domingo, 22 de mayo de 2016

CAPÍTULO CINCO - RODOLFO BENAVIDES


CUANDO LAS PIEDRAS HABLAN LOS HOMBRES TIEMBLAN Capítulo V ANUBIS En el solsticio vernal o de verano, que ocurre entre los días 21 y 22 de junio, se funden anualmente las nieves en las elevadas monta- ñas que hay en África, aguas que alimentan los lagos en donde nace el río Nilo, y en primer lugar el lago Victoria. En los días de los faraones, dichas aguas llegaban normalmente al delta en el bajo Nilo. a mediados del mes de septiembre, derramán- dose entonces por el valle del Nilo, fertilizando además con el limo los campos de labranza. Del conjunto de este fenómeno parece haber nacido el dios Anubis, que era representado con cuerpo de hombre y cabeza de perro. En la teogonia egipcia, A nubis apa"ece como hijo de Osiris y de Nefté y se le identificaba en el cielo con el nombre de Can Mayor, nombre de una constelación no zodiacal que sigue usándose hasta hoy. De esa constelación se consideraba a la estrella Sirio (brillante) como Anubis, el anunciador de las avenidas del rio. Este simbolismo demuestra la estrecha relación de la religión egipcia con lo astronómico. Efectivamente, A nubis, el Can Mayor en la bóveda celeste, se relaciona en el tiempo con la familia de Osiris, o sea Osiris y Set, su hermano fratricida, simbolizados en la constela- ción de Géminis (gemelos). En algunos grabados muy antiguos aparece el cadáver de Osiris a lomos del toro Apis. Se puede interpretar, dada esa correlación entre teogonia egipcia y astronomía, que la constelación de Tauro aparece cargando el cadáver de la constelación de Géminis, y que en consecuencia ambas —teogonia y astronomía— están señalando una (43) Anubis, el dios astronómico anunciador de las crecidas anuales del río Nilo, de las que dependía la suerte de las cosechas en el valle. misma época como final y muerte de un algo y principio y vida nueva en otra época. También se puede deducir que los signos zodiacales eran ya muy conocidos desde antes de la Era de Gemirás, e incluso quizá se remonte la antigüedad de su conocimiento hasta la Era de Virgo, hace por lo menos 13,300 años: aproximadamente los días del hom- i^bre de Tepexpan en México. Cabe preguntarse: ¿en dónde estuvo situada y se desarrolló la cultura que entendió tanto de astronomía? Esos conocimientos no se improvisan y la prueba es el tiempo que ha tardado la cultura moder- na en redescubrirlos... Para intentar desvelar ésta y otras muchas incógnitas, es necesa- rio regresar a las fuentes únicas de la Gran Esfinge, simplemente porque en ella están los símbolos-clave que quizá permitan iluminar la oscuridad de tantos enigmas.