jueves, 17 de mayo de 2012

MAYO Y EL REVISIONISMO HISTÓRICO en Argentina


Revisionismo histórico en Argentina El Revisionismo histórico en la Argentina es una corriente historiográfica orientada a modificar la visión de la historia, enfrentando la tradicional que predominó en ese país desde mediados del siglo XIX. En particular, se ha orientado a defender la figura de los caudillos federales, considerados como símbolos de atraso político y cultural, de Juan Manuel de Rosas y a los conquistadores y colonizadores españoles, a los cuales el liberalismo del siglo XIX había condenado como suma de todos los males. Hasta Caseros no hubo historiografía propiamente dicha en la Argentina. Había memorias, anecdotarios, esbozos históricos. Se explica fácilmente: el país se estaba construyendo y no había tiempo para hacer historiografía. Pero después de Caseros, y sobre todo de Pavón, se inició la historiografía nacional. Los triunfadores de Caseros y Pavón, que habían llevado su modelo político, social y económico a dominar el país, se sentían obligados a justificar su lucha contra Rosas y la organización institucional del país sobre moldes liberales. En esa dirección se orientaron los primeros historiadores argentinos. Los iniciadores fueron Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre. Su actuación fue posteriormente muy criticada por los revisionistas, pero tuvieron un indudable mérito. No tanto porque su producción sea especialmente útil en la actualidad, sino por haber abierto el camino con tenacidad y cierta calidad literaria. Como era de esperar, no tuvieron ninguna objetividad y se dedicaron a justificar sus propias actuaciones y la de sus compañeros de actividad política. Para ellos, la colonización española, los caudillos federales y Rosas fueron el modelo a no imitar, el pasado que había que dejar atrás por completo, las referencias negativas universales. La historia escrita en ese período fue orientada a explicar la ruta seguida hasta Caseros y Pavón. Durante el gobierno de Mitre aparecieron cronistas, políticos e intelectuales que escribieron artículos históricos en contra suyo en el periodismo, como Juan Bautista Alberdi, José Hernández, Rafael Hernández, Carlos Guido y Spano, Olegario Víctor Andrade y Miguel Navarro Viola. Parte de esas producciones se leen hoy como historiografía revisionista, pero en ese entonces, sus autores estaban haciendo política actual o casi actual, no historiografía. Durante las décadas siguientes, por lo menos hasta principios del siglo XX, la historiografía siguió a los dos maestros, López y Mitre. No había opción. Y si la hubiera habido, hubiera cometido el inconcebible error de impugnar la política dominante y excluyente por medio de investigaciones históricas. Curiosamente, uno de los más encarnizados antirrosistas y antifederales, Antonio Zinny, publicó alrededor de 1880 su Historia de los gobernadores de las provincias argentinas, una obra que nada tiene de revisionista, pero que resulta enormemente útil a los historiadores de esa tendencia para demostrar sus tesis sobre la falsedad de muchos de los artículos de fe de la historiografía clásica, liberal o académica respecto a las provincias.Wikipedia Editor: Domingo Arcomano
Año II, Volumen 9 - Agosto de 2008 El mal que aqueja a la Nación es la extensión... de las nuevas zonceras progresistas por Diego Gutiérrez Walker En medio de las más profunda crisis cultural, social y política que nuestro país viene padeciendo desde hace más de tres décadas, la propuesta de eliminar la imagen de Julio A. Roca de unos billetes que día a día pierden poder de compra es una muestra que grafica con elocuencia la banalización de las actuales discusiones historiográficas y la berretización más abismal de los debates políticos. A caballo de un revisionismo de historieta y de un supuesto nacionalismo popular convocado desde las oficinas puertomaderistas de algún plutócrata asociado al gobierno de ocasión para luchar contra la oligarquía del pasado; con consignas pintarrajeadas en el monumento al "zorro tucumano" por una yunta de energúmenos, mestizos que "laburan de indios" y de artistas a la "carta abierta", ahora se suma esta disparatada idea. Historia nacional o leyenditas negras de historietas Fuente: EL ESCARMIENTO-Volumen 9-2008 Las naciones no tienen memoria, que siempre es subjetiva y parcializada, las naciones tienen historia, que es el recuerdo del pasado común que las proyecta hacia el presente y hacia su destino común en el futuro. En los "países serios", las "historias oficiales" son las "historias nacionales", las cuales no implican negar sus claroscuros, sino entender cuales fueron los procesos que fueron conformando su identidad nacional. Estas historias nacionales son escritas y entendidas desde sus propios cánones nacionales, intereses y aspiraciones. A la corriente del revisionismo histórico le cupo el rol de desmitificar las historias oficiales escritas al calor político de guerras civiles recién ganadas, cuando la sangre todavía no se había secado, las heridas no habían suturado y los humos de los cañones no se habían disipado del todo. En la época en que ser revisionista no necesitaba tantas explicaciones aclaratorias y cuando se hablaba de "nacional y popular" sin que a uno lo embargara cierto cosquilleo o vergüenza ajena; los autores revisionistas no se dedicaron simplemente a denostar a las figuras Sarmiento, Mitre y compañía. Se encargaron de desmitificar esa historia oficial de color partidario dándole el lugar en los primeros podios del procerato a los que injustamente habían sido silenciados, condenados y demonizados y justipreciando el aporte de los diferentes personajes históricos, teniendo consideración de las diversas circunstancias de tiempo y de lugar. Por supuesto, no dejaron de utilizar la frontal denuncia, la sagacidad argumentativa e incluso la provocación dialéctica, sin escatimar las necesarias e inevitables adjetivaciones que correspondieren y sin dejar de reconocer el sentido Político de sus interpretaciones históricas. Pero en todos sus renombrados e ilustres exponentes, la profunda solidez de sus conocimientos históricos, culturales, religiosos y filosóficos era un denominador común reconocido por tirios y troyanos. Valgan como ejemplo la exquisita biografía de Sarmiento escrita por Manuel Gálvez y las consideraciones que sobre Roca o Avellaneda escribieron en su momento Julio Irazusta, Raúl Scalabrini Ortiz, Ernesto Palacio, José María Rosa, Jorge Abelardo Ramos y Arturo Jauretche. El revisionismo histórico tuvo el mérito de demostrar la influencia imperial británica en muchos de los procesos históricos nacionales (influencia que no se ejerció justamente con fines filantrópicos); la vindicación de los tres siglos coloniales como la época en la que se fue moldeando la identidad nacional sobre el eje político, social y religioso del criollismo hispánico y la ciclópea obra política de Juan Manuel de Rosas. También supo desmenuzar y analizar los procesos históricos de la emancipación de España, los sucesos posteriores a Caseros y las diversas vicisitudes del siglo XX. Supo entender que todo proceso histórico está regido, además de las tradiciones histórico-culturales o los diversos intereses económicos; por las ideas de la época, las pasiones políticas de las diversas coyunturas del momento y las características personales de los personajes históricos que actuaron en cada momento. Así, verbigracia, los revisionistas discriminaron entre las corrientes políticas que fueron generándose durante los sucesos de Mayo, indagaron en la psicología y en las pasiones de Moreno, en los intereses espurios que motivaron las acciones de Rivadavia, supieron caracterizar a los jóvenes de la llamada "Generación del 37", y supieron diferenciaron las acciones políticas de Mitre y Sarmiento de las Roca y Avellaneda. Lejos estuvieron Ernesto Palacio o J. M Rosa de demonizar a Roca o de fabricar esta especie de "leyendita negra" sobre su figura. En ese sentido, es emblemática la obra de Arturo Jauretche "Ejército y Política Nacional" en donde desarrolla in extenso una revalorización geopolítica de la conquista del desierto en contraposición a la famosa zoncera "el mal que aqueja a la nación es la extensión". Su lectura es altamente recomendable en estos tiempos en que ese vasco chúcaro es citado en tantos copy-pastes descontextualizados, generalmente para intentar justificar lo injustificable y cuando cualquier uniformado es vilipendiado y sospechado. Incluso hay quienes dicen que a los uniformados botones de los hoteles internacionales les quieren aplicar la Carta de San José de Costa Rica.