martes, 19 de marzo de 2013

"Para un país puede ser peligroso navegar solo"


"Para un país puede ser peligroso navegar solo" FUENTE: LA NACIÓN Testigo privilegiado del nacimiento del Mercosur, Félix Peña defiende, pese a todo, la supervivencia del bloque y advierte que las medidas proteccionistas pueden ser un bumerán de efecto mortal. "Cuando uno lee la historia larga, se da cuenta de que este tipo de crisis puede tener derivaciones muy complicadas. Con lo que pasa hoy se refirma la idea de que para un país puede ser peligroso navegar solo. Hay que estar lo más acompañado posible y desarrollar un sistema de alianzas amplio, de geometría variable, que comience por la región", dice. El director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank, insiste: "No veo conveniente dejar de lado algo que costó tanto construir, que está lejos de haber llegado a sus metas y quizá nunca lo haga porque son movibles, dinámicas como la realidad". - Pareciera que no hay mucho entusiasmo entre los socios para fortalecer el bloque; que es más fuerte la tendencia al sálvese quien pueda. -Hay un tema que es prioritario para todo país: el barrio. El Mercosur está muy lejos de ser lo que se había imaginado, quizá porque hubo exageración en las expectativas o porque en ese momento era muy difícil prever los desarrollos de la realidad local y mundial. Recojo muchas impresiones sobre que el bloque tiene hoy problemas de credibilidad, de eficacia. Llegó el momento de hablar de los problemas del Mercosur entre los socios, pero no veo que ese debate se esté produciendo. Pese a todo, Peña dice que sería muy difícil imaginar algo que sustituyera al Mercosur. "Hay quienes dicen que debería ser una zona de libre comercio, no una unión aduanera, pero eso implicaría negociar un nuevo tratado, porque el actual fija que tiene que haber un arancel externo común. Además, los problemas que hay no se resolverían. Es difícil imaginar la perspectiva argentina, incluso la de Brasil, Paraguay y Uruguay, sin Mercosur." - Siempre aparecen cuestiones más urgentes, como la actual crisis. -De acuerdo, primero lo primero, y eso es lo recomendable, sobre todo cuando hay cuestiones críticas como las actuales. Pero necesitamos transmitir al mundo que hay bases sólidas; un acuerdo entre Estados soberanos que, más allá de la diferencia de tamaños económicos, son iguales, y no que se instale la idea de que es una asociación con un líder, cosa que hoy está muy instalada con Brasil. Si algo nos enseña la experiencia europea es que los liderazgos sólidos, que generan paz y estabilidad en un espacio geográfico compartido por países de distintos tamaños, son los colectivos. Eso requiere un grado de institucionalización, y el Mercosur debería aspirar a ser el núcleo duro de la institucionalización de un liderazgo colectivo en América del Sur, cosa que comparte el presidente Lula [de Brasil], por lo que dice. - ¿Cuáles son las "derivaciones complicadas" de la crisis? -Es muy difícil predecirlo, porque un signo de estos tiempos es la incertidumbre, pero lo que nos enseña la historia larga, la de siglos, es que cuando hay desajustes estructurales de fondo en el sistema económico, se termina contagiando el sistema político internacional o interno de países clave. La crisis del 30 llevó al nazismo en Alemania y produjo otros problemas en otros países. Creo que es un momento en el que hace falta un gran pragmatismo, lo que no quiere decir no tener valores, sino trazar las hojas de ruta en función de los problemas concretos que hay que encarar. Y eso lleva a preguntarnos constantemente, en relación con este problema, con quién puedo trabajar mejor para resolverlo. - ¿Es exagerado decir que el proteccionismo es la versión globalizada de aquellos nacionalismos? -Si bien todo es muy complicado, no hay una situación de pánico que evoque aquello. Lo que se está señalando es que la opinión pública y las sociedades demandarán que se resuelvan, sobre todo, los problemas propios, y esos son, particularmente, el empleo y la preservación del nivel de vida. Hay una presión creciente de los ciudadanos para que el sistema político los proteja de los efectos de la crisis. El problema de la dirigencia política es reconocer que si se tira demasiada cuerda en esa línea, los efectos multiplicadores pueden ser negativos para el propio país. Una desestabilización del sistema económico internacional que signifique el cierre de mercados, transferencia de problemas de una economía a la otra, puede terminar potenciando los factores de conflicto internacional que existen en algunas regiones, particularmente en Asia y Asia central, que tiene mucho que ver con las rutas del petróleo y los hidrocarburos. Hoy es casi imposible disociar comercio mundial de geopolítica, en el sentido de que los países empiezan a actuar más en función de instintos de supervivencia y preservación, y pasan a un segundo plano los objetivos de desarrollar un mundo solidario, como se refleja en los objetivos del milenio de Naciones Unidas. - ¿Cómo explica un gobierno que aquello que los ciudadanos reclaman como protección puede resultar dañino a corto plazo? -[Piensa algunos segundos.] El hacer lo necesario para preservar las fuentes de empleo es algo natural. El tema es hasta qué punto hacerlo, dejando de lado las reglas de juego del GATT-OMC que permiten que mi economía esté vinculada activamente a la del mundo. Somos un país chico (0,4% del comercio mundial). Si todos empiezan a proteger de forma discrecional sus mercados, tendremos un escenario altamente inconveniente para el interés nacional. Tenemos que ajustarnos a las reglas internacionales para evitar que otros nos apliquen ese tipo de medidas y terminen afectando nuestras exportaciones. China, por ejemplo, es un país al que le compramos mucho, pero al que también le vendemos mucho. Florencia Carbone LA NACION