"CUANDO LAS PIEDRAS HABLAN
LOS HOMBRES TIEMBLAN"
Capitulo II
UN EXPERIMENTO IMPORTANTE
Se dice que quien busca halla, y que al que llama se le abren las
puertas. Precisamente eso fue lo que sucedió en una de las visitas que
el autor hizo a Egipto.
Desde muchos años antes, él sabia que para estimular sus pensa-
mientos le era muy útil* caminar a paso lento pero rítmico, sin prisa
pero sin pausa, y eso fue lo que hizo desde el momento en que llegó a
la zona de la Gran Pirámide, área que ya conocía por sus visitas
anteriores. Era entonces pasado mediodía. Había resuelto quedarse
en la zona hasta el anochecer, pues anhelaba realizar un experimento
largamente planeado y que juzgaba muy importante. Con ese propó-
sito en la mente, empezó a circunvalar la Gran Pirámide, que
equivale a caminar en el desierto, bajo un sol ardiente. Esfuerzo nada
fácil, pero perfectamente posible.
Tal como había sucedido en visitas anteriores, los pensamientos
empezaron a fluir, al principio un poco atropelladamente, pero des-
pués de manera ordenada y progresiva.
Para empezar, el experimento consistiría en saturarse de la
atmósfera del lugar, a fin de recoger de ella todo lo que le fuera
posible y útil, lo que normalmente se consigue sin grandes dificultades
cuando se actúa con la mente abierta y receptiva, es decir, sin tabúes,
sin prejuicios, sin cadenas mentales.
Si el pensamiento sobrevive a la muerte del cuerpo físico
—pensó—, esa era la oportunidad de comprobarlo. Si el pensamiento
es eterno y queda flotando en alguna dimensión, pero siempre a nues- (21)
tro alrededor, allí debía demostrarse. Las rocas se impregnan del
magnetismo y del pensamiento de quien las trabaja, luego las rocas
tenían que hablar.
Siguió caminando lentamente bajo ese sol abrasador y deshidra-
tante del desierto, dejando que las horas se deslizaran suavemente
para dar tiempo a que todos los turistas se fueran y lo dejaran solita-
rio en aquel lugar vibrante de misterio.
Caía la tarde cuando el visitante ya había cerrado el circuito
alrededor de la Gran Pirámide. Incluso había escalado las piedras
hasta cierta altura. Desde allí estuvo observando hacia la inmensidad
del desierto, hacia donde el Sol se escondía dejando ver solamente
hermosos destellos rojizos.
Bajó antes de que la luz solar desapareciera por completo y se
acercó a la Gran Esfinge. Allí tuvo que esperar todavía a que se reti-
raran los últimos camelleros, fotógrafos y comerciantes, que están
siempre asaltando a los turistas con chucherías.
En esa actitud silente, respetuosa, pensó que, como se sabe de
sobra, los sacerdotes egipcios eran básicamente lo que hoy se entien-
de por psíquicos, o sea, personas con especial sensibilidad, facultad
que hasta hace pocos años se entendió como paranormal o también
como mediumnidad, apropiada para percibir vibraciones que están
más allá de los cinco sentidos. Por esta razón se la conoce también
como sexto sentido, que por cierto existe latente en todo ser humano
pero activo sólo en quienes lo han desarrollado, mediante una apro-
piada disciplina y práctica.
La conclusión fue que para lograr algo en ese primer experimen-
to, había que intentar en lo posible imitar a los sacerdotes antiguos, o
sea, entrar en meditación profunda, aislando la mente del tiempo y
del espacio.
La tarde se apagaba ya junto con el sol. Aún se dibujó la
silueta de un camellero que a lomos de su montura se alejaba lenta-
mente. El ambiente parecía impregnado de tibieza y serenidad, mez-
clado con el claroscuro confuso que separa la noche de la tarde. Al
fin había llegado el momento oportuno de empezar la segunda y
última parte del experimento. (22)
El visitante, con las nacientes estrellas y los milenarios monu-
mentos como únicos testigos, se sentó acomodando la espalda contra
la piedra de la Gran Esfinge. Luego abrió los brazos en cruz,
poniendo las palmas de las manos sobre la roca, a fin de percibir en lo
posible lo que esas piedras tuvieran a bien entregarle.
A esta disciplina, ya muy antigua, se la conocía hasta hace poco
tiempo como psicometría. Después se la ha llamado dermopsíquica o
dermovisión. Pero en realidad el nombre es lo de menos, importante
son los resultados... cuando los hay. Y esta vez los hubo —des-
pués de larga meditación— en aquel lugar silencioso y solitario... (23)