás en ese libertinaje desbordado». El clima en el que se hacen estas acusaciones es el mismo: contra los estoicos de la clase dirigente se usó el arma política de la lex maiestatis (ley para la defensa del Estado); contra los cristianos fue suficiente proponer el viejo senadoconsulto del 35. La primera víctima de la decisión neroniana de acusar a los cristianos basándose en el viejo senadoconsulto fue, creo yo, Pablo, que era muy conocido en los ambientes de la corte: esta imputación está atestiguada en la Segunda Carta a Timoteo, escrita en el otoño de un año que podría ser el 63 (cf. 2Tim 4, 21). Pablo está encarcelado de nuevo en Roma, pero esta vez espera una condena, pero no por el incendio (porque se trata de un encarcelamiento “civil”, Pablo puede pedir libros y una capa). La detención y condena de Pedro debieron ocurrir, junto con la de los demás cristianos de Roma, después del incendio del 64: su martirio, murió crucificado en los horti neroniani (los jardines de Nerón), no puede separarse, como revela la comparación entre la descripción de Clemente Romano (1Cor 5) y la de Tácito (Anales XV, 44), del de la multitudo ingens –poly plethos (ingente multitud) que Nerón ofreció como espectáculo, con un circense ludicrum (espectáculo circense), al pueblo de Roma, poniendo a disposición hortos suos (sus jardines): Guarducci ha pensado en las fiestas del 13 de octubre del 64, unos meses después del incendio, cuando la persistencia de las sospechas contra Nerón le pudo aconsejar al emperador buscar chivos expiatorios.