martes, 10 de mayo de 2011

LITERATURA INTERESANTE-PÍO BAROJA

Obra

Baroja cultivó preferentemente el género narrativo, pero se acercó también con frecuencia al ensayo y más ocasionalmente al teatro, la lírica (Canciones del suburbio) y la biografía.

El propio autor agrupó sus novelas, un poco arbitrariamente, en nueve trilogías y una tetralogía, aunque es difícil distinguir qué elementos pueden tener en común: Tierra vasca, La lucha por la vida, El pasado, El mar, La raza, Las ciudades, Agonías de nuestro tiempo, La selva oscura, La juventud perdida y La vida fantástica.

* Tierra vasca agrupa La casa de Aitzgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909).
* La lucha por la vida integra La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1904).
* La raza está formada por El árbol de la ciencia (1911), La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909).
* El pasado agrupa La feria de los discretos (1905), Los últimos románticos (1906) y Las tragedias grotescas (1907).
* La vida fantástica está formada por Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (pasión mística) (1901) y Paradox rey (1906).
* Las ciudades agrupa César o nada (1910); El mundo es ansí (1912); La sensualidad pervertida: ensayos amorosos de un hombre ingenuo en una época de decadencia (1920).
* El mar: Las inquietudes de Shanti Andía (1911); El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de altura (1931); La estrella del capitán Chimista (1930).
* Los amores tardíos: El gran torbellino del mundo (1926); Las veleidades de la fortuna (1927); Los amores tardíos (1942).
* La selva oscura: La familia de Errotacho (1932); El cabo de las tormentas (1932); Los visionarios (1932).
* La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro (1934); Locuras de carnaval (1937); El cura de Monleón (1936).

A las novelas de la última etapa de la vida del escritor se las suele llamar «Novelas sueltas» porque no terminaron de formar trilogía, pero no por intención del autor, ya que debido en primer lugar a su agotamiento como escritor propio de un hombre de más de 70 años, como por razones de censura (así las de tema de la Guerra Civil) u otras razones no se hicieron así: Susana y los cazadores de moscas (1938), Laura o la soledad sin remedio (1939), El caballero de Erlaiz (1943), El puente de las ánimas (1944), El hotel del Cisne (1946) y El cantor vagabundo (1950). Tanto el Puente de las ánimas como El cantor vagabundo formarían con otra no publicada o nunca escrita la trilogía Saturnales. El hotel del cisne serie la primera pieza de otra inconclusa trilogía que llevaría por nombre Días aciagos. En sus últimos años intentó escribir una nueva trilogía sobre la Guerra Civil, pero la censura franquista impidió la publicación; sin embargo, con la llegada de la democracia, han empezado a imprimirse algunas de ellas; la primera ha sido Miserias de la guerra, y se anuncia la publicación de la siguiente, A la desbandada.

Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una larga novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en la vida de un antepasado suyo, el conspirador y aventurero liberal y masón Eugenio de Aviraneta (1792–1872), a través del cual refleja los acontecimientos más importantes de la historia española del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la regencia de María Cristina, pasando por el turbulento reinado de Fernando VII. Son las siguientes: El aprendiz de conspirador (1913), El escuadrón del «Brigante» (1913), Los caminos del mundo (1914), Con la pluma y con el sable (1915), que narra el período en que Aviraneta fue regidor de Aranda de Duero, Los recursos de la astucia (1915), La ruta del aventurero (1916), Los contrastes de la vida (1920), La veleta de Gastizar (1918), Los caudillos de 1830 (1918),La Isabelina (1919), El sabor de la venganza (1921), Las furias (1921), El amor, el dandysmo y la intriga (1922), Las figuras de cera (1924), La nave de los locos (1925, en cuyo prólogo se defiende de las críticas hacia su forma de novelar vertidas por José Ortega y Gasset en El Espectador), Las mascaradas sangrientas (1927), Humano enigma (1928), La senda dolorosa (1928), Los confidentes audaces (1930), La venta de Mirambel (1931), Crónica escandalosa (1935) y Desde el principio hasta el fin (1935).

Baroja apareció publicado en 1938 en la editorial Reconquista: Comunistas, judíos y demás ralea, libro formado por fragmentos de obras y artículos de Baroja anteriores a 1936 y del tiempo de la propia guerra.[2]

Baroja publicó también cuentos, como los que recogió en Vidas sombrías (1900) e Idilios vascos (1902); libros autobiográficos y de memorias (Juventud, egolatría y los ocho volúmenes Desde la última vuelta del camino, compuestos por El escritor según él y según los críticos, 1944; Familia, infancia y juventud, 1945, Final de siglo XIX y principios del XX, 1946; Galería de tipos de la época, 1947; La intuición y el estilo, 1948; Reportajes, 1948; Bagatelas de otoño, 1949; y La Guerra Civil en la frontera, 2005).[3] Además redactó biografías como Juan van Halen o Aviraneta o la vida de un conspirador (1931); ensayos, como El tablado de Arlequín (1904), La caverna del humorismo (1919), Momentum catastrophicum, Divagaciones apasionadas (1924), Las horas solitarias, Intermedios. Vitrina pintoresca (1935), Rapsodias. Pequeños ensayos, El diablo a bajo precio, Ciudades de Italia, La obra de Pello Yarza y otras cosas, Artículos periodísticos y algunas obras dramáticas: La leyenda de Jaun de Alzate (1922), Nocturnos del hermano Beltrán, Todo acaba bien... a veces, Arlequín, mancebo de botica, Chinchín, comediante y El horroroso crimen de Peñaranda del Campo.

Defensor de una novela abierta, ya que considera ésta como un fluir en sucesión («La novela en general es como la corriente de la historia: no tiene principio ni fin; empieza y acaba donde se quiera.»), compone sus obras a través de una serie de episodios dispersos, unidos, muchas veces, por la presencia de un personaje central.

La mayor parte de los personajes barojianos son seres inadaptados, que se oponen al ambiente y la sociedad en la que viven, aunque impotentes, incapaces de demostrar energía suficiente para llevar lejos su lucha, acaban frustrados, vencidos y destruidos, en ocasiones físicamente, en muchas otras moralmente, y, en consecuencia, condenados a someterse al sistema que han rechazado.

El escepticismo barojiano, su idea de un mundo que carece de sentido, su falta de fe en el ser humano le llevan a rechazar cualquier posible solución vital, ya sea religiosa, política o filosófica y, por otro lado, le conducen a un marcado individualismo pesimista, y no por ello anarquizante.

A menudo se ha reprochado a Baroja su descuido en la forma de escribir. Eso se debe a su tendencia antirretórica, pues rechazaba los largos y laberínticos periodos de los prolijos narradores del Realismo, actitud que compartió con otros contemporáneos suyos, así como el afán de crear lo que denomina una «retórica de tono menor», caracterizada por:

* Empleo del período corto.
* Sencillez y economía expresiva: «El escritor que con menos palabras da una sensación de que es mejor».
* Impresionismo descriptivo: selección de rasgos significativos más que reproducción fotográfica al detalle característica de los minuciosos y documentados narradores del Realismo.
* Tono agrio, selección de un léxico que degrada la realidad a tono con la actitud pesimista del autor.
* Breves ensayos e intensos intermedios líricos.
* Tempo narrativo rápido, cronotopo dilatado.
* Diálogos respetuosos con la oralidad y la naturalidad.
* Deseo de exactitud y precisión, rasgos estilísticos que confieren la amenidad, el dinamismo y la sensación de naturalidad y vida que el escritor pretendía para sus novelas.

Cabe destacar también su colaboración con el cine en las dos adaptaciones de su novela Zalacaín el aventurero. En la versión de finales de los años veinte de Francisco Camacho él mismo interpreta el papel de carlista. En la de Juan de Orduña de los cincuenta hace de sí mismo junto con el propio director, que va a visitarle como prólogo a la historia.

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