viernes, 12 de noviembre de 2010

EL DISCURSO POLÍTICO "La verdad se pierde con demasiado discurso" (Dicho árabe)

Es imposible interpretar literalmente la frase “oposición que se merece este país”, puesto que si la oposición no ha de ser dura y pelear sin tregua, entonces ha de serlo suave, tierna e inocua, como el Platero de Juan Ramón Jiménez. Y aún más impenetrable, por su desnuda argumentación, es la reticencia (figura retórica) de la vicepresidenta del gobierno socialista, Fernández de la Vega, dirigida a “una oposición que no hace los deberes", dejando inacabada la frase y al albur, para que cada uno la interprete como quiera: por ejemplo, que el deber esencial de la oposición es dejar de ser una mosca cojonera.

En el discurso del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, ante el pleno del Congreso, el 30 de junio de 2005, en defensa de la reforma del Código Civil regulando el matrimonio entre personas del mismo sexo, aparecía el siguiente litote:

Se trata de un pequeño cambio en el texto legal: se agrega apenas un escueto párrafo en el que se establece que el matrimonio tendrá los mismos requisitos y los mismos efectos cuando los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo; un pequeño cambio en la letra que acarrea un cambio inmenso en las vidas de miles de compatriotas.” La adjetivada atenuación de la palabra “cambio” con “pequeño” y de “párrafo” con “escueto” contrasta con la exagerada alusión al “cambio inmenso en las vidas de miles de compatriotas.” ¿Cómo puede una pequeñez alcanzar tanta envergadura?

En una de sus últimas arengas a sus militantes, Rodríguez empleaba la típica prolepsis inversa: “Quien no hace obras, no tiene problemas. Quien hace obras, puede tener algún problema.” Quien no hace obras, ciertamente, es el PP y quien las hace el PSOE. El problema de utilizar algunos de estos trucos retóricos es que con frecuencia contienen auténticas aberraciones semánticas. La terminación del contra-argumento de Rodríguez podía ser que si se hacen obras, alguien va a tener que jorobarse, así que vale más no hacerlas porque quien las hace tiene problemas. Argumentum ad nauseam.

El discurso político casi siempre se basa en la división maniquea entre buenos y malos. Por consiguiente, las exposiciones se elaboran minuciosamente teniendo en cuenta los intensos estados mentales y emocionales de la audiencia, muy sensible a la dualidad argumental: lo lógico y lo utópico, lo vigorizante y lo deprimente.
FUENTE: EMILIO GARCÍA GOMEZ
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