jueves, 19 de mayo de 2016

CAPÍTULO NÚMERO DOS - UN EXPERIMENTO IMPORTANTE - Rodolfo Benavides


"CUANDO LAS PIEDRAS HABLAN LOS HOMBRES TIEMBLAN" Capitulo II UN EXPERIMENTO IMPORTANTE Se dice que quien busca halla, y que al que llama se le abren las puertas. Precisamente eso fue lo que sucedió en una de las visitas que el autor hizo a Egipto. Desde muchos años antes, él sabia que para estimular sus pensa- mientos le era muy útil* caminar a paso lento pero rítmico, sin prisa pero sin pausa, y eso fue lo que hizo desde el momento en que llegó a la zona de la Gran Pirámide, área que ya conocía por sus visitas anteriores. Era entonces pasado mediodía. Había resuelto quedarse en la zona hasta el anochecer, pues anhelaba realizar un experimento largamente planeado y que juzgaba muy importante. Con ese propó- sito en la mente, empezó a circunvalar la Gran Pirámide, que equivale a caminar en el desierto, bajo un sol ardiente. Esfuerzo nada fácil, pero perfectamente posible. Tal como había sucedido en visitas anteriores, los pensamientos empezaron a fluir, al principio un poco atropelladamente, pero des- pués de manera ordenada y progresiva. Para empezar, el experimento consistiría en saturarse de la atmósfera del lugar, a fin de recoger de ella todo lo que le fuera posible y útil, lo que normalmente se consigue sin grandes dificultades cuando se actúa con la mente abierta y receptiva, es decir, sin tabúes, sin prejuicios, sin cadenas mentales. Si el pensamiento sobrevive a la muerte del cuerpo físico —pensó—, esa era la oportunidad de comprobarlo. Si el pensamiento es eterno y queda flotando en alguna dimensión, pero siempre a nues- (21) tro alrededor, allí debía demostrarse. Las rocas se impregnan del magnetismo y del pensamiento de quien las trabaja, luego las rocas tenían que hablar. Siguió caminando lentamente bajo ese sol abrasador y deshidra- tante del desierto, dejando que las horas se deslizaran suavemente para dar tiempo a que todos los turistas se fueran y lo dejaran solita- rio en aquel lugar vibrante de misterio. Caía la tarde cuando el visitante ya había cerrado el circuito alrededor de la Gran Pirámide. Incluso había escalado las piedras hasta cierta altura. Desde allí estuvo observando hacia la inmensidad del desierto, hacia donde el Sol se escondía dejando ver solamente hermosos destellos rojizos. Bajó antes de que la luz solar desapareciera por completo y se acercó a la Gran Esfinge. Allí tuvo que esperar todavía a que se reti- raran los últimos camelleros, fotógrafos y comerciantes, que están siempre asaltando a los turistas con chucherías. En esa actitud silente, respetuosa, pensó que, como se sabe de sobra, los sacerdotes egipcios eran básicamente lo que hoy se entien- de por psíquicos, o sea, personas con especial sensibilidad, facultad que hasta hace pocos años se entendió como paranormal o también como mediumnidad, apropiada para percibir vibraciones que están más allá de los cinco sentidos. Por esta razón se la conoce también como sexto sentido, que por cierto existe latente en todo ser humano pero activo sólo en quienes lo han desarrollado, mediante una apro- piada disciplina y práctica. La conclusión fue que para lograr algo en ese primer experimen- to, había que intentar en lo posible imitar a los sacerdotes antiguos, o sea, entrar en meditación profunda, aislando la mente del tiempo y del espacio. La tarde se apagaba ya junto con el sol. Aún se dibujó la silueta de un camellero que a lomos de su montura se alejaba lenta- mente. El ambiente parecía impregnado de tibieza y serenidad, mez- clado con el claroscuro confuso que separa la noche de la tarde. Al fin había llegado el momento oportuno de empezar la segunda y última parte del experimento. (22) El visitante, con las nacientes estrellas y los milenarios monu- mentos como únicos testigos, se sentó acomodando la espalda contra la piedra de la Gran Esfinge. Luego abrió los brazos en cruz, poniendo las palmas de las manos sobre la roca, a fin de percibir en lo posible lo que esas piedras tuvieran a bien entregarle. A esta disciplina, ya muy antigua, se la conocía hasta hace poco tiempo como psicometría. Después se la ha llamado dermopsíquica o dermovisión. Pero en realidad el nombre es lo de menos, importante son los resultados... cuando los hay. Y esta vez los hubo —des- pués de larga meditación— en aquel lugar silencioso y solitario... (23)