jueves, 9 de junio de 2016

CAPÍTULO VEINTIUNO - RODOLFO BENAVIDES


Capitulo XXI CONTINENTE DE MU O LEMURIA O NAA O NAACAL Siguiendo con el tema de los cataclismos mundiales, debemos advertir al lector que hasta hoy ningún investigador científico ha aceptado que alguna vez haya existido en el océano Pacifico, un con- tinente o isla habitada a la que se le pueda o deba llamar continente de Mu o Lemuria o cualquier otro nombre. A pesar de todo se sigue afirmando que si se mira desde gran altura en avión y con la atmósfera apropiada, se puede advertir el contorno de un continente que se encontraría hundido en et océano Pacífico y que, como es natural, hace pensar en el legendario Mu o Lemuria. Por lo demás, ni los diccionarios ni las enciclopedias tienen esas voces en sentido geográfico. Algunos autores niegan con énfasis que haya existido Mu o Lemuria; pero todos ellos parten del principio antes señalado, a saber: que la ciencia oficial no acepta que haya existido dicho conti- nente, asegurando que se trata de meras leyendas sin ningún funda- mento real ni verdadero. Quienes hablan afirmativamente de Lemuria, al referirse a sus probables habitantes los llaman lémures. A este respecto, es de notar que asi se llaman unos pequeños mamíferos de Madagascar, del tamaño aproximado de un gato doméstico. En algunos países se da el nombre de lémures a los fantasmas. En la antigua Roma se llamaba lémures a los espíritus de! mal y de la muerte, y asi se sigue llamando en algunas regiones a los espiri- (223) tus errantes que durante la noche se dedican a atormentar a los vivos. En Roma, se relacionaba la creencia de los lémures con la leyen- da de Remo, muerto por su hermano Rómulo, el cual, para apaciguar a los lémures, instituyó la fiesta pagana nocturna que se llamó la/Ves- la lemuria, prohibida después por el cristianismo. Es comprensible que datos tan dispersos por todo el mundo aca- ben por producir confusión. Sin embargo, empiezan a adquirir validez cuando se someten los nombres, mitos y leyendas a juicio critico, pues ¿de dónde y por qué aparecen en los sitios en que se los ha encontrado? ¿No será que todos ellos tienen sus raices precisamente en el continente hundido en el Océano Pacifico? Todo el mundo sabe que en los medios ocultistas y esotéricos, sin entenderse esto como religioso, se insiste en que realmente existió muy atrás en el tiempo, en lo que hoy es el océano Pacífico, un conti- nente o al menos una isla muy grande que, por gozar de un clima per- manente ideal —un verdadero paraíso— se prestó para el desarroilo de las especies y que finalmente dio nacimiento al ser humano. A esos seres que a lo largo de muchos milenios ta! vez superaron la edad de piedra siempre se les ha llamado primera raza-raiz en los medios ocultistas. Por cierto que en estos medios ocultistas y esotéricos se ha dicho también desde muy antiguo, que en la época de auge de! continente de Mu no había Luna; es decir que entonces no se veía el satélite que hoy tenemos permanentemente a la vista durante las noches. Y la tradición sigue diciendo que cuando por primera vez apare- ció la Luna —o sea cuando la Tierra la atrajo— fue cuando se produjo el cataclismo que cambió la inclinación del eje polar terrestre y modi- ficó toda la geografía mundial, pero muy particularmente la de Ocea- nía. Los hombres de ciencia aceptan, en términos generales, que el ser humano partió de una rama simiesca, tal vez del tipo Tarsius encontrado en Borneo. Pero, por otra parte, no se ponen de acuerdo en lo que respecta a los cambios progresivos ni a la dinámica que pro- dujo la evolución. Asimismo, se acepta con pocas reservas que los fósiles encontra- (224) dos en Triníl por el profesor Eugéne Subois en el año 1891, corres- ponden al humano más antiguo hasta hoy descubierto. A ese humano se Íe conoce con el nombre de Hombre de Java y, según parece, vivia cuando se produjo la dispersión de los seres humanos debida a la caí- da en el Antartico de un asteroide gigantesco, a una velocidad no menor de 40,000 kilómetros por hora. El choque de este cuerpo debió producir necesariamente un enorme cráter, lo que explicaría fenómenos como la forma continen- tal de Oceanía, las rugosidades llamadas cordilleras en regiones diver- sas, el rompimiento entre continentes, el cambio general de la geogra- fía y, naturalmente, la desaparición del continente de Mu o Lemuria. Se produciría asi el éxodo de los supervivientes, que habrían alcanza- do en primer lugar lo que hoy es Java, Borneo, etc., y más tarde Áfri- ca, Asia, y quizá América. Por lo visto, la rama de origen, el principio de la evolución de! hombre, estuvo en Borneo y Java y esto da la razón a las tradiciones ocultistas iniciáticas, más aún si se comprueba que Borneo y Java fueron elevadas montañas antes del hundimiento de la tierra firme a la que pertenecian. Asi se explicaría el haberse encontrado a!!i los fó- siles y demás huellas del hombre primitivo. Es de suponer que fenómenos como los antes citados —desde luego sin que sean ¡os únicos—, ya sea la captura de la Luna, o la caí- da de uno o varios asteroides más o menos grandes, llegarían acom- pañados de otros muchos elementos de tamaños y formas diversos. Efectivamente, en algunas partes dei mundo se han encontrado varias toneladas de tácticas. Se ha llegado a la conclusión de que todas .ellas han llegado del espacio exterior sin poderse precisar con exactitud el origen. Curiosamente ocurre ahora que, entre las piedras recogidas en la Luna y que están siendo tan minuciosamente estudia- das, se han encontrado tactilas semejantes a las que hace muchos siglos cayeron en la Tierra. Como es natural, eso está haciendo pen- sar muy seriamente a los investigadores hasta qué punto las antiguas leyendas conservadas como tradición en las escuelas ocultistas son un reflejo de la verdadera realidad, sobrepasando la simple condición de mito a que se las había relegado. (225) Lo más curioso e intrigante es que entre esas íacfilas se han encontrado algunas piedras de forma piramidal: pero su simetría hace pensar que fueron especialmente labradas. Además han aparecido en días lineas grabadas como si fueran dibujos hechos a mano, quizá simbólicos, lo que ha sugerido la idea de que tal vez se trate de men- sajes de origen desconocido. Se podría poner esto en duda si se tratara solamente de una hipótesis. Pero es innegable que han caído en la Tierra muchos cuer- pos pétreos más o menos grandes procedentes del exterior. Evidente- mente se trata de cuerpos flotantes en el espacio atraidos por la Tie- rra, asunto que nada tiene de novedoso: por ejemplo, los indios nava- jos de Arizona conservan en sus leyendas el recuerdo de la caida de un enorme meteorito o asteroide que, según cálculos que se han hecho, cayó en Norteamérica hace 6,000 o 7,000 años, dejando como huella un enorme cráter que el tiempo ha venido llenando de arena. La verdad es que siempre existe la posibilidad de que se repitan casos como éstos. Por ejemplo, en el año 1977 la prensa informó que varios países entre ellos Chile, habían descubierto varios asteroides, algunos de ellos de varios kilómetros de diámetro, que se mueven en órbitas muy elípticas alrededor de la Tierra. Por eso temporalmente se alejan tanto que no se los puede observar, pero después vuelven a acercarse a la Tierra hasta tal punto que cada acercamiento represen- ta peligro. Esta noticia fue plenamente confirmada al principio del año 1978 y entonces se informó que los mencionados asteroides ya locali- zados, identificados y calculados. Cal vez sean más de 12. Se asegura 'ncluso que se considera posible que alguno de estos cuerpos, debido a imprevisibles desequilibrios gravitatorios, puedan chocar con plane- tas cuya fuerza de atracción sea suficiente como para arrebatarlos de su órbita actual. Asi pues, no es improbable que uno o varios de esos asteroides un dia cualquiera pierda su equilibrio gravitatorio y se pre- cipite sobre la Tierra, lo cual podría ocurrir muy bien durante uno de los alineamientos planetarios, como el que hubo en el año 1982, o el de fin de siglo, o más probablemente en el de mayo del año 2000. (226) Todo ello convierte en aceptable y posible lo relativo al asteroide que cayó en Oceania en la época del hombre de Java y que originó el fin de la primera y principio de la segunda raza-raíz de que hablan las tradiciones esotéricas y ocultistas. En efecto, tal vez a consecuencia de esos catastróficos fenóme- nos, ya se trate de lunas o asteroides, los seres humanos que lograron sobrevivir huyeron como náufragos dispersándose por el mundo. A estos náufragos, en los medios ocultistas se los llama hombre de la Luna o segunda raza-raíz. Horbiger, e! famoso teórico de Hitler, presentó, entre otras, una teoría que coincide con esta tradición, y que muy probablemente de alguna manera se fundamentó en las repetidas tradiciones ocultistas, como gran parte de las teorías del hitlerismo, según se ha explicado ampliamente en el libro El Tarot Profetice del mismo autor. Abundando en el tema, el muy conocido investigador, profesor Churchward, destacado etnólogo, descubrió unas tablillas de barro muy antiguas que se conocen con el nombre de labias Naacal, sim- plemente porque hablan del continente de Naacal o Mu. Ahora se trata de encontrarles el significado, ya que dichas tabletas de barro, entre otras características, presentan figuras que sugieren símbolos geométricos correspondientes a una mentalidad muy formada: algunas muestran una cruz de brazos iguales en el cen- tro; en otras la cruz aparece torcida a la manera de la svástica de Hitler y en varias más la circunferencia esta contenida en un cuadrado. Estos mismos dibujos han sido encontrados en otras partes del mundo, correspondientes a épocas ^iuy posteriores, pero siempre con valones simbólicos importantes y a la vez coincidentes entre si, lo que hace pensar en un mismo origen. Por ejemplo, la circunferencia den- tro del cuadrado es un símbolo y a la vez fórmula de la Gran Pirámi- de: el cuadrado se refiere a la base rectangular de dicha pirámide e implícitamente al año solar. La circunferencia se refiere igualmente al año solar y es la representación de la precesión equinoccial. Pero más admirable todavia resulta cuando se sabe que este mis- mo símbolo de una circunferencia dentro de un cuadrado es el símbo- lo tradicional representativo de Hunab Ku, el máximo dios maya, (227) interpretado como único dador de! movimiento y la medida, según afirma el mayólogo profesor Domingo Martínez Paredes. El círculo con una cruz torcida a la manera de la svástica ha sido encontrado en la región que milenios atrás fue el país de Sumer. Este mismo simbolo existe tradícionalmente entre los pieles rojas de Norteamérica. (228) Asi pues. las tablas Naacal parecen ser una raíz y una base cul- tural de muchos pueblos hoy dispersos por el mundo. La antropología oficial ha dividido a la humanidad en tres gru- pos principales o razas básicas: 1. La caucásica. 2. La negroide. 3. La mongotoide. Reconocemos que este agrupamiento es válido si sólo se clasifi- ca en función de características físicas similares, pero no como princi- pio u origen de la humanidad. ¿Cuál fue el origen y principio de la vida humana? La teoría más generalizada y aceptada dice que el hombre hizo su aparición como ser pensante, no de manera repentina ni mucho menos milagrosa, sino a consecuencia de una muy larga evolución, cuyo proceso podría haberse iniciado hace mucho más de 500,000 años, y que esta evolución tuvo lugar principalmente en Asia, de don- de salió en migraciones, separadas unas de otras por largos periodos. De esta teoría parte la aceptación científica que dice que todos los seres humanos partieron de un tronco común. Curiosamente, las tablas Naacal asi parecen demostrarlo. Ha habido muchas discusiones acerca del lugar de origen del ser humano. Con pocas diferencias siempre se ha llegado a la conclusión de que ese lugar debe de haber estado en Oceanía, en la región indo- malaya, o en Borneo, Java o Sumatra. Y aunque no se ha llegado todavía a ninguna confirmación definitiva, se sigue señalando a Ocea- nia como la zona más probable para situar la existencia de alguna isla o continente donde evolucionó la especie animal que finalmente dio origen al hombre, por supuesto no como hoy se le conoce. Lo natural es que dicha isla o lo que haya sido, al haberse hundido en el océano, se haya llevado el secreto. Quizá, a! menos en este punto las enseñan- zas ocultistas no estén tan lejos de la verdad. Pero, complicando más el problema, aparecen hipótesis de ori- gen científico, en verdad desconcertantes, como la siguiente: El antropólogo Zaitsev sugiere la posibilidad de que el ser huma- no hubiera tenido su principio de evolución en otro planeta y que, una (229) vez formado, llegó de alguna manera a la Tierra para continuar su proceso hacia ser humano. En apoyo a lo dicho, Zaitsev —que no da la impresión de estar influenciado por el ocultismo, pues se trata de un científico positivista— afirma que el planeta Tierra es demasiado joven y que la evolución de la vida es bastante lenta para que la misma pudiera haberse desarrollado en ella espontáneamente, desde los más simples principios a las más complejas formas que hoy cono- cemos. El resumen de esta hipótesis es que el hombre está sólo de paso en este mundo y que un dia se irá hacia otro, donde los organismos y la vida sean apropiados y más perfectos, es decir, que se encuentren en un grado superior al hasta hoy alcanzado por el ser humano. Esta hipótesis plantea un sinfín de interrogantes. Por ejemplo, ¿cómo llegó el ser humano primitivo, pero ya formado, a la Tierra? ¿y cómo se irá hacia otro planeta a continuar evolucionando? La verdad es que estas preguntas f otras muchas que puedan formularse al res- pecto, solamente el ocultismo puede responderlas con una cierta lógica. Hay otro interrogante: ¿cómo se extendió la especie humana por todo el planeta desde el principio de su vida primitiva? Este fenómeno de la dispersión es lo que ha hecho pensar a algunos teóricos que la aparición del hombre ocurrió de manera más o menos simultánea en muchos sitios del planeta. Quienes contestan indirectamente a la anterior pregunta son los geólogos, cuando afirman que la corteza terrestre ha sufrido innume- rables modificaciones lo mismo en su interior que en su exterior. Esto permiffria suponer las causas de la desaparición de Lemuria y de la dispersión de sus habitantes, dispersión que en su más remoto origen debió efectuarse sobre tierra firme. En efecto, podría imaginarse que hacia la era terciaria, cuando el hombre ya existía, los continentes que hoy conocemos estaban conectados entre si: Asia y América estaban unidas por tierra; Groenlandia, Islandia, las islas Feroes y Escocia estaban también unidas por tierra firme, al igual que Suráfrica y América del Sur, tal como sus contornos lo insinúan. Quedaría una (231) gran porción de tierra firme entre África del Norte y América de) Norte, ya desaparecida, la legendaria A tlantida. En síntesis: que estas modificaciones bruscas de la corteza terrestre habrían originado las migraciones y emigraciones de todos los seres vivos y explicaría la simultánea aparición del hombre en sitios diversos. (232)