domingo, 29 de mayo de 2016

CAPÍTULO ONCE - RODOLFO BENAVIDES


Capítulo XI DIEZ FASCINANTES COINCIDENCIAS Primera coincidencia El eje vertical de la Gran Pirámide, a manera de una manecilla de reloj cósmico, ha señalado varias edades de más de 6,000 años cada una. Segunda coincidencia El mismo meridiano señaló la frontera o limite entre la Edad de Leo, que terminaba, y la de Tauro, que empezaba. La primera de dichas edades empezó en Escorpión, cuyo símbolo en realidad no necesita muchas explicaciones, pues se entiende que sig- nifica veneno, maldad en la oscuridad, muerte como medio de vida, etc. Se dice que el escorpión hembra se alimenta comiéndose al macho que la fecundó y que, luego, los hijuelos se alimentan comiéndose a la madre. Esta realidad sobre el mundo —como símbolo celeste que no puede ser casualidad— tal vez fue consecuencia de lo que en esa épo- ca vivía la humanidad, es decir, vida de escorpiones en vez de seres pensantes. Y la probable comprobación de este símbolo está precisa- mente en el siguiente, que es Libra (balanza), símbolo que alude cla- ramente a justicia, juicio, juez. Y cuando hay un juez y un juicio, siempre hay un castigo. Estos dos símbolos juntos. Escorpión y Libra, nos hablan pri- mero de un comportamiento humano de tipo negativo, y segundo del (111) juicio que le puso fm, para dar lugar a una nueva vida, representada por Virgo (Virgen). Este escenario hace pensar que tal vez hacia el final de Libra o hacia el principio de Virgo, hace unos 17,000 años, hubo un cataclis- mo mundial, y que los supervivientes, ya pensadores con avanzada cultura, dieron forma, vida y símbolo a todo lo que había ocurrido, símbolo y tradición que trascendió en el tiempo hasta la llegada a Egipto de los escultores que tallaron la Gran Esfinge y los arquitectos que planearon la construcción de la Gran Pirámide. Aunque lo dicho parezca pura fantasía, está históricamente documentado que los sacerdotes egipcios informaron a Heródoto (490-424 a. C.) que no había que extrañarse de la antigüedad de las cosas que había en Egipto, puesto que la raza egipcia fue la más anti- gua de la humanidad. Y los mismos sacerdotes aseguraron tener en su poder textos que databan de unos 12,000 años antes del propio Heródoto: o sea, de hace 14,000 años por lo menos. Esto viene a situarnos hacia la mitad de la regencia de la constelación de Virgo, tal vez la época en que sufrió «el castigo», a consecuencia del juicio habi- do durante la época de Libra. Obsérvese que se trata de «coincidencias» muy especiales, princi- palmente por lo espontáneo y natural que aparecen. La coincidencia se repite también con el primer dígito 6 dado por la Gran Pirámide en la Cámara de las reflexiones, en la que aparecen tres periodos de más de 6,000 años cada uno, y éste viene a ser el primero de ellos. Por otra parte, y volviendo a los sacerdotes egipcios antiguos, la información que dieron a Heródoto coincide con teorías que parecen ir confirmándose: por ejemplo, la que asegura que Osíris no fue un dios inventado en Egipto, sino un personaje de carne y hueso deifica- do en algún otro sitio, tal vez en Atlántida, con lo cual en cierta ma- nera se formula también la teoría de la unidad de origen cultural y religioso. A partir de la Era de Virgo aparecen con mayor frecuencia huellas de seres humanos poseedores ya de cierto nivel cultural. Efec- tivamente, corresponden a esta época ciertas pinturas rupestres (112) encontradas en California, en las cercanías de la ciudad de San Fran- cisco, a las que los investigadores han dado una antigüedad de unos 15,000 años. Entre los años 13,260 y 12,912 aproximadamente, terminó la vi- gencia de la constelación de Virgo, y simultáneamente empezó la de Leo, que terminó a su vez hace unos 9,960 años. En esto aparece la segunda coincidencia: el león es el segundo símbolo que da forma a la Gran Esfinge y es también el segundo dígito 6 dentro de la Cáma- ra de las reflexiones. Por lo demás, es la misma época que registra el Zodíaco de Denderah, dato éste de máxima importancia, ya que de nin- guna manera puede ser casual ni inventado por nadie después de ser esculpido. Todo esto da plena y natural coincidencia a todas las piezas del rompecabezas, entendidas como símbolos componentes de un sis- tema: Esfinge, Pirámide y Zodíaco de Denderah. Tercera coincidencia En el año 1949 se encontró un esqueleto de hombre en Tepex- pan, muy cerca de la ciudad de México, en un sitio que hace siglos era un lago. Según las exhaustivas investigaciones de los científicos, el ser humano al que pertenecieron dichos restos —hoy más conocido como hombre de Tepexpan— vivió en una época comprendida entre hace 10,000 y 12,000 años. Pertenece, pues, a la época tardía del pleistoce- no superior, época correspondiente por completo a la Era de Leo. A pesar de la antigüedad, e) mencionado esqueleto no muestra muchas ni grandes diferencias con respecto a esqueletos de indígenas nativos de la misma región correspondientes a tiempos muy posterio- res, casi modernos. Ello nos indica sin lugar a dudas que no se trata de un hombre primitivo en ningún sentido, sino de uno ya pensante, con la muy importante circunstancia de que es el esqueleto más anti- guo que hasta hoy se ha encontrado en México, y tal vez en toda Mesoamérica. Según George C. Vaillant, los restos encontrados hasta hoy per- tenecen a culturas término medio •entre la vida de cazadores de época avanzada, y la cultura ya sedentaria contemporánea a los días de (113) Cristo. Entonces, ¿dónde vivieron su vida realmente primitiva los pueblos mesoamericanos? Cuarta coincidencia Estos datos científicos modernos coinciden en gran manera con tradiciones de los Tlacuiles Mexicas, quienes afirmaban que: «...hacía como nueve mil años que allá en Panuco (estado de Vera- cruz) habían desembarcado los toltecas...» Este dato proporcionado por los Tlacuiles Mexicas, coincide en el tiempo con la Era de Leo y con la edad aceptada para el Zodíaco de Denderah. El relato de los Tlacuiles Mexicas, si se acepta como una reali- dad, significa que los toltecas llegaron por mar, quizá procedentes de alguna isla que antes estuvo en el Golfo de México o más lejos, pot- ejemplo en el Atlántico. ¿Salieron tal vez de Atlántida o de alguna de las islas que quedaron después del hundimiento? En tal caso, er éxodo se debió a algún fenómeno telúrico o de alguna otra índole. Efectivamente, Tlillín y Tlapallán eran sitios, quizá poblaciones, pertenecientes a un país que algunos autores consideran míticos. No obstante, según las tradiciones nahoas, se encontraban «...donde se unen el sol y la tierra...» Tlapallán, para los nahoas, era el destino final, así como para los toltecas lo era Xicalanco, situado en algún lugar de la laguna de Términos (Campeche, México) ¿a, lo que es lo mismo, en el Golfo de México. Otra tradición dice que el origen de los toltecas estuvo en Nep- hetuim, Ludim, Amanim y Caphorim, hijas todas ellas de Misraim y nietas de Cham o Cam, y que, esparcidos por la selva del mundo, aparecieron un día, aparentemente sin saber cómo, en suelo de Amé- rica, trayendo con ellos a sus hijos, valores diversos y viejas leyen- das. Spencer dice que los primeros pobladores de Anáhuac no fueron (114) toltecas, sino olmecas; luego vendrían los xicalancas y por último los toltecas, que finalmente fundaron Tula. Parece que lo mismo mayas que toltecas, cada cual en su tiem- po, recordaban el sitio de donde alguna vez —en tiempos muy lejanos, muy antiguos— salieron sus ancestros. Pero lo más importante para el tema de este libro es que todo ese cúmulo de fechas coincide dramáticamente con la época del Zodíaco de Denderah. Es imposible pensar que pueda ser casual o coincidencia fortuita, ya que dicho Zodiaco seguramente quiso dejar clara memoria de algo sumamente importante: y bien pudo haber sido algún fenómeno natural que motivó los diversos éxodos hacia todo el mundo, entre otros, el de los mayas, olmecas, toltecas, etc., que a fin de cuentas hablaban muy aproximadamente el mismo lenguaje. Muy importante parece ser que tolteca era sinónimo de cons- tructor. Esto hace pensar que tan constructores de pirámides fueron los egipcios en Egipto, como los toltecas en América. ¿No sugiereesto que tal vez ambos grupos humanos arrancaron de un mismo tronco cultural y de un mismo sitio geográfico? Cabe objetar que la edad relativa a los toltecas parece exagera- da. En todo caso, es así como se encuentra en las mencionadas leyen- das y tradiciones. Quinta coincidencia La cronología maya señala que desde la Cuarta Edad del Mun- do —y a la vez principio de los mayas en su vida social— transcurrie- ron 13 Baktun completos, equivalentes a 5,200 años, según hoy se sabe. Esto quiere decir, que dicho principio tuvo lugar en el noveno milenio a. C. o, lo que es lo mismo, hace unos 10,500 años: época, pues, contemporánea a la del hombre de Tepexpan. Obsérvese ahora la notable coincidencia de los datos científicos modernos con las tra- diciones de los Tlacuiles referentes a la llegada de los toltecas. En consecuencia hay que suponer que en ese entonces llegaron a Mesoa- mérica varias migraciones, procedentes todas ellas del mar. Pero, ¿cuál fue la razón de esos éxodos? (115) Sexta coincidencia Esta otra coincidencia en el tiempo y que tal vez explica muchas incógnitas, se halla en el Chilam Balam de Chumayel (que significa «libro del mes»), donde dice que: «...en el Katun 3 Ahau...», correspondiente al final de la Tercera Edad (hace más de 10,000 años), «...el sol dejó de moverse, permaneciendo un día entero en un solo sitio del cielo, y fue creado el mes cuando despertó la Tierra...» Seguramente quiere decir «cuando el Sol empezó a moverse de nuevo». ¿Imagina el lector lo que se necesita para que realmente ocurra un fenómeno como es que el Sol se detenga? ¿Y lo que al mundo le sucedería en semejante caso? Puede suponerse, entre otras muchas probabilidades, que se pro» dujera quizá un cambio brusco de la inclinación del eje polar y esto vendría a dar explicación a otros muchos problemas todavía no resueltos. Séptima coincidencia Por su parte, los aztecas parecen confirmar lo dicho con sus conmemoraciones religiosas en el día cuatro movimiento, que, según ellos, fue cuando el Sol volvió a moverse. Implícitamente están dicien- do que hubo un día en el que el Sol se detuvo, que dejó de moverse. ¿Qué se puede pensar de todas estas tradiciones? Es muy fácil tacharlas de mitos primitivos o* de simples mentiras inventadas por los sacerdotes para ejercer influencia mágica sobre el pueblo. Sin embargo, hay una coincidencia que no pudieron haber inventado los mentirosos, como es el caso de que el mencionado fenómeno parece haber ocurrido en la tercera edad, y los éxodos hacia el principio de la cuarta edad. Los hechos sugieren que hay una secuencia, una correlación lineal entre la suspensión de movimiento del Sol, hace unos 10,000 a 12,000 años, y los éxodos de grandes núcleos humanos en todas (116) direcciones. Y esto, además, coincide con el símbolo de Virgo en la Gran Esfinge, con el símbolo de Leo que es el Sol, y con la edad reco- nocida del Zodíaco de Denderah. ¿Se puede aceptar todo esto como una simple casualidad? ¿No será que todas las tradiciones y mitos del mundo se están refiriendo a un mismo asunto? Octava coincidencia El Popo/ Vuh dice: «...Chi Chen Itzam es su nombre, porque allí fue a dar cuando se tragó la piedra sagrada la tierra, la piedra de la fuerza del antiguo Itzam. La tragó y fue dentro del agua...» Este relato sugiere que un cierto sitio, antes habitado y dedicado a usos religiosos y sagrados, fue tragado por el agua, seguramente del mar, recordándonos las leyendas de los Chilam Balamos, que hablan de las catastróficas inundaciones de todo el Mayab, ocurridas hace aproximadamente 10,000 o 12,000 años. Novena coincidencia La fecha señalada coincide dramáticamente con el principio de la Cuarta Glaciación que el mundo ha sufrido, fenómeno cuyo origen y razón de ser o motivos que la produjeron no han sido todavía expli- cados por la ciencia. Décima coincidencia Casi todos los casos en que los números se refieren a tiempo, computado en años, coinciden con el final de la constelación zodiacal de Virgo y el principio de la constelación de Leo. Ello nos sugiere que es en esa época cuando probablemente se produjo el cataclismo que todos los relatos y leyendas mencionan como algo importante en la vida de los pueblos. No deja de ser admirable la coincidencia de que la cabeza de la Gran Esfinge precisamente simbolice a Virgo, mientras que el pecho y las garras simbolicen a Leo. (117) Probablemente el lector ya se habrá dado cuenta de que en ningún momento se han producido rebuscamientos para ajustar aconteci- mientos de gran importancia al criterio del autor. Por el contrario, que acontecimientos y fechas han ido apareciendo por sí solos, de manera completamente espontánea, debido a que se trata de hechos reales ocurridos en la historia del mundo, y es así como nos vamos acercando al tiempo presente. Seguramente, a medida que avancen las investigaciones serias, se irán encontrando más y más coincidencias, hasta que algún día se llegue a conclusiones definitivas e importantes. Resulta inquietante observar cómo, por medios de investigación completamente ajenos y hasta opuestos al medio ocultista, se ha encontrado que algo muy importante ocurrió hace unos 12 o 14,000 años, época en la que algu- nos estudiosos han situado el hundimiento de Atlántida. Claro está que abundan quienes niegan que alguna vez haya existido dicho continente. No obstante, el investigador alemán Hein- rich Schiiemann, en las excavaciones realizadas el siglo pasado en las ruinas de la también negada Troya, encontró un ánfora que tiene la siguiente inscripción: a mi amigo Príamo de Poseidón, rey de Atlántida. Coincidiendo con la inscripción citada, siempre se ha supuesto que Poseidón, entendido como sitio geográfico, estuvo en el Atlántico. El etnólogo norteamericano L. Taylor Hansen dice que, durante una conversación sostenida con los indios apaches de Norteamérica, les mostró algunas fotografías de pinturas de los antiguos egipcios y, al liegar a cierta pintura mitológica, los apaches reconocieron precisa- mente a la divinidad a la que estaba dedicada su propia danza ritual llamada el señor de la llama y de la luz. De esa entrevista resultó que aquel dios egipcio vivía en el recuerdo de los apaches y hasta con su mismo nombre egipcio Ammán Ra. Esto hace pensar que ese dios, considerado como mítico, no viajó de Egipto a América, sino que tuvo un mismo origen para ambos pueblos en algún sitio cercano a América, de donde se dispersó la gente hacia los cuatro puntos cardinales. Siguiendo Taylor Hansen en su conversación con los apaches, (118) les habló de las civilizaciones precolombinas de América, y sucedió que los apaches reconocieron en algunos de los lugares la región de donde arrancan sus tradiciones, que fue el centro original de su anti- guo imperio. Reconocieron también al gigante barbudo de Tiahuana- co, por supuesto sin haberlo visto jamás. Simplemente con las foto- grafías de Machu Pichu a la vista, los apaches hicieron una muy exacta descripción de la región, que, según confesaron, siempre la habían considerado como un mito religioso propio, algo así como su propio paraíso terrenal donde tuvieron su origen. Y hablando de Machu Pichu, e implícitamente de los incas, sucede que el museo StaatUches Museum für Volkerhunde, en Munich (Alemania), tiene un lienzo de origen inca que fue encontra- do en la región de Nazca, en Perú. El dibujo consiste en cuatro figu- ras, que se han interpretado como dioses de la fertilidad y de la fecun- Templo de las Inscripciones en Palenque, Chiapas, en cuyo interior se encuentra la lápida conocida vulgarmente como del Astronauta. (119) Lápida que hay en el interior de la Pirámide Mayor De Palenque, Chiapas. Esta figura ha sugerido a muchas per- Sonas la representación de un astronauta manejando los man- Dos de una nave espacial. didad, pero en movimiento ascendente. En este caso, los dioses incas aparecen de manera sumamente parecida a la ya famosa nave y su piloto, una lápida que hay en Palenque (México) de la que se ha dicho que es la representación de una nave espacial con su piloto Sarcófago abierto en el interior de la Pirámide Mayor en Palenque, Chiapas, Méx. (121) Efectivamente, en la pirámide que se alza en Palenque, estado de Chiapas (México), el arqueólogo profesor Alberto Ruz Lhuillier, del Instituto Nacional de Antropología de México, descubrió el día 15 de junio del año 1952 un gran sarcófago de piedra roja en perfecto esta- do de conservación. Lo que especialmente llamó la atención de los expedicionarios fue la losa sepulcral, que es una piedra de 3'80 metros de largo, por 2'20 de ancho y 0'25 cms. de grosor. Su peso oscila entre cinco y seis toneladas. Pues bien: el bajorrelieve que la decora representa, para numerosos investigadores, a un cosmonauta pilotando su astronave. En el interior del sarcófago fueron encontra- dos los restos de un personaje muy distinto a los mayas. Obsérvese cuántos datos hay dispersos por el mundo. Pero todos ellos convergen hacia una misma idea: la de que alguna vez en el pasado hubo en algún sitio desconocido una cultura muy avanza- da, que por causas que se ignoran se vio obligada a dispersarse; y cuando eso ocurrió, debieron de estar presentes viajeros de otros mundos, que quizá vinieron para auxiliar a los terrícolas en su momento difícil, consecuencia de la catástrofe. Pero debe tenerse presente que todo esto de que se ha venido hablando tuvo su principio en los tiempos de la vigencia de la constelación de Virgo, y su desarrollo ocurrió a partir del principio de la constelación de Leo y todo ello corresponde: 1. Al fechamiento que da el Zodíaco de Denderah. 2. A los primeros símbolos de la Gran Esfinge, y 3. A la indicación astronómica que hace el meridiano de la Gran Pirámide. El asunto, pues, reviste mayor seriedad de la que generalmente se le concede al juagarlo superficialmente. (122)