Capítulo XI
DIEZ FASCINANTES COINCIDENCIAS
Primera coincidencia
El eje vertical de la Gran Pirámide, a manera de una manecilla
de reloj cósmico, ha señalado varias edades de más de 6,000 años cada
una.
Segunda coincidencia
El mismo meridiano señaló la frontera o limite entre la Edad de
Leo, que terminaba, y la de Tauro, que empezaba.
La primera de dichas edades empezó en Escorpión, cuyo símbolo
en realidad no necesita muchas explicaciones, pues se entiende que sig-
nifica veneno, maldad en la oscuridad, muerte como medio de vida,
etc. Se dice que el escorpión hembra se alimenta comiéndose al macho
que la fecundó y que, luego, los hijuelos se alimentan comiéndose a
la madre.
Esta realidad sobre el mundo —como símbolo celeste que no
puede ser casualidad— tal vez fue consecuencia de lo que en esa épo-
ca vivía la humanidad, es decir, vida de escorpiones en vez de seres
pensantes. Y la probable comprobación de este símbolo está precisa-
mente en el siguiente, que es Libra (balanza), símbolo que alude cla-
ramente a justicia, juicio, juez. Y cuando hay un juez y un juicio,
siempre hay un castigo.
Estos dos símbolos juntos. Escorpión y Libra, nos hablan pri-
mero de un comportamiento humano de tipo negativo, y segundo del (111)
juicio que le puso fm, para dar lugar a una nueva vida, representada
por Virgo (Virgen).
Este escenario hace pensar que tal vez hacia el final de Libra o
hacia el principio de Virgo, hace unos 17,000 años, hubo un cataclis-
mo mundial, y que los supervivientes, ya pensadores con avanzada
cultura, dieron forma, vida y símbolo a todo lo que había ocurrido,
símbolo y tradición que trascendió en el tiempo hasta la llegada a
Egipto de los escultores que tallaron la Gran Esfinge y los arquitectos
que planearon la construcción de la Gran Pirámide.
Aunque lo dicho parezca pura fantasía, está históricamente
documentado que los sacerdotes egipcios informaron a Heródoto
(490-424 a. C.) que no había que extrañarse de la antigüedad de las
cosas que había en Egipto, puesto que la raza egipcia fue la más anti-
gua de la humanidad. Y los mismos sacerdotes aseguraron tener en
su poder textos que databan de unos 12,000 años antes del propio
Heródoto: o sea, de hace 14,000 años por lo menos. Esto viene a
situarnos hacia la mitad de la regencia de la constelación de Virgo, tal
vez la época en que sufrió «el castigo», a consecuencia del juicio habi-
do durante la época de Libra.
Obsérvese que se trata de «coincidencias» muy especiales, princi-
palmente por lo espontáneo y natural que aparecen. La coincidencia se
repite también con el primer dígito 6 dado por la Gran Pirámide en la
Cámara de las reflexiones, en la que aparecen tres periodos de más
de 6,000 años cada uno, y éste viene a ser el primero de ellos.
Por otra parte, y volviendo a los sacerdotes egipcios antiguos, la
información que dieron a Heródoto coincide con teorías que parecen
ir confirmándose: por ejemplo, la que asegura que Osíris no fue un
dios inventado en Egipto, sino un personaje de carne y hueso deifica-
do en algún otro sitio, tal vez en Atlántida, con lo cual en cierta ma-
nera se formula también la teoría de la unidad de origen cultural y
religioso.
A partir de la Era de Virgo aparecen con mayor frecuencia
huellas de seres humanos poseedores ya de cierto nivel cultural. Efec-
tivamente, corresponden a esta época ciertas pinturas rupestres (112)
encontradas en California, en las cercanías de la ciudad de San Fran-
cisco, a las que los investigadores han dado una antigüedad de unos
15,000 años.
Entre los años 13,260 y 12,912 aproximadamente, terminó la vi-
gencia de la constelación de Virgo, y simultáneamente empezó la de
Leo, que terminó a su vez hace unos 9,960 años. En esto aparece la
segunda coincidencia: el león es el segundo símbolo que da forma a
la Gran Esfinge y es también el segundo dígito 6 dentro de la Cáma-
ra de las reflexiones. Por lo demás, es la misma época que registra el
Zodíaco de Denderah, dato éste de máxima importancia, ya que de nin-
guna manera puede ser casual ni inventado por nadie después de ser
esculpido. Todo esto da plena y natural coincidencia a todas las piezas
del rompecabezas, entendidas como símbolos componentes de un sis-
tema: Esfinge, Pirámide y Zodíaco de Denderah.
Tercera coincidencia
En el año 1949 se encontró un esqueleto de hombre en Tepex-
pan, muy cerca de la ciudad de México, en un sitio que hace siglos
era un lago.
Según las exhaustivas investigaciones de los científicos, el ser
humano al que pertenecieron dichos restos —hoy más conocido como
hombre de Tepexpan— vivió en una época comprendida entre hace
10,000 y 12,000 años. Pertenece, pues, a la época tardía del pleistoce-
no superior, época correspondiente por completo a la Era de Leo.
A pesar de la antigüedad, e) mencionado esqueleto no muestra
muchas ni grandes diferencias con respecto a esqueletos de indígenas
nativos de la misma región correspondientes a tiempos muy posterio-
res, casi modernos. Ello nos indica sin lugar a dudas que no se trata
de un hombre primitivo en ningún sentido, sino de uno ya pensante,
con la muy importante circunstancia de que es el esqueleto más anti-
guo que hasta hoy se ha encontrado en México, y tal vez en toda
Mesoamérica.
Según George C. Vaillant, los restos encontrados hasta hoy per-
tenecen a culturas término medio •entre la vida de cazadores de época
avanzada, y la cultura ya sedentaria contemporánea a los días de (113)
Cristo. Entonces, ¿dónde vivieron su vida realmente primitiva los
pueblos mesoamericanos?
Cuarta coincidencia
Estos datos científicos modernos coinciden en gran manera con
tradiciones de los Tlacuiles Mexicas, quienes afirmaban que:
«...hacía como nueve mil años que allá en Panuco (estado de Vera-
cruz) habían desembarcado los toltecas...»
Este dato proporcionado por los Tlacuiles Mexicas, coincide en
el tiempo con la Era de Leo y con la edad aceptada para el Zodíaco
de Denderah.
El relato de los Tlacuiles Mexicas, si se acepta como una reali-
dad, significa que los toltecas llegaron por mar, quizá procedentes de
alguna isla que antes estuvo en el Golfo de México o más lejos, pot-
ejemplo en el Atlántico. ¿Salieron tal vez de Atlántida o de alguna de
las islas que quedaron después del hundimiento? En tal caso, er éxodo
se debió a algún fenómeno telúrico o de alguna otra índole.
Efectivamente, Tlillín y Tlapallán eran sitios, quizá poblaciones,
pertenecientes a un país que algunos autores consideran míticos. No
obstante, según las tradiciones nahoas, se encontraban
«...donde se unen el sol y la tierra...»
Tlapallán, para los nahoas, era el destino final, así como para
los toltecas lo era Xicalanco, situado en algún lugar de la laguna de
Términos (Campeche, México) ¿a, lo que es lo mismo, en el Golfo de
México.
Otra tradición dice que el origen de los toltecas estuvo en Nep-
hetuim, Ludim, Amanim y Caphorim, hijas todas ellas de Misraim y
nietas de Cham o Cam, y que, esparcidos por la selva del mundo,
aparecieron un día, aparentemente sin saber cómo, en suelo de Amé-
rica, trayendo con ellos a sus hijos, valores diversos y viejas leyen-
das.
Spencer dice que los primeros pobladores de Anáhuac no fueron (114)
toltecas, sino olmecas; luego vendrían los xicalancas y por último los
toltecas, que finalmente fundaron Tula.
Parece que lo mismo mayas que toltecas, cada cual en su tiem-
po, recordaban el sitio de donde alguna vez —en tiempos muy lejanos,
muy antiguos— salieron sus ancestros. Pero lo más importante para
el tema de este libro es que todo ese cúmulo de fechas coincide
dramáticamente con la época del Zodíaco de Denderah. Es imposible
pensar que pueda ser casual o coincidencia fortuita, ya que dicho
Zodiaco seguramente quiso dejar clara memoria de algo sumamente
importante: y bien pudo haber sido algún fenómeno natural que
motivó los diversos éxodos hacia todo el mundo, entre otros, el de los
mayas, olmecas, toltecas, etc., que a fin de cuentas hablaban muy
aproximadamente el mismo lenguaje.
Muy importante parece ser que tolteca era sinónimo de cons-
tructor. Esto hace pensar que tan constructores de pirámides fueron
los egipcios en Egipto, como los toltecas en América. ¿No sugiereesto que tal vez ambos grupos humanos arrancaron de un mismo
tronco cultural y de un mismo sitio geográfico?
Cabe objetar que la edad relativa a los toltecas parece exagera-
da. En todo caso, es así como se encuentra en las mencionadas leyen-
das y tradiciones.
Quinta coincidencia
La cronología maya señala que desde la Cuarta Edad del Mun-
do —y a la vez principio de los mayas en su vida social— transcurrie-
ron 13 Baktun completos, equivalentes a 5,200 años, según hoy se
sabe. Esto quiere decir, que dicho principio tuvo lugar en el noveno
milenio a. C. o, lo que es lo mismo, hace unos 10,500 años: época,
pues, contemporánea a la del hombre de Tepexpan. Obsérvese ahora
la notable coincidencia de los datos científicos modernos con las tra-
diciones de los Tlacuiles referentes a la llegada de los toltecas. En
consecuencia hay que suponer que en ese entonces llegaron a Mesoa-
mérica varias migraciones, procedentes todas ellas del mar. Pero,
¿cuál fue la razón de esos éxodos? (115)
Sexta coincidencia
Esta otra coincidencia en el tiempo y que tal vez explica muchas
incógnitas, se halla en el Chilam Balam de Chumayel (que significa
«libro del mes»), donde dice que:
«...en el Katun 3 Ahau...», correspondiente al final de la Tercera Edad
(hace más de 10,000 años), «...el sol dejó de moverse, permaneciendo
un día entero en un solo sitio del cielo, y fue creado el mes cuando
despertó la Tierra...»
Seguramente quiere decir «cuando el Sol empezó a moverse de
nuevo».
¿Imagina el lector lo que se necesita para que realmente ocurra
un fenómeno como es que el Sol se detenga? ¿Y lo que al mundo le
sucedería en semejante caso?
Puede suponerse, entre otras muchas probabilidades, que se pro»
dujera quizá un cambio brusco de la inclinación del eje polar y esto
vendría a dar explicación a otros muchos problemas todavía no
resueltos.
Séptima coincidencia
Por su parte, los aztecas parecen confirmar lo dicho con sus
conmemoraciones religiosas en el día cuatro movimiento, que, según
ellos, fue cuando el Sol volvió a moverse. Implícitamente están dicien-
do que hubo un día en el que el Sol se detuvo, que dejó de moverse.
¿Qué se puede pensar de todas estas tradiciones? Es muy fácil
tacharlas de mitos primitivos o* de simples mentiras inventadas por
los sacerdotes para ejercer influencia mágica sobre el pueblo. Sin
embargo, hay una coincidencia que no pudieron haber inventado los
mentirosos, como es el caso de que el mencionado fenómeno parece
haber ocurrido en la tercera edad, y los éxodos hacia el principio de
la cuarta edad.
Los hechos sugieren que hay una secuencia, una correlación
lineal entre la suspensión de movimiento del Sol, hace unos 10,000 a
12,000 años, y los éxodos de grandes núcleos humanos en todas (116)
direcciones. Y esto, además, coincide con el símbolo de Virgo en la
Gran Esfinge, con el símbolo de Leo que es el Sol, y con la edad reco-
nocida del Zodíaco de Denderah. ¿Se puede aceptar todo esto como
una simple casualidad? ¿No será que todas las tradiciones y mitos del
mundo se están refiriendo a un mismo asunto?
Octava coincidencia
El Popo/ Vuh dice:
«...Chi Chen Itzam es su nombre, porque allí fue a dar cuando se
tragó la piedra sagrada la tierra, la piedra de la fuerza del antiguo
Itzam. La tragó y fue dentro del agua...»
Este relato sugiere que un cierto sitio, antes habitado y dedicado
a usos religiosos y sagrados, fue tragado por el agua, seguramente del
mar, recordándonos las leyendas de los Chilam Balamos, que hablan
de las catastróficas inundaciones de todo el Mayab, ocurridas hace
aproximadamente 10,000 o 12,000 años.
Novena coincidencia
La fecha señalada coincide dramáticamente con el principio de
la Cuarta Glaciación que el mundo ha sufrido, fenómeno cuyo origen
y razón de ser o motivos que la produjeron no han sido todavía expli-
cados por la ciencia.
Décima coincidencia
Casi todos los casos en que los números se refieren a tiempo,
computado en años, coinciden con el final de la constelación zodiacal
de Virgo y el principio de la constelación de Leo. Ello nos sugiere que
es en esa época cuando probablemente se produjo el cataclismo que
todos los relatos y leyendas mencionan como algo importante en la
vida de los pueblos.
No deja de ser admirable la coincidencia de que la cabeza de la
Gran Esfinge precisamente simbolice a Virgo, mientras que el pecho
y las garras simbolicen a Leo. (117)
Probablemente el lector ya se habrá dado cuenta de que en ningún
momento se han producido rebuscamientos para ajustar aconteci-
mientos de gran importancia al criterio del autor. Por el contrario,
que acontecimientos y fechas han ido apareciendo por sí solos, de
manera completamente espontánea, debido a que se trata de hechos
reales ocurridos en la historia del mundo, y es así como nos vamos
acercando al tiempo presente.
Seguramente, a medida que avancen las investigaciones serias,
se irán encontrando más y más coincidencias, hasta que algún día se
llegue a conclusiones definitivas e importantes. Resulta inquietante
observar cómo, por medios de investigación completamente ajenos y
hasta opuestos al medio ocultista, se ha encontrado que algo muy
importante ocurrió hace unos 12 o 14,000 años, época en la que algu-
nos estudiosos han situado el hundimiento de Atlántida.
Claro está que abundan quienes niegan que alguna vez haya
existido dicho continente. No obstante, el investigador alemán Hein-
rich Schiiemann, en las excavaciones realizadas el siglo pasado en las
ruinas de la también negada Troya, encontró un ánfora que tiene
la siguiente inscripción: a mi amigo Príamo de Poseidón, rey de
Atlántida.
Coincidiendo con la inscripción citada, siempre se ha supuesto
que Poseidón, entendido como sitio geográfico, estuvo en el Atlántico.
El etnólogo norteamericano L. Taylor Hansen dice que, durante
una conversación sostenida con los indios apaches de Norteamérica,
les mostró algunas fotografías de pinturas de los antiguos egipcios y,
al liegar a cierta pintura mitológica, los apaches reconocieron precisa-
mente a la divinidad a la que estaba dedicada su propia danza ritual
llamada el señor de la llama y de la luz. De esa entrevista resultó que
aquel dios egipcio vivía en el recuerdo de los apaches y hasta con su
mismo nombre egipcio Ammán Ra. Esto hace pensar que ese dios,
considerado como mítico, no viajó de Egipto a América, sino que
tuvo un mismo origen para ambos pueblos en algún sitio cercano a
América, de donde se dispersó la gente hacia los cuatro puntos
cardinales.
Siguiendo Taylor Hansen en su conversación con los apaches, (118)
les habló de las civilizaciones precolombinas de América, y sucedió
que los apaches reconocieron en algunos de los lugares la región de
donde arrancan sus tradiciones, que fue el centro original de su anti-
guo imperio. Reconocieron también al gigante barbudo de Tiahuana-
co, por supuesto sin haberlo visto jamás. Simplemente con las foto-
grafías de Machu Pichu a la vista, los apaches hicieron una muy
exacta descripción de la región, que, según confesaron, siempre la
habían considerado como un mito religioso propio, algo así como su
propio paraíso terrenal donde tuvieron su origen.
Y hablando de Machu Pichu, e implícitamente de los incas,
sucede que el museo StaatUches Museum für Volkerhunde, en
Munich (Alemania), tiene un lienzo de origen inca que fue encontra-
do en la región de Nazca, en Perú. El dibujo consiste en cuatro figu-
ras, que se han interpretado como dioses de la fertilidad y de la fecun-
Templo de las Inscripciones en Palenque, Chiapas, en cuyo interior se
encuentra la lápida conocida vulgarmente como del Astronauta. (119)
Lápida que hay en el interior de la Pirámide Mayor
De Palenque, Chiapas. Esta figura ha sugerido a muchas per-
Sonas la representación de un astronauta manejando los man-
Dos de una nave espacial.
didad, pero en movimiento ascendente. En este caso, los dioses incas
aparecen de manera sumamente parecida a la ya famosa nave y su
piloto, una lápida que hay en Palenque (México) de la que se ha dicho
que es la representación de una nave espacial con su piloto
Sarcófago abierto en el interior de la
Pirámide Mayor en Palenque, Chiapas, Méx. (121)
Efectivamente, en la pirámide que se alza en Palenque, estado de
Chiapas (México), el arqueólogo profesor Alberto Ruz Lhuillier, del
Instituto Nacional de Antropología de México, descubrió el día 15 de
junio del año 1952 un gran sarcófago de piedra roja en perfecto esta-
do de conservación. Lo que especialmente llamó la atención de los expedicionarios fue la losa sepulcral, que es una piedra de 3'80
metros de largo, por 2'20 de ancho y 0'25 cms. de grosor. Su peso
oscila entre cinco y seis toneladas. Pues bien: el bajorrelieve que la
decora representa, para numerosos investigadores, a un cosmonauta
pilotando su astronave. En el interior del sarcófago fueron encontra-
dos los restos de un personaje muy distinto a los mayas.
Obsérvese cuántos datos hay dispersos por el mundo. Pero
todos ellos convergen hacia una misma idea: la de que alguna vez en
el pasado hubo en algún sitio desconocido una cultura muy avanza-
da, que por causas que se ignoran se vio obligada a dispersarse; y
cuando eso ocurrió, debieron de estar presentes viajeros de otros
mundos, que quizá vinieron para auxiliar a los terrícolas en su
momento difícil, consecuencia de la catástrofe.
Pero debe tenerse presente que todo esto de que se ha venido
hablando tuvo su principio en los tiempos de la vigencia de la
constelación de Virgo, y su desarrollo ocurrió a partir del principio de
la constelación de Leo y todo ello corresponde:
1. Al fechamiento que da el Zodíaco de Denderah.
2. A los primeros símbolos de la Gran Esfinge, y
3. A la indicación astronómica que hace el meridiano de la
Gran Pirámide. El asunto, pues, reviste mayor seriedad de la que
generalmente se le concede al juagarlo superficialmente. (122)