miércoles, 1 de julio de 2015

"FIN DEL DINERO FÍSICO"


El fin del dinero físico Los límites de la privacidad y la responsabilidad sobre nuestros actos Por Santiago Bilinkis | Para LA NACION 1786 81 Foto: LA NACION / Nüno A comienzos de diciembre de 2001, apenas unos días antes del desplome económico de la salida de la convertibilidad, apremiado por las circunstancias, Domingo Cavallo adoptó una medida extrema: el tristemente célebre corralito. Como resultado, la gente ya no podía retirar en efectivo el dinero que tenía en los bancos. De manera involuntaria, la Argentina se lanzaba al primer gran experimento mundial de virtualizar el dinero, haciendo que prácticamente todas las transacciones económicas estuvieran bancarizadas. Semanas después vino la devaluación, la pesificación asimétrica y el corralón (reprogramación de los depósitos), que implicó una dramática confiscación de los ahorros de los argentinos. El salvajismo de estas últimas medidas desató la furia de los ahorristas, que se volcaron masivamente a las calles y apedrearon por meses las fachadas de los bancos. Aquella primera medida, que limitaba pero no era confiscatoria, quedó relegada a un absoluto segundo plano. Como resultado de dos de sus características más importantes, la falta de trazabilidad y el anonimato, el efectivo posibilita que el valor pase de manos sin dejar rastros ni poner en evidencia la identidad de quienes transaccionan. Por ello, si bien el dinero en efectivo no crea la corrupción ni las actividades ilegales, es sin duda un gran catalizador. Lo verdaderamente revolucionario del corralito era que, al forzar la bancarización de casi todas las operaciones económicas, el dinero perdía repentinamente estos dos atributos: todo lo que compráramos o vendiéramos quedaba registrado, dejaba un trazo. Solucionar el corralón demoró años, pero de todas las locuras que surgieron durante ese caos, una se normalizó rápidamente: menos de un año después de su entrada en vigencia, Roberto Lavagna dispuso el regreso del efectivo a las transacciones económicas, poniendo fin al corralito. Si terminó tan rápido, es posiblemente porque molestaba a varios haciendo más difíciles ciertas transacciones ilegales. Con el dinero bancarizado, el pago de coimas, el tráfico de drogas, el juego clandestino y muchas otras actividades ilegales o dependientes del anonimato y la falta de trazabilidad de repente se veían complicadas por la falta de efectivo. Sin lugar a dudas, si la medida hubiese perdurado, habría entrado en acción el hecha la ley, hecha la trampa: algunas de estas actividades habrían recurrido al uso de efectivo en monedas alternativas como para sostenerse en la ilegalidad. Controlar esos flujos no habría sido sencillo, pero aun así el efecto transparentador habría sido notable, incluyendo hacer casi imposible la evasión fiscal para la abrumadora mayoría de las operaciones. Gracias a la llegada del dinero electrónico y a la proliferación de celulares inteligentes, cada vez resulta más sencillo tecnológicamente eliminar el dinero en efectivo. Sea a través de criptomonedas como el bitcoin (que mantiene el anonimato, pero da trazabilidad) o de simple bancarización de la moneda actual, estamos en los albores de un cambio que promete forzarnos a repensar los límites de la privacidad, así como el grado de responsabilidad que tengamos por nuestros actos. Suecia están avanzando rápido y espera eliminar el efectivo en los próximos 12 meses. La Argentina tiene la oportunidad (ahora por decisión y no por desesperación) de ser una nación pionera en el mundo en abandonar el uso de dinero físico. ¿Se atreverán nuestros próximos gobernantes a explorar este camino?.LA NACIÓN