miércoles, 2 de noviembre de 2016

SIETE - EDUCAR PARA LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA


. La cultura moral de la deuda ha entrado en crisis, como ha entrado en crisis la cultura económica de la deuda: nada más simple hoy que vivir permanentemente endeudados, incluso como opción, en estos tiempos de tarjetas de crédito y de préstamos a bajo interés. En palabras de Berger (2006): “Hoy en día no sólo están desapareciendo y extinguiéndose especies animales y vegetales, sino prioridades humanas que, una tras otra, están siendo sistemáticamente rociadas, no de pesticidas, sino de eticidas: agentes que matan la ética y, por consiguiente, cualquier idea de historia y de justicia”. Eticidas que se ceban muy especialmente con todo aquello que tenga que ver con “la necesidad humana de compartir, legar, consolar, condolerse y tener esperanza”. Por eso es imprescindible insistir una y otra vez en que nuestra responsabilidad hacia el otro es previa incluso a nuestra propia libertad. Somos porque somos con otros. No es posible la comunidad humana sin comunidad moral, sin reconocimiento del otro, de nuestra mutua dependencia y de la responsabilidad que de ella se deriva. Y en esta tarea el papel de la educación resulta esencial. Una educación que, siguiendo la propuesta de Martha C. Nussbaum (1999; 2005; 2010), ponga especial énfasis en el desarrollo del pensamiento crítico, en la capacidad de trascender las lealtades nacionales y abrazar una identidad cosmopolita, en la capacidad de imaginar la experiencia del otro, en reforzar el sentido de la responsabilidad individual. Una educación esencialmente narrativa y sólo secundariamente argumentativa pues, como señala Nussbaum, la patología de la repugnancia que divide el mundo entre “un «nosotros» sin falla alguna y un «ellos» con carácter contaminante, sucio y malo” se ha nutrido también “de numerosas historias ancestrales relatadas a las niñas y los niños, las cuales dan a entender que el mundo se salvará cuando las brujas y los monstruos feos y repugnantes sean asesinados por alguien, o incluso cocinados en sus propios hornos” (2010, pp. 61-62). [5] Porque los relatos mueven el mundo. Que nadie lo dude. Su importancia a la hora de orientar las políticas públicas y, en concreto, las políticas sociales y económicas de los gobiernos, está ampliamente contrastada (Hirschman, 1991; Lakoff, 1996; Schmidt 2002; Béland, 2007; Atkins, 2010). No por sí solos. Es preciso un determinado contexto social e institucional. Pero las ideas configuran marcos (frames) que delimitan en un momento dado el espacio de lo pensable y de lo impensable, de lo posible y de lo imposible, de lo deseable y de lo indeseable. Como nos advirtió Wiliam Thomas, “si los hombres definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias”. Pero la mentalidad progresista se volvió, hace ya demasiado tiempo, burdamente leninista, olvidándose de la propuesta de Gramsci; obsesionada con el poder, se ha olvidado de la hegemonía. Hace ya muchos años que los mejores lectores de Gramsci se encuentran en la derecha. Por el contrario, desde los Sesenta la izquierda orientada a la gestión del poder en las sociedades democráticas ha arrojado por el sumidero, junto con el agua sucia de la crisis de la Educar para la participación ciudadana en la enseñanza de las Ciencias Sociales 26 clase obrera como sujeto histórico, el niño de la construcción de hegemonía. “¿Por qué nos resulta tan difícil siquiera imaginar otro tipo de sociedad? ¿Qué nos impide concebir una forma distinta de organizarnos que nos beneficie mutuamente?”, se pregunta Judt. Nuestra incapacidad es discursiva: simplemente ya no sabemos cómo hablar de todo esto. Durante los últimos treinta años, cuando nos preguntábamos si debíamos apoyar una política, una propuesta o una iniciativa, nos hemos limitado a las cuestiones de beneficio o pérdida –cuestiones económicas en el sentido más estrecho (2010, p. 45-46). Naomi Klein subraya con acierto la importancia trascendental que ha tenido esta capacidad de la “nueva derecha” para generar discurso durante la travesía del desierto que para el pensamiento conservador fueron las décadas de los años Cincuenta, Sesenta y Setenta. En 1962, Milton Friedman escribía en su libro Capitalismo y libertad: Sólo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable (Klein, 2007, p. 27). Era un tiempo en el que tanto Friedman como sus mentores intelectuales, Hayek y Von Mises, “parecían condenados a ser marginales cultural y profesionalmente” ( Judt, 2010, p. 104). ¡Si hasta Keynes debía ser superado por la izquierda en aquellos años Sesenta! Pero llegó la crisis, la real (la del petróleo de 1973 y la del cambio del modelo tecnológico y productivo fordista que la siguió) y la percibida o imaginada (la crisis del miedo y la desconfianza que dio al traste con cualquier cultura del compromiso y del pacto). Y la crisis generó la estructura de oportunidad política para el “libertarianismo” más radical. Así pues, ¿por qué, viviendo en el inicio del milenio en un mundo donde hay tanto para criticar, se ha vuelto tan difícil producir una teoría crítica? Pues tal vez porque un día, hace ya muchos años, nos creímos a pies juntillas aquello de que había que dejarse de interpretar de diversas maneras el mundo y que lo que había que hacer era transformarlo. Pero mientras unos actuaban en el escenario eran otros los que escribían los guiones. [6] Como señala Cohen, la tradición igualitaria ligada al marxismo ha despreciado históricamente las cuestiones relacionadas con la moralidad. Ello es debido a la característica concepción obstétrica del marxismo. Surgido de una serie de ideales juzgados etéreos (socialismo utópico), a partir de Marx y de Engels el socialismo descansaría sobre unos fundamentos sólidos: lo que una vez fuera utopía, en adelante sería ciencia. Desvelados los mecanismos fundamentales de la explotación y de la liberación, el marxismo se despreocupó de los valores de igualdad, comunidad, autorrealización humana, a pesar de ser parte integrante de la estructura de creencias organizada en torno al marxismo. En lugar de eso, “dedicaron su energía intelectual al duro caparazón de hechos que rodeaban sus valores” (Cohen 2001, pp. 138-139). ¿Y cuáles eran esos hechos que conformaban el “duro caparazón” del marxismo? Básicamente dos: 1º) La existencia de una clase trabajadora cuyos miembros constituían la mayoría de la sociedad, producían la riqueza de la sociedad, Imanol Zubero Problemas del mundo, movimientos sociales y participación ciudadana 27 eran los explotados de la sociedad, no tenían nada que perder con la revolución, al contrario, estaban interesados en la misma, y te-nían la capacidad de transformar la sociedad. 2º) La convicción de que el desarrollo de las fuerzas productivas “daría como resultado una abundancia material tan grande que cualquier cosa que alguien necesitase para desarrollar una vida satisfactoria podría tomarlo de la tienda sin coste alguno para nadie” (Cohen 2001, pp. 140, 145). Ante la densidad de los hechos, ¿quién necesita valores? Porque creía que la igualdad era históricamente inevitable, el marxismo clásico no se preocupó de argumentar “por qué esa igualdad era moralmente correcta, qué era exactamente lo que la hacía obligatoria desde un punto de vista moral”. Si el capitalismo incuba, necesariamente, el comunismo -si, por decirlo con el genio poético de Silvio Rodríguez, “la era está pariendo un corazón”-, resulta una pérdida de tiempo teorizar sobre por qué ese tiempo nuevo ha de ser bienvenido; antes bien, de lo que se trata es -parteros, al fin y al cabo- de trabajar por hacerlo llegar tan rápido como sea posible (Cohen 2001, p. 140). Y para ello prácticamente bastaba con ser obrero con conciencia de serlo. Conciencia práxica, no moral. Porque el viento de los intereses de la clase empujaban naturalmente el barco de la emancipación del género humano. Lo que era bueno para la clase obrera era igualmente bueno para la Humanidad en su conjunto. No podría ser de otra manera. Pero la era del capitalismo industrial, de la modernidad sólida y del socialismo real acabó por parir no un corazón, sino un puño. El fantasma que a mediados del siglo XIX recorría Europa y desde ahí se extendió por todo el mundo no fue el del comunismo -aunque también este fantasma, transmutado en el espectro estalinista, contribuyó grandemente a partirnos el corazón- sino el del imperialismo -corazón de las tinieblas-, bisabuelo del globalitarismo actual. [7] Lo diremos recurriendo a un concepto ampliamente extendido: el capitalismo globalista es insostenible. La existencia de límites al crecimiento supone la impugnación de cualquier propuesta de desarrollo que aspire a elevar los niveles de bienestar de los colectivos y pueblos más pobres simplemente mediante el recurso de invitarles a seguir los pasos de las sociedades más desarrolladas: en un mundo limitado no hay recursos suficientes para que todo el planeta sea un privilegiado “barrio Norte”. La existencia de límites supone una inexorable enmienda a la totalidad al modelo de desarrollo capitalista, basado en el crecimiento permanente. Como advierte Seabrook, el discurso desarrollista oculta un detalle fundamental, cual es el hecho de que “Occidente se enriqueció gracias a la explotación de los territorios y de los pueblos a los que ahora anima a seguir sus pasos”. Y continúa: “El secreto mejor guardado del «desarrollo» es que se basa en un concepto colonial, un proyecto de extracción. Dado que la mayoría de los países carecen de colonias de las que extraer riqueza, deben ejercer una prisión intolerable sobre su propia población y entorno” (2004, p. 79). Pero ya no hay espacios vacíos (o “vaciables” por la expeditiva vía de la aniquilación de sus habitantes originarios). O, en todo caso, los espacios a conquistar por las mayorías que quieren sobrevivir son los que nosotros ocupamos: los países ricos. Según Bobbio, la verdadera razón de ser de la izquierda está en comprometerse por “realizar el paso de la «cuestión social» dentro de cada uno de los Estados a la «cuestión social» internacional” (1996, p. 90). Se trata de afrontar el rompecabezas de la extensión: Educar para la participación ciudadana en la enseñanza de las Ciencias Sociales 28 Se nos pregunta si es posible extender criterios o principios de justificación, elaborados, preparados y defendidos en relación a la cara interna de las comunidades políticas, más allá de los confines, al escenario internacional. Se nos pregunta incluso: si ello es posible, ¿cómo es posible?, ¿cómo satisfacer todo lo exigido por la máxima “globaliza la justicia social”? (Veca 1999, pp. 162-163). Nuestro reto es pensar la igualdad radical de todos los seres humanos en condiciones de escasez, de manera que si hay alguna forma de salir de esta crisis sistémica ha de pasar por un menor consumo material del que ahora existe y, como resultado de ello, por cambios no deseados en el estilo de vida de quienes habitamos el barrio Norte del planeta. Y es aquí cuando el músculo moral se vuelve imprescindible. “¿Cómo puede un técnico de la Boeing de Seattle concebir «estar junto» a un trabajador de una planta de té de India?”, se pregunta Cohen. Esta es su respuesta: Para que hubiera alguna forma de solidaridad que uniera a esas personas, es necesario, una vez más, el estímulo moral que parecía tan innecesario para que se diera la solidaridad proletaria en el pasado. Los más ampliamente favorecidos en el proletariado del mundo deben convertirse en gente sensible en gran medida a los llamamientos morales para que haya algún progreso en esta línea (Cohen 2001, p. 152).CONTINUARÁ...

PIGMALIÓN (tres) - GEORGE BERNARD SHAW


Gerorge Bernard Shaw
George Bernard Shaw (1913). La cultura romana (Ovidio, en su Metamorfosis) reelaboró el mito: Pigmalión, un escultor, fabricó una estatua de marfil representando su ideal de mujer y se enamoró de su propia creación. La diosa Venus –la equivalente latina de la griega Afrodita- dio vida a la estatua atendiendo a las plegarias de Pigmalión. En la tradición educativa, el mito –versión latina- de Pigmalión tiene una fuerte tradición. Desde la obra teatral del mismo nombre de Bernard Shaw (1913) llevada a la pantalla como My Fair Lady (1964) y en la que el profesor Higgins acaba enamorándose de su creación (una chica del arrabal reconstruida, como alumna, en una dama), a la teoría sobre el “efecto Pigmalión” en la escuela, con la que Rosenthal (1968) explica que el maestro actúa convirtiendo sus percepciones sobre cada alumno en una didáctica individualizada que le lleva, constructiva o destructivamente, a confirmar esas percepciones. Un jefe entra en la oficina donde están sus trabajadores y observa a uno de sus subordinados, al que aprecia mucho. El jefe no se da cuenta pero entra con una sonrisa de lado a lado y además habla con un tono amigable y le ofrece tareas que fomentan el crecimiento intelectual. Hasta este momento el subordinado no tenía ningún pensamiento (ni bueno ni malo) hacia su jefe, pero ante estos estímulos es más sencillo que él comience a sentir amistad por su jefe. Sin darse cuenta el jefe, el resultado de la relación entre él y su colaborador ha llegado a la situación que tenía en mente el jefe pero que ha sido favorecida por acciones propias que no ha observado pero que ha realizado realmente. Por otro lado también existen efectos de Pigmalión con el mismo resultado (se consigue el fin que se tiene en mente) pero de tónica negativa. El jefe no aprecia a un subordinado aunque no sepa cuál es la razón para ello. El subordinado no tiene ningún tipo de opinión sobre su jefe. Cuando llega el jefe lo hace con cara agria, tono imperativo y le asigna tareas que están muy por debajo de la capacidad de su colaborador. El subordinado tiene más probabilidades de acabar realizando sólo ese trabajo pues recibe estímulos que le dirigen hacia esa situación. Al final el jefe dice "Sabía que no podía dar más" sin darse cuenta de que muchos signos que recibe el colaborador son creados por el jefe de forma velada incluso para él mismo. Basado en un experimento real: Se forma una clase de colegio con alumnos iguales, sin diferencias intelectuales, todos capaces de realizar la misma tarea con resultados similares (aprobar el curso). A un profesor se le saca de clase, y se le dice qué alumnos tienen una capacidad más elevada de la media, y un gran futuro. También se le dice que ciertos alumnos tienen una capacidad más limitada que la media, y que no llegarán muy lejos. Todo ello en realidad es mentira, pero al finalizar el curso se observa que aquellos alumnos de los que se esperaba un alto rendimiento lo tuvieron, y aquellos de los que se esperaba un bajo rendimiento tuvieron unas calificaciones mediocres. Ha ocurrido el efecto Pigmalión. El profesor ha tratado de forma diferente a los alumnos de los que esperaba un alto rendimiento, preguntándoles más en clase, retándoles con desafíos intelectuales. Los alumnos que se consideraban más atrasados se les ignoraba y no eran estimulados.

PIGMALIÓN (dos) EFECTO EN LO EDUCATIVO


David C. McClelland. Efecto Pigmalión Para otros usos de este término, véase Pigmalión (desambiguación). El efecto Pigmalión, en psicología y pedagogía, es uno de los sucesos que describe la creencia que tiene una persona de poder influir en el rendimiento de otra. El efecto debe su nombre al mito griego de Pigmalión, un escultor que se enamoró de una estatua que había tallado, o alternativamente, por el estudio de Rosenthal-Jacobson. El efecto Pigmalión supone, por tanto, algo importante de conocer y estudiar para los profesionales del ámbito educativo, laboral, social y familiar. El efecto Pigmalión se puede identificar de las siguientes maneras: Suceso por el que una persona consigue lo que se proponía previamente a causa de la creencia de que puede conseguirlo. "Las expectativas y previsiones de los profesores sobre la forma en que de alguna manera se conducirían los alumnos, determinan precisamente las conductas que los profesores esperaban." (Rosenthal y Jacobson). Una profecía autocumplida es una expectativa que incita a las personas a actuar en formas que hacen que la expectativa se vuelva cierta. Efecto Pigmalión positivo: produce un efecto positivo en el sujeto, de forma que afianza el aspecto sobre el cual se produce el efecto, provocando un aumento de la autoestima del sujeto y del aspecto en concreto. Efecto Pigmalión negativo: produce que la autoestima del sujeto disminuya y que el aspecto sobre el que se actúa disminuya o incluso desaparezca. Origen[editar] El efecto Pigmalión tiene su origen en un mito griego, en el que un escultor llamado Pigmalión (Πυγμαλίων en griego antiguo) se enamoró de una de sus creaciones: Galatea. A tal punto llegó su pasión por la escultura que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva. El mito continúa cuando la escultura cobra vida después de un sueño de Pigmalión, por obra de Afrodita, al ver el amor que éste sentía por la estatua, que representaba a la mujer de sus sueños. Pigmalión y Galatea, por Angelo Bronzino (1530). Este suceso fue nombrado como el efecto Pigmalión ya que superó lo que esperaba de sí mismo y al creer que la estatua estaba viva esta llegó efectivamente a estarlo. Igualmente el término también encuentra su origen en la obra de teatro Pigmalión de George Bernard Shaw. Ámbitos[editar] Educativo[editar] Rosenthal y Jacobson estudian el efecto Pigmalión desde la perspectiva de la teoría de la profecía autorrealizada. Esta teoría la entendemos como uno de los factores que influyen en la motivación de los alumnos en el aula. Aparentemente parece que es un efecto mágico, pero no lo es, lo que ocurre es que los profesores formulan expectativas acerca del comportamiento en clase de diferentes alumnos y los van a tratar de forma distinta de acuerdo con dichas expectativas. Es posible que a los alumnos que ellos consideran más capacitados les den más y mayores estímulos, más tiempo para sus respuestas, etc. Estos alumnos, al ser tratados de un modo distinto, responden de manera diferente, confirmando así las expectativas de los profesores y proporcionando las respuestas acertadas con más frecuencia. Si esto se hace de una forma continuada a lo largo de varios meses, conseguirán mejores resultados escolares y mejores calificaciones en los exámenes. Laboral[editar] Si un empleado recibe la continua aceptación de su jefe, es muy posible que aquél exhiba un alto desempeño en sus funciones y por tanto su rendimiento sea más alto, a la vez que efectivo. Si por el contrario, sus capacidades son siempre cuestionadas por parte del superior, la actitud indiferente y desmotivación por parte del subordinado irán aumentando, lo que incuestionablemente conllevará una disminución de la cantidad y calidad de su trabajo. En el mundo de la empresa, el efecto Pigmalión viene a significar que todo jefe tiene una imagen formada de sus colaboradores y les trata según ella; pero lo más importante es que esa imagen es percibida por el colaborador aunque el jefe no se la comunique. De tal manera que cuando es positiva, todo va bien, pero cuando es negativa, ocurre todo lo contrario. Social[editar] En todos los grupos sociales, la tradición cultural asigna normas de comportamiento a las que se espera que se adapten sus miembros. Generalmente implícitas, estas normas imponen códigos de conducta que no es fácil rehuir, por ejemplo, el que una mujer deba tener gestos delicados o que si la familia de una persona es adinerada, entonces esa persona debe vivir en una casa lujosa. Lo que empieza como una imitación por parte de los hijos de lo que hacen sus padres se convierte en su propio modo de ser . Esto quiere decir que las personas adquieren un rol a partir de los demás, y acaban creyéndolo propio. Se puede decir entonces, que somos lo que los demás esperan que seamos. El sociólogo Merton, en 1948, aplicó este concepto al ámbito sociológico, idea que podría explicar parte de la crisis económica actual. Este autor dice que el miedo a una quiebra bancaria, en un inicio sin fundamento, lleva a que los ciudadanos retiren sus depósitos de dicho banco por lo que, efectivamente, lo llevan a la quiebra. También aplica dicho concepto a los prejuicios sociales desde el mismo planteamiento. SEGÚN: David C. McClelland. Investigaciones[editar] Estudio de la motivación humana[editar] David C. McClelland. David C. McClelland realizó un “Estudio de la motivación humana”, en el cual se encuentra un epígrafe dedicado al efecto Pigmalión. En este apartado se explica que Rosenthal (1966) demostró como las expectativas o sesgos de un investigador influía en el comportamiento de los sujetos estudiados, independientemente del contexto o ámbito en que la investigación se llevara a cabo. Esta investigación la llevó al ámbito educativo, junto con Jacobson en el libro Pygmalion in the Classroom, donde se encuentran resumidamente, las conclusiones anteriormente expuestas en el apartado del efecto Pigmalión en el ámbito educativo. A continuación, McClelland expone un estudio sobre un caso del ámbito escolar en el que se realizaron test de capacidades a alumnos negros del casco urbano de entre 7 y 11 años y del segundo al quinto grado. Una vez evaluados dichos test se les comunicó a los profesores que una mitad de cada clase, elegida al azar, era muy brillante mientras que de la otra mitad se dieron los resultados reales. Los resultados de esta investigación fueron que la mitad de las clase que se habían considerado más capacitados obtuvieron un progreso mayor al final de curso, siendo elegidos al azar, que la otra parte de la clase cuyos resultados comunicados al profesorado eran reales. También se observaron diferencias de rendimiento de un grado a otro. Como conclusión, McClelland defiende que, al considerar los profesores más inteligentes a ciertos estudiantes, éstos tienden a rendir más. Críticas[editar] Una de las críticas más importantes que se le hacen a este efecto es que está basado en su ambigüedad, ya que como anteriormente se ha comentado, éste puede ser tanto negativo como positivo. Podría entenderse de varias maneras o admitir distintas interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo a dudas, incertidumbre o confusión. Sin embargo el hecho de que los efectos puedan ser negativos o positivos no quiere decir que exista ambigüedad alguna en la descripción de dicho efecto, pues estamos hablando de dos posibilidades bien diferenciadas y que residen de forma implícita en la propia definición de éste. Siguiendo el ejemplo de la clase con alumnos de similar capacidad, los resultados académicos de algunos de ellos fueron más positivos de lo esperado y de otros fueron más negativos, sin dar por ello pie a ningún tipo de confusión, dudas o incertidumbre. Ejemplos[editar] George Bernard Shaw (1913). La cultura romana (Ovidio, en su Metamorfosis) reelaboró el mito: Pigmalión, un escultor, fabricó una estatua de marfil representando su ideal de mujer y se enamoró de su propia creación. La diosa Venus –la equivalente latina de la griega Afrodita- dio vida a la estatua atendiendo a las plegarias de Pigmalión. En la tradición educativa, el mito –versión latina- de Pigmalión tiene una fuerte tradición.

PIGMALIÓN (George Bernard Shaw)


Continúa en la nota dos... Pigmalión Para otros usos de este término, véase Pigmalión (desambiguación). Pigmalión es una figura legendaria de Chipre. Aunque Pigmalión es la versión griega del nombre real fenicio Pumayyaton, es más familiar a partir de Las metamorfosis de Ovidio, obra en la que se presenta a Pigmalión como un escultor enamorado de una estatua que había hecho él mismo. Pintura representando a Pigmalión, de Bronzino (1530).
Pintura representando a Pigmalión, de Bronzino (1530). Historia Pigmalión, rey de Chipre, buscó durante muchísimo tiempo a una mujer con la cual casarse. Pero con una condición: debía ser la mujer perfecta. Frustrado en su búsqueda, decidió no casarse y dedicar su tiempo a crear esculturas preciosas para compensar la ausencia. Una de estas, Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de la estatua. Mediante la intervención de Afrodita, Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida. En la obra Las metamorfosis, de Ovidio, se relata así el mito: Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. Al despertar, Pigmalión se encontró con Afrodita, quien, conmovida por el deseo del rey, le dijo "mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal". Y así fue como Galatea se convirtió en humana. El mito de Pigmalión en la cultura[editar] La historia de Pigmalión básica ha sido ampliamente transmitida y representado en las artes a través de los siglos. En una fecha desconocida, autores posteriores dan tal nombre a la estatua de la ninfa del mar Galatea o Galathea. Goethe la llama Elise, basándose en las variantes en la historia de Dido / Elissa. Una variante de este tema también puede verse en la historia de Pinocho, en el que un muñeco de madera se transforma en un niño de verdad, aunque en este caso el títere posee sensibilidad antes de su transformación, es el títere quien implora el milagro y no su creador, el tallador de madera Geppetto. En la escena final de Cuento de invierno de William Shakespeare una estatua de la reina Hermíone que cobra vida y se manifiesta como Hermíone misma, lo cual lleva la obra a una conclusión de reconciliaciones. En la obra de teatro Pigmalion de George Bernard Shaw, que es una versión moderna del mito con un sutil toque de feminismo, la florista de clase baja Eliza Doolittle es prácticamente "revivida" por un profesor de fonética, Henry Higgins, quien le enseña a perfeccionar su acento y conversación en situaciones sociales. Pintura[editar] Pygmalion de Jean-Baptiste Regnault de 1786, Musée National du Château et des Trianons. La historia ha sido objeto de notables pinturas de Agnolo Bronzino, Jean-Léon Gérôme, Honoré Daumier, Edward Burne-Jones (cuatro obras mayores de 1868-1870, más adelante de nuevo en grandes versiones de 1875-1878 con el título de Pigmalión y la Imagen), Auguste Rodin, Ernest Normand, Paul Delvaux, Francisco Goya, Franz von Stuck, François Boucher y Thomas Rowlandson, entre otros. También se han producido numerosas esculturas del "despertar". Literatura[editar] Pigmalión de Ovidio ha inspirado numerosas obras de la literatura. La popularidad del mito de Pigmalión surgió en el siglo XIX. Poemas, ordenados por año y país de origen del autor. Inglaterra John Marston: "Pigmalion", en "The Argument of the Poem" y "The Authour in prayse of his precedent Poem" (1598) John Dryden: "Pygmalion and the Statue" (1697-1700) Thomas Lovell Beddoes: "Pygmalion, or the Cyprian Statuary" (1823-1825) Robert Browning: "My Last Duchess" (1842) William Cox Bennett: "Pygmalion" de su obra Queen Eleanor's Vengeance and Other Poems (1856) Arthur Henry Hallam: "Lines Spoken in the Character of Pygmalion" de su obra Remains in Verse and Prose of Arthur Henry Hallam (1863) Robert Buchanan: "Pygmalion the Sculptor" en su obra Undertones (1864) William Morris: "Earthly Paradise" en la que se incluye la sección "Pygmalion and the Image" (1868) William Bell Scott: "Pygmalion" Thomas Woolner: poema largo "Pygmalion" (1881) Frederick Tennyson: "Pygmalion" de Daphne and Other Poems (1891) Squire: "Galatea Awakes" (1920) R. M. Montgomery: "Galatea to Pygmalion" (1920s) Robert Graves: "Pygmalion to Galatea" (1926) y "Galatea and Pygmalion" Melanie Challenger: "Galatea" (2006) Escocia Andrew Lang: "The New Pygmalion or the Statue’s Choice" (1911) Carol Ann Duffy: "Pygmalion's Bride" (1999) Irlanda Emily Henrietta Hickey: A Sculptor and Other Poems (1881) Patrick Kavanagh: "Pygmalion" (1938) Alemania Friedrich Schiller: "Die Ideale" (Los ideales) (1795-6) Rumania Nichita Stănescu: "Către Galateea" (1965) Estados Unidos de América Sara Jane Lippincott (Grace Greenwood): "Pygmalion" (1851) Elizabeth Stuart Phelps: "Galatea" de Harper's Weekly (1884) Edward Rowland Sill: "The Lost Magic" (1900) H.D.: "Pygmalion" (1913–17) Genevieve Taggard: "Galatea Again" (1929) Albert G. Miller: "Pygmalion" (1945) Harry C. Morris: "Pygmalion" (1956) Melvin H. Bernstein: "Mr. Pygmalion to Miss Galatea: An Interior Monologue" (1970) Katha Pollitt: "Pygmalion" (1979) Joseph Brodsky: "Galatea Encore" (1983) Katherine Solomon: "Galatea" (1999) John Hooley: "Pygmalion" (primera década del siglo XXI) David Kimel: "Pygmalion" (primera década del siglo XXI) Canadá Walid Bitar: poema "Pigmalion" (1993) Nicaragua Claribel Alegría: "Galatea Before the Mirror" (1993) Relatos cortos Primera publicación estadounidense serializada de Pigmalión de George Bernard Shaw Nathaniel Hawthorne: relato corto "The Birth-Mark" y su novela similar Rappaccini's Daughter. H.P. Lovecraft: "Herbert West: reanimador" Tommaso Landolfi: "La moglie di Gogol" John Updike: "Pygmalion" E. T. A. Hoffmann: "The Sandman" Stanley Grauman Weinbaum: "Espectáculos de Pigmalión" en 6/35 Wonder Wilfred G: Creation of Chaos "Pygmalion's Spectacles" Jorge Luis Borges: "Las ruinas circulares" (Argentina) Novelas y obras de teatro Mary Shelley: novela Frankenstein o el moderno Prometeo Isaac Asimov: novela The Positronic Man William Hazlitt: Liber Amoris: or, the New Pygmalion (1894) Richard Powers: novela Galatea 2.2 Amanda Filipacchi: novela Vapor Edith Wharton: The House of Mirth Henry James: [Retrato de una dama] (1880–81) Vera Caspary: Laura George MacDonald: Phantastes Gaston Leroux: El fantasma de la ópera Oscar Wilde: El retrato de Dorian Gray George Bernard Shaw: obra de teatro Pygmalion Tawfiq el-Hakim: Pygmalion William Schwenck Gilbert: obra de teatro Pygmalion and Galatea Willy Russell: Educando a Rita Rousseau: Pygmalion, scéne lyrique Villiers de l'Isle-Adam: novela La Eva Futura Otros Pete Wentz: serie de cómic Fall Out Toy Works Grant Morrison: el personaje llamado Profesor Pyg que aparece en Batman and Robin Ópera, ballet y música[editar] PIGMALIÓN es un tango con letra de Homero Expósito y música de Astor Piazzolla. Lo grabó la orquesta del mismo Piazzolla con el cantor Héctor Insúa, el 27 de enero de 1947, para la casa disquera Odeón Jean-Philippe Rameau: ópera Pigmalión (1748) Gaetano Donizetti: primera ópera Il Pigmalione (1816) La bella Galatea (título original en alemán, Die schöne Galathée). Opereta en dos actos con música de Franz von Suppé. Molin produjo una versión de Pigmalión en forma de ballet-pantomime en 1800. El ballet Coppélia, sobre un inventor que crea una muñeca bailarina de tamaño natural, tiene fuertes influencias de Pigmalión. El gran coreógrafo Marius Petipa y el príncipe compositor Nikita Trubetskoi crearon un ballet de cuatro actos sobre este tema titulado Pygmalion, ou La Statue de Chypre. El ballet fue representado en 1895 con la gran bailarina Pierina Legnani. Yes: "Turn Of The Century" (1977). Este grupo inglés de rock progresivo escribió la citada canción; cuenta la historia del escultor Roan quien, en el dolor de la muerte de su esposa, "moldea su pasión en arcilla". La escultura de su mujer cobra vida y se enamoran. Mecano, el trío español de música tecno-pop en su primer álbum homónimo conocido como el álbum del reloj (1982) incluyen dentro del repertorio la canción titulada "La máquina de vapor", tema éste que introduce una ligera variante en cuanto a la leyenda griega, en donde un hombre, aislado en su propio cuarto, construye una máquina que funciona a base de vapor (no una estatua) al final termina por enamorarse — casi de una forma obsesiva — del objeto que ha creado. Parte de la letra refleja esto: "[...] El trabajo se convierte / en su máxima pasión / el hombre se ha enamorado / de su propia creación. [...]" Slowdive: Pygmalion 1995, es el tercer álbum de esta banda británica. ThouShaltNot: "Trial By Fire", es una canción de esta banda darkwave/gótica, que recrea la idea de un Pigmalión de nuestro tiempo con letras tales como "I sculpt your nature within, I am your Pygmalion" y "I dust away the plaster from off your breathing body...You'll never be the same." Cine[editar] Un gran número de películas notables del siglo XX y XXI se inspiran en esta misma historia. Pygmalion (1938) My Fair Lady (1964) basada en el musical de Broadway Trading Places (1983) Weird Science (1985) dirigida por John Hughes Mannequin (1987), un remake del clásico de 1948 One Touch of Venus Pretty Woman (1990) con Julia Roberts Mighty Aphrodite (1995) dirigida por Woody Allen She's All That (1999) con Freddie Prinze Jr. S1m0ne (2002) donde aparece una inteligencia artificial generada por ordenador como el objeto de amor Ruby Sparks (2012) Muchas otras películas han tratado este tema de forma colateral: Metrópolis (1927) de Fritz Lang Las zapatillas rojas (1948) All About Eve (1950) con Bette Davis Vértigo (1958) de Hitchcock Nacida ayer (1950) y Nacida ayer (1993), ambas películas basadas en la obra teatral de 1946. Lars and the Real Girl (2007), que representa a un hombre introvertido que se enamora de una muñeca sexual de plástico. Her (2013), trata este tema pues su protagonista se enamora de su sistema operativo. El género de terror también ha tenido interés en representar como se "traen a la vida" figuras de cera o muñecos de exposición. Waxworks: A Cultural Obsession de Michelle Bloom. Mad Love (1935) de Karl Freund. En esta película aparece un personaje obsesivo llamado Doctor Gogol que guarda una figura de cera de una actriz de la que está enamorado en su apartamento, refiriéndose a la figura como Galatea mientras habla y toca música para ella. En el clímax, la actriz es descubierta escondida en el apartamento de Gogol y finge ser la figura en un intento de ocultarse. Cuando finalmente grita, Gogol errónea y locamente cree que su amor ha traído a la vida a Galatea finalmente. En algunas películas de terror la historia se desvía considerablemente de la original: The Stepford Wives (1975) los creadores convierten a sus esposas vivas en complacientes esposas inanimadas, robóticas. En varias series ochenteras de TV estadounidenses se toca el tema de Pigmalión de manera casual o profunda: tal es el caso de series como "Small Wonder", "Automan", y notable es el caso de "Weird Science" donde una bella y sensual chica es creada por ordenador para gozo (o pesar) de sus creadores.