martes, 19 de diciembre de 2017

DESTELLOS PATAGÓNICOS (12) SELECCIÓN DE RELATOS DE CABO VÍRGENES Y SU FARO


DESTELLOS DEL FARO -SELECCIÓN DE RELATOS DE CABO VÍRGENES Y SU FARO por sergio pellizza 19 de octubre Por Sergio Pellizza – Selección de relatos sobre el Cabos Vírgenes y su faro Prologo Sumergirse en estos relatos inspirados en el punto más austral de Argentina, intenta acercar al lector a las vivencias de un personaje no muy tenido en cuenta en nuestra historia: Como el Teniente de fragata Teófilo de Loqui que, es enviado por el Gobernador Moyano, primer Gobernador de Santa Cruz a ver qué ocurría. En Cabo Vírgenes. Se relata su viaje desde el Rio Santa Cruz al mando de su caballería montada hasta su destino. Donde debería ejercer poder de policía y representar al gobierno nacional. El Teniente Teófilo de Loqui, realizó en realidad ese viaje en 1885. Los escenarios son la geografía clásica de la Patagonia austral en el mes de agosto, donde está presente el viento que a veces ruge, y la nieve que sucede en silencio. Introducción Desde tiempos inmemoriales la codicia por el oro movió a la humanidad a hacer proezas increíbles… y moverse al fin del mundo fue una de ellas...allí todo es belleza natural pero el clima es de una crueldad que solo se soporta con valentía y convicción...1888…ese año con solo esas dos virtudes lo ponen a Teófilo a darle forma legal a la situación...nadie salió victorioso nadie, salió adinerado, pero marcaron hitos imborrables en nuestro mapa y allí esta Cabo Vírgenes lugar más Austral de la Republica Argentina...nada más y nada. Menos que casi el Fin del Mundo.. Prof. Susana Basilico Policía montada en Cabo Vírgenes Parte I – La Partida Por Sergio Pellizza En el extremo más austral de Argentina continental se encuentra una elevada punta acantilada por la cual pasó Hernando de Magallanes, frente al estrecho que lleva su nombre. Llamó a este accidente geográfico “Cabo Vírgenes”, pues ese 21 de octubre de 1520, era el día de “las 11.000 vírgenes.” En esta tierra, poblada de tantas historias y tantos fantasmas, a unos 130 Km de Rio Gallegos, Capital de la Provincia de Santa Cruz hoy se encuentra el Faro de Cabo Vírgenes. Hace poco menos de 140 años en las proximidades del Rio Santa Cruz se comenzaba a delinear esta historia… El joven Teófilo se encontraba admirando esos límpidos amaneceres con alucinantes tonos de colores que casi podían tocarse y notar su textura. Nunca había poder tocar un color, solo aquí en la margen sur del Rio Santa Cruz experimentaba esa sensación. El joven marino disfrutaba todo esto pero, también extrañaba Buenos Aires, por eso esperaba ansioso noticias del irregular buque Villarino que vendría, no se sabía cuando, para relevarlo de su comisión en Santa Cruz. Antes que el buque llegó la carta. Decía más o menos así: Fechada en 1887. “Habiendo tenido conocimiento el gobierno nacional que en el Cabo Vírgenes se han descubiertos yacimientos de oro, lo que ha dado lugar a una invasión de aventureros a esa región. Se considera indispensable que la autoridad nacional esté presente en ese punto. Se ha designado a usted para que, sin pérdida de tiempo se traslade al lugar indicado y tome, en consecuencia, todas las medidas que se relacionen con esta orden, hasta que reciba nuevas instrucciones.” Las instrucciones llegaron poco después, por nota recibida de un chasque enviado desde Punta Arenas (El correo oficial llegaba a Santa Cruz en esa época vía Punta Arenas incluso la correspondencia oficial) Estas eran las órdenes: “Se le ordena tomar las providencias que el caso requiere, empleando los elementos y recursos de que disponga para hacer respetar la soberanía nacional, en ese territorio, estableciendo vigilancia policial. Se le recomienda muy especialmente la prudencia y tacto que debe observarse en este punto fronterizo a Chile, como también en las medidas a justarse a lo dicho. Asimismo queda autorizado a contratar hasta 25 hombres, los que destinara a policía montada. En cuanto a los pagos lo hará usando sus propios medios que puede recoger sobre el terreno, vale decir, el oro, para lo cual queda usted autorizado. Por lo tanto queda usted nombrado para esta comisión. De comienzo lo acompañaran a usted, el ciudadano Arturo Villagrán como comisario de policía y 3 peones. Deberá partir en un plazo no mayor de 48 horas.” El joven Teófilo nunca se había permitido observar una orden. Pero esta… -¿Como hare para cumplimentarla? Nosotros en este hoy pensamos que El gobierno nacional de ese entonces comprometía muy poco, casi nada, en cuidar y afianzar su territorio. El joven seguía pensando en él como, él cuando ya lo tenía ordenado. Preparar un campamento que debía guardar relación con esta orden no era fácil, sobre todo con los muy escasos recursos disponibles, apenas alcanzaban para lo indispensable: Dos chatas cargueras. Una para carpas y bolsos de equipaje y otro para unos pocos víveres secos, como ser arroz para 10 días, galletas para otros tantos, yerba para un mes, dos ollas. Treinta y cinco caballos, mas seis elegidos para monta. A todo esto se agregabas un arreo de 150 bovinos, vacas, toros, terneros; todos criados a campo abierto, muy difíciles de manejar. Estos animales debían servir como reserva y ser utilizados, en último caso en el punto de destino, con prolija rendición de cuentas de su consumo. Los elementos del campamento se reanimarían en el potrero de “Las Salinas”. Un lugar de unas 300 hectáreas abrigada por altas barrancas del lado sur y limitada al norte por el rio. Allí se concentraban la hacienda, la caballada, los carretones y demás elementos. Este sería el punto de partida. Se hicieron los aprestos necesarios y con las últimas horas de sol se hicieron los retoques y una revista minuciosa de todos los elementos. A la mañana siguiente una helada blanca cubría, como un sudario, los pastos, matorrales y laderas del cañadón de la orilla del Rio Santa Cruz. Las matas parecían erizos cristalizados con sus espinas rígidas que al rozarlos, crujían como hebras de cristal. Los animales del arreo apretados unos junto a otros, se prestaban calor; la caballada pellizcando bocados de pasto escogidos se sacudía impaciente por marchar. Cambiando los tonos aparecieron los rápidos sonrojos del amanecer patagónico, después los carmines suaves y, por último detrás de esa superficie blanca y helada, surgieron los primeros rayos del sol derramando toda su vida dentro de ese cuadro de aparente muerte. Aparecieron los pájaros buscando las migas de las galletas que acompañaban al mate de los paisanos. Se fueron apagando los fogones y juntando los últimos enceres de la acampada. Este era el escenario que despedía el ponerse en marcha, la policía montada de Cabo Vírgenes a las 8 horas de esa mañana como estaba previsto. Policía montada en Cabo vírgenes Parte II - Primera misión Por Sergio Pellizza La primera jornada hacia Cabo Vírgenes de esta policía montada, fue lenta por la dificultad del ganado. La hacienda, 150 bovinos se movía despacio. El cuadro que se fijaba en los ojos de Teófilo era inolvidable. En primer término el arreo, la caballada, las chatas cargueras y los jinetes. La senda la hacían al marchar hacia el sur. Hacia atrás quedaba el norte. Quedaban los grandes bajos que arrancando a la izquierda del Rio Santa Cruz y Rio Chico, se extienden hasta San Julián. Estos bajos con más de 100 metros bajo el nivel del mar constituyen la depresión más importante del hemisferio sur. Acamparon en un lugar conveniente para animales y humanos. Día 7 de agosto 188... Así abría Teófilo su diario de campaña. Hora, 7 de la mañana, mucho frio húmedo, por aporte de aire del este. El sol saldrá a las 9 y tendremos media hora de luz de crepúsculo. Como una disposición no ordenada, en esa pereza helada se despertó el campamento; toda la gente de campo sabia sin consultar el almanaque náutico la hora de partir. El sol apareció brillante, con su precisión acostumbrada, en un cielo sin nubes con un cielo azul purísimo, pareciendo que la atmosfera se estremece de contagiosa emoción. Hacia las dos horas de marcha se vió un humo al frente, a la derecha en dirección a Punta Arenas. Teófilo sin pensarlo dos veces se dirigió al humo acompañado por su recientemente nombrado Comisario Villagrán. Primera misión de la policía montada. A unos 4 kilómetros encontraron una carpa y algunos caballos sueltos. - ¡Hola buenos días ¡ ¿Hay alguien aquí? … Se abrió la puerta de la carpa y apareció un hombre de regular estatura cubierto con un quillango, asomaba por entre los pliegues de este una carabina que apuntaba alternativamente a Teófilo y al comisario Villagrán. -Tranquilo Hombre, dijo Teófilo, somos la autoridad Argentina en estos lugares y ¿usted quién es? El hombre dejo de apuntar con su arma a los recién llegados y respondió. -Soy Gerónimo Habit –Oie, ingeniero de minas. Salí de Punta Arenas hace 8 días y me dirijo a Santa Cruz para solicitar pertenencia minera en Cabo vírgenes. -Mucho me alegro Sr. Gerónimo en que respete la ley.- ¿No tiene diarios a alguna noticia del norte? Hace 4 meses que no llega barco a Santa Cruz. -No señor oficial dijo Gerónimo, solo tengo unos ejemplares de “Le Tems” donde se da cuenta del descubrimiento de oro en Cabo vírgenes. En Punta Arenas no se habla de otra cosa. -Como viajo ligero espero alcanzarlos en el Rio Coile. Una hora y media duró la ausencia de Teófilo y Villagrán de la tropa que seguía su lento avance hacia el sur. Los esperaban muchas preguntas de sus compañeros de viaje. Este episodio puso una nota diferente en la rutina del viaje y toda la gente imaginó que juntarían oro en bolsa y que al final todos materializarían sus sueños. Los días 8,9,10 y 11 de agosto, trascurrieron sin novedad y los llevaron hasta las orillas del Rio Coyle. Tuvieron un tiempo excelente. El día 11 a la tarde entraban en el valle con buenos pastos para los animales. Como dice el refrán: “Hacienda bien comida es, hacienda pronto echada”. Dejan a dos hombres a su cuidado y continúan con la carga unos dos kilómetros más arriba, en la falda de una colina cubierta de matorrales de buena leña. El tiempo espléndido que los había acompañado hasta aquí, parecía cansarse de su amabilidad y estaba dando indicios de que cambiaría rápidamente. Los hombres de campo saben leer estas señales y se preparan. Las nubes provenientes del suroeste no se veían amenazadoras. La aguja del barómetro parecía danzar en su cuadrante numerado. El buen sentido común de Teófilo le dijo que escuchara lo que tenia qué decir el viejo peón Eustaquio, nacido y criado en la Patagonia. -Patrón se viene la mala, mejor esperamos hasta qué aclare. -Está bien dijo Teófilo, trasmítale la orden al comisario Villagrán de que disponga el armado de las carpas al reparo, al pié de la colina- No bien este ubicado el ganado que disponga una ronda de vigilancia a relevarse cada dos horas. El viento comenzó a soplar del suroeste con fuerza al atardecer. Como una hora más tarde, comenzó a caer granizo como arroz, descargándose enseguida una fuerte nevada. Teófilo sabía que después de la nevada bajaba mucho la temperatura y todo se congelaba. No era bueno, pero peor era que se levantara viento fuerte, esto sacudiría las carpas castigaría al ganado y los mantendría incómodamente inmovilizados hasta que amainara. Justo esta, es la previsión que se cumplió. A la madrugada comenzó a soplar fuerte del sudeste con mucha nieve, y un frio intenso se dejo sentir. El termómetro marcaba 4 grados bajo cero en el interior de la carpa. La Caballada, con el anca al viento, no se movía. La temperatura afuera era de 8 grados bajo cero y seguiría descendiendo. Con un tiempo semejante no era posible dejar el campamento y continuar hasta el Rio Gallegos. Lo único bueno, en este esperar a que aclare, fue que una tropilla de guanacos, buscando abrigo, se había recostado sobre el campamento que todo cubierto de nieve no les había advertido del peligro del hombre cercano. Ver a estos animales y escuchar despertar el instinto cazador fue cuestión de segundos. Bastaron unos pocos disparos para tener carne suficiente hasta el final del viaje. Parecía una incoherencia, tanto ganado y tener que cazar guanacos para comer carne. Pero Teófilo oficial de marina, con férrea disciplina militar tenia la orden de que el ganado tenía que llegar intacto a destino, era una orden. No entendía bien cuál era el plan del gobierno nacional. Tenía un sobre cerrado que había llegado con las órdenes y que debía abrirlo al llegar. Y así se haría. Mientras el viento y la nieve seguían sacudiendo y enfriando las carpas. La temperatura afuera ya estaba en 16 grados bajo cero. Se cumplía el tercer día de espera en el campamento y 10 desde la partida de Santa Cruz. Policía monada en Cabo Vírgenes Parte 3 – Encuentro con un puma Por Sergio Pellizza Permanecieron dos días en el paradero indio de “Waken Aike”, El comienzo de la senda hacia el Rio Gallegos. La hacienda pudo alimentarse gracias al deshielo que había comenzado y la mayor parte de los 150 vacunos ya comenzaron a echarse. La caballada estaba también se veía bien y el sol brillando en un cielo totalmente diáfano levantaba el ánimo de todos En la madrugada del 18 de agosto todos estaban en pie, las cargas junto a las chatas cargueras y los caballos para ensillar atados a las matas esperando que el sol aparezca. Todos reunidos frente al fuego, se desayunaron con apetito y alegría, los dos grandes elementos de la vida y los peores enemigos de la enfermedad. Tres leguas antes de llegar al Rio Gallegos comenzó a distinguirse en la distancia dos picachos que identifican la parte sur, así como el cerro Guar aiken situados en la costa norte. El pensamiento de Teófilo ahora estaba lejos de sus problemas. Solo se dejaba invadir por el imponente paisaje: Se decía a sí mismo… -Me abro a ti madre tierra y solo dejo que la vista asombrada contemple el poder de la naturaleza. Lo fantástico me penetra y me hace sentir lo que ha producido este cauce. Imagino un inmenso maremoto invadiendo esta parte austral de la Patagonia, levantando una parte del suelo y hundiendo otra y precipitándose las aguas por esos gigantescos socavones, arrastrando cerros. –Que pequeño me siento… Continuó la tropa su rumbo y llegaron a las proximidades del Rio. Lugar donde se abre una gran manga que conduce entre buenos pastizales, a media tarde. Estaban a un kilómetro del “Paso del Medio”, lugar por donde intentaría cruzar el Rio Gallegos. No era aconsejable el cruce. Las planchas de hielo que bajaban por el río y la crecida de este, por el deshielo temprano, los obligó a esperar al día siguiente. Teófilo decidió hacer una rápida exploración rio abajo. Seguía el margen del rio, al tranco de su caballo, acompañado por varios perros juguetones. De pronto su caballo se encabrita y escucha un gemido largo de dolor de uno de los perros detrás de un tupido matorral… Los perros restantes se lanzaron ladrando ferozmente, como flechas tras los arbustos. Dando espaldas a las matas, sentado y en actitud de defensa, estaba un espléndido puma macho con el pelaje erizado, con su fiera cabeza echada hacia adelante y mostrando sus formidables colmillos, listo para deshacerse de los intrusos que habían incursionado en sus dominios. Uno de los perros, de poca experiencia había sido alcanzado por su gran garra; pero por suerte para el can, fue en el costillar izquierdo donde se abrían dos grandes surcos de la cual emanaba bastante sangre, esta herida lo obligó a refugiarse detrás del caballo de Teófilo, ya buscando el revólver en su funda, mientras trataba de dominar el caballo, sumamente nervioso y atendiendo solo a su instinto, que lo instaba a alejarse del peligro. El puma acorralado por los perros no dispara y se limita a su defensa; y cuando puede manotear a alguno, lo sujeta con las garras de las patas y le clava los dientes en el cráneo que queda inmediatamente destrozado por las fuertes mandíbulas. Todo esto tan velozmente que apenas la vista puede seguir el drama. El puma ya enfurecido, había dado cuenta de dos perros, y estos solo le habían infligido algunas leves mordeduras. No obstante el cerco de los perros no aflojaba ni un instante, seguían hostigándolo contra el matorral. Teófilo, ya con el caballo casi dominado y el revólver en la mano, solo buscaba un Angulo para disparar sin herir a los perros. Hizo un disparo al aire que abrió un claro en el cerco, apuntó rápidamente y disparó. La bala se hundió en pleno pecho del puma. Y al recibirla pegó un gran salto y cayó revolcándose en una peligrosa agonía para los perros, que se lanzaron de inmediato sobre el animal herido de muerte pero que, aún conservaba fuerzas para liquidar al que se acercara, por suerte no fueron heridos por las formidables garras que, en ese postrer momento abrían surcos en el pasto. Teófilo se encontraba a un kilometro del campamento y deseando aprovechar lo que fuera posible del puma, hizo una fogata con mata negra y pasto verde para hacer humo. Al poco tiempo llegaron un par de peones a quienes ordenó cuerear al puma y sacar los costillares. La carne de puma podía comerse asada, según había escuchado y decidió probarla. Comentó después que, aunque algo dulce era bueno. Le dio un buen trozo a probar al ingeniero de minas Habit-dOie de Lieja que solía acercarse al campamento, sobre todo a la hora de comer y casi nunca a la hora de cooperar con alguna tarea. Decía siempre lo mismo. -Yo tener sirviente, para eso pagar. –Yo pienso –Yo calcular y hago trabajo intelectual, para eso yo estar acá. –Yo representar grandes capitales. Teófilo se dijo para sí. -Esta es una muestra de los tipos que, en su mayoría iguales o peores, llegaron por docenas a esta parte austral de la Patagonia. –Menuda tarea tenía su policía montada ya casi a la vista. Esa noche Teófilo anotaba en su diario. 19 de Agosto 2100 horas viento suave del oeste temperatura 3 grados bajo cero. Novedades: -En esta zona del Gallegos y el Coyle es muy grande la cantidad de pumas que hay, al extremo de ser un problema difícil de resolver su extermino, para poder poblar con ovejas esos campos. -Hoy cazamos uno. El rio sigue crecido esperemos que baje algo para mañana e intentar el cruce por “Este paso del medio” El Rio Gallegos transitaba nervioso el curso que había tardado miles de años en modelar y sus aguas continuaban viajando como este relato hacia el mar… donde al final todos los ríos se terminan de encontrar. Policía Montada en Cabo Vírgenes Parte 4 - La llegada Por Sergio Pellizza Con la hacienda y la caballada bien alimentada, el fogón encendido y suficiente carne de guanaco y también de puma, que habían cazado la gente estaba contenta. Se hacían comentarios sobre el Río Gallegos que a la vista estaba aún crecido y seguía haciendo desfilar planchones de hielo en su tránsito hacia el oeste. Teófilo se sentía con confianza de poder cruzar por ese paso mañana. Una medida que había hecho colocar en un remanso, indicaba que en unas horas había bajado como 30 centímetros. Así fue que a media mañana del día siguiente encararon el cruce después de verificar que el agua no llegaba a más de medio costillar de su caballo. Los planchones de hielo ofrecieron cierta dificultad al provocar el arremolinar de la hacienda, pero se pudo cruzar ese último obstáculo. El cruce del paso del medio fue realizado con cuidado e insumió bastante tiempo y energías a todos. Por eso Teófilo decidió acampar de este lado del rio, planeando salir de madrugada para llegar hasta el próximo paradero llamado “Cañadón de los Frailes” distante 12 leguas. Emprendieron la marcha bien temprano. La pampa que se extendía enfrente, algo ondulada hasta el Estrecho de Magallanes podía hacerse sin mayores dificultades. Forzando algo la marcha llegaron al “Cañadón de los Frailes”. Allí dejaron que la hacienda descansara, se alimentaran y se prepararon para las últimas etapas. A partir de este Momento Teófilo, ya bastante libre de dificultades tuvo tiempo de pensar en su misión. Comenzó a repasar todos los detalles que tenía… como información acompañando las órdenes. Sabía que todo esto, se había originado en la varadura y posterior naufragio de vapor Artique en 1884. Justamente en Cabo Vírgenes su destino. el vapor encallado Artique después de ver que no podía ser rescatado, tomaron la mercadería que aun podía servir y lo abandonaron. – El buque termino siendo saqueado de todo lo que podía ser útil. Uno de los últimos en llegar fue el cazador Tehuelche lukache, hijo del cacique foyel y una cautiva cristiana. -Lukauche llegó tarde, menuda desilusión, al ver que las cosas que pudo juntar excavando en la arena, carecían de valor alguno para vender; cuando de pronto vio brillar algo entre el pedregullo, multitud de arenillas doradas. “¿Será oro?’” pensó enseguida el indígena. -“No creo, ¿de dónde oro en esto páramos?” Pero juntó un puñado de arena en la palma de la mano y comenzó a examinarlo. Aquello era oro… Lo mostró después a otros: Efectivamente era oro de ley. El codiciado metal llenó en un periquete la fantasía de cuando aventurero andaba en cien leguas a la redonda. La noticia voló. Enseguida se supo en Punta Arenas. Luego en Santiago y Buenos Aires. ¡Oro en Cabo Vírgenes¡… Los cables vibraron con la noticia electrizante. Se formaron compañías para la explotación del codiciado mineral. Los diarios mantuvieron encendida la llama de la esperanza. Pero las empresas auríferas tuvieron éxito al comienzo y luego fue menguando la cantidad de oro extraído. Varias fracasaron en el intento no obteniendo ningún resultado económicamente aprovechable y se fundieron. De cualquier manera la fama de Cabo Vírgenes, se quedó por un tiempo más, alimentada por la prensa interesada. A principios de 1885 se difundió rápidamente la noticia descubrimiento de oro en la zona, provocando la llegada de buscadores y empresarios deseosos de explotar el rico metal, quienes formaron un incipiente y precario poblado. El Gobernador de Santa Cruz, Carlos María Moyano, envió en 1885 al teniente de fragata Teófilo de Loqui a mensurar la zona poblada de cabo Vírgenes y trazar el futuro pueblo, pero la actividad minera había decrecido porque no existía la cantidad de oro que se había pensando, y las ganancias no compensaban los gastos. Teófilo de Loqui es lo que encuentra a su llegada, un precario caserío. Registra en su plano las escasas viviendas existentes, figurando la Policía montada como única autoridad gubernamental. Además, con fecha 1º. de agosto de 1888 informa: "Las pocas casas de comercio establecidas están liquidando sus existencias, por haber disminuido considerablemente el número de lavaderos; poco interés demostraron estos pobladores en solicitar solares, ya que puede preverse el día que todos se retirarán." A pesar de todo esto la Patagonia Austral siguió dando señales de existencia. Don Ramón Lista, segundo gobernador de Santa cruz decide trasladar la capital del territorio, que funcionaba en Puerto Santa Cruz, a Rio gallegos en 1888, con el objeto de vigilar mejor las riquezas auríferas de Cabo Vírgenes. El traslado jurídico de la capital sólo se realizó por ley del año 1898 y es ratificado el 19 de mayo de 1904 cuando el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el decreto respectivo. Algo tarde para proteger el oro que ya no estaba pero, a tiempo para consolidar el territorio nacional, diciendo tímidamente desde Buenos Aires. Estos lares también son Argentina. Esta voz queda de presencia, se vio amplificada en el grito de gente como El Perito Moreno, Piedra Buena, Moyano, Lista y Teófilo de Loqui, a quien acompañamos en su viaje hasta el extremo más austral de Argentina. Este grito dice nada más y nada menos ¡EL SUR TAMIEN EXISTE! Más tarde se decidió poner un nuevo hito en este lugar argentino. El punto inicial de la ruta más larga,, La Ruta Nacional nº 40 "Libertador General Don José de San Martín" La ruta recorre 5194 km:comienza aquí en Cabo Vírgenes Santa Cruz, atraviesa 21 parques nacionales y termina en Bolivia. Para que también se vea, este grito, el 15 de abril del 2004 el Faro Cabo Vírgenes decía con su voz luminosa de destellos blancos cada 5 segundos. EL SUR TAMBIEN EXISTE, EL SUR TAMBIEN EXISTE. LA QUIMERA DEL ORO EN CABO VÍRGENES Por Sergio Pellizza Las altas presiones reinantes en los cuatro horizontes habían inmovilizado el viento convirtiéndolo solo en una masa de aire quieta. Sobre el Chalten lo que había quedado de un viento del oeste charlaba intrascendencias como siempre lo hacía con el monte sagrado. Este aire decía: -Sé que es aburrido Chalten, pero al no poder moverme no tengo novedades para contarte. - No durará mucho, contestó el monte. Mientras esperamos a que te muevas… - ¿Te acuerdas del naufragio del vapor francés Artique? En 1884, tiempos humanos. No embocó la entrada del Estrecho de Magallanes y quedo varado en un banco frente a Cabo Vírgenes por la niebla?... -Sí que me acuerdo dijo el aire quieto.- Interesante historia para recordar y pasar el tiempo esperando que la bendita temperatura haga lo suyo y me permita moverme dando espacio a la entrada de bajas presiones que me permitan moverme. -Según recuerdo dijo el monte, el vapor encallado Artique después de ver que no podía ser rescatado, tomaron la mercadería que aun podía servir y lo abandonaron. – El buque termino siendo saqueado de todo lo que podía ser útil. Uno de los últimos en llegar fue el cazador Tehuelche lukache, hijo del cacique foyel y una cautiva cristiana. -Así fue dijo el aire quieto, menuda desilusión de Lukache, al ver que las cosas que pudo juntar excavando en la arena, carecían de valor alguno para vender; cuando de pronto vio brillar algo entre el pedregullo, multitud de arenillas doradas. “¿Será oro?’” pensó enseguida el indígena. “No ¡de donde oro en esto páramos¡” Pero juntó un puñado de arena en la palma de la mano y comenzó a examinarlo. Aquello era oro… Lo mostró después a otros: Efectivamente era oro de ley. El codiciado metal llenó en un periquete la fantasía de cuando aventurero andaba en cien leguas a la redonda. La noticia voló. Enseguida se supo en Punta Arenas. Luego en Santiago y Buenos Aires. ¡Oro en Cabo Vírgenes¡… Los cables vibraron con la noticia electrizante. Se formaron compañías para la explotación del codiciado mineral. Por varios años los diarios mantuvieron encendida la llama de la esperanza. Pero las empresas auríferas tuvieron éxito al comienzo y luego fue menguando la cantidad de oro extraído. Varias fracasaron en el intento no obteniendo ningún resultado económicamente aprovechable y se fundieron. De cualquier manera la fama de Cabo Vírgenes, se quedó por un tiempo más, alimentada por la prensa interesada. Pasó el Estrecho de Magallanes y, como se hallaron vestigios de oro más al sur se prosiguió la búsqueda en Rio Cullen, en San Sebastián y en cuanto rincón fueguino tuviera visos de ser depositario de tan codiciado metal. Los cateos en las nacientes del Rio Anita. Un modesto riachuelo que nace en los turbales de los altos, al oeste de la isla Grande de Tierra del Fuego y luego de recorrer unos 100 kilómetros entre bosques y pantanos, desemboca sin pena ni gloria en el Estrecho de Magallanes. Las hábiles maniobras de quienes se encargaron en ese momento de seguir aprovechando el mito de los incautos hasta llegaron a sembrar oro en el lecho de este rio que paso a convertirse en “Rio Oro”. Que no era más que un fraude y del oro de ese rio solo quedo el nombre. A todo esto lukache, el indígena que descubrió los primeros vestigios auríferos dejó una huella que podemos intuir fue muy nebulosa. De acuerdo a la pertenencia de raza los historiadores le han conferido diversas habilidades: los que lo creían araucano sostenían que era simpático y de buena predisposición a parlamentar. Los demás dicen que era un tehuelche indómito, de temperamento guerrero, obstinado y rebelde. En lo que todos coinciden es que era un eximio cazador de avestruces y guanacos y que su habilidad sobre el caballo y con las boleadoras le granjearon un rápido respeto por parte de amigos y enemigos. Cómo logró amasar una considerable fortuna en oro, joyas y abundante plata, es un misterio que aún no se devela. Como tampoco se ha podido saber La suma de estos hechos alimentaron con rapidez la leyenda. La más conocida sostiene que su tesoro de incalculable monto fue enterrado en las laderas del Cerro Fortaleza que se ubica a la vera de la Ruta 258, entre las poblaciones de El Foyel y El Bolsón. Vanos han sido los intentos por localizar el tesoro tantas veces evocado por viajeros y viejos pobladores. Las pistas conducen a ese lugar de accedo sencillo pero, quien se atreve, generalmente solo a ubicarlos, irremediablemente muere en el intento y, en consecuencia, prosigue el misterio sobre su exacta ubicación. La tentación a saquear su tesoro es tan vieja como la historia. Las afiebradas mentes que lo han intentado encontrar no han regresado de semejante empresa, pero, al no haber comentado a nadie su secreta ambición y partida, nadie ha atado a ese motivo la muerte y desaparición del buscador de tesoros. Sin embargo la idea de la veracidad de su existencia trae año a año a diversas personas en busca del tesoro inexpugnable que sigue virgen en el cerro Fortaleza. Algunos investigadores afirman que en realidad lo que sucedió es que lukache accedió a una de las entradas de la Ciudad Encantada y paulatinamente fue saqueando aquellos tesoros para ocultarlos en esa formación rocosa del Cerro Fortaleza, bautizado así por su inexpugnable ubicación. Esto sumaría a la leyenda un elemento más para su perfecta credibilidad: lukache no sólo sabía la ubicación de aquella mítica ciudad sino que logró salir con vida y con tesoros y ocultarlos tan bien que hasta la fecha permanecen ocultos. De repente el aire quieto se convierte suave briza, luego viento fuerte. La temperatura había comenzado a movilizar los centros de alta y baja presión a su natural manera, de hacer que todo se mueva acuerdo a la natural armonía de la zona. El viento del Oeste con una cómplice sonrisa de complicidad se despide del Chalten y le dice: -Nosotros solo sabemos donde están eso que los hombres llaman tesoros y que será un misterio para los humanos hasta que lo descubran. Pero sería deseable que valorizaran mucho más los verdaderos tesoros que tienen a la vista, tan cerca como el hermoso paisaje y pocos se dan cuenta de su existencia. La imagen puede contener: 1 persona, cielo, texto y exterior Me gusta Mostrar más reacciones