martes, 15 de mayo de 2012

-TEMA: Los jóvenes y el trabajo


EN EL EL DÍA DE LA FECHA TUVE OPORTUNIDAD DE ESCUCHAR UNA ENTREVISTA RADIAL: La misma fue realizada por el periodista Eduardo Feiman ( En Radio 10) Argentina, al especialista en Educación Licenciado Gustavo Iaies, en referencia al tema “Los jóvenes de hoy y el trabajo” A mi entender y resumiendo, los jóvenes viven una situación de ambigüedad con respecto a los códigos familiares y sociales, que los lleva a despegarse de cierta culpa en el accionar permanente. Los mismos actúan con una libertad que no los beneficia a la hora de tener que decidir sus destinos. Es como que no tienen referentes dignos de imitar y resuelven sus problemas en base a la comodidad de no tener que rendir cuentas y acuden al menor esfuerzo. Los padres actúan compitiendo en una sociedad que los lleva a estar bien informados, actualizados y en permanente cambio,teniendo que atender su presencia como padres y como adultos que viven otras realidades diferentes a sus propios padres, intercambiando roles en el hogar y en última instancia se convierten en amigos de sus hijos y ellos no encuentran el apoyo confiable que les es necesario en determinadas etapas de la vida. Son concientes que tienen una salida negociable o bien reglas que los amparan y siempre tienen una segunda oportunidad y no pierden su tiempo lamentándose y cometen acciones imprudentes o graves, sin remordimiento. “Remordimiento” ahí está la clave, no los educamos en reglas claras y sólo les pesa la derrota cuando se ven obligados a tener que torcer sus caminos. En el orden laboral a menudo el joven no puede resistir lo cotidiano del trabajo como (Horario, presentación, respeto a un superior que es su jefe, convivir con otros etc.) y termina abandonando ese trabajo sin estar dispuesto a progresar y ni a competir ya que no reconoce que para convertirse en adulto no basta con serlo en edad. Lamentablemente hay un alto porcentaje de jóvenes que no trabajan porque no están preparados,disciplinados, tanto desde sus hogares como desde la escuela secundaria. También es flojo el rendimiento durante sus estudios. Las exigencias son mínimas y no infunde en ellos el sentido de la responsabilidad y los valores éticos y morales tan necesarios para un completo desarrollo. DOCUMENTO
: RELACIONES ENTRE LOS JÓVENES, LA ESCUELA SECUNDARIA Y EL MERCADO DE TRABAJO Autores: Gustavo Iaies Colaboración: Juan Ruibal, Alejandra De Los Santoshttp://www.fundacioncepp.org.ar/wp-content/uploads/2011/08/Relaciones-entre-jóvenes-escuela-secundaria-y-mercado… Graduado en la Licenciatura en Ciencias de la Educación – (UBA) y en la Maestría en Política y Administración de la educación (Universidad San Andrés ) Trabajó como docente en instituciones educativas de nivel primario, secundario, terciario y universitario. Fue director de escuela primaria. En 1999 asumió como Subsecretario de Educación Básica del Ministerio de Educación de la Nación en Argentina y en el año 2001 ocupó también el cargo de Secretario de educación Básica. Coordinó el dispositivo de grupos sub-regionales del Diálogo Regional de Políticas Educativas del BID (2002-2005) y la red de intercambio de Experiencias educativas con el Banco Mundial (2006-2008). Asesoró a los ministerios de Chile, Ecuador, Colombia y Paraguay y a la Secretaría de Educación Pública de México. Actualmente es Director de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas en Argentina (desde 2004). Desde la misma ha coordinado redes de funcionarios responsables en Políticas de formación y actualización de docente, de materiales educativos y de Nuevas Tecnologías. Ha dirigido el programa de evaluación estructural de sistemas educativos, implementado en los sistemas educativos de Chile, México, Colombia y Costa Rica. Ha escrito ensayos, artículos periodísticos y libros de texto escolare Relaciones entre los jóvenes, la escuela secundaria y el mercado de trabajo A lo largo de este informe se realiza un diagnóstico de la situación actual de la Educación Secundaria y en particular del modo como ésta impacta en la inserción laboral de los jóvenes. Para ello, se analiza la estructura del sistema educativo, las modificaciones implementadas sobre este nivel en los últimos años, y las tendencias de la matrícula según diferentes ofertas propuestas. El documento forma parte del proyecto “Evaluación de desempeño de los sistemas de educación y formación” en Argentina. La juventud y las profundas transformaciones en la sociedad Hacia finales del siglo XX se produjeron una serie de transformaciones en la sociedad, que instalaron nuevas formas de comunicarse, de relacionarse, nuevas identidades, nuevos modos de construir y distribuir el conocimiento. La organización familiar incorporó formas más plurales, que implicaron nuevas lógicas de construcción y legitimación de la autoridad. El padre ya no es la figura del saber y la verdad indiscutible; ahora aparecen nuevas figuras, las verdades no son tan estáticas y permanentes, hace falta argumentar y establecer consensos. Como señala Balardini (2005), el desafío en los tiempos que corren es ver cómo puede una familia construir un proceso de toma de decisiones democrático, con roles diferenciados. Ese cambio implica un cambio cultural significativo para el conjunto de los actores: la desaparición de esa autoridad central permitía construir consensos de mayor horizontalidad y admitía nuevas responsabilidades en los restantes actores familiares. Pierde fuerza la idea de un diálogo donde “los adultos tienen la última palabra”, perdió claridad a la organización, sumó incertidumbre. Las madres asumieron responsabilidad en la provisión y sustentabilidad del proyecto familiar, abandonaron el trabajo exclusivo en el hogar y se incorporaron al mercado, los niños y jóvenes asumieron nuevas libertades y derechos, y accedieron a la discusión familiar en términos, en algunos casos, de simetría. Nos encontramos ante familias que tienen dificultades para fijar pautas claras, ordenar roles, porque asistimos a un proceso de replanteo del modelo de organización familiar. Lo cierto es que la juventud es una etapa caracterizada por cambios abruptos, es un período de crisis y reestructuración de la personalidad. La definición de una era en “tránsito” genera los riesgos de no entenderla como una etapa con conflictos y vivencias que tienen sentido propio, más allá de la direccionalidad o el modo de constitución de los sujetos en el futuro. El riesgo fundamental estaría en suponer que se trata de “esperar que esas crisis se superen” solamente por el paso de los años y el inicio del real proceso de constitución, el de la adultez. Así, la juventud llegó a ser observada prácticamente como una “patología” que se curaba con el paso del tiempo. Las sociedades tuvieron moras en considerar sus síntomas como parte de una etapa de la vida de formación de la personalidad, de adquisición de valores sociales, de indagación e investigación del mundo, de establecimiento de afectos “potentes”. El mundo laboral, el trabajo, era pensado en ese marco como el espacio de socialización, de inclusión, de introducción en la vida adulta. Así, los mayores iban concediendo derechos a los jóvenes hasta el momento iniciático en que ingresaban en la vida adulta, que en el caso de las mujeres solía ser el matrimonio, y en el caso de los hombres, la posibilidad de alcanzar la autonomía económica. Esta concepción de juventud se vincula con el modelo hegemónico clásico occidental de organización familiar. El mismo está conformado por la madre, el padre y los hijos, donde el primero es la autoridad que toma las decisiones, da sentido y verdad a las mismas, y las transmite verticalmente. El hogar y la escuela son los ámbitos de socialización primaria por excelencia durante la niñez. Llegando a la juventud, los grupos de pares y los escenarios de encuentro con los grupos de pares se incorporan como factores que intervienen decisivamente en los proceso de conformación de la identidad. Este modelo era bastante generalizado y, en tal sentido, la sociedad era una sociedad de familias homogéneas, que tenían hábitos de vida similares, modos de concebir la autoridad, el rol de los hombres y las mujeres, el tipo de conductas . que no lo son, las responsabilidades de cada uno de los miembros de las familias, que estaban generalizados o que al menos eran los socialmente aceptados. En ese marco, la escuela secundaria operaba sobre un universo cultural homogéneo, que garantizaba ciertas pautas de socialización, sobre las cuales planteaba su estrategia pedagógica. Y al mismo tiempo, en esa concepción de “etapa en tránsito” aparecía una propuesta escolar que plasmaba ese tránsito, en dirección a los estudios superiores, pero que no tenía un sentido profundo en sí misma. 6.2. La juventud y las profundas transformaciones en la sociedad Hacia finales del siglo XX se produjeron una serie de transformaciones en la sociedad, que instalaron nuevas formas de comunicarse, de relacionarse, nuevas identidades, nuevos modos de construir y distribuir el conocimiento. La organización familiar incorporó formas más plurales, que implicaron nuevas lógicas de construcción y legitimación de la autoridad. El padre ya no es la figura del saber y la verdad indiscutible; ahora aparecen nuevas figuras, las verdades no son tan estáticas y permanentes, hace falta argumentar y establecer consensos. Como señala Balardini (2005), el desafío en los tiempos que corren es ver cómo puede una familia construir un proceso de toma de decisiones democrático, con roles diferenciados. Ese cambio implica un cambio cultural significativo para el conjunto de los actores: la desaparición de esa autoridad central permitía construir consensos de mayor horizontalidad y admitía nuevas responsabilidades en los restantes actores familiares. Pierde fuerza la idea de un diálogo donde “los adultos tienen la última palabra”, perdió claridad a la organización, sumó incertidumbre. Las madres asumieron responsabilidad en la provisión y sustentabilidad del proyecto familiar, abandonaron el trabajo exclusivo en el hogar y se incorporaron al mercado, los niños y jóvenes asumieron nuevas libertades y derechos, y accedieron a la discusión familiar en términos, en algunos casos, de simetría. Nos encontramos ante familias que tienen dificultades para fijar pautas claras, ordenar roles, porque asistimos a un proceso de replanteo del modelo de organización familiar. Al mismo tiempo, los avances tecnológicos y la consolidación de la sociedad de la información permitieron en los últimos años, la circulación de más y diferentes relatos, admitiendo nuevas formas de representación y de sentido. En una sociedad atravesada por la publicidad, el marketing y los medios de comunicación, el esquema clásico de productores y consumidores de mensajes que se transmiten verticalmente ya no puede dar cuenta de las transformaciones del vínculo social en las sociedades contemporáneas. Todos comunican y todos son receptores de esa comunicación, con el solo límite de la voluntad de hacerlo. No hay demasiados accesos privilegiados y en ese marco, el manejo de la información deja de ser, necesariamente, una señal de autoridad. Los adultos no saben más que los jóvenes, cualquiera puede profundizar un tema, y resulta estratégico estar actualizado En esta nueva estructura, el consumo y los valores estéticos ocupan un lugar preponderante, y se imponen como factores centrales para la construcción de identidades, especialmente de los jóvenes y adolescentes. Los sentidos se construyen y reproducen a través de los medios, y los roles de autoridad y productor de verdad se disputan y se conquistan. Usar determinada marca de ropa, escuchar determinada música, ir a bailar a un cierto lugar, tomar determinada bebida, conforman identidad, y éste fenómeno ocurre con especial acento en el caso de los jóvenes. Como consecuencia, nos enfrentamos a la pérdida de la centralidad de las instituciones clásicas de socialización de los niños y jóvenes: la escuela y el hogar ya no parecen funcionar como lo hicieron durante el siglo XX. En este contexto, la calle aparece como un nuevo escenario protagónico, un espacio por fuera de la escuela y el hogar que “define un territorio sin medidas ni reglas que obliguen a aprender, a producir o a obedecer” (Urresti, 2002). En este marco, la propuesta educativa debe ser repensada. No alcanza con asumir el diagnóstico de que hemos perdido protagonismo en los procesos de socialización de los jóvenes, pareciera necesario pensar una institución que sea capaz de comprometer a los jóvenes, pero a “éstos” jóvenes, a partir de plantearles desafíos que los ayuden a insertarse en el mundo en el que deberán vivir. 6.3. La identidad de los jóvenes hoy La juventud es una etapa de crisis y búsquedas, pero en este contexto de transformaciones pareciera que la sociedad perdió capacidad para ofrecer a los jóvenes espacios en los que desarrollarse, desplegar sus proyectos y darles sentidos. Hoy la construcción de identidades se encuentra mucho más vinculada a los consumos y a las lógicas instaladas por los medios de comunicación y la publicidad que a las grandes ideas o a proyectos de sentido de la sociedad transmitidos En la actualidad, los jóvenes están atravesados por imágenes que se reproducen incesantemente a través de una multiplicidad de canales y sentidos, lo que les permite vincularse de un modo novedoso, incorporando la intertextualidad y la virtualidad a su cotidianeidad como ninguna otra generación pudo hacerlo. La centralidad de la imagen hace que los valores estéticos cobren un renovado valor, imponiéndose en la construcción de identidades y autoridades. El corte generacional se evidencia incluso hasta en el uso que los jóvenes hacen de su propio cuerpo. Lo que antes era la “estética de la máscara” fue reemplazada por la “política de la marca” (Balardini, 2005); ya no se trata de adoptar un clase de vestimenta, maquillarse o adornarse para reconocerse e identificarse: ahora las identidades se marcan sobre el propio cuerpo a través de tatuajes o piercings. En un contexto donde los adultos quieren “juvenilizarse” cada vez más, los jóvenes recurren a la “política de la marca sobre el cuerpo” para construir identidades y establecer diferencias con respecto a los adultos. Los grupos de pares son factores fundamentales para comprender el desarrollo de los jóvenes. En la adolescencia, estos grupos funcionan como espacios de diferenciación social, que no son la familia ni la clase. Éstos últimos se relacionan con el origen, son identidades “heredadas”. Los grupos de pares en cambio son ámbitos con cierta autonomía, que resultan fundamentales durante la adolescencia y la juventud en parte porque permiten re-articular algunos elementos identitarios heredados. En la actualidad, la identidad está dada mucho más por el grupo de pertenencia y por los consumos. El presente ancla más que el pasado, la idea de “hoy soy esto”, más allá de “de dónde vengo”. En ese marco, la escuela y la familia han perdido espacio, no parecen contar con las herramientas suficientes para construir esos escenarios imaginarios, esas identidades virtuales, no logran ser representantes de esta nueva modernidad. Ahora, estas nuevas identidades son menos duraderas, más cambiantes, quizás más fuertes en el momento, pero con mayor tendencia a debilitarse en el tiempo. En ese marco, los jóvenes pierden visión de mediano plazo, su Weltanschauung está más limitada a lo que son hoy y lo que quieren hacer. 6.4. Los jóvenes y la autoridad En el escenario que acabamos de describir, la figura de los adultos aparece desdibujada y fuertemente criticada. La centralidad de la imagen impone valores estéticos, hace que todos quieran parecer jóvenes. La búsqueda de la juventud eterna, la transgresión y la inestabilidad son síntomas de la época. Todos quieren tener cuerpos de jóvenes, hacer actividades de jóvenes, rutinas de jóvenes. En ese escenario, la figura de los adultos ya no aparece como una imagen “contra” la cual los jóvenes pueden constituirse como sujetos. Si en el esquema tradicional los jóvenes asistían a un proceso de apoyo y diferenciación de los padres (y adultos en general) para formar una identidad propia, ahora los límites son cada vez más borrosos entre jóvenes y adultos, y eso dificulta este proceso. Ya no es tan fácil construir la propia identidad por la diferencia con los adultos, porque ellos intentan parecerse a los jóvenes, el proceso se ha complejizado. La aparición de nuevas estructuras familiares, junto a la irrupción las tecnologías de la información y comunicación contribuye a la confusión entre el rol de los niños y jóvenes, y los adultos. Si no hay diferencias entre unos y otros, no hay autoridad, transmisión de valores y sentidos de verdad posible. La figura del adulto debe ser un apoyo para la formación de sujetos libres, educando en torno a la confianza y la seguridad que brinda el adulto. En los últimos años, se ha instalado en la agenda pública la problemática de la juventud: existe preocupación por los índices de desempleo, por la deserción escolar, el sedentarismo, la delincuencia y la violencia. Alrededor de estas cuestiones, se ha construido una suerte de relato expiatorio sobre los jóvenes, asistimos a la caída del paradigma de la juventud como redentora de los males de la sociedad, como motor de cambio. Los medios de comunicación contribuyen a estasituación, transmitiendo una imagen de los jóvenes como enemigos del orden social. Han dejado de ser la “esperanza para la construcción de una nueva utopía” porque, por otro lado, no parece haber una nueva utopía y ellos no parecen ser mirados como los abanderados de lo nuevo, sino mucho más de lo conflictivo, lo dañado, los que peor están. Algunas estadísticas sobre la población joven de la región son ciertamente alarmantes 4 , y dan cuenta de la precariedad de la situación. Si bien la juventud como categoría define a un grupo de población que comparte ciertos rasgos que le son propios, las situaciones vitales entre los jóvenes de la región son variadas, y son los grupos de los sectores más pobres los que en definitiva concentran las dificultades sociales. La juventud es una categoría que define a un grupo muy heterogéneo. El momento histórico y contextual en el que se desarrollan las identidades de la juventud actual es uno, pero las desigualdades entre los propios jóvenes, aluden al fin de cuentas a las enormes desigualdades sociales de las sociedades latinoamericanas. La “satanización” de los jóvenes, se concentra en los grupos más vulnerables de la juventud. La sociedad adulta no ha terminado de hacer el “duelo por los viejos jóvenes”, aquellos rebeldes en la lucha por las grandes ideas, esperanzados por la construcción de un mundo mejor, demandantes de justicia, democracia, libertad. Y en ese sentido, se enojan con los jóvenes de hoy, los critican y los hemos transformado en “chivos expiatorios” de problemáticas que los exceden. La preocupación por la situación de los jóvenes, la pregunta por los modos de resolverla debería apuntar a indagar sobre las causas; sobre las razones de la problemática y sobre cuáles son las relaciones de estas causas con la sociedad en general. Entender que esos jóvenes se peleaban con un “orden establecido” y que se han quedado sin ese “orden establecido”, con lo cual, la construcción de su identidad se dificulta, deben construirse a sí mismos sin referenciasPor otro lado, participan de una sociedad de horizontalidades, que ha puesto en crisis la idea de la autoridad y el control, en la que la información y las comunicaciones fluyen en redes en las que poco importan las jerarquías. En ese marco, su identidad está más construida en referencia al presente que los rodea, que al pasado y sus tradiciones.