miércoles, 29 de diciembre de 2010

"ZANDUNGA"- "MARIMBA"

"LLORONA"

IDENTIDAD LATINOAMERICANA

Partiendo de los conocimientos adquiridos durante las clases de Psicología y Cosmovisión, pretendemos abordar la identidad latinoamericana, relacionando la teoría y asumiendo una posición reflexiva crítica y constructiva.
En primera instancia consideraremos la identidad como una necesidad básica de todo ser humano o grupo social, tal como lo explica Fromm (1985 citado en Gissi, 2002):
"(El hombre) a causa de que no es "vivido" sino que vive, a causa de haber perdido la unidad originaria con la naturaleza, tiene que tomar decisiones, tiene conciencia de sí mismo y de su vecino como personas diferentes, y tiene que ser capaz de sentirse a sí mismo como sujeto de sus acciones. Como ocurre con las necesidades de relación, arraigo y trascendencia, esta necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital e imperativa, que el hombre no podría estar sano si no encontrara algún modo de satisfacerlo" (p.27).
Este fenómeno tiene un carácter dinámico, es decir, sufre cambios a través del tiempo.
La identidad latinoamericana es tan compleja como su historia misma. Estudiosos del tema así lo han señalado, y tal como lo indica Montero (1987):
"Definir quienes somos, asumir una identidad que existe de hecho, pero que no es reconocida claramente, ha sido un problema vivo y de aparición reiterada en todo ámbito de nuestra América" (p.165).
Este cuestionamiento ha estado latente en nuestras mentes quizás, desde aquel momento en que nos fue contada aquella historia enajenada del "decubrimiento de América". Conocimos esta historia desde la fascinación y la aventura, pero no desde el hecho mismo y su significado.
Muchos autores, y entre ellos, Carlos Fuentes han intentado sistematizar los conocimientos sobre la identidad y la historia de diversas maneras. Fuentes en su libro, "El Espejo Enterrado" nos ilumina ampliamente para entender un poco más este mosaico cultural que somos, a través de la historia jamás contada.
Fuentes plantea una preciosa metáfora con el espejo: producto de los múltiples significados y poderes que diversas culturas le han otorgado a través del tiempo, el espejo representa la capacidad de trascender, de verse realmente como se es. Para Fuentes (1992):
"Los espejos simbolizan la realidad, el sol, la Tierra y sus cuatro direcciones, la superficie y la hondura terrenales, y todos los hombres y mujeres que la habitamos" (p.13).
Para el caso de Latinoamérica, más allá de la utilización mágica y ritualista que aún se le da en diversas culturas indígenas, el espejo representa el reflejo de nuestra identidad cultural, plena de riqueza y diversidad. Sin embargo, este espejo muchas veces aparece enterrado, o en ocasiones distorsionado, pues por cientos de años hemos tratado de ocultar lo que somos, es decir, nos auto engañamos.
Este autoengaño, consiste en negar nuestra verdadera esencia, por querer ser y tener algo que realmente no somos ni tenemos, por querer reflejar una imagen europea o norte americanizada que niega nuestra historia y desvalora nuestras raíces indígenas, y que por tanto, asfixia la identidad Latinoamericana.
A tal fenómeno Gissi (1989), se refiere como sigue:
"La identidad asfixiada nos ha provocado un querer ser lo que no somos. (...) Se mira hoy mucho hacia los Estados Unidos, y poco hacia dentro y hacia los hermanos del lado. (...) Se siente vergüenza de ser negro o indio, mulato o mestizo, se ocultan los apellidos y el origen familiar (...)" (pp.58-59).
Colombia, Guatemala, Perú, Panamá, Costa Rica y el resto de Latinoamérica, comparten mucha de esta identidad negada o asfixiada, máxime que por su historia la población indígena por siempre ha sido inferior demográficamente y claramente marginada.
Pero, ¿cómo se conformó esta identidad? Desde luego, la respuesta nos obliga a remontarnos a la historia de Latinoamérica desde la llegada de los españoles ( Conquista) hasta nuestros días. Por tanto, para conocer quiénes somos realmente es necesario reflejarnos en el espejo del tiempo.
Sin embargo, el espejo puede reflejar la imagen de los otros que te miran. Además, puede reflejar una realidad, sin que esto signifique que esta será percibida tal cual es.
Para reflejarnos de manera transparente en tal espejo, en primera instancia debemos rescatar nuestra cultura negada tal como lo sugiere Moffat (1993):
"Toda una tarea recién comenzada y asumida por quienes desean nuestra independencia cultural es la que puede denominarse "el rescate de la cultura negada". Como primer paso, para enfrentar la dominación y la lucha contra alguien (...) es necesario saber quién es el que lucha: es decir, la primera tarea es reconquistar nuestra identidad cultural negada a través del proceso de colonización" (p.187).
Ahora bien, ¿Cómo se puede hacer esto? Se puede hacer analizando las diversas expresiones culturales de los latinoamericanos entre ellas, el arte y la literatura, las que claramente se encuentran ligadas a un contexto determinado, y que generan en cada persona un sentido de pertenencia a una nación, a una patria y finalmente, a un continente, en este caso Latinoamérica.
Fuente: Monografía enviada por Driceida Perez

Fono-libro- MALINCHE

IDENTIDAD LATINOAMERICANA

2.1 Contexto histórico
La llegada de los españoles al "Nuevo Mundo" fue un hecho histórico determinante e importante en la historia de Latinoamérica por sus múltiples repercusiones humanas, sociales, económicas y culturales. La época Medieval precursora de este período, había proclamado la persecución de los infieles, con la consabida expulsión de los judíos luego de 700 años de Guerra Santa. La Inquisición, como instrumento de dominación, fue utilizada muchas veces con excesos e injusticias que luego se repetirían, mediante otros mecanismos, en la época de la Conquista. Es decir, desde entonces se niega una realidad y una tradición poli cultural.
Luego, en el Renacimiento se produce la carrera imperialista en la que España, junto a Francia e Inglaterra, las mayores potencias en la Europa de la mitad del siglo XV luchaban por el poderío económico, que se traducía en la posibilidad de extender sus territorios hacia nuevas tierras y consolidar de esta manera sus Estados nacionales. La unión de Castilla y Aragón a través del matrimonio de Fernando e Isabel, consagró la integración de España y reafirmó, como nunca antes, una visión religiosa ortodoxa (Cristiandad) y un ideal de "pureza de sangre". Esto también permitió que los reyes se aventuraran por la conquista de una ruta más rápida para las Indias, y que aceptaran de buena gana los ilusorios sueños de un marinero. Fue así, como en 1492, Cristóbal Colón emprende un viaje que les depararía muchas sorpresas tanto a España como al mundo entero.
El mal denominado "descubrimiento de América", desde una mirada etnocentrista por parte de los españoles y europeos, les hizo creer a estos que eran el centro del mundo.
Los españoles estaban realmente convencidos de su superioridad racial y moral para "conquistar" a los "indios". Este sentimiento de superioridad de los españoles sobre los aborígenes de América lo corrobora Fuentes (1992) cuando dice:
"Ciertamente, muchos colonizadores, y sus defensores antiutópicos en Europa, negarían que los aborígenes de las Américas poseían alma o que, ni siquiera, eran seres humanos" (p.134).
La llegada de los españoles a América fue para España la oportunidad que esperaba para consolidar, de una vez por todas, sus sueños de grandeza. En Relación a este punto Gissi (1989) señala:
"En toda la España del siglo XVI se consideraba legítimo, como consecuencia de haber descubierto el nuevo continente, el apropiarse de las tierras, gente y riquezas que habían en él" (p.24).
Todo estaba preparado para continuar su guerra de reconquista.
Ahora bien, el encuentro de estas dos culturas disímiles muchas veces se ha sobrevalorado y otras veces subvalorado, pero es innegable que ha sido uno de los pilares sobre el cual se ha ido construyendo la identidad latinoamericana; identidad que desde sus inicios ha sido atravesada por la ambivalencia, la confusión y el estigma.
Las grandes sociedades indígenas se encontraron de frente con una cultura totalmente distinta de la que no sabían nada, ni siquiera su origen. Los españoles se encontraron con los habitantes de la India, los "indios", que según sus esquemas eran una raza inferior, de salvajes que vivían en el pecado.
De esta forma, el ímpetu conquistador modeló el carácter de esta nueva relación, con una tradición centenaria basada en la intolerancia y el rechazo al "otro" (no español) y quizás la más particular, la lucha por el poder.
Por su parte, para poder explicarse este extraño encuentro, las sociedades indígenas recurrieron a su mitología milenaria. Cabe mencionar que la sociedad Azteca se basó en una leyenda de su dios Quetzalcóalt (el dios de la paz y de la creación, dador de la vida), el cual debía regresar para una fecha fija, Ce Ácatl, el día de la caña en el calendario Azteca. Con otros matices, esto sucedió también en otras latitudes por lo que con la llegada de los españoles se confirmaba la profecía que dictaminaba la llegada de un dios, en el caso de los aztecas rubio y barbado (Fuentes, 2001).
Así, la llegada de los españoles fue, en un principio, recibida como el regreso de los dioses esperado por ellos, lo cual se refleja al revisar fragmentos de arte latinoamericano, en este caso, la canción "La Maldición de Malinche" escrita por el artista mexicano Gabino Palomares:
Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran hombres barbados
de la profecía esperada.
En este fragmento el hablante menciona a los "hermanos emplumados" refiriéndose a los indígenas, que veían como llegaban a través del mar los extraños hombres con barba. Era extraño y hasta el momento totalmente nuevo, puesto que ellos, los indígenas carecían de barba. De esta manera relacionan a los extraños barbados con los dioses que ellos aseguraban volverían a sus tierras.
El miedo, el desconocimiento y la confusión se unieron en este encuentro de civilizaciones.
Para Fuentes, el encuentro entre Cortés y Monteczuma representó "uno de los más grandes choques entre civilizaciones opuestas que el mundo jamás haya visto" (Fuentes, 2001, p. 159), y esto es válido también para lo que sucedió en el resto de América. Sin embargo, tras las frecuentes batallas y atrocidades consumadas en esa época, los indígenas empezaron a dudar de que los españoles fueran los dioses esperados, pues no entendían que pudieran ser tan ambiciosos y crueles.
Efectivamente el hecho de que estos hombres no eran dioses se refleja en este verso de "La Maldición de Malinche" escrita por Palomares:
Porque los dioses no comen
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Toda esa supremacía militar y las enfermedades, traídas por los españoles para las cuales los indígenas no tenían ningún resguardo, diezmaron a la población considerablemente. Esto unido al nuevo sistema de esclavitud instaurado por los representantes de la Corona, hizo que la resistencia indígena se debilitara paulatinamente y que muchos terminaran aceptando forzosamente los preceptos de la nueva cultura.
De este modo, fue inevitable la muerte del mundo indígena como tal, e imperios tan importantes y poderosos como el Inca y el Azteca, fueron finalmente derrotados. Sin embargo, sus cenizas sirvieron para cubrir y mezclarse con la concepción de mundo traída por los españoles.
De hecho, la historia de la Malinche, la cual fue dada en ofrenda a Cortés por su propio pueblo, es un ejemplo de las complejas interacciones que se fueron gestando en este gran choque cultural: traiciones, alianzas, encuentros y desencuentros.
Además, la Malinche también es simbólicamente la madre del primer mestizo, representando esta mezcla de culturas: "Madre del primer mexicano, del primer niño de sangre española e indígena" (Fuentes, 1992, p. 125).