martes, 19 de diciembre de 2017

DESTELLOS PATAGÓNICOS (12) SELECCIÓN DE RELATOS DE CABO VÍRGENES Y SU FARO


DESTELLOS DEL FARO -SELECCIÓN DE RELATOS DE CABO VÍRGENES Y SU FARO por sergio pellizza 19 de octubre Por Sergio Pellizza – Selección de relatos sobre el Cabos Vírgenes y su faro Prologo Sumergirse en estos relatos inspirados en el punto más austral de Argentina, intenta acercar al lector a las vivencias de un personaje no muy tenido en cuenta en nuestra historia: Como el Teniente de fragata Teófilo de Loqui que, es enviado por el Gobernador Moyano, primer Gobernador de Santa Cruz a ver qué ocurría. En Cabo Vírgenes. Se relata su viaje desde el Rio Santa Cruz al mando de su caballería montada hasta su destino. Donde debería ejercer poder de policía y representar al gobierno nacional. El Teniente Teófilo de Loqui, realizó en realidad ese viaje en 1885. Los escenarios son la geografía clásica de la Patagonia austral en el mes de agosto, donde está presente el viento que a veces ruge, y la nieve que sucede en silencio. Introducción Desde tiempos inmemoriales la codicia por el oro movió a la humanidad a hacer proezas increíbles… y moverse al fin del mundo fue una de ellas...allí todo es belleza natural pero el clima es de una crueldad que solo se soporta con valentía y convicción...1888…ese año con solo esas dos virtudes lo ponen a Teófilo a darle forma legal a la situación...nadie salió victorioso nadie, salió adinerado, pero marcaron hitos imborrables en nuestro mapa y allí esta Cabo Vírgenes lugar más Austral de la Republica Argentina...nada más y nada. Menos que casi el Fin del Mundo.. Prof. Susana Basilico Policía montada en Cabo Vírgenes Parte I – La Partida Por Sergio Pellizza En el extremo más austral de Argentina continental se encuentra una elevada punta acantilada por la cual pasó Hernando de Magallanes, frente al estrecho que lleva su nombre. Llamó a este accidente geográfico “Cabo Vírgenes”, pues ese 21 de octubre de 1520, era el día de “las 11.000 vírgenes.” En esta tierra, poblada de tantas historias y tantos fantasmas, a unos 130 Km de Rio Gallegos, Capital de la Provincia de Santa Cruz hoy se encuentra el Faro de Cabo Vírgenes. Hace poco menos de 140 años en las proximidades del Rio Santa Cruz se comenzaba a delinear esta historia… El joven Teófilo se encontraba admirando esos límpidos amaneceres con alucinantes tonos de colores que casi podían tocarse y notar su textura. Nunca había poder tocar un color, solo aquí en la margen sur del Rio Santa Cruz experimentaba esa sensación. El joven marino disfrutaba todo esto pero, también extrañaba Buenos Aires, por eso esperaba ansioso noticias del irregular buque Villarino que vendría, no se sabía cuando, para relevarlo de su comisión en Santa Cruz. Antes que el buque llegó la carta. Decía más o menos así: Fechada en 1887. “Habiendo tenido conocimiento el gobierno nacional que en el Cabo Vírgenes se han descubiertos yacimientos de oro, lo que ha dado lugar a una invasión de aventureros a esa región. Se considera indispensable que la autoridad nacional esté presente en ese punto. Se ha designado a usted para que, sin pérdida de tiempo se traslade al lugar indicado y tome, en consecuencia, todas las medidas que se relacionen con esta orden, hasta que reciba nuevas instrucciones.” Las instrucciones llegaron poco después, por nota recibida de un chasque enviado desde Punta Arenas (El correo oficial llegaba a Santa Cruz en esa época vía Punta Arenas incluso la correspondencia oficial) Estas eran las órdenes: “Se le ordena tomar las providencias que el caso requiere, empleando los elementos y recursos de que disponga para hacer respetar la soberanía nacional, en ese territorio, estableciendo vigilancia policial. Se le recomienda muy especialmente la prudencia y tacto que debe observarse en este punto fronterizo a Chile, como también en las medidas a justarse a lo dicho. Asimismo queda autorizado a contratar hasta 25 hombres, los que destinara a policía montada. En cuanto a los pagos lo hará usando sus propios medios que puede recoger sobre el terreno, vale decir, el oro, para lo cual queda usted autorizado. Por lo tanto queda usted nombrado para esta comisión. De comienzo lo acompañaran a usted, el ciudadano Arturo Villagrán como comisario de policía y 3 peones. Deberá partir en un plazo no mayor de 48 horas.” El joven Teófilo nunca se había permitido observar una orden. Pero esta… -¿Como hare para cumplimentarla? Nosotros en este hoy pensamos que El gobierno nacional de ese entonces comprometía muy poco, casi nada, en cuidar y afianzar su territorio. El joven seguía pensando en él como, él cuando ya lo tenía ordenado. Preparar un campamento que debía guardar relación con esta orden no era fácil, sobre todo con los muy escasos recursos disponibles, apenas alcanzaban para lo indispensable: Dos chatas cargueras. Una para carpas y bolsos de equipaje y otro para unos pocos víveres secos, como ser arroz para 10 días, galletas para otros tantos, yerba para un mes, dos ollas. Treinta y cinco caballos, mas seis elegidos para monta. A todo esto se agregabas un arreo de 150 bovinos, vacas, toros, terneros; todos criados a campo abierto, muy difíciles de manejar. Estos animales debían servir como reserva y ser utilizados, en último caso en el punto de destino, con prolija rendición de cuentas de su consumo. Los elementos del campamento se reanimarían en el potrero de “Las Salinas”. Un lugar de unas 300 hectáreas abrigada por altas barrancas del lado sur y limitada al norte por el rio. Allí se concentraban la hacienda, la caballada, los carretones y demás elementos. Este sería el punto de partida. Se hicieron los aprestos necesarios y con las últimas horas de sol se hicieron los retoques y una revista minuciosa de todos los elementos. A la mañana siguiente una helada blanca cubría, como un sudario, los pastos, matorrales y laderas del cañadón de la orilla del Rio Santa Cruz. Las matas parecían erizos cristalizados con sus espinas rígidas que al rozarlos, crujían como hebras de cristal. Los animales del arreo apretados unos junto a otros, se prestaban calor; la caballada pellizcando bocados de pasto escogidos se sacudía impaciente por marchar. Cambiando los tonos aparecieron los rápidos sonrojos del amanecer patagónico, después los carmines suaves y, por último detrás de esa superficie blanca y helada, surgieron los primeros rayos del sol derramando toda su vida dentro de ese cuadro de aparente muerte. Aparecieron los pájaros buscando las migas de las galletas que acompañaban al mate de los paisanos. Se fueron apagando los fogones y juntando los últimos enceres de la acampada. Este era el escenario que despedía el ponerse en marcha, la policía montada de Cabo Vírgenes a las 8 horas de esa mañana como estaba previsto. Policía montada en Cabo vírgenes Parte II - Primera misión Por Sergio Pellizza La primera jornada hacia Cabo Vírgenes de esta policía montada, fue lenta por la dificultad del ganado. La hacienda, 150 bovinos se movía despacio. El cuadro que se fijaba en los ojos de Teófilo era inolvidable. En primer término el arreo, la caballada, las chatas cargueras y los jinetes. La senda la hacían al marchar hacia el sur. Hacia atrás quedaba el norte. Quedaban los grandes bajos que arrancando a la izquierda del Rio Santa Cruz y Rio Chico, se extienden hasta San Julián. Estos bajos con más de 100 metros bajo el nivel del mar constituyen la depresión más importante del hemisferio sur. Acamparon en un lugar conveniente para animales y humanos. Día 7 de agosto 188... Así abría Teófilo su diario de campaña. Hora, 7 de la mañana, mucho frio húmedo, por aporte de aire del este. El sol saldrá a las 9 y tendremos media hora de luz de crepúsculo. Como una disposición no ordenada, en esa pereza helada se despertó el campamento; toda la gente de campo sabia sin consultar el almanaque náutico la hora de partir. El sol apareció brillante, con su precisión acostumbrada, en un cielo sin nubes con un cielo azul purísimo, pareciendo que la atmosfera se estremece de contagiosa emoción. Hacia las dos horas de marcha se vió un humo al frente, a la derecha en dirección a Punta Arenas. Teófilo sin pensarlo dos veces se dirigió al humo acompañado por su recientemente nombrado Comisario Villagrán. Primera misión de la policía montada. A unos 4 kilómetros encontraron una carpa y algunos caballos sueltos. - ¡Hola buenos días ¡ ¿Hay alguien aquí? … Se abrió la puerta de la carpa y apareció un hombre de regular estatura cubierto con un quillango, asomaba por entre los pliegues de este una carabina que apuntaba alternativamente a Teófilo y al comisario Villagrán. -Tranquilo Hombre, dijo Teófilo, somos la autoridad Argentina en estos lugares y ¿usted quién es? El hombre dejo de apuntar con su arma a los recién llegados y respondió. -Soy Gerónimo Habit –Oie, ingeniero de minas. Salí de Punta Arenas hace 8 días y me dirijo a Santa Cruz para solicitar pertenencia minera en Cabo vírgenes. -Mucho me alegro Sr. Gerónimo en que respete la ley.- ¿No tiene diarios a alguna noticia del norte? Hace 4 meses que no llega barco a Santa Cruz. -No señor oficial dijo Gerónimo, solo tengo unos ejemplares de “Le Tems” donde se da cuenta del descubrimiento de oro en Cabo vírgenes. En Punta Arenas no se habla de otra cosa. -Como viajo ligero espero alcanzarlos en el Rio Coile. Una hora y media duró la ausencia de Teófilo y Villagrán de la tropa que seguía su lento avance hacia el sur. Los esperaban muchas preguntas de sus compañeros de viaje. Este episodio puso una nota diferente en la rutina del viaje y toda la gente imaginó que juntarían oro en bolsa y que al final todos materializarían sus sueños. Los días 8,9,10 y 11 de agosto, trascurrieron sin novedad y los llevaron hasta las orillas del Rio Coyle. Tuvieron un tiempo excelente. El día 11 a la tarde entraban en el valle con buenos pastos para los animales. Como dice el refrán: “Hacienda bien comida es, hacienda pronto echada”. Dejan a dos hombres a su cuidado y continúan con la carga unos dos kilómetros más arriba, en la falda de una colina cubierta de matorrales de buena leña. El tiempo espléndido que los había acompañado hasta aquí, parecía cansarse de su amabilidad y estaba dando indicios de que cambiaría rápidamente. Los hombres de campo saben leer estas señales y se preparan. Las nubes provenientes del suroeste no se veían amenazadoras. La aguja del barómetro parecía danzar en su cuadrante numerado. El buen sentido común de Teófilo le dijo que escuchara lo que tenia qué decir el viejo peón Eustaquio, nacido y criado en la Patagonia. -Patrón se viene la mala, mejor esperamos hasta qué aclare. -Está bien dijo Teófilo, trasmítale la orden al comisario Villagrán de que disponga el armado de las carpas al reparo, al pié de la colina- No bien este ubicado el ganado que disponga una ronda de vigilancia a relevarse cada dos horas. El viento comenzó a soplar del suroeste con fuerza al atardecer. Como una hora más tarde, comenzó a caer granizo como arroz, descargándose enseguida una fuerte nevada. Teófilo sabía que después de la nevada bajaba mucho la temperatura y todo se congelaba. No era bueno, pero peor era que se levantara viento fuerte, esto sacudiría las carpas castigaría al ganado y los mantendría incómodamente inmovilizados hasta que amainara. Justo esta, es la previsión que se cumplió. A la madrugada comenzó a soplar fuerte del sudeste con mucha nieve, y un frio intenso se dejo sentir. El termómetro marcaba 4 grados bajo cero en el interior de la carpa. La Caballada, con el anca al viento, no se movía. La temperatura afuera era de 8 grados bajo cero y seguiría descendiendo. Con un tiempo semejante no era posible dejar el campamento y continuar hasta el Rio Gallegos. Lo único bueno, en este esperar a que aclare, fue que una tropilla de guanacos, buscando abrigo, se había recostado sobre el campamento que todo cubierto de nieve no les había advertido del peligro del hombre cercano. Ver a estos animales y escuchar despertar el instinto cazador fue cuestión de segundos. Bastaron unos pocos disparos para tener carne suficiente hasta el final del viaje. Parecía una incoherencia, tanto ganado y tener que cazar guanacos para comer carne. Pero Teófilo oficial de marina, con férrea disciplina militar tenia la orden de que el ganado tenía que llegar intacto a destino, era una orden. No entendía bien cuál era el plan del gobierno nacional. Tenía un sobre cerrado que había llegado con las órdenes y que debía abrirlo al llegar. Y así se haría. Mientras el viento y la nieve seguían sacudiendo y enfriando las carpas. La temperatura afuera ya estaba en 16 grados bajo cero. Se cumplía el tercer día de espera en el campamento y 10 desde la partida de Santa Cruz. Policía monada en Cabo Vírgenes Parte 3 – Encuentro con un puma Por Sergio Pellizza Permanecieron dos días en el paradero indio de “Waken Aike”, El comienzo de la senda hacia el Rio Gallegos. La hacienda pudo alimentarse gracias al deshielo que había comenzado y la mayor parte de los 150 vacunos ya comenzaron a echarse. La caballada estaba también se veía bien y el sol brillando en un cielo totalmente diáfano levantaba el ánimo de todos En la madrugada del 18 de agosto todos estaban en pie, las cargas junto a las chatas cargueras y los caballos para ensillar atados a las matas esperando que el sol aparezca. Todos reunidos frente al fuego, se desayunaron con apetito y alegría, los dos grandes elementos de la vida y los peores enemigos de la enfermedad. Tres leguas antes de llegar al Rio Gallegos comenzó a distinguirse en la distancia dos picachos que identifican la parte sur, así como el cerro Guar aiken situados en la costa norte. El pensamiento de Teófilo ahora estaba lejos de sus problemas. Solo se dejaba invadir por el imponente paisaje: Se decía a sí mismo… -Me abro a ti madre tierra y solo dejo que la vista asombrada contemple el poder de la naturaleza. Lo fantástico me penetra y me hace sentir lo que ha producido este cauce. Imagino un inmenso maremoto invadiendo esta parte austral de la Patagonia, levantando una parte del suelo y hundiendo otra y precipitándose las aguas por esos gigantescos socavones, arrastrando cerros. –Que pequeño me siento… Continuó la tropa su rumbo y llegaron a las proximidades del Rio. Lugar donde se abre una gran manga que conduce entre buenos pastizales, a media tarde. Estaban a un kilómetro del “Paso del Medio”, lugar por donde intentaría cruzar el Rio Gallegos. No era aconsejable el cruce. Las planchas de hielo que bajaban por el río y la crecida de este, por el deshielo temprano, los obligó a esperar al día siguiente. Teófilo decidió hacer una rápida exploración rio abajo. Seguía el margen del rio, al tranco de su caballo, acompañado por varios perros juguetones. De pronto su caballo se encabrita y escucha un gemido largo de dolor de uno de los perros detrás de un tupido matorral… Los perros restantes se lanzaron ladrando ferozmente, como flechas tras los arbustos. Dando espaldas a las matas, sentado y en actitud de defensa, estaba un espléndido puma macho con el pelaje erizado, con su fiera cabeza echada hacia adelante y mostrando sus formidables colmillos, listo para deshacerse de los intrusos que habían incursionado en sus dominios. Uno de los perros, de poca experiencia había sido alcanzado por su gran garra; pero por suerte para el can, fue en el costillar izquierdo donde se abrían dos grandes surcos de la cual emanaba bastante sangre, esta herida lo obligó a refugiarse detrás del caballo de Teófilo, ya buscando el revólver en su funda, mientras trataba de dominar el caballo, sumamente nervioso y atendiendo solo a su instinto, que lo instaba a alejarse del peligro. El puma acorralado por los perros no dispara y se limita a su defensa; y cuando puede manotear a alguno, lo sujeta con las garras de las patas y le clava los dientes en el cráneo que queda inmediatamente destrozado por las fuertes mandíbulas. Todo esto tan velozmente que apenas la vista puede seguir el drama. El puma ya enfurecido, había dado cuenta de dos perros, y estos solo le habían infligido algunas leves mordeduras. No obstante el cerco de los perros no aflojaba ni un instante, seguían hostigándolo contra el matorral. Teófilo, ya con el caballo casi dominado y el revólver en la mano, solo buscaba un Angulo para disparar sin herir a los perros. Hizo un disparo al aire que abrió un claro en el cerco, apuntó rápidamente y disparó. La bala se hundió en pleno pecho del puma. Y al recibirla pegó un gran salto y cayó revolcándose en una peligrosa agonía para los perros, que se lanzaron de inmediato sobre el animal herido de muerte pero que, aún conservaba fuerzas para liquidar al que se acercara, por suerte no fueron heridos por las formidables garras que, en ese postrer momento abrían surcos en el pasto. Teófilo se encontraba a un kilometro del campamento y deseando aprovechar lo que fuera posible del puma, hizo una fogata con mata negra y pasto verde para hacer humo. Al poco tiempo llegaron un par de peones a quienes ordenó cuerear al puma y sacar los costillares. La carne de puma podía comerse asada, según había escuchado y decidió probarla. Comentó después que, aunque algo dulce era bueno. Le dio un buen trozo a probar al ingeniero de minas Habit-dOie de Lieja que solía acercarse al campamento, sobre todo a la hora de comer y casi nunca a la hora de cooperar con alguna tarea. Decía siempre lo mismo. -Yo tener sirviente, para eso pagar. –Yo pienso –Yo calcular y hago trabajo intelectual, para eso yo estar acá. –Yo representar grandes capitales. Teófilo se dijo para sí. -Esta es una muestra de los tipos que, en su mayoría iguales o peores, llegaron por docenas a esta parte austral de la Patagonia. –Menuda tarea tenía su policía montada ya casi a la vista. Esa noche Teófilo anotaba en su diario. 19 de Agosto 2100 horas viento suave del oeste temperatura 3 grados bajo cero. Novedades: -En esta zona del Gallegos y el Coyle es muy grande la cantidad de pumas que hay, al extremo de ser un problema difícil de resolver su extermino, para poder poblar con ovejas esos campos. -Hoy cazamos uno. El rio sigue crecido esperemos que baje algo para mañana e intentar el cruce por “Este paso del medio” El Rio Gallegos transitaba nervioso el curso que había tardado miles de años en modelar y sus aguas continuaban viajando como este relato hacia el mar… donde al final todos los ríos se terminan de encontrar. Policía Montada en Cabo Vírgenes Parte 4 - La llegada Por Sergio Pellizza Con la hacienda y la caballada bien alimentada, el fogón encendido y suficiente carne de guanaco y también de puma, que habían cazado la gente estaba contenta. Se hacían comentarios sobre el Río Gallegos que a la vista estaba aún crecido y seguía haciendo desfilar planchones de hielo en su tránsito hacia el oeste. Teófilo se sentía con confianza de poder cruzar por ese paso mañana. Una medida que había hecho colocar en un remanso, indicaba que en unas horas había bajado como 30 centímetros. Así fue que a media mañana del día siguiente encararon el cruce después de verificar que el agua no llegaba a más de medio costillar de su caballo. Los planchones de hielo ofrecieron cierta dificultad al provocar el arremolinar de la hacienda, pero se pudo cruzar ese último obstáculo. El cruce del paso del medio fue realizado con cuidado e insumió bastante tiempo y energías a todos. Por eso Teófilo decidió acampar de este lado del rio, planeando salir de madrugada para llegar hasta el próximo paradero llamado “Cañadón de los Frailes” distante 12 leguas. Emprendieron la marcha bien temprano. La pampa que se extendía enfrente, algo ondulada hasta el Estrecho de Magallanes podía hacerse sin mayores dificultades. Forzando algo la marcha llegaron al “Cañadón de los Frailes”. Allí dejaron que la hacienda descansara, se alimentaran y se prepararon para las últimas etapas. A partir de este Momento Teófilo, ya bastante libre de dificultades tuvo tiempo de pensar en su misión. Comenzó a repasar todos los detalles que tenía… como información acompañando las órdenes. Sabía que todo esto, se había originado en la varadura y posterior naufragio de vapor Artique en 1884. Justamente en Cabo Vírgenes su destino. el vapor encallado Artique después de ver que no podía ser rescatado, tomaron la mercadería que aun podía servir y lo abandonaron. – El buque termino siendo saqueado de todo lo que podía ser útil. Uno de los últimos en llegar fue el cazador Tehuelche lukache, hijo del cacique foyel y una cautiva cristiana. -Lukauche llegó tarde, menuda desilusión, al ver que las cosas que pudo juntar excavando en la arena, carecían de valor alguno para vender; cuando de pronto vio brillar algo entre el pedregullo, multitud de arenillas doradas. “¿Será oro?’” pensó enseguida el indígena. -“No creo, ¿de dónde oro en esto páramos?” Pero juntó un puñado de arena en la palma de la mano y comenzó a examinarlo. Aquello era oro… Lo mostró después a otros: Efectivamente era oro de ley. El codiciado metal llenó en un periquete la fantasía de cuando aventurero andaba en cien leguas a la redonda. La noticia voló. Enseguida se supo en Punta Arenas. Luego en Santiago y Buenos Aires. ¡Oro en Cabo Vírgenes¡… Los cables vibraron con la noticia electrizante. Se formaron compañías para la explotación del codiciado mineral. Los diarios mantuvieron encendida la llama de la esperanza. Pero las empresas auríferas tuvieron éxito al comienzo y luego fue menguando la cantidad de oro extraído. Varias fracasaron en el intento no obteniendo ningún resultado económicamente aprovechable y se fundieron. De cualquier manera la fama de Cabo Vírgenes, se quedó por un tiempo más, alimentada por la prensa interesada. A principios de 1885 se difundió rápidamente la noticia descubrimiento de oro en la zona, provocando la llegada de buscadores y empresarios deseosos de explotar el rico metal, quienes formaron un incipiente y precario poblado. El Gobernador de Santa Cruz, Carlos María Moyano, envió en 1885 al teniente de fragata Teófilo de Loqui a mensurar la zona poblada de cabo Vírgenes y trazar el futuro pueblo, pero la actividad minera había decrecido porque no existía la cantidad de oro que se había pensando, y las ganancias no compensaban los gastos. Teófilo de Loqui es lo que encuentra a su llegada, un precario caserío. Registra en su plano las escasas viviendas existentes, figurando la Policía montada como única autoridad gubernamental. Además, con fecha 1º. de agosto de 1888 informa: "Las pocas casas de comercio establecidas están liquidando sus existencias, por haber disminuido considerablemente el número de lavaderos; poco interés demostraron estos pobladores en solicitar solares, ya que puede preverse el día que todos se retirarán." A pesar de todo esto la Patagonia Austral siguió dando señales de existencia. Don Ramón Lista, segundo gobernador de Santa cruz decide trasladar la capital del territorio, que funcionaba en Puerto Santa Cruz, a Rio gallegos en 1888, con el objeto de vigilar mejor las riquezas auríferas de Cabo Vírgenes. El traslado jurídico de la capital sólo se realizó por ley del año 1898 y es ratificado el 19 de mayo de 1904 cuando el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el decreto respectivo. Algo tarde para proteger el oro que ya no estaba pero, a tiempo para consolidar el territorio nacional, diciendo tímidamente desde Buenos Aires. Estos lares también son Argentina. Esta voz queda de presencia, se vio amplificada en el grito de gente como El Perito Moreno, Piedra Buena, Moyano, Lista y Teófilo de Loqui, a quien acompañamos en su viaje hasta el extremo más austral de Argentina. Este grito dice nada más y nada menos ¡EL SUR TAMIEN EXISTE! Más tarde se decidió poner un nuevo hito en este lugar argentino. El punto inicial de la ruta más larga,, La Ruta Nacional nº 40 "Libertador General Don José de San Martín" La ruta recorre 5194 km:comienza aquí en Cabo Vírgenes Santa Cruz, atraviesa 21 parques nacionales y termina en Bolivia. Para que también se vea, este grito, el 15 de abril del 2004 el Faro Cabo Vírgenes decía con su voz luminosa de destellos blancos cada 5 segundos. EL SUR TAMBIEN EXISTE, EL SUR TAMBIEN EXISTE. LA QUIMERA DEL ORO EN CABO VÍRGENES Por Sergio Pellizza Las altas presiones reinantes en los cuatro horizontes habían inmovilizado el viento convirtiéndolo solo en una masa de aire quieta. Sobre el Chalten lo que había quedado de un viento del oeste charlaba intrascendencias como siempre lo hacía con el monte sagrado. Este aire decía: -Sé que es aburrido Chalten, pero al no poder moverme no tengo novedades para contarte. - No durará mucho, contestó el monte. Mientras esperamos a que te muevas… - ¿Te acuerdas del naufragio del vapor francés Artique? En 1884, tiempos humanos. No embocó la entrada del Estrecho de Magallanes y quedo varado en un banco frente a Cabo Vírgenes por la niebla?... -Sí que me acuerdo dijo el aire quieto.- Interesante historia para recordar y pasar el tiempo esperando que la bendita temperatura haga lo suyo y me permita moverme dando espacio a la entrada de bajas presiones que me permitan moverme. -Según recuerdo dijo el monte, el vapor encallado Artique después de ver que no podía ser rescatado, tomaron la mercadería que aun podía servir y lo abandonaron. – El buque termino siendo saqueado de todo lo que podía ser útil. Uno de los últimos en llegar fue el cazador Tehuelche lukache, hijo del cacique foyel y una cautiva cristiana. -Así fue dijo el aire quieto, menuda desilusión de Lukache, al ver que las cosas que pudo juntar excavando en la arena, carecían de valor alguno para vender; cuando de pronto vio brillar algo entre el pedregullo, multitud de arenillas doradas. “¿Será oro?’” pensó enseguida el indígena. “No ¡de donde oro en esto páramos¡” Pero juntó un puñado de arena en la palma de la mano y comenzó a examinarlo. Aquello era oro… Lo mostró después a otros: Efectivamente era oro de ley. El codiciado metal llenó en un periquete la fantasía de cuando aventurero andaba en cien leguas a la redonda. La noticia voló. Enseguida se supo en Punta Arenas. Luego en Santiago y Buenos Aires. ¡Oro en Cabo Vírgenes¡… Los cables vibraron con la noticia electrizante. Se formaron compañías para la explotación del codiciado mineral. Por varios años los diarios mantuvieron encendida la llama de la esperanza. Pero las empresas auríferas tuvieron éxito al comienzo y luego fue menguando la cantidad de oro extraído. Varias fracasaron en el intento no obteniendo ningún resultado económicamente aprovechable y se fundieron. De cualquier manera la fama de Cabo Vírgenes, se quedó por un tiempo más, alimentada por la prensa interesada. Pasó el Estrecho de Magallanes y, como se hallaron vestigios de oro más al sur se prosiguió la búsqueda en Rio Cullen, en San Sebastián y en cuanto rincón fueguino tuviera visos de ser depositario de tan codiciado metal. Los cateos en las nacientes del Rio Anita. Un modesto riachuelo que nace en los turbales de los altos, al oeste de la isla Grande de Tierra del Fuego y luego de recorrer unos 100 kilómetros entre bosques y pantanos, desemboca sin pena ni gloria en el Estrecho de Magallanes. Las hábiles maniobras de quienes se encargaron en ese momento de seguir aprovechando el mito de los incautos hasta llegaron a sembrar oro en el lecho de este rio que paso a convertirse en “Rio Oro”. Que no era más que un fraude y del oro de ese rio solo quedo el nombre. A todo esto lukache, el indígena que descubrió los primeros vestigios auríferos dejó una huella que podemos intuir fue muy nebulosa. De acuerdo a la pertenencia de raza los historiadores le han conferido diversas habilidades: los que lo creían araucano sostenían que era simpático y de buena predisposición a parlamentar. Los demás dicen que era un tehuelche indómito, de temperamento guerrero, obstinado y rebelde. En lo que todos coinciden es que era un eximio cazador de avestruces y guanacos y que su habilidad sobre el caballo y con las boleadoras le granjearon un rápido respeto por parte de amigos y enemigos. Cómo logró amasar una considerable fortuna en oro, joyas y abundante plata, es un misterio que aún no se devela. Como tampoco se ha podido saber La suma de estos hechos alimentaron con rapidez la leyenda. La más conocida sostiene que su tesoro de incalculable monto fue enterrado en las laderas del Cerro Fortaleza que se ubica a la vera de la Ruta 258, entre las poblaciones de El Foyel y El Bolsón. Vanos han sido los intentos por localizar el tesoro tantas veces evocado por viajeros y viejos pobladores. Las pistas conducen a ese lugar de accedo sencillo pero, quien se atreve, generalmente solo a ubicarlos, irremediablemente muere en el intento y, en consecuencia, prosigue el misterio sobre su exacta ubicación. La tentación a saquear su tesoro es tan vieja como la historia. Las afiebradas mentes que lo han intentado encontrar no han regresado de semejante empresa, pero, al no haber comentado a nadie su secreta ambición y partida, nadie ha atado a ese motivo la muerte y desaparición del buscador de tesoros. Sin embargo la idea de la veracidad de su existencia trae año a año a diversas personas en busca del tesoro inexpugnable que sigue virgen en el cerro Fortaleza. Algunos investigadores afirman que en realidad lo que sucedió es que lukache accedió a una de las entradas de la Ciudad Encantada y paulatinamente fue saqueando aquellos tesoros para ocultarlos en esa formación rocosa del Cerro Fortaleza, bautizado así por su inexpugnable ubicación. Esto sumaría a la leyenda un elemento más para su perfecta credibilidad: lukache no sólo sabía la ubicación de aquella mítica ciudad sino que logró salir con vida y con tesoros y ocultarlos tan bien que hasta la fecha permanecen ocultos. De repente el aire quieto se convierte suave briza, luego viento fuerte. La temperatura había comenzado a movilizar los centros de alta y baja presión a su natural manera, de hacer que todo se mueva acuerdo a la natural armonía de la zona. El viento del Oeste con una cómplice sonrisa de complicidad se despide del Chalten y le dice: -Nosotros solo sabemos donde están eso que los hombres llaman tesoros y que será un misterio para los humanos hasta que lo descubran. Pero sería deseable que valorizaran mucho más los verdaderos tesoros que tienen a la vista, tan cerca como el hermoso paisaje y pocos se dan cuenta de su existencia. La imagen puede contener: 1 persona, cielo, texto y exterior Me gusta Mostrar más reacciones

DESTELLOS PATAGÓNICOS (11) -La última y lejana esperanza de de Lucilda


LA ULTIMA Y LEJANA ESPERANZA DE LUCILDA 21 de octubre LA ULTIMA Y LEJANA ESPERANZA DE LUCILDA Por Sergio Pellizza Lucilda de 9 años desde que tenía memoria, siempre en cada uno de sus recuerdas estaba presente el agua. Nació y crecía en las orillas del rio Guadalquivir. Sur de España, cerca del Puerto Sanlúcar de Barrameda, Provincia de Andalucía. Única hija, sus padres tenían una quinta parte de un terreno que cultivaban y les arrendaba el señor feudal de la comarca, a cambio de las 4 quintas partes restantes de lo que producían. Se esforzaban en cultivar la parcela trabajando de sol a sol, apenas les daba para comer, cuando ninguna catástrofe climática ocurría. Cuando el tiempo no era bueno directamente pasaban mucha hambre. Así perdió a dos hermanitos por desnutrición. Ella tuvo suerte. Nació en buena temporada de generosos cultivos que se mantuvieron hasta el año anterior donde lluvias torrenciales arruinaron los cultivos y sobrevivieron comiendo raíces y lo que fuera comible. Un mañana su padre llegó del puerto con una noticia. Estaban reclutando colonos para poblar un lugar distante donde, se decía. Allí hay tierra abundante para todos... No, la quinta parte de una parcela… Es tierra virgen que está disponible con inmensas superficies para todos, decían… El padre dijo. No será fácil, pero no podrá ser mucho peor que aquí… Tendremos una esperanza… Aquí no tenemos ninguna. El viento del este comenzó a hinchar las velas en ese luminoso día de septiembre rumbo hacia el poniente desde el Puerto. La familia no sabía dónde iba a terminar el viaje. Si entendieron que las dificultades se presentaban de comienzo. A poco de partir una fuerte tormenta los obligó a refugiarse en el puerto de Cádiz. Pudieron retomar el viaje recién en diciembre, siempre en dirección al poniente. También sabían que había un grupo de más 170 colonos entre hombres, mujeres y niños, muchos soldados y marinos. La travesía de la flota fue lenta y en varias oportunidades tuvo que soportar el embate de varios temporales. Lucilda no se amilanaba, le encantaba saborear el mar e incluso lo admiraba cuando estaba enojado. De alguna manera sabía que era su amigo y no le haría daño. Acostumbrada a tantas privaciones, la vida a bordo le pareció casi placentera. Escuchó decir a los marineros que harían una escala en un lugar que llamaron Cabo Verde. Un lugar hermoso lleno de pájaros y muchas plantas que no conocía. Pensó: -Ojala que el lugar donde vamos sea como este. Después de muchas semanas que se hicieron meses, de solo mar y cielo, llegaron a otro lugar donde se quedaron más tiempo, lleno de plantas y pájaros de colores que dijeron se llama, Rio de Janeiro. Lucilda seguía alimentando su esperanza y se repitió de nuevo. -Ojala sea como este Rio de Janeiro el lugar donde vamos. Pudo disfrutar de este paraíso tropical hasta que su madre contrajo una enfermedad, dijeron era la fiebre. Tenía temperatura y nauseas. Ella la cuidó hasta que falleció. Fue sepultada cristianamente. En este momento Lucilda tomó conciencia de que su padre era su única familia y que ambos debían cuidarse mutuamente… Las velas volvieron a hincharse, esta vez con viento proveniente del norte. También notó que el sol salía por la izquierda del barco y se ponía por la derecha. Esto significaba según comentaron otros colonos que la dirección de su destino ahora era el sur. A media que pasaban los días y podía verse la costa, esta se notaba menos verde y hacia más frio. Justo en el día en que cumplió 12 años ese 1 febrero de 1584 les informaron que habían llegado a la boca del estrecho de Magallanes. Ese día tuvo un abrazo grande de su padre y una pulsera de cuerda de Pedro, su único amigo a bordo unos pocos años mayor. Se veía casi un niño con sus 14 años al iniciar la travesía. Ahora se veía como un guapo mozo de 17 años. Las miradas de este día eran diferentes… Lucilda estaba creciendo y su cuerpito de niña también estaba cambiando. Nuevas formas se asomaban para comenzar a modelar su cuerpo de mujer. Su padre también notaba los cambios y estaba siempre cerca de ella para protegerla… no entendía bien de qué, pero se dio cuenta que también Pedro estaba cerca y sintió también esa sensación de protección pero con un sabor diferente. Inician la navegación hacia el poniente. No avanzan mucho, el fuerte viento del oeste los pone después de dos días de pelearlo, de nuevo en el océano atlántico. Finalmente deciden atracar en la costa. El lugar hoy se llama Punta Dungenes y es el extremo austral del Continente Americano. El lugar de desembarco es una playa de canto rodado, de aproximadamente 7 kilómetros, que se extiende desde Cabo Vírgenes, por el norte hasta Punta Dungenes por el sur. El panorama es una planicie poblada de matas y como telón de fondo el escalón de la meseta. No era este el sitio de la esperanza Lucilda, pero esa esperanza seguía viva se apretaba a la de su padre y también a la de Pedro su amigo de abordo. Eran como tres llamitas intentando permanecer encendidas en este confín del mundo luchando contra el viento que no deseaba apagarlas, solo quería demostrarle su propia fortaleza. La tenían, potenciándose mutuamente. Tres grandes fortalezas: Una que venía desde el origen, el amor de su padre y dos nuevas que estaban naciendo, el amor por Pedro y el amor a esta nueva tierra, que Pronto les brindo un par de manantiales de agua pura en el faldeo de la meseta y un pequeño cañadón protegido. Era el día 11 de febrero de 1584. Lo que era un rudimentario caserío, fue fundado solemnemente con el nombre de Ciudad del Nombre de Jesús por Pedro Sarmiento de Gamboa. Las inclemencias del tiempo y las disputas de poder entre los hombres no dejaron que estas esperanzas sobrevivan más de 3 meses y medio en el lugar. Tuvieron que buscar otro sitio y en el intento pereció la última esperanza de Lucilda. Así nacía, y moría, hace más de 400 años, el primer asentamiento urbano en lo que es actualmente territorio de la provincia de Santa Cruz.

DESTELLOS PATAGÓNICOS (10)-Sumario en el galpón de esquila-


SUMARIO EN EL GALPÓN DE ESQUILA 28 de octubre SUMARIO EN EL GALPÓN DE ESQUILA Por Sergio Pellizza Con el tardío crepúsculo de ese mes de noviembre, donde el sol pugnaba por irse a descansar cada vez mas tarde, entrega su abanico de espectaculares rojos que espejeados en las nubes medias, parecían el fin del grandioso espectáculo, en este tremendo escenario natural de Patagonia Austral. Casi al anochecer un cabo de la policía provincial llegó a la estancia. Andaba buscando a una persona, de la que se decía que la semana anterior había dado muerte a otra en una pelea de campo. Tenía como protagonista a un esquilador y un ovejero. Uno se encontraba sepultado en el pequeño cementerio detrás del molino viejo y el otro simplemente no estaba. Luego de hablar unos minutos con el administrador y acompañado del capataz se dirigió al galpón de esquila, donde se había terminado la limpieza de la ardua jornada y los trabajadores tomaban los últimos mates previos al asado. El cabo de policía parecía no tener mucha prisa en encontrarse con el prófugo por lo que decidió cenar y pasar la noche con la gente. El hecho de sangre, no era una rareza en esa época, tenía como escenario ese mismo galpón de esquila. Una firme estructura de madera y chapa de zinc acanalada afirmada al piso con cemento. Imprescindible reciento diseñado para la esquila y almacenamiento de los fardos de lana. También servía fuera de la época de esquila en lugar de esparcimiento donde se ubicaban, cumpleaños, casamientos, velorios y cuanto hecho importante requería un espacio cubierto. Este lugar también alberga las noticias y comentarios de los establecimientos vecinos y cercanos. Es el templo y el taller del ovejero, pero también su distribuidor de discordias y chismes qué cada uno después comenta frecuentemente aumentado y corregido. En el galpón se sellan amistades nuevas y también se pierden, las antiguas; se reconcilian entre enemigos o se matan entre amigos. Y así de galpón en galpón, de una frase carente en si misma de importancia pero, que la indiscreción agranda, se va formando un escándalo de proporciones que, tarde o temprano puede terminar en tragedia. El cabo de policía sabía, por haber sido en sus mocedades ovejero, como eran estas cosas. En esa época en la Patagonia Austral, el concepto de la hombría, tenía los ingredientes del gaucho de ley. Una ofensa hacia al honor solo podía ser limpiada de una sola manera. El duelo criollo. En estos incidentes no se recurre al envío de padrinos que aclaren el alcance de la ofensa, ni al “civilizado” duelo de la ciudad grande, como el cabo de policía había leído en los diarios que llegaban con meses de atraso, pero llegaban. Nada de testigos, médicos, espadas esterilizadas y siempre sin muertos ni heridos graves. -Totalmente ridículos, pensaba el cabo de policía, -Unas pocas gotas de sangre no alcanzaban a lavar ningún agravio. El duelo criollo es salvaje, trágico, quizás repudiable, pero la hombría se juega en serio. En el los protagonistas van a la pelea ciegos, sin pensar en las consecuencias de su actitud. Tampoco les interesa de parte de quien esta la razón. Más que nada los guía un mal entendido amor propio, ya que el eludir la pelea le pondría la imborrable etiqueta de cobardes en la frente, como una marca de yerra en el ganado. El cabo de policía entre mate y mate, por puro formulismo formuló las preguntas de práctica para el sumario. -¿Alguien sabe si paso algo por estos lados la semana pasada? -Se comentó en el boliche del español que habría habido un duelo. -¿Algún testigo que pueda contar lo sucedido para el informe? Solo encogimientos de hombros generalizado como diciendo a coro, nadie aquí sabe nada. -Bueno entonces tomaré algunos nombres para el registro y en el acta dirá que aquí no ha pasado nada. Sin más tomo los nombres de cuatro paisanos próximos y siguió el mate circulando su rueda… El cabo de policía, sabía bien lo que había ocurrido. Había sido una pelea limpia. Sin ventajas, el motivo no importaba. La Patagonia Austral es una tierra llena de argumentos, lugares salvajes, personajes osados y climas extremos. En esos tiempos donde recién comenzaban a alambrarse los campos, una tierra sembrada de ovejas que pastan en mesetas que parecen no tener fin. Un puñado de hombres de a caballo que arrían centenares de animales hacia los corrales. Enormes galpones de esquila, una puerta de madera da paso a los animales hacia el interior, en donde son tomadas una a una para despojarlas de su lana. Los hombres se desenvuelven con gran habilidad para manejar a los animales que ingresan, pelarlos en un par de minutos y largados nuevamente por una manga hacia el exterior. Todo está perfectamente sincronizado. El vellón va a parar a una mesa en donde se separa por calidad y de ahí a la prensa que los prepara en fardos que viajan en carretones hasta los buques que los trasportan a los lugares de hilado. Inglaterra o algún país de Europa. Las ovejas esquiladas salen a los saltos y se alejan hacia el campo hasta donde los perros las puedan volver a arriar. Los puntitos blancos se multiplican en la meseta y desaparecen detrás de las hileras de álamos. Cerca del molino viejo, en el pequeño cementerio de la estancia. Una modesta cruz de madera de lenga dice; Belarmino Saldivia, nombre que prontamente borrara el tiempo, y solo el paisaje recordará quien fue y porque murió. El viento que nunca olvida, dirá de vez en cuando que sin importar la razón, Belarmino Saldivia no se le achicó a la diferencia. 29 Octubre 2017

DESTELLOS PATAGÓNICOS.(9) -El paisano gringo de a pié-


EL PAISANO GRINGO DE A PIE 1 de noviembre EL PAISANO GRINGO DE A PIE por Sergio pellizza El paisano gringo de a pié Por Sergio Pellizza El hombre venia caminando por el camino de ripio que une Puerto Santa Cruz con El calafate. Se veía acercar con un paso ágil y rítmico. Cuando estuvo al lado de la fogata que los ovejeros habían encendido a la vera del camino, notaron un joven y fuerte cuerpo, casi de atleta, pero el acordeón de arrugas en su frente insinuaba una patética historia de sufrimiento y ambiciones suprimidas. Eso lo notó don Zenón al toque, el encargado de los carretones de lana rumbo al puerto y antes de que terminara de decir… -Buenas noches, ¿permiten que me quede con ustedes para calentarme en este fuego? Don Zenón mismo respondió… -Claro hombre, arrímese al fogón y tómese unos mates mientras el asado se pone a punto. De inmediato, mientras el hombre se quitaba su pesada mochila y no terminaba aun de acomodarse cerca del fuego, Don Zenón disparaba como ametralladora preguntas sin interrupción. -¿De dónde vine amigo? ¿A dónde va? -¿Que le paso a su caballo? , -¿por su acento es español, verdad? -¿Busca trabajo?... El joven hombre con toda tranquilidad, una vez que se hubo acomodado dijo: -Con gusto responderé a lo que deseen saber vuestra generosa hospitalidad lo hace necesario. - Sí, soy Español me llamo Francisco Fernández, pero díganme Paco. – También soy ciudadano francés desde no hace mucho. –Vengo de África del norte. – Después de tomar varios barcos. Enganché este vapor que venía a Argentina, Buenos Aires a descargar telas y otros productos manufacturados de elaboración inglesa y después a este puerto de Santa Cruz a buscar la lana que ustedes llevan para traer en el próximo viaje las telas y ropas ya hechas. -Disculpe la interrupción amigo dijo Don Zenón. -¿Pero porque camina? -¿No sabe andar a caballo?... La gente de estos lugares no ve bien a los caminantes, creen que están medio locos. - Se andar a caballo, repuso el joven. Pero prefiero caminar. –Las propias piernas son más confiables que nada. -Pero amigo, esto es Patagonia. Por más que le guste caminar las distancias son muy largas, hace frio, hay viento. Aquí el caballo y el perro ovejero son nuestros más fieles servidores no podríamos arriar a estos cientos de ovejas que vienen acompañando la caravana de carretas sin ellos. -Entiendo todo eso Don Zenón y como pienso quedarme en esta hermosa tierra que no vi nunca, pero que en mis sueños aparecía siempre, cuando pueda, me comprare un buen caballo. - Hace casi un mes que camino desde puerto Santa Cruz y me encontré con otros paisanos siempre hospitalarios pero todos iban a la costa, al puerto a llenar las insaciables bodegas que parecían alimentarse de fardos de lana. – Yo estoy ansioso por ver los glaciales y tomar sus aguas. Sufro una dolencia que estoy seguro terminara de curarse allí en ese lugar que veo en mis sueños. – Ustedes son unos privilegiados viven en un lugar maravilloso. -Les contare algo más porque deseo que me conozcan como soy y aspiro además de ser merecedor de su hospitalidad. Espero tener amigos que no se mueran en mis brazos. - Era boxeador peso pesado en Barcelona, tenía 19 años una pegada de izquierda que según los entrenadores nunca se había visto. A los 20 años profesional con ninguna derrota. El dinero, las malas compañías no tardaron mucho en meterme en un gran problema del que solo pude salir alistándome en la Legión Extranjera Francesa. Sin preguntas me admitieron de inmediato. Pase las pruebas y después de tres meses de instrucción fui destinado a Marruecos en África, un mar de arena con sofocante calor de día y fuerte frio de noche. – Mi buena condición física me permitió soportar los 88 pasos por minuto, lo máximo que se puede permite caminar en arena por horas y horas. Lento pero muy lejos decía el reglamento. Al cabo de 3 años fui herido en batalla. Una bala destrozó mi hombro izquierdo. Así y todo pude sacar al oficial al mando de la compañía de la zona de fuego. Me condecoraron por eso y me dieron la nacionalidad francesa. En mi largo periodo de recuperación. Pensé que haría con mi vida y allí aparecieron los sueños de esta Patagonia. –Simplemente me dije. Allá vamos Patagonia austral, y aquí estoy respirando esta geografía que es el espacio de mis sueños. La paisanada escucho e relato en silencioso respeto y por la mirada de don Zenón entendieron que el tiempo de preguntas se había terminado. Gustaron un exquisito asado de capón, regado con la apropiada cantidad de vino para bajar la grasa. Y en medio de la charla informal posterior a tener la panza llena. Don Zenón le dice al joven Paco. -Mire amigo le propongo un trato que a lo mejor le conviene. -Tenemos dos ovejeros lastimados por un accidente cuyo estado está empeorando. Pensamos que lo mejor para ellos es regresar a una estancia cercana donde hay medicinas y quizás le convenga regresar con ellos. No le ahorra tiempo pero si viajará mas cómodo y su ayuda para el conductor de la carreta será muy apreciada. -Gracias Don Zenón por darme oportunidad de ser útil. Esta tierra y su gente desde que desembarque siempre me han dado sin pedir. Algo que nunca me paso antes y le digo que me llena el corazón de alegría. Además de ayudar al conductor le comento que estudie 3 años de medicina y perfeccioné mucho mis conocimientos en La legión Extranjera. – Veré de inmediato a los heridos. El primer herido tenia fractura de tibia mal entablillada, aún se podía arreglar. El otro tenía un pie aplastado por un eje de carro que le cayó encima. Este último era más complicado. El botiquín solo traía alcohol vendas tintura de iodo y árnica. Casi nada para lo que tenía que hacer. De todas maneras decidió que debía cortar el pie antes de que aparezca la gangrena y restablecer el eje óseo en la fractura de la tibia. Hablo con Don Zenón y decidieron atrasar la tropa unos días mientras se realizaban estas operaciones. Paco traía como recuerdo un par de pinzas hemostática una tijera y un viejo bisturí. Los saco enseguida de su mochila, pidió que los hirvieran bien. Como no tenia cierra pidió que le hicieran dientes a un cuchillo mediano, y al rato la luz de los faroles en una carpa preparada lo mejor posible comenzó a operar. Fue doloroso, pero el de la tibia rota no rengueó nunca. Y el del pie cercenado, tiempo después el patrón le hizo hacer una prótesis y camina y monta casi normal. En ese momento sintió el abrazo de amor de la Patagonia, fuerte y frio que lo envolvió y lo aceptó totalmente. En ese instante dejó de ser Paco el Español con ciudadanía francesa. Pasó a ser Paco el Patagónico argentino. Un gaucho de a caballo y dos perros ovejeros. Sergio Pellizza

DESTELLOS PATAGÓNICOS (8) -Había una vez en el sur del sur-


HABIA UNA VEZ EN EL SUR DEL SUR 6 de noviembre HABÍA UNA VEZ EN EL SUR DEL SUR POR SERGIO PELLIZZA El escritor Rumano Elie Wiessel, Premio Nobel de la Paz en 1986. Dijo lo siguiente:” Dios hizo al hombre porque adora los cuentos”, escribe entonces. En la tierra, el mar, el aire. Solo escribe. No podemos traicionar esa razón. Cada uno a su manera, cada uno con sus herramientas, hemos venido a este mundo a contar, a contarnos los unos a los otros. Pero esto tiene una condición previa. La de vivir, el de estar presentes en nuestra existencia, el de comunicarla con la de los otros. Si nos aislamos de nuestros semejantes, anestesiados por una conexión tecnología intrascendente que termina por deshumanizarnos, desconectarnos, con la prioridad de exigencia del “todo ya”, el ya fuiste, queda muy poco para contar. Por suerte nuestro país tiene regiones, especialmente en el sur del sur, Patagonia Astral, donde siempre en algún fogón, mientras el mate circula; podrá escucharse “ Había una vez…” o “Se acuerdan de” y allí no solo comienza el cuento, nace la vivencia contada, donde todo es escenario. El viento que sopla y tiene siempre cosas que decir, así como, los cielos purísimos que se dejan trasparentar para poder ver más allá del horizonte, La nieve que sucede en silencio. La naturaleza toda ofrece su paisaje, se deja poseer y a la vez posee. Afortunado el que vive en estos lugares, llenos de misterios por descubrir, y magia para sentir el paisaje mas allá de los sentidos… En el fogón de una estancia Próxima al lago Roca se escucho hace no más de 5 años ese tan especial; “había una vez”. Ese extranjero que se pasaba horas frente al Glacial Moreno con un violín sin arco apoyado en su hombro, como si estuviera tocando. Además de llamar la atención de los turistas que sonreían, llamaba la atención de los paisanos que dentro de su limpio y simple pensamiento solo decían… sin sonreír… por algo será. Pasó de esta curiosa situación algo más de 10 días. -Se ve que este hombre tiene plata, comentó Eleuterio, paisano que trabajaba en el Hotel Los Notros, muy cerca del glacial. Se aloja en la mejor habitación y tiene un coche con chofer que los trae todos los días bien temprano, lo espera mientras el hombre saca su violín sin arco y se queda así quieto mientras, mira el glacial y parece escuchar algo. Solo algunos niños se sentaban cerca, y ellos si parecía que escucharan algo y les gustaba, porque. Además de guardar sus celulares parecían oír felices algo que los demás no escuchaban. Algunos padres de turistas con niños les preguntaban a sus hijos que oían y la respuesta de todos los niños era la misma, es algo muy hermoso mamá. - El señor dice que ojala pudieran oírlo ustedes también… Algunos paisanos del lugar también lo escuchaban, y decían, es lo que oímos casi siempre cuando no tenemos preocupaciones, sale de todas partes no solo del violín del hombre. En una oportunidad en que el hombre del violín, estaba en su lugar- Se le acerca un señor mayor y le dice. -Hola maestro cuanto me place escuchar lo que oye, gracias por compartirlo. Sabía que había venido aquí y no pude resistir la tentación de cooperar con su composición. -Me permite ayudarlo? Claro profesor, tome mi papel pentagrama y arréglelo en clave de sol y deje que la singular partitura, corcheas, fusas. blancas y redondas encuentren su propio espacio en el papel lineado de a cinco. El viejo profesor, director de una de las principales orquestas del mundo, se dejó llevar la mano y así comenzaron a tomar forma los sonidos que los niños y algunos pocos escuchaban. El violín sonaba hermoso sin que nadie lo tocara. Los azules del glacial moreno estaban jugando con las cuerdas y las hacían vibrar en unas frecuencias cromáticas que estaban muy lejos del oído humano pero tan cerca del espíritu que solo los inocentes corazones infantiles y las nobles almas cerca de la naturaleza podían sentir. El sol se ocultaba como siempre por el oeste, pero en esta oportunidad entregaba la baja frecuencia de su rojos ocaso para armonizar con los altos azules y casi violetas reflejos del hielo glaciario que, escapaban de la mole congelada para ir a sensibilizar las cuerdas del violín sin arco, sin romper los silencios. La muerte de ese día solfeó un tiempo desconocido, para aprenderlo a dividir habría que viajar lejos y para siempre donde la partitura tiene el formato de lo eterno. Mientras haya un violín sin arco, quien lo pueda escuchar sabrá que su corazón está vibrando en la misma sintonía de la naturaleza. Y como expresó el escritor Rumano Elie Wiessel,” Dios hizo al hombre porque adora los cuentos”, escribe entonces. En la tierra, el mar, el aire. Solo escribe. No podemos traicionar esa razón. Cada uno a su manera, cada uno con sus herramientas, hemos venido a este mundo a contar. Nosotros en la Patagonia Austral, descubrimos que la vida es cuento y los cuentos, cuentos son. Pero aquí se pueden oír desde un violín sin arco. Inténtalo lector, no es peligroso; ven a esta misteriosa y mágica Patagonia aunque si, debemos confesarte que hay un riesgo, y es el de que quieres quedarte. Sergio Pellizza