sábado, 29 de octubre de 2016

CUATRO - EDUCAR PARA LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA


Ciertamente, sobreabunda el dolor, abunda la indignación y menudea el grito. Siempre ha sido así, deo gratias; y aunque ha habido momentos históricos en los que la travesía del desierto, ya de por sí fatigosa, nos ha pillado particularmente desfondados, desde hace unos años (digamos que desde las movilizaciones de Seattle de 1999) la realidad está siendo pródiga en iniciativas de protesta y de resistencia, particularmente en una perspectiva mundial/global. Pero, con ser imprescindibles, la protesta y la indignación son insuficientes. Como advertía Monedero mucho antes del 15M, “el malestar también hay que elaborarlo” (2005, p. 39). [2] Más adelante nos ocuparemos de esa “elaboración del malestar”. Pero antes recogeremos el envite de Santos. ¿Cómo explicar el déficit actual de teoría crítica, habiendo tantísimo para criticar? Interesante cuestión a cuyos desarrollos más prácticos y aplicados llegaremos después de asomarnos a otra no menos interesante (particularmente en un foro como éste), que formularemos así: ¿cómo surgen los problemas científicos? Es ésta una cuestión controvertida, que se planteó de manera canónica en aquel célebre congreso de la Sociedad Alemana de Sociología en Tübingen, en 1961, en el que Adorno y Popper confrontaron sus respectivas propuestas metodológicas: ambas antipositivistas, ambas críticas, sí, pero abiertamente enfrentadas en su epistemología en la medida en que cada una se construye sobre muy distintas concepciones de la historia y de la sociedad (Adorno, Popper et al., 1972). Antipositivistas ambas, decimos. Si para el positivista lógico el edificio de la ciencia se construía con los ladrillos de los enunciados elementales, básicos, protocolarios, cuya certeza venía dada por la percepción inmediata de los sentidos (observación), Popper advertirá a los hombres del Círculo de Viena que su ideal verificacionista estaba ligado a un dogma empirista imposible de sostener: la certeza última proporcionada por la percepción de los sentidos. Pero no hay percepción de los sentidos que no suponga una interpretación. La ciencia deja así de ser un saber absolutamente seguro para convertirse en conocimiento hipotético, conjetural; deja de seguir un camino exclusivamente inductivo para tomar otro deductivo/inductivo; abandona el criterio de verificación para seguir el de falsación. Al principio de la ciencia no hay fundamentos infalibles, sino problemas que, en el planteamiento de Popper, surgen de una permanente tensión entre conocimiento e ignorancia. En esta tensión entre saber y no saber sitúa el origen del conocimiento: El conocimiento no comienza con percepciones u observación o con la recopilación de datos o de hechos, sino con problemas […] Todo problema surge del descubrimiento de que algo no está en orden en nuestro presunto saber; o, lógicamente considerado, en el descubrimiento de una contradicción interna entre nuestro supuesto conocimiento y los hechos; Imanol Zubero Problemas del mundo, movimientos sociales y participación ciudadana 21 o, expresado quizá más adecuadamente, en el descubrimiento de una posible contradicción entre nuestro supuesto conocimiento y los supuestos hechos (Adorno, Popper et al., 1972, pp. 102-103). No es de extrañar que Popper conceda tan poca importancia a la cuestión de la neutralidad axiológica, a la posible (e indeseada, desde la perspectiva positivista) influencia de valores e intereses extracientíficos en el proceso de investigación. En su opinión, es imposible excluir tales intereses de la investigación científica. Aún más, piensa Popper que pretender privar al científico de su partidismo sería tanto como privarle de su humanidad: Nuestras motivaciones y nuestros ideales puramente científicos, como el ideal de la pura búsqueda de la verdad, hunden sus raíces más profundas en valoraciones extracientíficas y, en parte, religiosas. El científico objetivo y “libre de valores” no es el científico real. Sin pasión la cosa no marcha, ni siquiera en la ciencia pura. La expresión “amor a la verdad” no es una simple metáfora (Adorno, Popper et al., 1972, p. 111). Teniendo esto presente, lo que sí es fundamental es diferenciar “entre aquellos intereses que no pertenecen a la búsqueda de la verdad y el interés puramente científico por la verdad”, para lo cual es preciso distinguir entre contexto de descubrimiento (cómo llega a plantearse una teoría) y contexto de justificación (cómo se experimenta).