miércoles, 18 de mayo de 2016

RODOLFO BENAVIDEZ - Cuando las Piedras Hablan, los Hombres Tiemblan. R. Benavides (1a Parte)


ESCRITOR DEL DÍA: RODOLFO BENAVIDES Capítulo I PENSANDO EN VOZ ALTA Cuando el hombre, tal vez sin darse cuenta, toma por el sendero del pensamiento, ya jamás podrá dejarlo, pues aparecen en su mente, innumerables preguntas que exigen respuesta, tales como ¿por qué? ¿quién? ¿cuándo? ¿dónde? El cansancio quizá lo detenga algunas veces. Sin embargo, en cuanto se recuperan las fuerzas físicas y las energías intelectuales, el anhelo de superación lo impulsará nuevamente a transitar otra vez por esa . larga ruta, en una incesante búsqueda de la verdad. A transitar en actitud reflexiva, observándolo todo. Buscar la verdad parece ser la gran meta, la gran causa, la gran tarea del hombre. Todo eso le ocurre también a quien siendo de espíritu libre, sin tabúes ni cadenas mentales, se asoma al Egipto legendario buscando explicaciones a nuestro verdadero pasado de seres pensantes. Y al ver cada monumento sucede siempre lo mismo que ha sucedido con la Gran Esfinge: cuando estaba casi cubierta por la arena del desierto milenario aparecieron infinidad de improvisadas interpretaciones que en ese momento parecían explicarlo todo. Pero luego sucedió que a medida que se quitaba la arena, cada estudioso descubría que muy nada se sabía de ella, llegando la soldadesca estulticia en cierta ocasión a usarla como blanco de artillería. Millones de toneladas de arena acumuladas por los vientos durante milenios, han sido removidas y alejadas varias veces del tan misterioso monumento. Y ahora, cuando ya está casi totalmente descubierta la Gran Esfinge es menos comprendida que nunca, pues su (17) grandiosidad como símbolo de eternidad es muy superior al conoci- miento a que ha llegado el hombre actual. Debido a ese enorme hueco entre lo que hace siglos se creyó que significaba y lo que hoy no se sabe bien qué significa, siguen flotando sin consistencia las escasas teorías que alguna vez se entendieron como leyendas o mitos de origen religioso. Para el espíritu investigador que visita Egipto, no hay más que un camino a seguir: permanecer en actitud pensante frente a los monumentos. Permanecer así horas y días bajo la cálida y deshidra- tadora atmósfera del mediodía, o el frió seco de la noche silenciosa en un cielo transparente y estrellado, hasta sentir en propia carne una vibración etérea, la voz de las piedras. Y por cierto, es cuando fluyen las incógnitas y las preguntas en tropel. Diriase con justicia que entonces los antiguos dioses acuden solícitos a la llamada del visitan- te para contestar tales preguntas. Contestaciones que solamente ellos pueden dar, por haber sido únicos testigos de acontecimientos de su época, tiempo no registrado por la Historia, acontecimientos con- vertidos en leyenda. Fue asi precisamente como empezó esta aventura, la aventura de ir a escuchar a media noche apalabra de las piedras, que anhelan decir su verdad, que quieren dar su versión de lo que vieron y Oyeron. Y su verdad es que, desde muy antiguo, el ser humano pensante se dio cuenta de la periódica repetición de fenómenos naturales, por ejemplo el día y la noche, en que aparecían el sol y la luna respectiva- mente, las nubes y las estrellas. De ahí que quienes gustaban de observar el délo, se percataran de la periodicidad en la aparición de las estrellas. Tales estrellas fueron entendidas por algunos como dio- ses, y los aparentes agrupamientos de estrellas, hoy llamados conste- laciones, como agrupamiento de dioses dedicados a discutir y arre- glar o desarreglar a su manera los destinos humanos, tanto en con- junto como individualmente. Y claro está, si los dioses aparecían asi, de manera periódica y por ello previsible, lógicamente los aconteci- mientos naturales de toda índole, una vez ocurridos, deberían repetir- se de igual manera periódica y previsible. Bien podría suceder que de estas concepciones tan antiguas de la (18) periodicidad de los fenómenos naturales haya nacido en América y en otros pueblos lo que dio vida a la teogonia de los cinco soles, o quizá, y al menos en parte, lo que Pedro Ouspensky designa con el concepto de el eterno retorno, es decir, que el tiempo no tendría prin- cipio ni fin, sino un ininterrumpido movimiento circular. Esta angustia de no entender ni el principio ni el fin de la vida pudo haber sido el origen mítico del principio y el fin del mundo, y naturalmente de todo lo que en él existe, no sólo en su forma física y visible, sino en su existencia de ultratumba, o sea, espiritual. Es posible que esa misma angustia quizá haya dado origen a los sacrificios humanos en todo el mundo, cuyo sangriento ritual religio- so no fue particular de América. Todo hace pensar que tal vez tuvo una misma raíz de origen, por ejemplo en Sumeria, en la baja Meso- potanüa, región en la que un dios se sacrificaba a fin de salvar a la humanidad de todos sus pecados, para que luego, en reciprocidad, los sacrificios humanos alimentaran a los dioses. Es así como se entendía en tiempos ya lejanos el principio y fm de la vida. Pero en la tan compleja civilización actual, todas las reli- giones, la filosofía y la ciencia se siguen preguntando: ¿qué es el prin- cipio? ¿qué es el fin? E implícitamente, queda como máxima espe- ranza aquello de que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, o por mejor decir, del dios de cada uno. En todo caso, estos últimos conceptos implican un alto grado de vanidad, ya que sugieren que vivimos aislados, como únicos seres pensantes en el Universo infinito, a pesar de que existan abundantes pruebas, enigmáticas coincidencias y sugestivas huellas de antiguos y misteriosos personajes que nos dejaron señales de su paso por el mundo. Vidas que se les niega haber sido humanas porque parecen haber llegado de otra dimensión del espacio y del tiempo y que por ello nos resultan invisibles e intangibles. Todo esto es tan complejo, que resulta mucho más fácil reir, ignorar o negarlo, antes que intentar penetrar en el misterio de las leyendas y de los mitos, verdaderos trozos de historia que sugieren la existencia de antiguas maravillas. Maravillas que los agnósticos, por pura comodidad, entienden como meras fantasías, ya que según ellos, (19) fuera de nuestro planeta no existe ni puede existir el pensamiento, la inteligencia, la belleza. Pensando de este modo, surge en seguida la siguiente reflexión: si la energía nuclear uno de estos días aniquilara a la especie humana, dejando al infinito Universo sin seres pensantes e inteligentes..., ¿qué sería entonces de ese pobre Universo? Este conjunto de incógnitas ha producido mortal angustia, des- bordante anhelo de liberación, impulso de lucha por ampliar e ilumi- nar el estrecho, oscuro y cercano futuro. Cercano, porque, según las mutuas amenazas de los poderosos, pronto estaremos todos converti- dos en humo y polvo radiactivo, en polvo cósmico, dejando al Uni- verso vacío de nuestra insustituible presencia e inteligencia... ¿Qué será de ese Universo después de nuestra desaparición? Después de largo meditar y con abundantes ideas en la mente, el autor decidió comenzar la ardua y larga tarea de investigación, base de este libro, dando forma a un programa de trabajo. En definitiva,* todo consistiría en tratar de desvelar, al menos parcialmente, algunos de los enigmas relativos a la Gran Esfinge y a la Gran Pirámide, para lo cual se imponía la necesidad de hacer una revisión general de todo lo que él mismo, ya desde tiempo atrás, había estudiado y parcial- mente escrito. Pero también se imponía la necesidad de visitar nuevamente el milenario Egipto y sus misteriosos monumentos. (20)