viernes, 22 de julio de 2016

Federico Cantoni: El mito y la leyenda


12/05/2004 REALIDAD Federico Cantoni: El mito y la leyenda "Federico José María Cantoni escaló todos los peldaños públicos, desde concejal a gobernador, pero ganados voto a voto". Carlos Quinteros http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=39752 Un día como hoy, el 12 de mayo de 1923, a la hora 15, asumía la gobernación de San Juan Federico José María Cantoni, el primero de los tres hijos del matrimonio compuesto por el ingeniero Angel Cantoni y doña Ursulina Aimó Both. Con sus 33 años fue el más joven de todos los gobernadores que tuvo la provincia y, sin embargo, llegó a calar muy hondo en la historia política sanjuanina, pese al escaso tiempo que le dejaron las intervenciones federales para gobernar. No hay memoria de algún gobernante que haya sido tan amado y, a la vez, tan temido y odiado. Además, dueño de un carismático poder de convocatoria. Emprendió el sinuoso camino de la política -en un viaje sin regreso- apenas llegó a la provincia en 1913, con el título de médico. Tenía 23 años y pasó a integrar la juventud de la Unión Cívica Radical. Su fama de médico "curalotodo"; su forma de ser campechana, desaliñado al vestir, atrevido, audaz y transgresor en la palabra y en los hechos, pero férreo ejecutor de sus ideas; esa manera de vivir y de gobernar lo puso al borde del mito, de la leyenda y la idolatría. Su avasallante personalidad tenía forzosamente que generar enemigos o simpatizantes. Se estaba con él o contra él. Fue perseguido sin contemplaciones y fue también un empecinado perseguidor. Así estaban planteadas las cosas en una provincia que tenía abultados antecedentes de revoluciones y asesinatos de gobernadores o ex mandatarios. Se hacía política con un arma en la cintura y había que tener, como decía Sarmiento, "un cogote de repuesto para gobernar". De allí que, con toda razón, se dice que Cantoni fue un producto de la época y no un inventor de la violencia, que ya estaba instalada casi como una costumbre entre los sanjuaninos. De todas maneras, en el llano o en el poder, pese a la profunda división de opiniones que levantaba con sus acciones, pocos pondrían en duda que Federico Cantoni fue un digno adversario, que iba de frente y adelante sin mezquinarle el pecho a los enfrentamientos en el terreno al que lo llevaran. Sin duda que revolucionó y sacudió la modorra provinciana de principios del siglo pasado. Su presencia en el escenario político local rompió con la monotonía de gobiernos conservadores que se sucedían en el poder; que sabían administrar, pero no se arriesgaban a terminar con el aislamiento del interior de la provincia; que eran muy dependientes del poder central nacional y, lo peor, de escasa sensibilidad social (ése era "su talón de Aquiles", dicen Héctor Arias y Carmen Peñaloza de Varese en Historia de San Juan). En esos terrenos clavó Cantoni sus banderas: de independencia económica, para que con sus propios recursos la provincia generara riquezas, y la justicia social, las mismas que 20 años después fueron doctrina en el justicialismo de Perón. A través de las leyes de salario mínimo, la jornada de ocho horas y 48 semanales, horas extras, pensiones a la vejez e invalidez y atención médica asegurada, los pobres vieron que el sol ya no era el que regía sus jornadas. Todo eso no fue obra de la improvisación sino de las experiencias vividas por Federico desde la niñez, desde la juventud como médico y político. No en vano escaló todos los peldaños públicos, desde concejal a gobernador, pero ganados voto a voto, innovando en la forma de hacer campaña, pateando la calle, armando tribuna en cada esquina, exponiendo los proyectos casa por casa, en los lugares de trabajo y hablándole al oído al obrero sobre sus derechos. En realidad 1923 fue, por razones de tiempo, un precalentamiento de lo que vendría después, porque 1924 fue el año de despegue de los proyectos bloquistas. Los sanjuaninos notaron toda una sucesión de realizaciones que perduran en el tiempo. Observaron la ejecución de distintas obras y pudieron constatar que prácticamente había pleno empleo. Alcanzó a gobernar durante casi 27 meses, los suficientes para dejar sentado que no fue un gobernante dedicado a administrar. Lo corroboran las otras etapas de los gobiernos bloquistas: la que protagonizó Aldo Cantoni, desde diciembre de 1926 hasta octubre de 1928, continuador de la obra de su hermano e iniciador de otras, además de reformar la Constitución provincial. Sin embargo, el gobierno de Aldo fue igualmente intervenido a los 22 meses de gestión. Eran las intervenciones federales que no cesaban. Pero los Cantoni, luego de cada "langosta federal" como las denominaban y las que por otra parte no venían con un "ramo de olivo" en las manos, regresaban al gobierno por el voto de sus leales seguidores, de sus "chinos" de alpargata, y lo hacían con renovados bríos. "Pertenezco a un partido que encontró en los sacrificios y obstáculos que se le presentaron su mayor disciplina", decía el carismático líder. El 12 de mayo de 1932 se inició el último gobierno bloquista encabezado por Federico Cantoni. Se encontró con una oposición que ya estaba velando sus armas y que salieron a relucir el 21 de febrero de 1934, en un tiroteo que por unos milímetros no le voló la cabeza. La plaza 25 de Mayo fue testigo de otra jornada escrita a sangre y fuego, igual que al comienzo del primer gobierno, en Concepción, igual que antes de la era cantonista. Federico Cantoni no pudo concluir su mandato ni coronar su obra. Estaba convencido de que no podía haber desarrollo sin diversificación y puso los cimientos para que la provincia enfrentara su destino de grandeza. En una década llevó a su partido a memorables triunfos electorales, los que retomó en 1963 su heredero, el doctor Leopoldo Bravo. A 81 años de aquel primer gobierno es sólo un recuerdo la frase que acompañaba al título de "La Reforma", periódico partidario: "Nos odian, porque nos temen", decía. Hoy al bloquismo nadie lo odia, pero lo que indignaría a Cantoni es que ya casi nadie le teme, electoralmente. Carlos Quinteros Escritor, periodista.