miércoles, 7 de septiembre de 2016

CAPÍTULO UNO - "EL CHICO Y EL COCODRILO" - (En episodios)


EL CHICO Y EL COCODRILO Un chico preguntó a sus padres: -¿Madre y padre, puedo ir a la selva a buscar leña? Sus padres le dieron permiso y el chico cogió un hacha y un canasto para llevar en su cabeza. Se adentró en la selva, y hacia el mediodía había recogido un montón de leña. La puso en el canasto y buscó una cuerda para atarla bien. Subió una gran colina y vio un lago a poca distancia. El chico pensó: "Tengo sed, iré a beber antes de coger la cuerda". Pero mientras estaba bebiendo se encontró cara a cara con un cocodrilo. Empezó a correr pero el cocodrilo lo llamó: -Niño, ayúdame, por favor. Hace tres días que estoy aquí sin comida. Si te vas, seguramente moriré. El cocodrilo se llamaba Bambo. Pensó que ese chico podría ser bueno para comer y le dijo: -Mi problema es similar a éste. ¿Sabes que el viento arrastra hojas secas por el suelo y las mete en un agujero? Y este mismo viento que las ha arrastrado hasta allí no podrá sacarlas de nuevo. Y las hojas tampoco podrán nunca salir por sí mismas. Pues lo mismo me pasa a mí. Vine a este lago desde el río, pero ahora el río se ha secado y no puedo regresar. Chico, debes ayudarme a regresar, si no seguro que moriré. El muchacho empezó a llorar, estaba preocupado por el cocodrilo y no quería que muriese. -No hay por qué llorar, chico -dijo Bambo- no voy a comerte. -¿Cómo voy a poder transportarte? Tú eres más grande que yo, y más fuerte que yo, y más largo que yo -preguntó el pequeño. -Ese no es ningún problema: coge tu hacha y corta dos largos palos -respondió Bambo. El chico siguió las instrucciones del cocodrilo. Cortó los palos y puso uno de ellos en el suelo, luego puso al cocodrilo encima. Luego puso el otro palo sobre la espalda del cocodrilo. Más tarde ató al cocodrilo desde la cabeza hasta la cola. Lo alzó un poco y lo arrastró hasta el río. Mientras, lloraba y cantaba: Oh, tengo miedo al cocodrilo, tengo miedo al cocodrilo. Tengo miedo porque me comerá. Bambo le dijo: CONTINUARÁ

CAPÍTULO SIETE - "LOS ZAPATOS DE HIERRO" FIN


De repente recordó todo y empezó a gritar como un loco: – ¡Los pájaros! ¡El hechicero! ¡Blancaflor! ¡Mi alma! ¡Mil millones de maldiciones! ¡Olvidé a mi prometida a dos horas de camino de aquí!. Al oír sus gritos acudió la anciana criada. – ¡Lárgate de aquí, vieja bruja! – rugió el joven. – ¡Todo esto ha sucedido por culpa tuya! Y salió corriendo, mientras que la vieja, que no salía de su asombro, contaba a los vecinos curiosos que su amo había perdido el juicio. Volvió Luis por la noche, y viéndolo más tranquilo, la anciana doméstica le preguntó la causa de su cólera, cosa que él le refirió con todo detalle. – ¿No era más que eso? – exclamó la vieja. – ¡Bah, una muchacha guapa se encuentra siempre! ¡Además, ten la seguridad de que no te guardará rencor por haber besado a una pobre vieja como yo! Dame dos reales… Voy a poner una vela a San Antonio… Ahora bien, como quiera que hay que ayudar al Cielo, vete corriendo al Alcázar Viejo, busca la callejuela de los Angeles y en la callejuela de los Angeles, la casa de la tía Mariposa. Allí vive desde hace algunos meses una gitana que sabe casi tanto como los santos… No hace mucho que está en Córdoba y ya ha hecho treinta y seis milagros… Visítala… Tal vez ella pueda ayudarte. Luis se encogió de hombros; pero obedeció la sugerencia de la vieja. Entre las callejuelas angostas y oscuras que bordeaban el viejo palacio, encontró al fin lo que buscaba: una casita miserable, pero bien blanqueada con cal y que tenía en su única ventana un tiesto, con claveles rojos. El joven entró en aquella casa tenebrosa y no vio nada ni a nadie. – ¿Qué buscas aquí? – preguntóle de repente una voz. – Busco lo que he perdido – contestó él. – ¿Y qué es lo que has perdido? – Una mujer. – ¿Deseas mucho volver a verla? – Daría la vida por ella. – ¿Por qué la abandonaste, entonces? – Porque se realizó la maldición de su padre. Los ojos de Luis, acostumbrándose poco a poco a la oscuridad, miraban a la gitana asombrados… ¡La gitana no era otra que Blancaflor! Entre risas y llantos la muchacha le contó cómo había llegado a la ciudad al verse abandonada, pero esperando siempre la vuelta de su bien amado. Luis condujo a Blancaflor a su casa, donde fueron recibidos con gritos de alborozo por la anciana sirvienta. – ¡Ya sabía yo que San Antonio atendería mi plegaria – exclamaba, llena de emoción. Casóse Luis con la hija del Marqués del Sol y la muchacha no volvió a echar de menos su vida anterior, faltándole tiempo para ocuparse de otra cosa que no fuese su hogar y su marido. Y la felicidad reinó en aquella casa, sirviendo a Blancaflor su magnífico manto de plumas para abrigar a un precioso querubín con que el Cielo bendijo su matrimonio con Luis. Y colorín colorado, por la ventana se va al tejado.FIN