jueves, 29 de septiembre de 2011

VIOLENCIA ESCOLAR (10)

VIOLENCIA Y XENOFOBIA ESTUDIANTILES
Publicado en La Nación de Buenos Aires, el 6 de septiembre de 2007
Un dato alarmante de la realidad nacional es el alto nivel de violencia y discriminación que se nota entre los adolescentes. Más aún si esa percepción surge de investigaciones, como la realizada por el Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, de la cual el resultado es más preocupante aún: más de la mitad de los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años ha ejercido o ha sufrido episodios violentos. Muchas de las formas de violencia advertidas por los investigadores se parecen a las que siempre existieron entre nosotros e incluso en otros países, como los golpes de puño o las distintas formas de ridiculizar o disminuir al compañero. Esas actitudes forman parte de la cultura adolescente desde hace mucho tiempo y se las puede encontrar a menudo en la literatura, como ocurre por ejemplo en algunos relatos de Dickens. De todas maneras, el clima es notoriamente distinto. Las hostilidades entre adolescentes o grupos de adolescentes toman hoy aspectos diferentes que los investigadores relacionan con sus dificultades para encontrar un lugar en un mundo que no está diseñado para ellos, comenzando por una escuela que no siempre es capaz de ponerse en sintonía con sus deseos, sus apetencias y sus necesidades de cultura y comunicación.
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En las escuelas se han registrado en los últimos años episodios de violencia sin antecedentes históricos, como las agresiones a los docentes, que en algunas ocasiones terminaron en muertes, o los arrebatos demenciales de chicos que atacaron con armas de fuego a sus compañeros, de los cuales uno de los casos más tremendos se produjo en una escuela de Carmen de Patagones. Los adolescentes ven la violencia como algo natural, según la investigación, lo cual refleja inquietantes signos de machismo y xenofobia, particularmente contra los gitanos, los judíos y los orientales.
Otra señal preocupante es la discriminación contra inmigrantes latinoamericanos entre los cuales, como índice curioso e increíble, están incluidos los uruguayos, pocas veces mencionados antes del conflicto generado por la instalación de las pasteras. Las rivalidades entre colegios físicamente cercanos, como sucede en varios establecimientos de nuestra ciudad, vienen manifestándose desde hace largo tiempo. En otras épocas no pasaban de desafíos que no iban más allá del deseo de demostrar superioridades o delimitar territorios. Lo que se puede ver hoy es una actitud basada específicamente en la agresión, que parece participar de los mismos niveles de agresividad de la sociedad entera y a la cual se han sumado las mujeres, que tradicionalmente no participaban de esas demostraciones. Por cierto, una sociedad desquiciada en muchos aspectos no puede pretender adolescentes bien centrados ni influidos por los mejores valores. El informe de estos investigadores es, de todos modos, optimista, y pone el acento sobre la necesidad de modificar los climas escolares. En una escuela cuyo divorcio con la realidad alcanza picos peligrosos se trata de una recomendación muy positiva. La realidad, empero, demanda un cambio profundo en materia de prevención de este tipo de actitudes. Si más de la mitad de los jóvenes ha ejercido o ha sufrido episodios de violencia, la tendencia no parece ser declinante, sino inquietante. Frente a ello, nada sería mejor que reformular el mensaje que los mayores estamos transmitiéndoles a las nuevas generaciones, de modo de no echarles a ellos, en forma exclusiva y excluyente, la culpa de nuestros propios errores.