lunes, 23 de mayo de 2016

CAPÍTULO SIETE - RODOLFO BENAVIDES


Capítulo VII ESFINGE DE TANIS. PIRÁMIDE DE SAKARA. LA DIOSA ISIS En el museo de El Cairo se encuentra una pequeña escultura en forma de esfinge, llamada Esfinge de Tanis, porque en ese lugar fue descubierta. Esta reliquia, en vez de llevar el klaft (el tocado de tela en la cabeza), como lo lleva la Gran Esfinge, tiene melena de león, y las orejas y todo el cuerpo de león, lo que inequívocamente alude al dios sol por una parte, y por otra a la constelación de Leo: ambos, símbo- los religiosos inseparables desde hace 12 o 13,000 años. Al igual que la Gran Esfinge, la de Tanis tiene cara humana. La interpretación más generalizada se refiere al sol naciente, que es uno de los nombres dados a la Gran Esfinge. El klaft o tocado de tela también alude al sol, como ocurre con cualquier sombrero moderno. Algunos arqueólogos afirman que la Esfinge de Tanis corres- ponde a una época tardía, probablemente a la XII dinastía (1842- 1797 a. C.) y que representa a Amenemher III. Pensamos —como otros autores— que la Esfinge de Tanis es un símbolo solar que representa un dfbs y una religión solares y que pro- bablemente fue esculpida hacia la primera dinastía, dada su coinci- dencia artística con las paletas predinásticas conocidas como de la época de Narmer-Menes. Quizá transcurrido el tiempo otro faraón tomó este símbolo y lo adoptó como propio, fenómeno acaecido con cierta frecuencia con otros símbolos egipcios. Otros autores han señalado como antigüedad probable entre 6,200 y 4,933 a. C. En consecuencia, vendría a ser muy anterior a la construcción de la Gran Pirámide. (73) Cabe suponer, como mera probabilidad lógica, que la Esfinge de Tanis pudo haber servido de modelo original, y tal vez a escala, para hacer después la Gran Esfinge; pero al labrar la roca para hacer la definitiva y estando ya en la Era de Tauro fueron cambiados algunos detalles —fenómeno normal en toda construcción— y las modificacio- nes consistieron en quitarle la melena leonina y ponerle el klaft, asi como perfilar el cuerpo en forma de toro, símbolo que coincidiría en sentido astronómico con la Gran Pirámide y con la constelación de Tauro ya vigente. La Esfinge de Tanis está reconocida como una admirable obra de arte, especialmente para la época en que fue esculpida, ya que demuestra una técnica, experiencia y sensibilidad muy avanzadas, tanto como la orfebrería en oro puro de que se habla en otro capitulo de este libro. Pirámide de Sakara . La segunda construcción de Egipto, parece haber sido la Pirá- mide de Sakara, que fue la primera de su tipo. Su creación se atri- buye a Path Hotep, también conocido como Inhotep (2,700 a. C.), que fue visir del faraón Soser y a quien siempre se le ha reconocido como gran médico y arquitecto, hijo a su vez de otro arquitecto. A este respecto, los griegos siempre reconocieron que desde tiempo muy antiguo los egipcios fueron maestros en la medicina y en la magia. Por ejemplo, Hornero en la Odisea dice: «En Egipto, los hombres son más expertos en medicina que en ningún otro lugar del mundo.» „ •»•• Pero Inhotep vivió en la tercera dinastía: ¿cómo pudo haberse llegado a ese grado de conocimiento, tanto en arquitectura como en medicina, en orfebrería, en escultura, en astronomía, etc., sin haber existido previamente milenios de experiencia y natural evolución? ¿En qué región del mundo se vivió esa evolución? ¿De dónde llegó esa experiencia y sensibilidad? Hoy no existen contestaciones satisfactorias y todo sigue aún envuelto en el misterio. (75) Isis Hathor significa vaca. Aunque en época tardía, la construcción del templo de Hathor obedeció a un culto muy antiguo. Fue morada de Horus (Halcón), hijo de Isis y de Osiris; esto significa que Hathor alimentó la vida de Horus. Hathor fue una manera de simbolizar a la diosa Isis, y ésta a su vez, fue perpetuada en la Gran Esfinge. No se conoce ninguna otra diosa anterior a Isis en la teogonia egipcia. A Isis se la simbolizó de varias maneras: asi por ejemplo, en algunos casos aparece con cuernos de vaca, símbolo de alimentación y de vida. También suele aparecer con la flor de loto en la cabeza y un ins- trumento musical en la mano, semejante a la sonaja, símbolo de man- do usado por los faraones. También aparece con forma felina, clara alusión al león y a la Gran Esfinge. « En el Libro de los muertos, se ponen las siguientes palabras en boca de Isis y naturalmente de la Gran Esfinge: «Yo soy la reina de estas regiones. Yo fui la primera que reveló a los mortales el misterio de la vida que hay en el trigo y en el maíz.» Este texto da la razón de por qué se la consideró como madre de la vida y de la alimentación. Al hacer mención del maíz, es obligatorio que recordemos a los mayas y a algunos otros pueblos de América, para quienes el maíz fue la base de su alimentación y por^ello lo consideraron de origen di- vino.*Ahora bien quienes han investigado acerca del origen primitivo del maíz, afirman que el mismo jamás fue silvestre en parte alguna del mundo. ¿De dónde habrá salido el maíz tanto en Egipto como en América? ¿Habrá sido traído desde el espacio exterior, es decir desde otro planeta y que por ello se le atribuyó un origen divino? Entre otros muchos atributos, Isis representaba las fases de la luna. Los sacerdotes del culto a Isis debían observar absoluta casti- dad y sus cabezas debían ser rapadas antes de empezar cualquier ritual relativo a Isis. (77) En fin, que Isis es un personaje cósmico representado monumen- talmente en la Gran Esfinge, y que a ésta no se la podrá entender sin las claves astronómicas contenidas en la Gran Pirámide. Y decir astronomía es decir matemáticas, en las que hay números que, además de tener valor cuantitativo en lo astronómico, lo tienen tam- bién simbólico. Tal es el caso del 666, tema muy importante que se aborda en el siguiente capítulo. La diosa Hathor o Isis. Puede advertirse en la ilus- tración el fenómeno astronómico de las fases lunares y el de la «Luna llena», simbolizados por un disco o una esfera, entre cuernos. (79)

REFLEXIONES - RODOLFO BENAVIDES


REFLEXIONES Reflexiones Ver el tema de este libro con exclusiva referencia a la Gran Esfinge se prestaría a interpretaciones parciales y gratuitas. Verlo en relación con pueblos contemporáneos de las primeras pirámides, como fueron los sumerios, los indos, etc., se prestaría, y con razón, a afirmar que seguramente hubo mutuas influencias y que las variacio- nes o diferencias, tanto en cultura como en folklore, costumbres, con- ceptos, lenguaje, etc., se debieron al natural aislamiento derivado de las grandes distancias, ya que en aquella época había muy pocos y deficientes medios de comunicación. Así, pues, para encontrar confir- mación al simbolismo que encierra la Gran Pirámide, es muy conve- niente buscar en sitios y pueblos que no hayan podido recibir influen- cia de los egipcios. Esos pueblos parecen haberse encontrado en América, y de manera particular eo el pueblo maya. Para nuestro propósito es necesario apoyarse en los libros el Popol Vuh y el Chi- lam Balam, por contener importantes referencias, de las que más ade- lante se hablará con amplitud. Existen otras muchas interpretaciones que intentan descifrar el simbolismo de la Gran Esfinge. Una de ellas, por ejemplo —y quizá la más extendida— dice que representa la inteligencia y la serenidad espiritual que pueden y deben dominar a la bestia que todo ser humano (51) lleva dentro. Significaria, pues, que el hombre va de lo animal a lo pensante, y simbolizaría asi la transmutación, la sublimación de que hablan y predican todas las religiones y filosofías orientalistas. Pero es el caso que, en este libro, no se hace uso de ninguna de esas proposiciones, debido a que ninguna de ellas tiene contacto algu- no con la Gran Pirámide, que es en si un gran monumento a la cien- cia. Todo hace pensar que Esfinge y Pirámide forman un complejo y trabajan como un sistema científico-simbólico mucho más importante de lo que hasta hoy se ha venido pensando. En efecto, según supone- mos, la Gran Pirámide es la huella dejada por una humanidad que se perdió, huella actualmente en contacto con la humanidad presente. Y la grandeza de esa huella hace imaginar la grandeza de aquel pueblo, que no fue egipcio como estamos acostumbrados a pensar en el tiem- po presente. La Gran Esfinge es en realidad lo que dice la placa que está entre sus garras, dejada por Tutmes IV hace más de 3,400 años: «... un mágico misterio reinó en estos lugares desde el principio de los tiempos, porque la Esfinge es el emblema de Kepara, dios de la inmortalidad, el más grande de los espíritus...» A consecuencia de la enorme influencia que ejerció Egipto en el mundo de su época, en primer lugar en el Medio Oriente, las esfinges se multiplicaron, más o menos estilizadas según la propia idiosincra- sia y religión. No obstante, hay excepciones que invitan a reflexionar muy seriamente. Por ejemplo, el hecho de que los sumerios, desde unos 3,000 años antes de Cristo, usaran como símbolos religiosos básicamente cuatro figuras —que luego se repitieron por todo el mun- do de manera insistente durante muchos siglos— demuestra las pro- fundas raices que ya tenían en el alma humana. O, lo que es lo mis- mo, que seguramente no nacieron en los días de la Epopeya Sumeria, sino que en esos días llegaron ya con muy larga historia. Los símbolos fueron: el ser humano, el león, el toro y el águila. En algu- nos casos se usó también la serpiente, especialmente en la época tar- día. Otros símbolos se han encontrado, tanto separados como agru- pados, en una sola escultura o relieve, particularmente en Mesopota- (52) mia, aunque la verdad es que algunas de esas figuras corresponden a época ya tardía y hasta quizá decadente. Debido a la antigüedad de los cuatro símbolos mencionados en el país de Sumer, probablemente no sean mera copia de la Gran Esfinge, sino que tal vez sean de origen mucho más antiguo. Cabe pensar que tanto sumerios como egipcios arrancaron al mismo tiem- po de un idéntico tronco cultural que estuvo en algún sitio hoy desco- nocido y que desde luego no fue Egipto ni la Mesopotamia. En razón de las especulaciones anteriores, conviene anotar la probabilidad de que algo grave sucedió; tanto, que obligó a un pueblo muy avanzado a emigrar, acabando por llegar unos a Egipto, otros a Sumeria y... tal vez algunos a América... Sobre esta última posibilidad se especula más adelante en este mismo libro. La Gran Esfinge está relativamente deteriorada a causa de la erosión producida por* las tempestades de arena del desierto a lo lar- go de milenios y también por los actos de depredación sucedidos en el tiempo, razones por las que no es posible precisar con exactitud las medidas originales. Tal como se encuentra hoy tiene unos 57 me- tros de largo y 23 metros de alto, aproximadamente, incluyendo la parte superior del tocado de la cabeza, llamado klaft. Esto da una idea de la colosal dimensión del monumento. La Gran Esfinge, como se ha dicho antes, está orientada hacia donde el sol nace, o sea, de cara a) Este. Por esta razón, en el antiguo Egipto se la conoció con el nombre de Hamarculi, que significa sol en el horizonte. Pero este es solamente uno de los muchos nombres que ha recibido, pues entre los más antiguos se la conoce como Hu, Neb, .(madre de la tierra), Hamarkeis (sol naciente), Horus (Halcón), Ses- heb (que hace la luz). Padre del Terror, Símbolo de la Muerte, León de la Noche, Soberana de la Eternidad, monstruo fabuloso, etc. Fue Heródoto el griego (448-406 a. C.), llamado padre de la his- toria, quien le dio el nombre de Esfinge, sin agregar más información, a pesar de haber estado en contacto con los sacerdotes egipcios. Parece que éstos conocían muy poco del pueblo que concibió y es- culpió ese monumento, como así también de la antigüedad de su re- (53) ligión. Le suponían unos diez mil años de existencia (trece mil años en la actualidad). Esto coincidiría con la época de la vigencia de la constelación de Virgo. En consecuencia, podría interpretarse que la cabeza de la Gran Esfinge, al estar referida precisamente a Virgo, está también sugi- riendo la antigüedad en el tiempo de aquel pueblo y de su religión. Basta leer la historia de las más importantes religiones que han existido hasta hoy para darse cuenta de que, más o menos, todas ellas han partido de signos zodiacales —o por lo menos han estado muy estrechamente relacionadas, diríase influenciadas, afectadas y hasta regidas por ellos—. La religión cristiana no es una excepción, sino que por el contrario, es un buen ejemplo, si tenemos en cuenta que Cristo y el cristianismo usaron el pez como contraseña, símbolo de la era de Piscis, luego transformada en era cristiana. Esta influencia determinante de los signos zodiacales sobre la mente humana y las religiones seria un fenómeno más fácil de enterf- der, si la astrología hubiera nacido y se hubiera desarrollado en la época clásica de los sumerios o, mejor todavía, en la época del auge asirio-caldeo, tiempo ya completamente histórico. Pero no es asi, pues abundan las pruebas que demuestran que la Gran Pirámide y la Gran Esfinge son anteriores a la más antigua construcción religiosa sume- ria en que de alguna manera se aludía a las constelaciones. En la Gran Pirámide, en cambio, sí hay importantes alusiones a los signos zodiacales —como se intenta demostrar en este li- bro—, de donde se deduce que dichos signos son muy anteriores a la propia Gran Pirámide. Y si ésta en sí es una maravilla, ¿no lo es mayor el haber clasificado las estrellas en aparentes agrupamientos y darles valores simbólicos muy fáciles de identificar en el cielo? ¡Y todo ello acorde con la precesión equinoccial! ¿En qué época, en qué región de nuestro mundo, qué pueblo fue capaz de realizar esa inves- tigación astronómica que revela tan elevados conocimientos científi- cos? Quizá lo más importante sea el hecho de haber dejado tan inge- niosos símbolos, poco menos que indestructibles, como son la Gran Esfinge y la Gran Pirámide y su relación con las estrellas en el cielo. (54) Echando a volar un poco la imaginación, se nos antoja que seres llegados de otros mundos tuvieron necesidad de dejar señales, huellas claras en la superficie terrestre, por medio de las cuales orientarse para sus llegadas y salidas: Nazca, en Perú; Puerta del Sol, a orillas del elevado lago Titicaca, en Bolivia; Baalbec, en el Anti-Libano; la Montaña Roja, en la India; las primeras pirámides en Egipto, etc. Igualmente habrán necesitado señales en el cielo, tal como los marinos las usaron durante siglos mucho tiempo después, para lo cual crearon imaginarias figuras de animales, fáciles de identificar desde grandes distancias. Esta importante motivación pudo haber sido el origen de las constelaciones zodiacales y el porqué de las mismas. Muy posterior- mente se habría comenzado a desarrollar lo que se conoció como astrología. Es decir, que en su origen debió ser una clasificación de estrellas hecha por serys pensantes de muy alto nivel científico llega- dos de otros mundos. De no aceptarse esta proposición habria que admitir que hace 13,000 años existió en el mundo una cultura supe- rior a la que hoy estamos viviendo. Todo esto podría juzgarse exagerado, pero queda objetivamen- te demostrado con la enorme piedra llamada Zodíaco'de Denderah, con la Gran Esfinge, cuya antigüedad se desconoce, y que sin embargo, alude claramente a las constelaciones zodiacales, y con la Gran Pirámide, que geométrica y astronómicamente demuestra esta relación con las constelaciones y también de que se trata de un sis- tema, como ya antes se dijo. Antigüedad de la Gran Esfinge Autores serios reconocen que la Gran Esfinge es el monumento simbólico más grande, antiguo y hermoso que existe como obra de arte, no solamente de la antigüedad, sino de épocas mucho más recientes. Por esto, otros autores sin pensarlo mucho, han supuesto probable la influencia de los griegos sobre los egipcios, opinión natu- ralmente gratuita e inaceptable, puesto que la Gran Esfinge existia ya (55) muchos siglos antes de que aparecieran los primeros escultores grie- gos, según afirma Maspero. La Gran Esfinge, según algunos arqueólogos, tiene cara de Mujer, cuerpo de toro y garras de león. Según ellos, el significado de Estos atributos sería: la mujer, vida; el toro, fuerza, y el león, valor y Nobleza. Para otros investigadores la cara no es de mujer, sino que se Parece a Kefrén, faraón de la IV dinastía, y por tanto, la Gran Esfin- Ge representaría a Kefrén (Kaf-Ra), con lo que habría que avanzar la Fecha hasta 2,600 años a. C. Pero parece ser una época demasiado Tardía, sobre todo si se toma en cuenta que el parecido facial que se le Atribuye seguramente no se debe tanto a la probabilidad del parecido Con Kefrén- muy discutido por cierto, puesto que de él solo se cono- Ce una estatua pequeña-,cuando al hecho de que al lado de la Gran Esfinge pero sin ninguna conexión visible con ella, hay un templo Funerario de donde parte un túnel practicable y visitado hoy por los Turistas, que conecta con la pirámide de Kefrén. Se cree que dicho templo funerario fue para preparar el cadáver Del faraón, aunque no se sabe de nadie que haya encontrado el cadá- Ver. Se trata de una obra sumamente simple y dentro se encuentran Tres pequeñas estatuas. Una de ellas- sin que se pueda asegurar Nada- tal vez represente al propio Kefrén, y las otras dos, posible- Mente a sus servidores favoritos. Pero de esto no hay ninguna seguir- Dad y en consecuencia tampoco puede haberla en lo que se refiere al Discutible parecido de Kefrén con la Gran Esfinge. Sea esto cierto o no, hasta hoy nada de ello ha sido debidamente Comprobado. Por otra parte, aunque la Gran Esfinge está relativa- Mente cerca del mencionado templo funerario, en verdad no parece Haber sido nunca parte del sistema. Por tanto, es factible suponer que La Gran Esfinge nada tenga que ver con el mencionado faraón, ni en El tiempo, ni en el supuesto parecido. Una de las dudas y dificultades relacionadas con la Esfinge es Que no se ha podido determinar su edad real, o sea la época en que Fue esculpida y construida, pues tan pronto se ha dicho con toda Seriedad que es muy anterior a la pirámide de Sakara- o, lo que es lo (56) mismo, anterior a Menes y por ello prehistórica—, como se ha dicho que pertenece a una dinastía ya muy posterior. Y, en fin, no falta quien dice que su antigüedad puede alcanzar los 6,000 años a. C., y hasta hay quien habla de 15,000 años a. C. Huelga decir que con estas variaciones en el tiempo, tampoco se sabe nada de la motivación original que la produjo. Es probable que la principal dificultad para llegar a conclusiones ciertas sea que se insiste en estudiar meramente las piedras y la correspondiente idolatría a un nivel tan primitivo como el de la época conocida, y no la probable motivación psicológica, esotérica, social y quizá hasta técnica de seres inteligentes poseedores de una cultura superior a dicha época. Seres inteligentes que hayan intervenido en tan fabuloso trabajo para dejar una huella, un símbolo de su espíritu. Y esto es mucho más importante que representar a un rey, se trate de quien se trate. La perfección artística realizada en época prehistórica obliga a pensar que no puede ser sólo un monumento ornamental, sino que debe tener una motivación mucho más importante. Y no puede ser un simple ornato, porque la Gran Esfinge fue esculpida en pleno desier- to, en una época muy temprana, en la que en Egipto no había o casi no había gente. Piénsese que, en el caso de haber habido habitantes, tuvieron que ser muy pocos y muy primitivos, pues, como se dijo al hablar del río Nilo páginas atrás, éste en esa época llevaba muy poco caudal y sólo llegaba hasta el actual oasis Qarun, distante del delta cerca de 40 kilómetros rio arriba. El Nilo, pues, no desembocaba en el Mar Mediterráneo como hoy sucede, sino que descargaba la mayor parte de sus aguas en el Mar de las Gacelas —hoy desierto del Saha- ra—. En consecuencia, los habitantes que pudieran haber existido en la región del actual delta, que es donde se encuentra la Gran Esfinge, seguramente no serían pescadores ni agricultores, pues no había agua. ¿Cabe con semejante panorama la probabilidad de levantar un colosal monumento exclusivamente con fines ornamentales, o en memoria de algún jefe pastor, o para asustar a alguien como algunos suponen? ¿No carece de lógica todo eso? Como quiera que sea, se ha insistido en que la Gran Pirámide (57) fue planeada durante o a finales de la tercera dinastía y construida a principios de la cuarta dinastía, habiéndose terminado al parecer hace unos 4,700 años. Teniendo en cuenta este importante dato, los inves- tigadores encontraron una inscripción correspondiente a la cuarta dinastía —la misma del faraón Kefrén, hacia el año 2,700 a. C. apro- ximadamente—, que dice claramente y sin lugar a otras interpretacio- nes que, en esos días de Kefrén, la Gran Esfinge fue descubierta casualmente, pues la arena del desierto arrastrada por los vientos la tenia totalmente cubierta, hasta no distinguirse nada de ella. Partiendo de este escrito cabe pensar que, probablemente por ha- ber sido encontrada y descubierta en la arena milenaria durante el rei- nado de Kefrén, se supuso que lo representa. Ahora bien, todo ello significa que en esos días hasta la memoria de la existencia de la Gran Esfinge se había perdido. El Klaft de la Gran Esfinge Uno de los argumentos que intenta demostrar que la Gran Esfinge fue esculpida en la roca en época ya tardía, dice que el klaft —esto es, la tela que sirve de tocado en la cabeza para protegerse de los intensos rayos solares— empezó a usarse en Egipto precisamente después de Kefrén. Esta sugerencia o afirmación en primer lugar no es completamente cierta, puesto que, desde el primer faraón conoci- do, ya aparecen las estatuillas con un tocado de tela en la cabeza con cierto parecido al de la Gran Esfinge, debido simplemente a la necesi- dad de protegerse la cara del sol. Por otra parte, el dicho klaft fue desde el principio un signo dt alta jerarquía, q*ie le correspondía al faraón. Asi, pues, lo único que sucedió en los días de Kefrén fue que se modificó la forma tradicional al adoptar la presentada por la Esfin- ge- Ciertamente, si a la Gran Esfinge se la llamó Hamarkeis porque se la consideraba símbolo del sol naciente, y por su parte el faraón creía ser un dios, lo natural era usar el mismo atuendo de la Esfinge. Si se considera con sentido analítico la fecha aproximada de la inscripción antes anotada, o sea 2,700 años a. C., y además se estima (60) que los vientos del desierto habrán necesitado mucho más de dos mil años para cubrir de arena al coloso por completo y por lo menos otros quinientos o mil años para que se olvidara su existencia —tal vez perma- neciendo sólo en las leyendas y en los cantos—, hay que concluir que la época considerada se remonta a más de 6,000 años, es decir, al principio de la constelación de Tauro, vanos siglos antes de que se conociera el cobre, la época en que toda Europa estaba todavía empantanada por los deshielos de los últimos glaciares, la época en que la vida estaba a tan bajo nivel técnico que habría sido .imposible esculpir la Gran Esfinge, nada menos que en la roca viva de la cade- na Líbica. Todavía hoy el visitante puede fácilmente ver en la roca desnuda las capas geológicas horizontales y más o menos paralelas entre si, que fueron esculpidas varios milenios antes de que se cono- ciera el hierro. ¿Cómo fue esto posible? ¿De dónde salió la técnica para lograrlo? Obviamente, el trabajo de tallado de la Esfinge debe haberlo rea- lizado un pueblo llegado de otro sitio, pero poseedor de una cultura y de una técnica muy avanzadas; de donde se deduce que la Gran Esfinge no puede ser un simple ídolo representativo de alguna deidad primitiva. Y no puede serlo, porque la delicadeza escultórica corres- ponde a una sensibilidad artística y a una técnica muy superiores a las que se supone existían en la época de su construcción; pero además, es que no se ha encontrado en ninguna parte del mundo nada que sugiera un antecedente de este trabajo. No obstante —y sin pensarlo mucho—, algunos autores han sugerido que se trata de un símbolo de muerte y que fue levantado en el desierto principalmente para* imponer miedo al, pueblo. Tal suposición no parece resistir ningún análisis, y seguramente está fundada .más que nada en la fuerte impresión que el visitante reci- be al ver la enorme silueta contra el cielo apenas iluminado por las estrellas, y más aún cuando hay luna llena, que produce luces y som- bras fantasmagóricas: todo ello en medio de un silencio aplastante, interrumpido si acaso por el reptar de alguna serpiente, o el silbido de algún viento... Es fácil entender que los antiguos camelleros, entonces mercade- (62) res y viajeros del desierto, recibieran —como se ha dicho— un tremen- do impacto de terror al encontrarse en semejante escenario. El terror debió de ser resultado particularmente de sus creencias religiosas y supersticiones, de donde habrían nacido abundantes leyendas y nue- vas supersticiones que enriquecieron la religión egipcia en la época tardía. Pero nada de esto tiene que ver con la motivación ni el signifi- cado simbólico original de la Gran Esfinge, significado que, si hoy se desconoce, es porque al hombre le encanta construir para luego des- truir. Piénsese en las guerras frecuentes, las revoluciones internas, los incendios, como el que destruyó la biblioteca de Alejandría, de la que desapareció mucha de la información que hoy nos seria muy útil para salir de ciertas dudas. Por fortuna, quedaron en las piedras símbolos que hoy ya empiezan a hablar. Hablan, por ejemplo, cuan- do se comprueba que, a pesar del enorme tamaño de la Gran Esfinge —que comprende una cabeza humana y dos cuerpos de animales irracionales distintos—, todas sus partes conservan perfecta propor- ción y armonía. Admirable comprobación, si se tiene en cuenta que para conseguirlo fue necesario un escultor con gran experiencia y no menos sensibilidad artística, ambas imposibles de lograr en una cultu- ra primitiva como fue la existente antes de empezar la civilización del cobre. A pesar de todo lo dicho, algunos autores insisten en que la Gran Esfinge es la representación de una deidad solar. Sin embargo dichos autores nunca dicen qué pueblo la esculpió, en función de qué religión fue tallada, ni por qué consta de los tres cuerpos ya mencio- nados. Símbolos-Astronomía Partiendo del hecho de que la Gran Esfinge está formada por tres símbolos visibles, por una parte coincidentes con tres signos zodiacales que a su vez son similares con los que aparecen en la pie- dra Zodíaco de Denderah, y por otra parte, con los muy precisos datos astronómicos y proféticos que proporciona la Gran Pirámide, es lógico y natural suponer que tanto el Zodíaco como los signos res- (63) pectivos eran ya conocidos desde muchos siglos antes de haberse esculpido la Gran Esfinge, o sea, hace muchísimo más de 6,000 años. Así, pues, la esfinge está representando tres elementos simbóli- cos: el ser humano, el león y el toro. En actitud felina, la Esfinge está mirando con sereno interés hacia el Este, hacia donde nace el sol en el período que va del 21 de julio al 20 de agosto aproximadamente. Estas fechas son importantes, porque son la misma clara señal astronómica que hace el meridiano de la Gran Pirámide, cuyos detalles aparecen en capítulo correspon- diente. La Gran Esfinge y la Gran Pirámide, con una diferencia de metros, se encuentran geográficamente en la misma longitud y latitud, o sea prácticamente en el mismo paralelo: importantísima coincidencia que de ninguna manera puede ser casual. De ahí que la Esfinge, más que la representación de un faraón o de cualquier otro símbolo religio- so, es seguramente un símbolo descifrable solamente en combinación con la Gran Pirámide, y los resultados obviamente deben ser muy se- rios e importantes. Se puede asegurar que la cara de la Esfinge no está representan- do ni a una mujer ni a un hombre en particular, sino a todo un pue- blo, quizá a toda una época o a todo un acontecimiento, tal vez a toda una raza hoy todavía desconocida. Se podría afirmar que la •cara está representando a la constelación zodiacal Virgo (Virgen). El pecho y las garras de león representarían a la constelación zodiacal Leo (León), que es la que sigue inmediatamente a Virgo. El cuer- po de toro debe estar simbolizando a la constelación zodiacal Tauro (Toro). . ^ Entre las constelaciones de Leo y de Tauro no hay contacto directo, pues se encuentran a una distancia de más de 6,000 años. Este número es de suma importancia, ya que aparece en la crono- logía profética de la Gran Pirámide y en otros símbolos no menos importantes. Contemplando asi el panorama, la Gran Esfinge viene a ser una clara alusión a signos astronómicos que señalan épocas perfectamen- te calculables y que podrían resultar grandemente significativas para (64) la historia de nuestro mundo, y hasta podrían ser la clave de muchos misterios todavía no resueltos. Pero, además, al referirse a signos zodiacales, está demostrando que éstos no fueron inventados durante la cultura sumeria, ni mucho menos durante la posterior cultura caldea o babilónica, como general- mente se ha creído, sino que corresponden a una cultura que existió varios miles de años antes de todo lo que se sabe de egipcios y cal- deos. Como puede suponerse, entender la astronomía a tan alto nivel no puede ser conocimiento ni improvisado, ni primitivo, puesto que significa que quienes tallaron la Gran Esfinge —y también la piedra Zodiaco de Denderah— deben haber sido los herederos de una tan antigua como elevada cultura, formada a lo largo de miles de gene- raciones. De ser así las cosas, la Gran Esfinge vendría a ser, juntamente con el Zodíaco de Denderah, un solo monumento dividido en dos partes: la una, conmemorativa de acontecimientos muy especiales comenzados en algún punto de la Era de Virgo, hace unos 16 a 18,000 años, el otro señalando astronómicamente las épocas corres- (65) pendientes, puesto que está indicando como puntos de referencia movimientos estelares, tal como a su vez los señala la Gran Pirámide. Esta combinación resulta positivamente admirable y sin embargo hasta hoy no parece haber interesado a investigador alguno, razón por la que ésta es la primera vez que se habla de ello. Pero una cultura que conocía o que tal vez inventó los signos zodiacales como parte de la clasificación de las estrellas en la bóveda celeste, seguramente conocía también la duración en años de los cam- bios equinocciales. Tratábase, por tanto, de una cultura con muchos siglos de previa evolución, pero que lamentablemente desapareció de manera más o menos brusca. Sus supervivientes dejaron como huella por lo menos seis importantes monumentos: La Gran Esfinge; La Gran Pirámide; El Zodíaco de Denderah; las pirámides de Kefrén y Micerino y la pirámide de Sakara: la importancia de esta última todavía no es conocida, excepto que fue la primera construcción de su tipo en Egipto y en el mundo. > Nos limitaremos por el momento a los tres primeros monumen- tos nombrados, por ser los más importantes para nuestro tema. La Esfinge se refiere simbólicamente a cuando todo comenzó con relación a la humanidad hasta llegar a nuestros días. La Gran Pirámide se refiere a ciencia, astronomía, tecnología y .cronología profética. El Zodíaco de Denderah se refiere a los acontecimientos ocurri- dos hace unos 10,000 años y a los conocimientos a que llegaron en el área de la astronomía, según se puede apreciar por las estrellas talla- das en la piedra. La Gran Pirámide señala como duración de su cronología exac- tamente 6,000 años, que —nótese la coincidencia— viene a ser muy cerca de la duración de cada una de las edades Leo-Tauro y, Tauro- Piscis, precisamente dos de los tres importantes símbolos de la Gran Esfinge. ¿Será todo esto mera y casual coincidencia? Hasta hoy, nada de lo encontrado en la Gran Pirámide ha sido casualidad ni mucho menos fortuita coincidencia, pues todo obedece siempre a un plan. (66) Hemos venido diciendo en este libro que los datos importantes aparecen siempre repetidos de manera diversa en las medidas y en los símbolos de la Gran Pirámide. En este caso se repite el número 6,000. La línea recta ideal (-C-) que parte de la entrada de la Gran Pirámide y pasa por el centroide la Cámara del Juicio a las Naciones hasta llegar a ¡a cara opuesta, mide 6,000 pulgadas. ¿Por qué habría de ser distinto en el caso de la Gran Esfinge, tratán- dose como se trata de un muy ingenioso sistema? La Gran Pirámide es ciencia y en ella no se ha encontrado nada superfluo. Los símbolos importantes aparecen repetidos y presentados de manera distinta, como queriendo obligar a que la atención se fije especialmente en ellos. (67) Por su parte, la Gran Esfinge es un claro símbolo de la historia de aquel pueblo. La historia ha sido y es inseparable del ser humano, quien de alguna manera siempre ha dejado memoria —a veces científi- ca, a veces simbólica— de los importantes acontecimientos que lo han afectado a lo largo de los tiempos. Algunos de esos acontecimientos se han presentado periódicamente alterando muy a fondo el ritmo de la vida. Acontecimientos por cierto, en muchos casos susceptibles de ser calculados y hasta conocidos por anticipado, referidos al futuro cercano o lejano. Algo intuían o sabrían aquellos primeros egipcios, quienes al conocer quizá anticipadamente que el fin de sus días estaba cercano, habrían dejado sus huellas respaldadas con números, probablemente destinados a quienes después quisieran efectuar comprobaciones. A juzgar por los símbolos de la Gran Esfinge, se llega a la conclusión de que la naturaleza ha impuesto a los seres vivos de este planeta Tierra una forma de vida a base de períodos de unos 6,600 años cada uno aproximadamente y tal vez en forma repetitiva, lo que sugiere igualmente la probabilidad de que se trate de fenómenos de origen cósmico. Mirando de esta manera el problema, tal vez convendría retroce- der en el tiempo, de 6,600 en 6,600 años, en busca de fenómenos importantes, y asi tal vez se llegarían a determinar fechas trascenden- tes, como son la desaparición de \aAtlántida y del Continente de Mu. Pero estos ciclos sucesivos de vida, luego destrucción y muerte y vuelta a la vida, no fueron particular idea de los egipcios ni de los sumerios. Algo de eso también se encuentra en América, por ejemplo entre los mayas, toltecas y aztecas, quienes tenían igualmente en sus tradiciones la creencia de que el mundo estaba condenado a un fin brusco y repentino al final de un tiempo previsible. O, lo que es lo mismo: según aquellas creencias, la destrucción de la vida y del mun- do se producía de manera periódica, debido a influencias malignas. Abundando en el tema, el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas-quichés, define claramente cuatro edades o épocas separadas entre sí por siglos. Las tres primeras, prehistóricas, y la última, ya (68) histórica: todas ellas coinciden con cuatro soles que según esa mitolo- gía murieron y volvieron a nacer. La Gran Esfinge, tal como hoy se la ve, representa solamente tres edades. Sin embargo, es probable que en su origen hubiera tenido por lo menos un símbolo más —la serpiente, por ejemplo— que habría ya desaparecido debido a la destrucción y al tiempo. En el caso de que en su origen haya tenido cuatro símbolos visibles en lugar de los tres que hoy tiene, habría plena y absoluta correspondencia entre el Popal Vuh y la Gran Esfinge, puesto que ambos, de manera distinta, estarían haciendo alusión a cuatro edades. Como quiera que sea, en el Popol Vuh dichas edades aparecen separadas por cuatro regentes: Imix, Címí, Chuen y Cib. Cada uno de ellos representa el principio de cada edad. Obviamente, lo que haya sucedido al final de cada uno de estos periodos, y que determinó importantes cambios en la vida de los seres humanos, nada tiene que ver con castigos de Dios ni mucho menos de dioses. Ha sido simplemente consecuencia de ciclos naturales, como el que genera la Tierra con su movimiento de traslación alrededor del Sol, originando las cuatro estaciones del año, que no obedecen a veleidades divinas, sino a inmutables leyes cósmicas. Asi, pues, no es de creer que pueblos diversos, tan separados en la geografía y en el tiempo, hayan inventado de la nada mitologías con tantas semejanzas. Más bien es de suponer que todos esos pueblos han sufrido los mismos fenómenos naturales, quizá hasta en una misma región, en donde nació la idea apoyada en previas con- cepciones religiosas, producto de una larga historia. O sea que el concepto de periodos de vida y de muerte data de muy antiguo, pro- bablemente originado por algún fenómeno natural, lo que hizo que quedara incluido en una religión también muy antigua. Lo demás habría sido simplemente una sucesión de añadiduras. Mirando así el problema, bien pudo haber sucedido que la última o más reciente catástrofe dispersara por todo el mundo a los pueblos, y que éstos, al rehacer su vida, continuaran o rehicieran lo que desde muchas generaciones anteriores ya era profunda tradición y creencia. (69) La determinación de las fechas de tales ciclos de muerte y de vida tal vez sea factible cuando se entiendan completamente los sím- bolos de la Gran Esfinge en combinación con la geometría cronológico-profética de la Gran Pirámide, que es precisamente lo que se intenta lograr en este libro. Símbolos astronómicos En el piso de la Cámara de las Reflexiones —o del Triple Velo, como también se le llama— que se encuentra en el interior de la Gran Pirámide al final del pasillo ascendente y precisamente antes de entrar a la Cámara del Juicio a las Naciones, aparecen en forma dia- gonal, y por tanto con interpretación geométrica, los dígitos 666. La interpretación, según nuestro leal saber y entender, es la siguiente: 1. El primer dígito 6, a que antes se aludió, se refiere al ciclo de alrededor de 6,600 años que van del principio de la constelación,de Virgo (virgen). Parece que hacia el final de esta constelación ocurrió algo catastrófico que alteró el ritmo de la vida humana. Recuérdese que se están usando' las constelaciones únicamente como puntos de referencia al tiempo en que los hechos ocurrieron. 2. El segundo dígito 6, se refiere al período de unos 6,600 años comprendidos entre el principio de la constelación de Leo (león) hasta el final de la constelación de Géminis (gemelos). 3. El tercer dígito 6 simboliza aproximadamente otros 6,600 años comprendidos entre el principio de la constelación de Tauro (to- ro) hasta el final de la constelación de Piscis (peces), que, como se detalla más adelante en este Ubro, ocurrió el 20 de agosto del año 1953, fecha notablemente marcada en la cronología profética de la Gran Pirámide, final conocido como el silencio de piedra. De lo anterior se deduce que hasta el año 1953 estuvimos vivien- do la Edad y cultura de Tauro, cuyo final se conoce como Era de Piscis. Asimismo, esto sugiere que a partir del año 1953 empezamos a vivir una nueva Edad, la Edad de Acuario (aguador); es decir, que estamos ya en el principio de un nuevo ciclo, de una nueva Era y de una nueva Edad. (70) Ahora cabe preguntar: si a lo largo de los milenios ha habido un cataclismo aproximadamente entre el final y el principio de cada Edad, ¿fallará esta vez la naturaleza? Por nuestra parte, no lo cree- mos asi. Al leer lo anterior, tal vez pensará el lector que se trata de refe- rencias dentro del área de la astrología. Pero no es asi, pues, como ya se dijo y es necesario tener presente, se usan los nombres de las cons- telaciones zodiacales porque son tradicionales; pero solamente como referencia a tiempo, como si se tratara de un calendario o un reloj. A este respecto, conviene anotar que muchos astrónomos han opinado que algunas estrellas, tradicionalmente consideradas como pertene- cientes a una constelación, en realidad pertenecen a otra, puesto que invaden el área vecina; se ha respetado la denominación con que se las conoce hasta hoy por pura tradición. Por nuestra parte, suponemos que aquellos tan antiguos astró- nomos que dieron forma puramente imaginaria a las constelaciones zodiacales, lo hicieron intencionadamente para ajusfar los detalles de la figura al tiempo astronómicamente calculado, lo cual es un motivo más de admiración.

CAPÍTULO SEIS - RODOLFO BENAVIDES


Capítulo VI UN TEMPLO BAJO LA GRAN ESFINGE Orden en que se encuentran los símbolos en la Gran Esfinge según se presentan en este libro. CONSTELACIÓN ESFINGE A QUE ALUDE SIGNIFICADO Cabeza Virgo (Virgen) Inteligencia, vida, humanidad. Pecho y garras Leo (León) Valor, fuerza, nobleza. Sol. Cuerpo Tauro (Toro) Bravura, fuerza resistencia trabajo. La Gran Esfinge está mirando hacia Oriente, hacia donde nace el Sol. El famoso ocultista Eliphas Levy atribuye a la Gran Esfinge los cuatro principios o atributos básicos siguientes (todo ello a partir de su apariencia física, mas no con base en la probable motivación psi- cológica ni en el momento prehistórico en que fue construida, puesto que de eso nada se sabe todavía): ,.1. Inteligencia: Iluminación que llega mediante el estudio. 2. Actividad: Trabajo constante dedicado a una causa. 3. Voluntad: Propósitos inquebrantables. 4. Discreción: Silencio absoluto, intransigente reserva. Eliphas Levy dice que la Gran Esfinge simbolizó a Isis y que Isis en la antiquísima religión egipcia no era una diosa, sino un símbolo de la naturaleza: fue, por tanto, el primer principio de la vida?*-Asi dice Eliphas Levy, pero, por lo que hoy se sabe, más bien parece haber sido una mujer de carne y hueso que posteriormente fue deificada. (45) I .—Nivel de la arena en la actualidad. 2.—Puerta simbólica. 3.—Escalera actualmente comprobada. 4.—Nivel del lecho del río Nilo. •; 5.—Entradfl secreta. 6.—Piso actual. 7.—Pequeño templo o templete hoy existente. 8.—Placa de piedra que está entre las garras de la Esfinge. (Se cree que esa pla-ca está tapando la entrada al subterráneo.) 9.—Tubos que se supone servían para dar ventilación al subterráneo. 10.—Sala de recepción que se supone existe bajo la Esfinge. 11.—Columnas que sostienen a la Esfinge. 12.—Escalera de la entrada secreta. * <» 13.—Templo circular, seguramente principio del ceremonial de «iniciación». 14.—Puerta oculta de donde parten los tres pasajes hacia las tres pirámides: Keops, Kefrén y Micerino. 15.—De este punto parte el pasaje secreto hacia la Gran Pirámide, por donde muy probablemente desfilaban los sacerdotes egipcios para la realización de los rituales de «iniciación». Probablemente por aquí desfilaron: Zoroastro, Moisés, Pitágoras, Juan el Bautista, Jesús y otros muchos pertenecientes a escuelas herméticas e iniciáticas como la de los Esenios, a la que perteneció Jesús. (46) Por su parte, Plutarco, unos 120 años antes de Cristo, dijo que en el frontispicio del templo de Isis hubo una inscripción que decía: «Yo, Isis, soy todo lo que ha sido, que es y que será; y ningún mortal hasta hoy me ha desvelado; pero vendrá quien lo haga y entonces será mi alegría.» En el libro de Thoth, libro sagrado de los antiguos egipcios, a la cabeza de la Gran Esfinge se le llama Ángel. En la Grecia de los días de Heródoto, se decía que la Gran Esfinge ocultaba un templo en el que normalmente se reunían los sacerdotes encargados de formular los oráculos y profecías. No fue ésta una idea inventada por los griegos, sino que era una antiquísima tradición egipcia recogida por Heródoto, según la cual la Gran Esfin- ge poseía un valor mágico y profetice. En este libro se intentan aclarar esas tradiciones y además la importancia histórica dal monumento, sobre el que hasta hoy sólo se han hecho vagas especulaciones. A pesar de la importancia real de la Gran Esfinge, algunos enciclopedistas la llaman despectivamente Monstruo fabuloso, al que le conceden como mero favor dos aspectos: el mitológico y el artísti- co, sin profundizar más en el tema. De este modo, se está rehuyendo el problema capital. Después de la Gran Esfinge y seguramente por influencia de ésta, aparecieron otras muchas copias tanto en el mismo Egipto como en otras partes del mundo. En Karnak, Egipto, hay una calzada de esfinges de carneros en tamaño natural, que se dice representan a Amenofis —o por lo menos a la religión dominante en los días de Amenofis— y que coincidió en esos días con la regencia de la constelación zodiacal Aries, lo que demuestra la influencia absoluta de las constelaciones sobre el pensa- miento religioso. Los asirios, los fenicios, los etruscos, etc., también esculpieron esfinges, pero siempre estilizándolas con alas o de alguna otra mane- ra, y todas ellas corresponden a varios siglos después de la realiza- ción de la Gran Esfinge. Conviene recordar aquí que Maspero afirmó (47) que la Gran Esfinge es la escultura más antigua conocida, no sola- mente en Egipto, sino en todo el mundo, y, como antes se dijo, el anti- guo Libro de los Muertos pone en boca de la Gran Esfinge lo siguien- te: «Yo soy la reina de estas regiones. Yo fui la primera que reveló a los mortales el misterio de vida que hay en el trigo y en el maíz.» Si se toma en consideración que tanto el trigo como el maíz eran conocidos desde antes de la llegada de la primera dinastía, resulta lógico suponer que Isis como deidad existió desde mucho tiempo antes, aunque no se sepa cuándo empezó el culto. LA SIGUIENTE PUBLICACIÓN CONTIENE REFLEXIONES DE ESTE TEMA...VER EN OTRA ENTRADA...