viernes, 3 de junio de 2016

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Manuel Belgrano, el prócer que murió pobre


Por Jorge Castañeda Sobre su diáspora osea El Dr. Omar López Mato en su interesante libro “Trayectos póstumos” cuenta la siguiente anécdota: “Belgrano murió en la misma casa donde había nacido. Prisionero tras una revuelta en la provincia de Tucumán, fue enviado engrillado a Buenos Aires, por el infame capitán Abraham González. Las fiebres de la malaria, su sífilis estudiantil y el desencanto de la guerra entre hermanos, lo condujeron a la suerte final. Cuidó de él en sus últimos momentos el fiel doctor Redhead, a quién el general dejó su reloj, en agradecimiento. Belgrano fue enterrado en la iglesia de Santo Domingo. Le hubiese correspondido un lugar más cercano al altar, por las generosas donaciones que su familia había hecho a la parroquia. Pero su fama de masón lo relegó a un sitio más apartado. Debió usarse como lápida el mármol de una cómoda, a falta de dineros para un entierro más digno”. “Pasados los años se agigantó la figura de este notable abogado devenido en entusiasta general. La historia le devolvió la gloria, y la gloria, un postrer reconocimiento. Le fue encomendado al escultor italiano Ettore Ximenes hacer el glorioso monumento que portase sus restos. El 2 de Junio de 1903 se retiró la lápida que lo cubría y uno a uno fueron extrayendo sus huesos para depositarlos en el nuevo sarcófago. Las autoridades en pleno asistieron al acto, interesadas en este póstumo homenaje”. “Como al pasar, el Dr. Estanislao Zeballos, canciller en ese entonces, tomó algunos de los huesos de la mano (los huesos del carpo, ésos que hacen dudar a los aplicados estudiantes de medicina), se los extendió al general Richieri –omnipotente Ministro de Guerra- . Se miraron y como distraídos, se los llevaron al bolsillo de sus sobretodos. Terminado el acto, pensaron que nadie se había percatado de esta inocente toma de souvenirs. No fue así. Al día siguiente los periódicos se hicieron eco de la sustracción. Obligados por la opinión pública, devolvieron los huesos desviados de su definitivo reposo”. Otras versiones aluden no a huesos sino a algunos dientes y con diferentes protagonistas. Tal es así que una carta del Prior de Santo Domingo publicada en el diario La Prensa dice textualmente: “Señor Director de La Prensa. Muy señor mío: El Exmo. Señor Ministro del Interior Dr. Joaquín V. González, que llevó un diente del general Belgrano para mostrárselo a varios amigos, acaba de remitirme esa preciosa reliquia del glorioso prócer de la Patria, la cual está en mi poder y bajo la custodia de esta comunidad, como los demás restos de sus cenizas”. ¡Pobre Belgrano! Sobre su corazón Se ha rescatado una pieza imperdible sobre la autopsia del general Manuel Belgrano. “El Dr. Julián Sullivan quedó atónito ante la general indiferencia de la población y en carta al Dr. Redhead se refiere de esta manera: “el corazón correspondía con las acciones y nobleza de este hombre verdaderamente grande. No tenía señal de enfermedad y era de un volumen que pocas veces se encuentra en investigaciones anatómicas. Experimenté un deseo vehemente de separarlo y prepararlo. Lo propuse a la persona que concurrió conmigo, lo desaprobó y no hallándome autorizado por la familia, abandoné, con sentimiento, los restos de este ilustre y experimentado patriota”. Olvidado pero no tanto Una vieja nota hace justicia al único periodista que se hizo eco del fallecimiento de Belgrano, el increíble fraile de combate Francisco de Paula Castañeda. “Ni la Gaceta, que era publicación oficial, ni el Argos con sus cien ojos, supieron del deceso de Belgrano, ni otro periódico alguno dio la noticias, a excepción del Despertador Teofilantrópico de Castañeda, el cual a los cinco días del luctuoso acaecimiento, trató de despertar a los dormidos porteños. Poco pudo hacer, aunque consta que, en los días 27 y 28 de ese mismo mes, en la iglesia de Santo Domingo, hubo funerales. Por eso pudo escribir Castañeda los siguientes versos inspirados “por su verdad justiciera”: “Porque es un deshonor a nuestro suelo; / es una ingratitud que clama al cielo, / el triste funeral, pobre y sombrío/ que se hizo en una iglesia junto al río/ en ésta ciudad, al ciudadano/ ilustre general Manuel Belgrano”. El río al que alude el Padre Castañeda no es otro que el Río de la Plata y la iglesia no es otra que la actual de Santo Domingo, en la intersección de las calles Belgrano y Defensa”. Mucho queda en el tintero para escribir sobre el prócer. La creación de la Bandera, sobre su hijo Pedro Rosas y Belgrano, su desempeño militar al frente del ejército patrio, pero ya es historia más conocida. “¡Compatriotas! ¿Oísteis? ¡Qué dudamos! –escribía López y Planes- Imitando a Belgrano, nos salvamos”. (*) El autor de la columna es escritor. Valcheta – Río Negro ...de LA NACIÓN Manuel Belgrano, el prócer que murió pobre Un perfil del creador de la Bandera Nacional, al cumplirse hoy un nuevo aniversario de su fallecimiento SEGUIRDaniel BalmacedaPARA LA NACIONVIERNES 20 DE JUNIO DE 2014 • 10:26 39769520 Entre los muchos e interesantes sucesos que tuvieron lugar durante el virreinato de don Nicolás de Arredondo figuran el nacimiento de los primeros trillizos en el Río de la Plata, una complicada invasión de loros en Buenos Aires y la creación del Consulado, una especie de Secretaría de Comercio que debía encargarse de que los precios no se elevaran por las nubes y de que las transacciones comerciales fueran tan legales como lógicas. A fines de 1793 el gobierno encomendó las responsabilidades del Consulado a un joven de 23 años, que acababa de recibirse de doctor en Leyes en España: Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Llegaba un poco enfermo, producto de una sífilis que contrajo en Madrid, y por ese motivo en más de una oportunidad tuvo que solicitar licencias y trasladarse a descansar a San Isidro o cruzar a Maldonado donde -es muy probable-, habrá caminado por las extensas playas de lo que es hoy Punta del Este. Las medidas que tomó Belgrano favorecieron el comercio de Buenos Aires y es probable que a comienzos del siglo XIX, de haber existido las encuestas de opinión, hubiera obtenido altos porcentajes de imagen positiva. Sin dudas, el cargo le calzaba a la perfección. Sin embargo, las invasiones inglesas torcieron su destino. Belgrano fue nombrado capitán y participó al frente de sus hombres en la Defensa de 1807. Regresó luego a sus actividades de escritorio hasta que en 1810 participó activamente en la Semana de Mayo e integró el primer gobierno patrio. Sin perder tiempo, renunció a su sueldo como vocal de la Junta. Debió calzarse otra vez el uniforme y comandar una expedición para convencer (por las buenas o por la fuerza) a los vecinos paraguayos de que debían plegarse a la revolución porteña. "Belgrano tuvo que asumir de manera inesperada la acción militar. Fue nombrado de apuro capitán y fue a la defensa de Buenos Aires en la invasión ingelsa de 1807 " Compartilo Aquella expedición fue un fracaso desde el punto de vista militar, lo que confirma que aún debía acumular experiencia en tácticas y estrategias. Sin embargo, los resultados definitivos fueron satisfactorios: Asunción no se sumó, pero tampoco presentó la oposición tenaz a la Junta porteña como lo hacía Montevideo. A partir de la aventura del Paraguay se ponía en marcha la cuenta regresiva: los últimos diez años, gloriosos, de su vida. El gran episodio, el más célebre de su existencia, tendría lugar en Rosario, a orillas del río Paraná donde se encontraba alistando la defensa contra las incursiones navales de los realistas. Belgrano armó dos baterías que debían cañonear a cualquier barco enemigo que osara cruzar por allí. Por aquel tiempo, las Provincias Unidas del Río de la Plata aún no habían declarado su independencia de la Metrópoli. Por lo tanto, los dos bandos pertenecían al Reino de España y utilizaban las mismas insignias. En un acto de gran osadía para el momento político, Belgrano solicitó autorización para que la tropa utilizara una escarapela diferente a la de las tropas realistas. El Primer Triunvirato aprobó la solicitud y pocos días después, el 27 de febrero de 1812, se despachó con un nuevo comunicado dirigido al gobierno central, en el que informaba que había mandado enarbolar una bandera con los colores de la escarapela en la batería que bautizó "Independencia". Click Aqui Esta vez no consiguió la venia del Triunvirato. Al contrario, para el gobierno porteño, la creación de un emblema y la utilización de la palabra "Independencia" estaban muy lejos de ser aprobadas. Pero cuando la desautorización llegó a Rosario, junto con una bandera realista que enviaban para reemplazar a la celeste y blanca, Belgrano se hallaba en camino a Jujuy, donde se haría cargo del Ejército del Norte. Llegó el tiempo del célebre y sacrificado Éxodo Jujeño, la histórica marcha defensiva y la posterior decisión de presentar batalla en las afueras de Tucumán, cuando los propios tucumanos apoyaron al comandante Belgrano para que no retrocediera un paso más. El 24 de septiembre de 1812 a las ocho de la mañana, minutos antes de que 1.800 patriotas se enfrentaran a 3.000 realistas, Belgrano montaba su caballo de pelaje rosillo. Con tanta mala suerte, que al sonar el estampido del primer cañonazo, el manso caballo se asustó y el general fue a parar al piso. Los soldados que observaron la escena, paisanos muy supersticiosos, sintieron que era un mal presagio. "La creación de la bandera de Manuel Belgrano, uno de sus legados, se hizo pese a que el gobierno porteño no estaba de acuerdo " Compartilo . Sin embargo, la fortuna estuvo del lado de los patriotas. Fue entonces que Belgrano alcanzó el mayor índice de popularidad de su vida y confirmó su estrella cuando repitió el triunfo en Salta, el 20 de febrero de 1813. Como reconocimiento por esta victoria se le concedió un premio de 40.000 pesos en terrenos fiscales que les hubiera permitido a él y a sus descendientes vivir sin mayores apremios económicos. Pero Belgrano pidió a cambio que se dotaran cuatro escuelas en Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán y Tarija (hoy Bolivia). Además, propició la creación de escuelas industriales y fue uno de los primeros en sostener que había que brindar una educación más completa a las mujeres. El ocaso militar de Belgrano comenzó con los reveses de Vilcapugio (1/10/1813) y Ayohuma (14/11/1813). Entregó la comandancia del ejército a José de San Martín y terminó arrestado en Luján, mientras en Buenos Aires lo juzgaban por esas derrotas. Fue absuelto. Viajó a Londres con Bernardino Rivadavia en misión diplomática, regresó en 1816 y pretendió transmitir su entusiasmo por el sistema monárquico a los diputados reunidos en Tucumán. Fracasó en el intento. Reasumió el mando del diezmado ejército del Alto Perú que ya ocupaba un lugar secundario, frente al despliegue del sanmartiniano de los Andes. Según Bartolomé Mitre, "su fisonomía era bella y simpática. Su cabeza era grande y bien modelada. La nariz era prominente, fina y ligeramente aguileña. La boca, amable y discreta. Era escaso de barba, no usaba bigote y llevaba la patilla corta, a la inglesa. Belgrano era de una contextura delicada". El creador de la bandera era rubio, medía poco menos de 1.80 cm. y su piel era rosada. Para sus soldados era "el Alemán" (por ser rubio, vestirse "a la europea" y hablar perfecto inglés). También lo llamaron "Cotorrita" (por usar chaqueta verde, caminar con pasos apresurados y por su voz aflautada). Las enfermedades comenzaron a castigarlo sin tregua a partir de 1817. "De muchos próceres se dice que murieron pobres y no es cierto. Pero en el caso de Manuel Belgrano, él sí, él murió pobre. " Compartilo Llegó a Buenos Aires a comienzos de junio de 1820, muy enfermo, muy dolorido y muy olvidado. Cargando con la sífilis de su juventud, una cirrosis torturante y un cáncer hepático. El general Belgrano murió el 20 de junio a las siete de la mañana. Ese día los porteños estaban enfrascados en cuestiones políticas: se alternaron tres gobiernos en aquel anárquico día de renuncias y asunciones. Al funeral asistieron su familia y un par de amigos, entre ellos el doctor Joseph Redhead, a quien Belgrano le legó su reloj porque no tenía dinero para pagarle los honorarios. Ante la imposibilidad de pagar una lápida, uno de sus hermanos cedió el mármol de una cómoda. De muchos próceres se dice que murieron pobres y no es cierto. Belgrano sí murió pobre. Post publicado por el autor en su blog de LA NACION, "Historias Inesperadas" , sobre relatos, hallazgos y evocaciones LA NACIONSociedad