jueves, 9 de junio de 2016

CAPÍTULO VEINTE - RODOLFO BENAVIDES


SEGUNDA PARTE Capitulo XX CATACLISMOS EN LA TIERRA Que hubieron muchos cataclismos en la Tierra a lo largo de los milenios es harto sabido. Existen huellas diversas, algunas muy visi- bles, como por ejemplo el estrecho de Bering que sugiere una brusca fractura entre los continentes. El estrecho de Gtbraltar sugiere exactamente el mismo fenóme- no y otro tanto se puede decir del Mar Rojo, ya que la región del SÍnai —por donde anduvo Moisés— corresponde a la misma forma- ción geológica en ambas orillas. Hay todavía otras huellas en las tradiciones y leyendas de origen ocultista que hablan de hundimientos gigantescos como por ejemplo, el continente de Mu en el océano Pacifico, o una gran isla que se cree estuvo en el océano Indico. También Figura en esas tradiciones ,4;;an- lida, porción de tierra que se cree que estuvo alguna vez en el Atlánti- co, cerca de donde éste se encuentra con el mar Caribe, sitio en donde habría existido una importante cultura de la que se han ido encon- trando más y más huellas en el fondo del mar Atlántico, pese a ne- garse repetidamente su existencia. Hoy, cada vez con mayor frecuencia, se repite que Atíántida existió en realidad y precisamente en la región que ha sido señalada con el nombre de Triángulo de las Bermudas. Las cosas han llegado al punto de que en los dias en que este libro se estaba preparando también se estaba organizando una importante expedición submarina para investigar unas pirámides que alguien descubrió en el fondo del mismo océano. (201) Las escuelas ocultistas mencionan también el continente de Ra, que se cree formaba parte del continente europeo, tal vez como penín- sula o como prolongación del mismo. Parece que se hundió, originan- do lo que hoy es el mar Mediterráneo, del fondo del cual han sido sacados en distintas ocasiones objetos que no corresponden a cual- quiera de las culturas hasta hoy conocidas. Hasta el presente se ignora si los cataclismos conocidos y estu- diados, incluso las glaciaciones, han sido de repetición periódica. Hace unos 25,000 años hubo un período glacial en el que los hielos llegaron hasta el paralelo 60 norte y las estepas inhabitables lle- gaban aproximadamente hasta el paralelo 50 o quizá 45 norte. Estas estepas pantanosas y semiheladas cubrían toda Francia hasta muy cerca del mar Mediterráneo. Naturalmente otro tanto sucedía en Asia y en América, pues casi todo Canadá y los Estados Unidos hasta muy cerca del Mississippi eran igualmente estepas heladas y por ello deshabitadas. Asia, toda Rusia y buena parte del norte de China eran también regiones inhóspitas. Pues bien, a pesar de esto recientemente se ha encontrado nada menos que en Siberia, un poblado —o ciudad, como la llamaron los medios informativos— cuya existencia activa se ha hecho remontar a unos 35,000 años. Esto significaría que el ser humano vivió antes del comienzo de la glaciación susodicha. En tal caso debió sufrir ese gigantesco problema, sin que se sepa qué por ciento de seres sucum- bió: lo único que sabemos es que mucho después reaparece el hombre nuevamente como cazador primitivo y recolector de frutos silvestres. Tampoco se sabe con certeza si las fracturas de la corteza terrestre, lo mismo que el hundimiento de penínsulas, is¿as o continen- tes, ocurrió alguna vez de manera simultánea o si la desaparición de cada uno de ellos sucedió de manera independiente, en tiempos y por razones diversas sin conexión de unas con otros. En cualquiera de estos casos, para producirse tales fracturas de tierra o esos gigantescos hundimientos, tuvieron que intervenir muy poderosas fuerzas de la naturaleza, que quizá estén en estrecha rela- ción con ciertas teorías astronómicas modernas que hablan de cómo probablemente se formó la Tierra. (202) De esas teorías, la que parece haber recibido mayor aceptación es la propuesta por Jaens y Jeffreys. Sugiere la misma que el origen de todos los planetas de nuestro sistema solar se debió al desprendi- miento de materia solar, a consecuencia del paso de una estrella, has- ta hoy todavia desconocida, por las cercanías del Sol. Dicho fenóme- no habría provocado tremendas mareas en la masa solar, mareas lue- go convertidas en enormes protuberancias que se fueron alargando hasta la estrella visitante, acabando por desprenderse del Sol, para luego ir adquiriendo su órbita propia e irse condensando en partes desiguales. Una de ellas seria la Tierra que, como gota ígnea, comen- zó a girar sobre su eje y en órbita alrededor del Sol. De igual manera se habrían originado los otros planetas de nuestro sistema solar. A esta teoría se le ha concedido validez científica, porque se fun- da en observaciones de universos en los que se observa un similar fenómeno: aparecen en el espacio, claramente visibles, masas alarga- das como nubes proyectadas por evolución nebuiar, con la apariencia de nubes en forma de llama de una vela o de un huso que empieza a girar sobre su propio eje, adquiriendo después forma espiral. . Quienes más saben de estas cosas del cielo oponen fuertes obje- ciones. No obstante, mientras no aparezca una teoría mejor, ésta es la más aceptada, al menos por el momento. Pero es que además ésta teoría plantea una cuestión estrechamente relacionada con e! tema de este libro, pues si ya una vez pasó una estrella por las cercanías de nuestro Sol para arrancarle parte de su masa, seguramente ha vuelto o, volverá a pasar otras veces sin que podamos imagínar-la frecuencia. En efecto, las estrellas no se desplazan en linea recta en eterno aleja- miento hacia el infinito, sino que todas viajan en forma parabólica describiendo una órbita alrededor de su propio centro de gravitación, en cuyo caso uno o más planetas pudieron haber nacido en cada acercamiento. Es posible que el centro de gravitación de la estrella aludida se desplace de manera divergente a nuestro Sol. Ello habría dado como resultado un menor acercamiento en cada visita y, como consecuen- cia, efectos subsidiarios también menores. Volviendo a la teoría del nacimiento de la Tierra, supongamos (203) que ya estuvieran formados los planetas o por lo menos el nuestro, que es el que más nos interesa: ¿qué habrá sucedido en cada uno de los acercamientos? ¡Seguramente cataclismos de dimensiones toda- vía desconocidas! Es obvio que si un cuerpo estelar pudo producir grandes mareas en la masa solar y gigantescas protuberancias en el Sol, hasta el pun- to de arrancarle parte importante de su masa, igual pudo modificar a los planetas, producir —entre otros cambios posibles, tal vez el menos peligroso— la variación de la inclinación del eje polar terrestre. Según Wegener, ésta habría sido la causa de las cuatro glaciaciones conoci- das, esto es, las llamadas Eras glaciales. Hay científicos que niegan rotundamente que alguna vez el eje polar haya tenido otra inclinación que la que hoy se te conoce. Pero también los hay, muy importantes y serios, que afirman justamente lo contrario. Incluso llegan a proponer la teoría de que en el transcurso de los 4,500 millones de años que tiene de existencia el planeta Tierra, éste ha cambiado la inclinación de su eje de rotación hasta alcanzar los 90°, pero que eso ha sucedido muy lentamente en algunos lapsos, mientras que otras veces pudo ocurrir por un salto brusco para volver luego al movimiento lento. En cada uno de esos saltos bruscos, como es fácil de imaginar, se produjeron uno o varios cataclismos de dimensiones y trascendencia colosales, determinando en cada caso cambios fundamentales en todas las manifestaciones de la vida. Uno de los más recientes saltos, según teóricos modernos, ocurrió entre los 6,000 y 7,000 años, coincidiendo esta teoría moderna con el número 666 señalado en la Cámara de las reflexiones, asi como con el número astronómico 6,660 a que alude el eje-meridiano de la Gran Pirámide y a la vez con la linea cronológico-profética y con e! sím- bolo Tauro de la Gran Esfinge. Evidentemente algo importante suce- dió hace 6,660 años aproximadamente, ya no sólo por lo que sugieren Esfinge y Pirámide, sino por lo que dicen ciertas teorías modernas totalmente ajenas a lo egipcio. Parece ser que la Tierra no gira sobre su eje de manera suave como lo haría un giróscopo bien lubricado, sino que tiene constantes variaciones debidas a múltiples causas. Algunas de ellas —las más (205) visibles— son las atracciones lunares, que producen las mareas en el exterior y el movimiento no menos importante del magma en el inte- rior. Otro motivo es la acumulación de hielos polares y el descomunal peso de las cadenas de montañas. Las variaciones susodichas son consecuencia de que no exista sobre la superficie una distribución equilibrada de volúmenes y pesos estables. Según el científico Runcorn, ai cambiar el eje polar de sitio no ha cambiado la posición del mundo: sólo ha variado el giro; mecáni- ca muy difícil de entender a nivel profano, aunque se comprende que si eso ha sucedido a saltos debe de haber producido catastróficos resul- tados en cada uno de ellos. Según algunos autores, lo dicho es perfectamente posible dentro de la mecánica celeste. Esto vendría a apoyar la teoría del desliza- miento de los continentes y, como natural consecuencia, el choque brusco de los continentes a muy elevadas presiones contra las placas submarinas en todos los mares. Tales placas son mucho más delga- das que la corteza terrestre en «tierra firme», o sea fuera del mar, lo que hace posible una constante redistribución de los pesos y volú- menes en la superficie terrestre. Dos de esos grandes pesos que exis- ten de manera excéntrica respecto del eje polar, son los hielos en ambos polos, a los que se culpa de los desequilibrios mencionados, puesto que los hielos no tienen la consistencia, cohesión y firmeza de las rocas de «tierra firme». En el caso de los deslizamientos de cadenas de montañas hay choques que sentimos como terremotos más o menos soportables. En el caso de los hielos polares se producen fracturas d? hielos que, flo- tantes y de diversos tamaños, entran en las corrientes marinas alte- rando el clima por donde van pasando, hasta el punto de que en algu- nos casos se puede hablar de diluvio. Si se acepta como real esta mecánica del mundo implícitamente queda explicada la fractura de los continentes, comentada al principio de este capitulo y, a la vez queda sugerido el porqué y el cómo del hundimiento de porciones de tierra como el tan negado continente de Mu y la AllánCida, desaparecida más recientemente. (206) Como es natural ha habido quienes se han opuesto a estas hipó- Tesis y teorías. Alguno de ellos niega toda probabilidad de que la exce- Siva acumulación de hielo en las regiones polares pueda producir Semejantes desequilibrios. Así pues, será el tiempo quien dirá la últi- Ma palabra. Algunos autores modernos coinciden en que en los últimos 100,000 años ha habido por lo menos tres de estos cataclismos, el Más reciente de los cuales y a la vez el mayor, habría que situarlo Hace 15 o 16,000 años. Ahora bien esta fecha coincide con el Princ.- Pio de la constelación zodiacal de Virgo, que aparece simbolizada en La cabeza de la Gran Esfinge, señalada astronómicamente por el eje Meridiano de la Gran Pirámide y contenida en el Zodiaco de Dende- Rah. Todo esto coincide, además con los documentos de una antigue- Dad superior a 12,000 años que los sacerdotes egipcios poseían, Según afirmaron a Heródoto. Otra hipótesis científica dice que la propia fuerza fisico- Magnética de la Tierra es la que permite el equilibrio al hacer que los Hielos polares se mantengan compactos. Según esta hipótesis, el Sol, En su viaje sideral obligado por el movimiento de la galaxia a la que Pertenecemos, hace que los planetas de su sistema- entre ellos la Tie- Rra – crucen periódicamente por una amplia zona no magnética (ca- Rente o escasa de energía). Naturalmente ello originaría fenómenos Diversos, entre otros el que los hielos pierdan su cohesión y se francio- Nen primero, licuándose después, lo que en cada caso haría crecer Enormemente los mares que invadirían en consecuencia grandes Extensiones costeras. Esta hipótesis, sin ser precisamente la misma, nos recuerda la de Paul Otto Hesse que aparece en el libro Dramáticas Profesías de la Gran Pirámide. Por el momento lo importante es que dichas zonas no magnéti- Cas, en caso de existir, deben encontrarse distribuidas en el espacio de Tal manera, que hacen que el fenómeno aparezca en la Tierra de for- Ma periódica. Pero lo más emocionante es que el paso por dicha zona No magnética ocurrirá entre los próximos 20 y 200 años. Opinamos que lo más probable es que dicho paso ocurra en los (207) primeros 20 años, principalmente debido a que hacia el próximo ano 1999 y el año 2000 (5 de mayo del año 2000), habrá un relativo ali- neamiento, no muy riguroso, de los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, todos ellos a un lado del sol y casi en oposición con la Tierra, naturalmente con la Luna y con Neptuno, Urano y Plutón. Para algunos autores, este fenómeno astronómico es inquietante, pues suponen que producirá tremendas atracciones al estar la Tierra en el centro de la alineación magnética. Llegan a suponer que podría producirse un gigantesco cataclismo mundial. A pesar de las probabilidades que pueda haber a este respecto es de notar que estos fenómenos astronómicos —como el que ocurrió en el ano 1985 y otro hacia el ano 2000— han ocurrido ya innumerables veces a lo largo de la vida del mundo y a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, nuestro planeta ha seguido rodando, aunque a veces dando tumbos. ¿Por qué habrá de ser distin- to en nuestro cercano futuro? A esta proposición hay quienes contes- " tan con un refrán popular que dice: tanto va el cántaro al pozo, que acaba quedándose dentro, sobre todo, cuando la cuerda ya esta podrida. Como quiera que sea, está fuera de discusión que ha habido varios cataclismos más o menos importantes y que todos ellos han obedecido a leyes naturales, inviolables, pero susceptibles de predecir cuando se encuentre el método adecuado. Para entender mejor esto, se pueden poner algunos ejemplos: si comparamos el tamaño de la Tierra con uno de esos globos de colores que venden en los parques para los niños —y conservando las respectivas proporciones de tama- ño y peso— encontraremos que la corteza tcrreslre.,es más delgada que la goma que da forma al globo... y ya conocemos la facilidad con que revientan estos juguetes, produciendo una explosión al escapar el aire o gas con que fueron inflados. Pues bien, en la Tierra la explosión la producen los volcanes al dejar escapar las altas presiones internas. Nuestro planeta es tan endeble en el concierto universal como el globo en la atmósfera terrestre. La corteza terrestre es lo suficientemente sólida como para resis- (208) tir la caída de meteoritos de cierto peso y tamaño, pero no lo es para recibir el impacto de un asteroide de grandes dimensiones, cuyo cho- que produciría seguramente una gran catástrofe. ,Por otra parte, la probabilidad de uno de estos choques no es precisamente imposible o improbable, pues recuérdese que, en el mes de octubre del año 1937, nuestro planeta estuvo a punto de chocar con un planetoide: no sucedió tan sólo por cinco horas y media de diferencia en las respectivas trayectorias. A menor tiempo de diferen- cia, mayores probabilidades de un encuentro sumamente peligroso. La ciencia moderna nos va acercando cada dia más a realidades que antes eran por completo desconocidas. El físico ruso Veltkovsky afirmó hace poco tiempo en conferencias publicas, que la Tierra estu- vo varias veces expuesta a chocar con Marte y en otra ocasión con Venus —aunque de esto hace ya varios milenios—, debido a variacio- nes en las respectivas órbitas. Tales variaciones produjeron natural- mente en el planeta Tierra gigantescos cataclismos, que explican muchos fenómenos terrestres, como son los deslizamientos y hundi- mientos de islas y hasta continentes, el derrumbe de montanas y la brusca formación de otras, el estallido de todas las presiones internas del globo terráqueo y, como es lógico suponer, la muerte en gran escala de todas las especies vivientes, incluido el ser humano, cual- quiera que fuese el grado de evolución en que se encontrara. En efec- to, algunos de los casos citados ocurrieron cuando el ser humano ya existia, razón por la cual muchos de esos desastres quedaron graba- dos en el alma y en la memoria del hombre, quien los señaló en diver- sos tipos de obras, que después fuerpn considerados mitos y leyendas. Todo esto choca bruscamente con nuestros conceptos habitua- les, productos de una rígida formación mental dentro de determinado medio. Creemos a pies Juntillas en la absoluta solidez e inmovilidad del suelo que pisamos, porque nuestra particular fragilidad y diminuto tamaño físico humano, en comparación con las montanas que nos rodean y la inmensidad de los mares, asi nos hace pensar. Analicemos otras cuestiones. Por cada 33 metros de profundidad (promedio aproximado para todo el mundo) aumenta la temperatura geotérmica en un grado centígrado. La corteza terrestre tiene un ESPE (209) sor medio de unos 60 kilómetros o sea, la centésima parte del radio polar. Pero después de este limite teórico, la temperatura sigue aumentando y se ha calculado que a los 100 kilómetros de profundi- dad la misma tal vez sea de más de 3,000 grados centígrados. No existe ningún material conocido que resista tan elevada temperatura sin licuarse y en la mayor parte de ellos sin convertirse en gas. Esto implica que las primeras capas concéntricas en que descansa la frágil parte sólida o semisólida de la corteza terrestre, está flotando sobre gas y éste —a muy elevada temperatura y presión— está recubriendo el magma, o sea la materia liquida candente. El magma, en su parte más alejada del centro de ta Tierra y por ello, a menor presión, probablemente sea un material pastoso, pero lo suficientemente dúctil o semiliquído como para obedecer en su movi- miento a las atracciones estelares, lunares en particular y planetarias en general, exactamente como sucede normalmente con el agua en los mares y lagos. Como es natural, deben producirse variaciones en el planeta aunque no las sintamos, y de hecho ocurren diariamente en gran cantidad. Así pues, teniendo en cuenta que estamos flotando en gas o en un líquido más o menos pastoso, pero siempre candente, a unos 3,000 grados centígrados de temperatura mínima, es lógico que ocurran deslizamientos, acomodamientos en las diversas capas concéntricas, que luego repercuten en la superficie como sismos, algunos muy lige- ros y hasta imperceptibles, otros alarmantes y catastróficos: por ejemplo, el terremoto de Mesina, el no menos destructor de la Lisboa antigua y más recientemente, en el año 1883, la explosión del volcán Krakatoa, isla del estrecho de la Sonda en el océano Pacifico. Estos terremotos, sin ser los únicos de los que se puede hablar, parecen haber obedecido a atracciones estelares. E! Krakatoa por ejemplo, produjo ondas sísmicas que fueron registradas a grandes distancias y los elevados oleajes llegaron a todos los puertos de mar del océano Pacífico hasta el cabo Horn, casi en la Antártida. La huma- nidad esos días se alarmó y algunas personas de mentalidad sumamen- te religiosa aseguraban que había llegado el fin del mundo. Fue entonces cuando el ramoso astrónomo francés. Camino Flammarión, explicó el (210) fenómeno y le creyeran o no, lo cierto es que los mares regresaron a su normalidad. ¿Qué es lo que sucede en esos casos? Pues que se produce un rápido reajuste de tensiones internas, por lo general rebasando enor- memente el limite de la elasticidad de las capas afectadas, que acaban por quebrarse, liberando bruscamente toda la energia acumulada. El fenómeno se manifiesta en forma de sacudida, es decir, terremoto, tan violento en algunos casos, que destruye islas enteras o devasta regio- nes, como sucedió con el Paricutin, en Michoacán (México), dejando siempre como huella final millones de toneladas de roca y ceniza volcánica y grietas por donde suelen escapar vapores de agua y gases. La Tierra ofrece a la vista muchas de estas cicatrices, efecto de antiguas resquebrajaduras, llamadas fallas del terreno, que aparece fragmentado profundamente y de manera irregular. Cuando las sacudidas ocurren en el mar —maremotos— se pro- ducen gigantescas oleadas hasta tierra firme. Ahora resulta fácil entender cómo es que !as atracciones estela- res pueden producir uno de esos fenómenos catastróficos: basta que se reúnan las condiciones necesarias para el caso, como son las pre- siones y tensiones internas y una atracción estelar lo suficientemente fuerte como para producir el escape de energía. Así, pues, si flotamos en gas o en magma, fluido, movible y a tremendas presiones, es lógico suponer que se produzcan movimien tos de acomodamiento de las capas terrestres: benigno en algunos casos, verdaderos cataclismos en otros, especialmente si se recibe la tremenda atracción por el paso de una estrella, según la teoría de Jaens y Jeffreys que se expuso al principio. Lo dicho nos induce a suponer que muchos de estos fenómenos son periódicos y repetitivos, como ocurre con las manchas solares cada 11 años y fracción y más notablemente cada 22-23 años, estas últimas tan advertidas por los mayas. Ahora nos faltaría saber si la estrella de la teoría mencionada estará acercándose a nosotros nuevamente en el tiempo presente, en cuyo caso el Apocalipsis tendría razón cuando dice: (211) Ap. 8, 10-11: "Y e! tercer ángel locó la trompeta y cayó del cielo una gran estrella ardiendo como una antorcha, y cayó una tercera parte en los rios, y en ias fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella se dice Ajenjo.» Lo dicho en el Apocalipsis ¿fue una profecía, o existía ya en las tradiciones como relato de una experiencia pasada? Eso solamente el tiempo lo podrá aclarar. Si se entiende lo explicado en este capitulo, seguramente se com- prenderá mejor lo relatado en el Popal Vuh de los maya-quichés, que sugieren haber sufrido varios cataclismos, uno de ellos semejante o tal vez peor que el Krakatoa. Pero esa vez ocurrió en el Atlántico y fue tan devastador que casi desapareció todo el pueblo maya. Este rehizo su vida, pero sin olvidar, y ia mejor prueba es que dio principio a su cronología en la época en que sufrieron tal desastre. Véase el relato maya presentado aquí de manera condensada. Creación y muerte del hombre según el "Popol Vuh" 1. El primer intento de creación del hombre por los dioses, según e! relato del Popol Vuh, fue de tierra y lodo. Pero viendo los dioses que se deshacía fácilmente, decidieron destruirlo. Es fácil suponer que, si se deshacía, fue porque intervino el agua en abundancia: ¿un diluvio tal vez, que destruyó a los seres humanos entonces existentes? 2. El segundo intento de creación del hombre consistió en hacerlo de madera, pero no gustó a ios dioses. Véase lo que dice el relato: » 4 "En seguida fueron aniquilados los muñecos de palo. y deshechos... y recibieron la muerte— una inundación fue producida por el corazón del cielo, un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo..." 3. En la tercera creación, apareció el hombre hecho de carne. Pero no pensaba, ni hablaba, ni adoraba a sus creadores, que lo habían creado precisamente para que dijera sus nombres y los adora- ra. (212) "... y por esta razón fueron muertos, fueron anegados. Una resina abundante vino del cielo..." Claramente se ve que hubo nuevamente un diluvio, combinado esta vez con actividad volcánica, pues más adelante se lee refiriéndose al gigante dios destructor: "... Cabracán movia los montes y por el temblaban las montañas grandes y pequeñas..." ¿No es todo esto una excelente descripción de un cataclismo destructor? En él murieron seguramente muchos seres humanos, pero sin llegar a ser aniquilada la especie. 4. Cuarta creación del hombre. "-,. Había muy poca claridad sobre la faz de la tierra, aún no habla sol. Sin embargo, había un ser orgulloso de si mismo que su llamaba Vucub-Caquix..." Este personaje, según sugiere el propio relato, era un dios gigan- te, muy malo, perverso y destructor. «.- Existía ya el cielo y la Tierra: pero estaba cubierta la faz del Sol y de la Luna..." Esta parte del relato sugiere ei final de un cataclismo: los ele- mentos ya habian entrado en calma y se insinuaba el principio de una nueva vida. "... Este es el principio de la derrotii y de la ruina de la gloria de Vucub-Caqim [el gigante destructor] por los dos nnAhachos gemelos), el primero de los cuales se llamaba Hunab Ku y el segun- do Ixbalanqué. Estos eran dioses verdaderamente. Como veían el mal que hacia el soberbio y que quería hacerlo en presencia del Corazón del Cielo, se dijeron los muchachos: —No esta bien que esto sea asi.,.» En otra parte del Popo! Vuh, aparece el relato de cómo vinieron al mundo los gemelos Hunab Ku e Ixbalanqué: se debió al acto mági- co de dioses que antes fueron sacrificados por la maldad y que, ya en forma de calavera, al escupir saliva en la mano de una hermosa (213) joven, quedó fecundada y de ella nacieron dichos gemelos. El final del relato dice así; «... Cuando llegó el día de su nacimiento, dio a luz la joven, que se lla- maba Ixquic— En un instante fueron dados a la luz los dos mucha- chos llamados Hunab Ku e Ixbalanque. Allá en el monte fueron dados a luz.,.» Estos dos personajes realizaron desde un principio actos mági- cos propios de dioses buenos, que derrotaron la maldad de los pode- rosos. Obsérvese que estos muchachos aparecen en escena precisamen te cuando el cataclismo destructor habia ya terminado. Debió, pues, ocurrir alrededor del año 6,660, según la indicación que hace el eje- ineridiano de la Gran Pirámide, Desde el primer capitulo del Popol Vúh aparecen con frecuencia ios personajes como dioses buenos, que, aunque a lo largo del tiempo " cambian de nombre y de edad, siempre siguen siendo dos y en todo actúan de común acuerdo, como dioses buenos. La notable insistencia sobre los dos personajes que siempre están de acuerdo, y finalmente sobre los gemelos, hace pensar que en la mente de aquel pueblo vibraba alguna antigua tradición relativa a las estrellas Castor y Pólux, que desaparecieron de la vista en cada cataclismo, debido a los nublados de vapor de agua o de humo volcá- nico. Por esta razón en el relato figuran como muertos; pero vuelven a renacer al despejarse las nubes y aparecer las dos estrellas en el cielo, significando el triunfo de los dos dioses buenos sobre toda la maldad y destrucción. . Sea cierta o no esta opinión propia del autor, es una realidad que parece tener estrecha relación con la indicación tan especial que hace e1 meridiano de la Gran Pirámide hacia las estrellas Castor y Pólux de la constelación zodiacal Géminis, como final de una era y princi- pio de otra. La validez del símbolo de la Gran Pirámide viene apoya- da por el símbolo de la Gran Esfinge, y todo ello coincide con el rela- to maya-quiché. Por lo demás, se sugiere muy claramente que todas esas tradiciones arrancaron de un mismo tronco cultural, que en su (214) origen no estuvo ni en Sumer, ni en Egipto ni en la región maya- quiché en América. Pero el relato muestra algo más: que hubo varios grandes desas- tres a lo largo del tiempo, los cuales nos inducen a pensar en otras coincidencias, como los tres símbolos de la Gran Esfinge, que hablan a su vez, de tres edades. También nos invita a pensar en las cuatro glaciaciones conocidas que ha sufrido el mundo, cada una de las cuales produjo importantes cambios en la vida vegetal, animal y natu- ralmente en los seres humanos (ello explicaría también los éxodos, como son los asiáticos por el Estrecho de Bering hacia América). También hay que pensar en las llamadas razas-raiz de Lemuria, que algunos ocultistas dicen que fueron cuatro, otros que fueron cinco, y otros más que fueron siete. Pero en todos los casos, como (mal de la meditación, queda siempre sólo un gran interrogante, que se supone ya deberíamos haber contestado. Por ahora lo importante seria conocer si aquello que en otras ocasiones sucedió, esto es, el acercamiento de una gran estrella o de un gigantesco planeta oscuro con su secuela de muerte sobre nuestro mundo, volverá a repetirse y cuándo— He ahí un anhelo de este libro ¡tratar de averiguar cuándo! Cataclismo y diluvio en Tíbet Como una evidencia más de que el mundo entero sufrió alguna vez un tremendo cataclismo en una época en la que el ser humano ya existía en vida social, están las leyendas tibetanas, que revelan haber arrancado de una cultura ya muy avanzada. Por su antigüedad fácil- mente pudieron coincidir con el cataclismo que hundió a la Atlántida o a lo sumo, corresponder a los dias de auge y muerte del continente de Mu o Lemuria o Naa. Son las leyendas de ese pueblo las que res- paldan ampliamente esta idea apoyada en las huellas encontradas en las montañas del Tíbet. Las mencionadas leyendas aseguran que antes de que el Tíbet tuviera la topografía que hoy se le conoce, o sea cuando era orilla de mar, estaba habitado por gigantes. Las mujeres alcanzaban tres (215) Cabezas gigantes en la isla de Pascua. Estas cabezas son famosas sobre Todo por el tamaño y la rareza de sus facciones. Se asemejan mucho a la Figura de seres que habitaron el Tibet y que aparecen descritos en las anti- Guas leyendas tibetanas, cuando este territorio estaba al nivel del mar. metros de estatura y los hombres hasta cuatro. Sus características parecen haber sido: cabeza grande proporcionada a la estatura y de forma cónica; mentón muy angosto, boca pequeña, labios delgados, nariz muy alargada y delgada y ojos hundidos. Si el lector compara esta descripción dada en las leyendas tibeta- nas con las cabezas de piedra de la isla de Pascua en el océano Pacifi- co. encontrará que existe un enorme parecido, mientras que no guar- da ninguna semejanza con el pueblo tibetano actual, que es básica- mente chino. Entre esa descripción y los libélanos actuales no existe ningún punto de contacto. Cabe pensar que si en verdad existieron en el Tíbet. eran seres extraños en la apariencia física, distintos al resto de la humanidad, pues no se parecen a ser humano alguno de cual- quiera de las razas hasta hoy conocidas. En fin, ojalá se lleguen a encontrar fósiles que demuestren la rea- lidad de la antigua existencia de esos seres en el Tíbet, aunque enton- . ees se plantearán otros problemas: ¿Fueron estos gigantes quienes se trasladaron desde el Tíbet hasta la isla de Pascua en el océano Pacifi- I co? ¿O fue a la inversa? ¿Cómo y por qué se trasladaron? Las mismas leyendas aludidas aseguran que /os cielos de ese entonces era^ completamente distintos. Naturalmente esa afirmación se está refiriendo a las estrellas y probablemente al Sol y a la Luna, En tal caso, se debería a que el eje polar tenía otra inclinación, tal vez muy distinta de la que hoy tiene. En esas mismas leyendas aparece la idea y afirmación de que hace milenios un meteorito —que por la descripción pudo haber sido un enorme asteroide— chocó con la, Tierra produciendo muchos cam- bios, entre otros, la alteración en su órbita alrededor del So!, haciendo que la Tierra girase alrededor de su eje en sentido contrario a como hoy lo hace. Si todo esto aparece en las leyendas, puede tener algo de cierto. aunque las apariencias no sean muy exactas, como lo es e] girar la Tierra en sentido contrario a como hoy lo hace- Recuérdese que los mayas y algunos otros pueblos de América hablaban de que el Sol se detuvo en un sitio durante un día entero. Pero además, no todos los (218) planetas de nuestro sistema giran alrededor de su eje en el mismo sen- tido que lo hace la Tierra. Si se juzga el asunto a la vista de la actual topografía de Tibet tan tremendamente montañosa y con cimas de cerca de 8,000 metros de altura sobre el nivel de! mar, ciertamente dicho cataclismo no pudo haber sido meramente local, sino que necesariamente tuvo que haber tenido una proyección mundial. Nuevamente viene a coincidir con todo lo que al respecto se ha dicho en este libro, incluyendo los enor- mes pedruscos procedentes de la Luna, que es lo que insinúan tam- bién las leyendas tibetanas, o tal vez la tremenda atracción de algún cuerpo estelar gigantesco. Continuando con las leyendas tibetanas, éstas relatan que hace muchos siglos, seguramente milenios, el actual Tibet era una costa bañada por el oleaje del mar (y desde luego, los chinos creen lo mis- mo respecto a esta región). Por ejemplo, la tablilla de «Yu», que en otro tiempo estuvo en "el pico de Kou-lou, del monte Heng, en la pro- vincia de Hü-pei, dice que el Gran Yu reposó en el solar, después de haber drenado Las Aguas del Diluvio, que habían sumergido a China con excepción de las tierras más altas y las montañas. Dicha Tablilla original fue sacada de su sitio, pero existen imitaciones en Wu-eh- ang-Fu, cerca de Hankow. Asimismo, existe otra copia en el templo de Yulia, cerca de Shao-shing, en Chekiang. De todas estas leyendas se infiere que Tibet fue efectivamente en otro tiempo tierra llana a orillas del mar: por circunstancias que toda- vía se ignoran, se transformó en las elevadas montañas de hoy, al mismo tiempo que otras tierras se hundirían en el mar. .Las elevadas tierras de Chang-Tang son muy ricas en fósiles diversos, especialmente marinos, prueba de que toda esa área alguna vez estuvo no sólo junto al mar, sino que también fue fondo marino. Y prueba asimismo, que las leyendas no deben tomarse^ demasiado a la ligera, simplemente porque nuestra vanidad nos diga que fueron solamente producto de la imaginación primitiva. ¿Cómo se puede combatir esa leyenda cuando en la zona se encuentran en abundancia gigantescas conchas de hermosos colores, raras esponjas marinas, asi como cantidades de coral? (219) En las leyendas tibetanas. lo mismo que en las egipcias, se habla de abundancia de oro. Las tibetanas dicen que las pepitas de oro se podían recoger del suelo con gran facilidad. Y algo semejante debió de suceder en Egipto, aunque todavía no se sabe si existieron minas ni dónde pudieron haber estado. Otra cosa muy importante que dicen las leyendas tibetanas, es que las aguas brotaban de la tierra como surtidores y que las había de todas las temperaturas, desde vapores producidos por ebullición, has- ta el casi congelamiento: o sea, que había muy fuertes contrastes en los manantiales de agua. En una zona la temperatura era sumamente cálida y húmeda y, en contraste, a muy corta distancia, se levantaba espesa niebla porque el frío era intensísimo, tal vez congelante, tanto que podía enfriar un cuerpo humano y hasta cristalizarlo en pocos minutos. Por lo que hace a la flora, existían hierbas sumamente raras que se utilizaban como alimento y en aplicaciones medicinales, pero que solamente los monjes sabían seleccionar y para ello tenían que hacer muy largos viajes. Elena Blavasky dice en algunos de sus libros que ciertos pere grinos de la religión budista, procedentes del Tibet, le informaron que en la cordillera de Allyn Tagh existen cuevas muy profundas que des- de antiguo fueron acondicionadas para contener gran cantidad de documentos originales de culturas que existieron milenios atrás, es decir antes del diluvio, sugiriendo la idea de que hay documentos refe- rentes a la primera edad de la humanidad. Según el mismo relato, la entrada a dichas cuevas fue conocida por muy pocas personas, todas ellas de alta jerar^uia dentro del budismo tibetano, y no se darán a conocer mientras los monjes o lamas no lo juzguen conveniente. En Mongolia se tiene por verídico que en montañas de muy difi- cil acceso existen cuevas del tipo de las anteriores y existe una región que en otro tiempo llevó el nombre de Shambala, limitada en uno de sus lados por el rio Syr-Daria, entre tos 45 y 50 grados de latitud nor- 't te (latitud ésta ya citada antes en relación con las glaciaciones), indi- cada en las leyendas desde muchos siglos airas como residencia de (220) dioses, de genios, de personajes misteriosos, que de vez en cuando bajaban —¿y que tal vez sigan bajando?— para aconsejar a los hom- bres. No siempre se identifica a estos seres como personas de carne y hueso, sino que con frecuencia se habla de ellos como de seres espiri- tuales. Shambala, palabra del taoismo chino, significa morada de los hombres ¡legados de las estrellas. Podría interpretarse que se trata de viajeros del espacio, interpretación parecida al significado del nombre azteca Teotihuacán, que significa donde los hombres se hacen dio- ses. (221)