martes, 19 de diciembre de 2017

DESTELLOS PATAGÓNICOS (11) -La última y lejana esperanza de de Lucilda


LA ULTIMA Y LEJANA ESPERANZA DE LUCILDA 21 de octubre LA ULTIMA Y LEJANA ESPERANZA DE LUCILDA Por Sergio Pellizza Lucilda de 9 años desde que tenía memoria, siempre en cada uno de sus recuerdas estaba presente el agua. Nació y crecía en las orillas del rio Guadalquivir. Sur de España, cerca del Puerto Sanlúcar de Barrameda, Provincia de Andalucía. Única hija, sus padres tenían una quinta parte de un terreno que cultivaban y les arrendaba el señor feudal de la comarca, a cambio de las 4 quintas partes restantes de lo que producían. Se esforzaban en cultivar la parcela trabajando de sol a sol, apenas les daba para comer, cuando ninguna catástrofe climática ocurría. Cuando el tiempo no era bueno directamente pasaban mucha hambre. Así perdió a dos hermanitos por desnutrición. Ella tuvo suerte. Nació en buena temporada de generosos cultivos que se mantuvieron hasta el año anterior donde lluvias torrenciales arruinaron los cultivos y sobrevivieron comiendo raíces y lo que fuera comible. Un mañana su padre llegó del puerto con una noticia. Estaban reclutando colonos para poblar un lugar distante donde, se decía. Allí hay tierra abundante para todos... No, la quinta parte de una parcela… Es tierra virgen que está disponible con inmensas superficies para todos, decían… El padre dijo. No será fácil, pero no podrá ser mucho peor que aquí… Tendremos una esperanza… Aquí no tenemos ninguna. El viento del este comenzó a hinchar las velas en ese luminoso día de septiembre rumbo hacia el poniente desde el Puerto. La familia no sabía dónde iba a terminar el viaje. Si entendieron que las dificultades se presentaban de comienzo. A poco de partir una fuerte tormenta los obligó a refugiarse en el puerto de Cádiz. Pudieron retomar el viaje recién en diciembre, siempre en dirección al poniente. También sabían que había un grupo de más 170 colonos entre hombres, mujeres y niños, muchos soldados y marinos. La travesía de la flota fue lenta y en varias oportunidades tuvo que soportar el embate de varios temporales. Lucilda no se amilanaba, le encantaba saborear el mar e incluso lo admiraba cuando estaba enojado. De alguna manera sabía que era su amigo y no le haría daño. Acostumbrada a tantas privaciones, la vida a bordo le pareció casi placentera. Escuchó decir a los marineros que harían una escala en un lugar que llamaron Cabo Verde. Un lugar hermoso lleno de pájaros y muchas plantas que no conocía. Pensó: -Ojala que el lugar donde vamos sea como este. Después de muchas semanas que se hicieron meses, de solo mar y cielo, llegaron a otro lugar donde se quedaron más tiempo, lleno de plantas y pájaros de colores que dijeron se llama, Rio de Janeiro. Lucilda seguía alimentando su esperanza y se repitió de nuevo. -Ojala sea como este Rio de Janeiro el lugar donde vamos. Pudo disfrutar de este paraíso tropical hasta que su madre contrajo una enfermedad, dijeron era la fiebre. Tenía temperatura y nauseas. Ella la cuidó hasta que falleció. Fue sepultada cristianamente. En este momento Lucilda tomó conciencia de que su padre era su única familia y que ambos debían cuidarse mutuamente… Las velas volvieron a hincharse, esta vez con viento proveniente del norte. También notó que el sol salía por la izquierda del barco y se ponía por la derecha. Esto significaba según comentaron otros colonos que la dirección de su destino ahora era el sur. A media que pasaban los días y podía verse la costa, esta se notaba menos verde y hacia más frio. Justo en el día en que cumplió 12 años ese 1 febrero de 1584 les informaron que habían llegado a la boca del estrecho de Magallanes. Ese día tuvo un abrazo grande de su padre y una pulsera de cuerda de Pedro, su único amigo a bordo unos pocos años mayor. Se veía casi un niño con sus 14 años al iniciar la travesía. Ahora se veía como un guapo mozo de 17 años. Las miradas de este día eran diferentes… Lucilda estaba creciendo y su cuerpito de niña también estaba cambiando. Nuevas formas se asomaban para comenzar a modelar su cuerpo de mujer. Su padre también notaba los cambios y estaba siempre cerca de ella para protegerla… no entendía bien de qué, pero se dio cuenta que también Pedro estaba cerca y sintió también esa sensación de protección pero con un sabor diferente. Inician la navegación hacia el poniente. No avanzan mucho, el fuerte viento del oeste los pone después de dos días de pelearlo, de nuevo en el océano atlántico. Finalmente deciden atracar en la costa. El lugar hoy se llama Punta Dungenes y es el extremo austral del Continente Americano. El lugar de desembarco es una playa de canto rodado, de aproximadamente 7 kilómetros, que se extiende desde Cabo Vírgenes, por el norte hasta Punta Dungenes por el sur. El panorama es una planicie poblada de matas y como telón de fondo el escalón de la meseta. No era este el sitio de la esperanza Lucilda, pero esa esperanza seguía viva se apretaba a la de su padre y también a la de Pedro su amigo de abordo. Eran como tres llamitas intentando permanecer encendidas en este confín del mundo luchando contra el viento que no deseaba apagarlas, solo quería demostrarle su propia fortaleza. La tenían, potenciándose mutuamente. Tres grandes fortalezas: Una que venía desde el origen, el amor de su padre y dos nuevas que estaban naciendo, el amor por Pedro y el amor a esta nueva tierra, que Pronto les brindo un par de manantiales de agua pura en el faldeo de la meseta y un pequeño cañadón protegido. Era el día 11 de febrero de 1584. Lo que era un rudimentario caserío, fue fundado solemnemente con el nombre de Ciudad del Nombre de Jesús por Pedro Sarmiento de Gamboa. Las inclemencias del tiempo y las disputas de poder entre los hombres no dejaron que estas esperanzas sobrevivan más de 3 meses y medio en el lugar. Tuvieron que buscar otro sitio y en el intento pereció la última esperanza de Lucilda. Así nacía, y moría, hace más de 400 años, el primer asentamiento urbano en lo que es actualmente territorio de la provincia de Santa Cruz.