2.1 Contexto histórico
La llegada de los españoles al "Nuevo Mundo" fue un hecho histórico determinante e importante en la
historia de
Latinoamérica por sus múltiples repercusiones humanas,
sociales,
económicas y culturales. La época Medieval precursora de este período, había proclamado la persecución de los infieles, con la consabida expulsión de los
judíos luego de 700 años de
Guerra Santa. La Inquisición, como
instrumento de dominación, fue utilizada muchas veces con excesos e injusticias que luego se repetirían, mediante otros mecanismos, en la época de la Conquista. Es decir, desde entonces se niega una realidad y una tradición poli cultural.
Luego, en
el Renacimiento se produce la
carrera imperialista en la que
España, junto a
Francia e
Inglaterra, las mayores
potencias en la
Europa de la mitad del siglo XV luchaban por el
poderío
económico, que se traducía en la posibilidad de extender sus territorios hacia
nuevas tierras y consolidar de esta manera sus Estados
nacionales. La unión de Castilla y Aragón a través del
matrimonio de Fernando e Isabel, consagró la
integración de España y reafirmó, como nunca antes, una visión religiosa ortodoxa (Cristiandad) y un
ideal de "pureza de
sangre". Esto también permitió que los reyes se aventuraran por la conquista de una
ruta más rápida para las Indias, y que aceptaran de
buena gana los ilusorios sueños de un marinero. Fue así, como en 1492, Cristóbal Colón emprende un
viaje que les depararía muchas sorpresas tanto a España como al mundo entero.
El mal denominado "
descubrimiento de América", desde una mirada etnocentrista por parte de los españoles y europeos, les hizo
creer a estos que eran el centro del mundo.
Los españoles estaban realmente convencidos de su superioridad racial y
moral para "conquistar" a los "indios". Este sentimiento de superioridad de los españoles
sobre los aborígenes de
América lo corrobora Fuentes (1992)
cuando dice:
"Ciertamente, muchos colonizadores, y sus defensores antiutópicos en Europa, negarían que los aborígenes de las Américas poseían
alma o que, ni siquiera, eran seres humanos" (p.134).
La llegada de los españoles a América fue para España la
oportunidad que esperaba para consolidar, de una vez por todas, sus sueños de grandeza. En Relación a este punto Gissi (1989) señala:
"En toda la España del siglo XVI se consideraba legítimo, como
consecuencia de
haber descubierto el nuevo continente, el apropiarse de las tierras,
gente y riquezas que habían en
él" (p.24).
Todo estaba preparado para continuar su guerra de reconquista.
Ahora bien, el encuentro de estas
dos culturas disímiles muchas veces se ha sobrevalorado y otras veces subvalorado, pero es innegable que ha sido uno de los pilares sobre el cual se ha ido construyendo la identidad latinoamericana; identidad que desde sus inicios ha sido atravesada por la ambivalencia, la confusión y el estigma.
Las grandes
sociedades indígenas se encontraron de frente con una cultura totalmente distinta de la que no sabían
nada, ni siquiera su origen. Los españoles se encontraron con los habitantes de la
India, los "indios", que según sus esquemas eran una raza inferior, de salvajes que vivían en el
pecado.
De esta
forma, el ímpetu conquistador modeló el
carácter de esta nueva relación, con una tradición centenaria basada en la intolerancia y el rechazo al "otro" (no
español) y quizás la más particular, la lucha por el
poder.
Por su parte, para poder explicarse este extraño encuentro, las
sociedades indígenas recurrieron a su
mitología milenaria. Cabe mencionar que la
sociedad Azteca se basó en una leyenda de su
dios Quetzalcóalt (el dios de la paz y de la creación, dador de la vida), el cual debía regresar para una
fecha fija, Ce Ácatl, el
día de la caña en el calendario Azteca. Con otros matices, esto sucedió también en otras latitudes por lo que con la llegada de los españoles se confirmaba la profecía que dictaminaba la llegada de un dios, en el caso de los
aztecas rubio y barbado (Fuentes, 2001).
Así, la llegada de los españoles fue, en un principio, recibida como el regreso de los dioses esperado por ellos, lo cual se refleja al revisar fragmentos de arte latinoamericano, en este caso, la
canción "La Maldición de Malinche" escrita por el artista mexicano Gabino Palomares:
Del
mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran hombres barbados
de la profecía esperada.
En este fragmento el hablante menciona a los "hermanos emplumados" refiriéndose a los indígenas, que veían como llegaban a través del mar los extraños hombres con
barba. Era extraño y hasta el
momento totalmente nuevo, puesto que ellos, los indígenas carecían de barba. De esta manera relacionan a los extraños barbados con los dioses que ellos aseguraban volverían a sus tierras.
El miedo, el desconocimiento y la confusión se unieron en este encuentro de civilizaciones.
Para Fuentes, el encuentro entre Cortés y Monteczuma representó "uno de los más grandes choques entre civilizaciones opuestas que el mundo jamás haya visto" (Fuentes, 2001, p. 159), y esto es válido también para lo que sucedió en el
resto de América. Sin embargo, tras las frecuentes batallas y atrocidades consumadas en esa época, los indígenas empezaron a dudar de que los españoles fueran los dioses esperados, pues no entendían que pudieran ser tan ambiciosos y crueles.
Efectivamente el hecho de que estos hombres no eran dioses se refleja en este verso de "La Maldición de Malinche" escrita por Palomares:
Porque los dioses no comen
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Toda esa supremacía militar y las
enfermedades, traídas por los españoles para las cuales los indígenas no tenían ningún resguardo, diezmaron a la
población considerablemente. Esto unido al nuevo
sistema de
esclavitud instaurado por los representantes de la Corona, hizo que la
resistencia indígena se debilitara paulatinamente y que muchos terminaran aceptando forzosamente los preceptos de la nueva cultura.
De este modo, fue inevitable
la muerte del mundo indígena como tal, e imperios tan importantes y poderosos como el Inca y el Azteca, fueron finalmente derrotados. Sin embargo, sus cenizas sirvieron para cubrir y mezclarse con la concepción de mundo traída por los españoles.
De hecho, la
historia de la Malinche, la cual fue dada en ofrenda a Cortés por su propio pueblo, es un ejemplo de las complejas interacciones que se fueron gestando en este
gran choque cultural: traiciones, alianzas, encuentros y desencuentros.
Además, la Malinche también es simbólicamente la
madre del primer mestizo, representando esta mezcla de culturas: "Madre del primer mexicano, del primer
niño de
sangre española e indígena" (Fuentes, 1992, p. 125).
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