sábado, 27 de enero de 2018

DESTELLOS PATAGÓNICOS (19) Lectura viva de un cuadro


LECTURA VIVA DE UN CUADRO 18 de septiembre de 2017 LECTURA VIVA DE UN CUADRO Por Sergio Pellizza El cuadro es un galpón de esquila en plena tarea, está colgado en la pared del salón de una importante estancia de la zona y está fechado en 1925. Si nos acercamos en silencio por el ángulo inferior izquierdo del marco, veremos como una pequeña puertita que nos permite entrar. Está cerrada. La abrimos despacito y espiamos por el pequeño ángulo de visión que nos permite la puerta entornada. Se ve muy poco pero, se puede cuchar el ruido del motor de las tijeras mecánicas cuyas cortadoras se mueven tan rápido que se tornan invisibles. Abrimos un poquito más la puerta y no vemos mucho más, pero si recibimos como una bofetada en la cara. Olor a nafta, aceite quemado, estiércol y orina de los animales, sudor, grasa y lana recién cortada. El balido tristón de miles de ovejas y corderos mezclados que se llaman entre si mutuamente, en medio de ese tremendo revoltijo, gritos de hombres y ladridos de perros. Ruido de pesuñas en los pisos de madera. Latas con piedras en su interior que son agitadas para que su bochinche haga mover a las aturdidas ovejas. Abrimos más la puerta. -¿Nos animamos a entrar? En un arranque de curiosidad, lo hacemos despacio, sin temor a ensuciarnos el calzado en la basura del piso… Al entrar, el cuadro parece cobrar vida. Los 25 a 30 hombres que trabajan en las distintas tareas, reflejan cansancio, mal humor y suciedad en sus rostros que levantan en nubes el movimiento de las ovejas. Podemos ver los peones encargados de hacer entrar los animales al brete contiguo al galpón de esquila, chorreando sudor con tierra gritan, empujan a las ovejas que se resisten a hacerlo. Los peones agitan los tachos con piedras, azuzan a los perros que aumentan sus ladridos, se suben a las ovejas apiñadas, les ladran cerca de las orejas y amenazan morderlas, pero sin hacerlo. Al fin, después de obstinada resistencia entran al brete. Los peones embretadores cierran el lienzo. Ellos y los perros respiran aliviados, fin de un ciclo. Tendrán unos minutos de descanso. Luego comienzan a juntar nueva hacienda para tenerla a mano porque el brete que terminan de llenar comienza a vaciarse de animales rápidamente, debido al veloz trabajo de los esquiladores. Observando mejor vemos a dos hombres a la salida del brete en el galpón, que llevan colgando del cuello varias tiras de cuero crudo como chalinas que utilizan para manear las ovejas y dejarlas al lado del esquilador. Aparecen en la puerta, toman una oveja por la pata y se pierden con ella en el interior del galpón. Con veloz maestría las manean de las cuatro patas y las dejan tendidas cerca del esquilador y sus afiladas tijeras mecánicas. Este, antes de terminar la que está esquilando le pega una rápida mirada y ya sabe si es de las fáciles o difíciles y en unos segundos sabe cómo encarar la esquila. Entretanto los agarradores salen en busca de nuevas ovejas lanudas, y así sigue su vaivén pesado que dura ese cuarto de trabajo. Después de un breve descanso que permite al esquilador descontracturarse de la incómoda posición y dar un respiro al resto del personal, se trabajan 3 cuartos más de dos horas hasta completar las 8 horas de la jornada. Un buen esquilador puede llegar a completar 150 animales. Al meternos más en el cuadro vemos otros actores. El playero, se acerca rápidamente al esquilador levanta el vellón que este termina de sacar como un suéter al animal, al mismo tiempo que le entrega la ficha por haber esquilado un animal más, a la vez que le grita lata, y se la coloca en un tarrito que el esquilador tiene colgado cerca de sí. De inmediato el playero toma el vellón recién sacado y corre a colocarlo en la mesa del embellonador. Apenas cae el vellón sobre la mesa este lo envuelve como formando una pelota atado con un hilo y se lo pasa a los prenseros. El trabajo de los prenseros es quizás el más pesado de la esquila. Los vellones que se van amontonando al lado de la prensa son puestos en dos cajones superpuestos y pisados para que quepan la mayor cantidad posible hasta llenarlo. Cuando los dos cajones están llenos de lana bien apisonada, un aparejo levanta el cajón móvil y lo coloca sobre el otro de manera que queden los dos encimados como si fueran uno solo. Luego actúan los criques dando presión hasta que el volumen se contrae a la medida de un solo cajón. Se abre la puerta lateral y ya está listo el fardo de lana para el transporte, normalmente hasta la costa donde es embarcado directamente a Gran Bretaña o alguna hilandería europea que lo procesa… Lentamente sin hacer ruido vamos camino a la puerta de salida del cuadro… La trasponemos despacio y como cuando entramos los ruidos, los olores se van desvaneciendo…Los movimientos lentificando… Solo queda nuestra vivencia estampada en nuestra mente y el cuadro vuelve a ser una inmóvil pintura al oleo, colgada en la pared del salón de esa estancia de la zona. 18 septiembre 2017