jueves, 12 de febrero de 2015

El azar y la necesidad Cincuenta sombras de Grey


El azar y la necesidad Cincuenta sombras de Grey 12 feb 2015 http://blogs.publico.es/el-azar-y-la-necesidad/2015/02/12/cincuenta-sombras-de-grey/ Aprovechando el estreno de la película Cincuenta sombras de Grey, basada en la primera parte de la espeluznante y nociva trilogía de la escritora británica E. L. James, me parece conveniente recordar algunas cosas respecto al juego de dominio en el sexo, el placer que algunos obtienen infringiendo dolor o recibiéndolo, y las perversas consecuencias sociales que de estas prácticas se derivan. Durante siglos, los líderes británicos se han forjado en escuelas en las que la dureza de los castigos, la intimidación en el trato diario y los abusos sexuales por parte de los alumnos mayores o más fuertes, eran comunes y aceptados. Esta “educación” infantil ha influido negativamente en la sexualidad y en el comportamiento social de esos individuos una vez adultos. La insensibilidad característica de muchos británicos de clase alta hacia el sufrimiento ajeno, se forja en estas escuelas, hasta el punto que los padres aprueban esta metodología sanguinaria como la perfecta herramienta de formación de un futuro déspota. Una ley británica del año 1987 prohibió los castigos corporales en les escuelas británicas, una medida que, curiosamente, provocó fuertes protestas entre asociaciones de padres y que motivó un recurso a instancias europeas para que se permitiera el uso de un cierto grado de castigo corporal, de disciplina inglesa. ¿Por qué este empeño, se preguntarán? Pues por qué detrás del castigo corporal existe una estrategia bien elaborada de arquitectura social, de mantenimiento de la jerarquía, de dominio de unas clases sociales sobre otras. Antes de la aprobación de la ley del primer gobierno de Blair, los castigos corporales eran algo común que aplicaban profesores y alumnos aventajados. Ian Gibson explica cuáles eran las consecuencias sociales de este despiadado sistema educativo: “Era un círculo vicioso que garantizaba la producción masiva, año tras año, de decenas de miles de sadomasoquistas. Y está claro, si los hijos de los ricos y poderosos habían estado sometidos a un régimen tan brutal desde pequeños…¿Cómo podían sentir compasión, cuando fuesen mayores, hacia los menos afortunados socialmente?” Cristopher Hitchens, uno de los escritores políticos ingleses más ácido y controvertido del siglo XX, habla en sus memorias del trato que recibió en algunas de las escuelas en las que fue internado: “Durante mi infancia en Escocia, mis padres tuvieron que sacarme del colegio cuando comprobaron que me encogía y me protegía con el brazo cada vez que un hombre adulto se dirigía hacia mi. La investigación posterior demostró que el centro era un pequeño infierno de flagelación y abuso.” Hitchens no explica, además, qué destino le esperaba a un niño sensible en un entorno hostil: “El niño de ojos azules, pequeño para su edad y con las pestañas un poco femeninas, que es indiferente a los deportes y especialmente feliz en la biblioteca es… sodomizado. Por no hablar de las palizas y las continuas intimidaciones.” Todo esto ocurría en la Gran Bretaña hasta el año 1987. Las palizas a las que se refiere Hitchens, comunes en los colegios masculinos y femeninos, se aplicaban a las nalgas de los desafortunados con una vara de abedul. La flagelación en las nalgas es una de las iconas del bondage, de ese juego que ahora parece que cautiva a un gran número de los lectores de E.L. James. Pero el juego del dolor y la dominación en el sexo nacen de una malformación educativa, no es habitualmente un acuerdo entre adultos que juegan a hacerse daño, es la expresión presente de una monstruosidad pasada, escolar o no. Eso es lo que explicó Liliana Cavani en Il portiere di notte (1974). Una ex reclusa de un presidio nazi, se encuentra años más tarde de acabada la guerra con el oficial alemán que la había obligado a ser su amante. El conflicto de la protagonista, Charlotte Rampling, es esa mezcla de odio y deseo, de miedo, que responden a una voluntad de autodestrucción de la víctima. La dependencia de la víctima con su verdugo, su sometimiento que nunca acaba. En otro orden de cosas, la aceptación de la pirámide social. Cincuenta sombras de Grey es una novela ínfima, exenta de toda gracia literaria, escrita a trompicones, con el marchamo de presentar un sexo digerible para personas que arrastran una cierta decepción en cuanto a su vida íntima. La novela puede parecer un juego inocente, pero no lo es: chica frágil y sensible se enamora de un joven rico y poderoso. ¿Es posible que este argumento de novela barata pueda triunfar en pleno siglo XXI, después de décadas de lucha por la liberación de la mujer, por sus derechos sociales y sexuales? ¿Hemos de concluir que la fantasía de toda mujer es ser dominada? ¿En una sociedad golpeada por la violencia machista que cada día se cobra víctimas, nos parece gracioso y hasta divertido leer una historia de dominación sexual? Si alguien se quiere acercar al juego de entender qué puede significar el dolor y la dominación, que lea Justin ou les malheurs de la vertu del Marqués de Sade. Una obra de carácter moral, porqué en ella se ve como la protagonista que se somete a los caprichos de sus perversos amos llega a la más completa degradación personal.