miércoles, 2 de febrero de 2011

LITERATURA DE VANGUARDIA

Literatura argentina de vanguardia (III).


Por Reina Roffé

Las nuevas tendencias, entre ellas el ultraísmo, circularon en el ambiente literario argentino a través de revistas y periódicos desde 1920 hasta 1940 aproximadamente. Dos décadas de publicaciones y encendidas polémicas que aportarían una nueva sensibilidad para concebir el hecho estético. La reacción más acusada de los poetas fue contra el imperio de Rubén Darío y su expansiva influencia, aunque algunos no quisieron renunciar totalmente a cierta estela de americanismo que el nicaragüense universal dejó como impronta en la poesía. Propusieron, eso sí, eliminar la anécdota y las confesiones intrascendentes o, como pensó el joven Jorge Luis Borges, contraponer a la estética «pasiva de los espejos» la noción «activa de los prismas», procurando limpiar la poesía «de estigmas ancestrales» para alcanzar una «visión desnuda de las cosas» hasta que cada uno pudiera componer «su creación subjetiva».

En el número 16 de Martín Fierro, la revista literaria de vanguardia por excelencia, los martinfierristas señalaron que la nueva poesía «lejos de considerar la realidad, la vida cotidiana, como fines de expresión, toma esta como productos que es necesario asimilar, como excitantes de un espíritu esencialmente constructivo y creador». A los martinfierristas pronto les surgieron adversarios. Un par de calles de la capital argentina situadas en distintos sectores de la ciudad dieron nombre a dos grupos literarios aparentemente antagónicos: Florida, representado por muchos miembros de Martín Fierro, y Boedo. Los de Boedo se hallaban bajo el amparo de la editorial Claridady la revista Los pensadores, que aglutinó las expresiones de izquierda. Uno de los partidarios del pensamiento soviético y el realismo social, el escritor Alvaro Yunque, se refirió a estos dos movimientos literarios diferenciándolos del siguiente modo: «Boedo era la calle; Florida, la torre de marfil. Buenos Aires, cerebro de la Argentina, se vio así representada por dos grupos turbulentos, excesivos hasta la injusticia, las dos ramas estéticas que, desde el Renacimiento, o sea desde que nació al mundo occidental la teoría del arte por la belleza, del arte-forma, se han disputado la posesión del arte. En Florida: los neogrecolatinos, los estetas, los que cultivaban un arte para minorías, hermético y vanguardista. En Boedo: los antimitológicos, los socializantes, los que iban hacia el pueblo con sus narraciones y sus poemas hoscos de palabras crudas, cargados de sangre, sudor y lágrimas, los revolucionarios».

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