lunes, 31 de octubre de 2016

CINCO - EDUCAR PARA LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA


...Una persona puede querer demostrar cualquier cosa sobre la sociedad (porque tiene prejuicios, o intereses políticos, etc.) y para ello elabora una determinada teoría: esto es algo que carece de relevancia científica. La única pregunta de importancia científica es ésta: “¿Cómo experimentó usted su teoría?” (Popper, 1973, p.150). Si has sido capaz de no introducir en el proceso de análisis tus intereses, si has aplicado correctamente el método científico y si das completa publicidad a tu investigación, la validez o no de tu teoría se hará evidente. Adorno acepta de entrada la tensión entre saber y no saber popperianos. También sitúa el problema en el comienzo de la ciencia, pero no acepta su reducción a problemas intelectuales, epistemológicos, mentales, sino que considera que los problemas que dan lugar a la búsqueda de conocimiento científico son, esencialmente, problemas prácticos, reales, “porque el objeto de la sociología misma, la sociedad, que se mantiene a sí misma y a sus miembros en vida y que amenaza con hundirse a un tiempo, es problema en sentido enfático”, de manera que “en Popper el problema es algo de naturaleza exclusivamente epistemológica en tanto que en mí es a un tiempo algo práctico, en último término una circunstancia problemática del mundo” (Adorno, Popper et al., 1972, pp. 124-125). Desde la perspectiva de Adorno, al principio de la ciencia no está el problema mental, sino el problema real, es decir, la contradicción no entre conocimiento e ignorancia (resoluble mediante un esfuerzo por “mejorar” nuestro conocimiento), sino entre la sociedad tal cual es y una sociedad que se desea distinta: La experiencia del carácter contradictorio de la realidad social no puede ser considerada como un punto de partida más entre otros posible, sino que es el motivo constituyente de la posibilidad de la sociología en cuanto tal. Únicamente a quien sea capaz de imaginarse una sociedad distinta de la existente podrá ésta convertírsele en problema; únicamente en Educar para la participación ciudadana en la enseñanza de las Ciencias Sociales 22 virtud de lo que no es se hará patente en lo que es, y ésta habrá de ser, sin duda, la materia de una sociología que no desee contentarse -como, desde luego, la mayor parte de sus proyectos- con los fines de la administración pública y privada (Adorno, Popper et al., 1972, p. 137). Lo que distingue a la Teoría Crítica de Adorno del Racionalismo Crítico de Popper es el interés que la anima: el interés emancipador o, como dijera Horkheimer en su ensayo seminal de 1937, el “interés en la supresión de la injusticia social” (2000, p. 77). El propio Popper parece reconocerlo así cuando, según cuenta Adorno, en la correspondencia que ambos mantuvieron previamente al encuentro de Tübingen, aquel definió la diversidad de sus posiciones en los siguientes términos: en opinión de Popper, “vivimos en el mejor de los mundos jamás existentes”, mientras que Adorno se niega a creerlo así (Adorno, Popper et al., 1972, p. 136). En su ya clásica aproximación al oficio de sociólogo, Bourdieu, Chamboredon y Passeron advierten de que el conocimiento empieza siempre con un movimiento de ruptura: El descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, aun del más desconcertante, puesto que supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que éste propone a la percepción. Si se insiste demasiado sobre el papel del azar en el descubrimiento científico, como lo hace Robert K. Merton en su análisis del serendipity, se corre el riesgo de suscitar las representaciones más ingenuas del descubrimiento, resumidas en el paradigma de la manzana de Newton (1989, p. 29). Porque, si hay que esperar a que los problemas nos caigan (directa y literalmente) sobre la cabeza para considerarlos como tales… [3] Pero la perspectiva adorniana no resuelve el problema del surgimiento de los problemas (sociales), tan sólo sitúa la pregunta en otro lugar: ¿cómo surge el interés por la transformación del mundo? Hay problemas en el mundo, pero ¿de quién son esos problemas que hay en el mundo?, ¿quién se siente concernido por ellos? Recurriendo a la célebre paradoja de Hume -“Si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie que lo escuche, ¿hace ruido al caer?”-, deberíamos preguntarnos: ¿puede existir un problema en el mundo si nadie lo califica como tal? Abordamos esta cuestión diferenciando entre el qué y el cómo de los problemas. Son términos que en demasiadas ocasiones se mezclan, complicando sobremanera la reflexión. Cuando preguntamos “cómo” estamos planteando una reflexión orientada hacia la práctica. Pensamos en medios, en modos, en herramientas, en instrumentos, en procesos, en metodologías, en instituciones... Ya sabemos que tenemos que actuar: esto es algo que ni se plantea; incluso sabemos, mejor o peor, qué tenemos que hacer. De lo que se trata es de buscar la mejor manera de hacer eso que sabemos que tenemos que hacer. Pero en demasiadas ocasiones nos planteamos problemas aparentemente técnicos (aparentemente son “cómos”) que, en realidad, encubren problemas sustantivos (realmente son “qués”). Parecen problecómos, pero en realidad son problequés. O probleporqués. Cuando ocurre esto, lo que en realidad estamos preguntándonos es: “¿Por qué preocuparnos por los problemas del mundo?”. Y cuando nos hacemos esta pregunta ya tenemos la res- Imanol Zubero Problemas del mundo, movimientos sociales y participación ciudadana 23 puesta rondándonos la mente y el corazón: “¿Por qué preocuparnos... cuando la situación es tan complicada, o tan grave; si somos tan pocos, o tan pequeños, o tan débiles?; ¿si los resultados de nuestro trabajo son tan limitados, si llevamos tanto tiempo trabajando sin solucionar nada, si las cosas parecen ir cada vez a peor? En definitiva: ¿De qué vale preocuparse por los problemas del mundo? ¿Merece la pena? ¿Sirve para algo? O incluso: ¿De verdad tenemos que hacerlo? ¿Por qué razón? CONTINUARÁ...