ARISTÓTELES
En no pocas ocasiones, se ha considerado a Aristóteles más o menos afecto a la democracia. La postura atribuida va desde la simple inclinación favorable hasta la clara opción preferencial. Así se expresa,
por ejemplo, el Prof. Innerárity: "Aristóteles muestra sin reservas su
preferencia por la democracia, a la que considera, entre otras cosas,
más segura y menos susceptible de sublevaciones
1
. Generalmente, la
doctrina aristotélica es tenida, al menos, como mucho más favorable y
considerada para con la democracia que la de Platón. El idealismo y
utopismo, de los que habitualmente se acusa a este último, configurarían su pensamiento político como una especie de despotismo ilustrado. En cambio, el espíritu de Aristóteles, más realista y práctico, y
más atento a lo experiencial, conduciría su obra política hacia un sistema más participativo y dialógico.
Sin embargo, y como primera observación, la opinión de Aristó-
teles respecto de la democracia no parece distar mucho de la platónica,
y si en algo se diferencia, es precisamente en su mayor severidad.
Comparando las tres formas clásicas de constitución, Platón afirma
que "cuando estas constituciones están sometidas a las leyes, esta forma (la democracia) resulta ser la peor de todas ellas, mientras que,
cuando estas formas constitucionales violan las leyes, ésta resulta ser
la mejor": la democracia legal es el peor de los regímenes legales, pero su corrupción es la mejor entre las formas corruptas
. Aristóteles
expresa la misma opinión: "la peor perversión será la del régimen mejor", es decir, la de la monarquía: la tiranía; "y la más moderada es la
democracia"
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El propósito de la Política es enseñar todo lo que necesita —y es
posible enseñar— el hombre político para que, después, su decisión
pueda llegar a ser verdaderamente prudente. Puede decirse que enseña
el arte de la decisión política, el modo de decidir, todo lo que hace falta tener en cuenta para poder tomar una decisión política. En este
sentido comparte el carácter metódico o procesal de la Etica
.
La Política enseña a decidir, pero ella no decide con relación a la
práctica. Esto es lo que explica ese estilo a veces titubeante que caracteriza a esta obra. Huyendo de toda simplificación y apriorismo, Aristóteles quiere reparar en todos los pros y contras de numerosas cuestiones, sin que quepa, en muchas ocasiones, una conclusión definitiva
a este nivel de consideración. Esta falta de resolución que se observa
con frecuencia en el método de la Política, no es una carencia, sino
que responde a esa reserva que, frente a la teoría, ha de guardar la razón, para dar paso a su uso práctico
. Y esto ha de tenerse muy en
cuenta a la hora de interpretar el pensamiento político de este autor,
para no conceder el favor de Aristóteles a aquello que él sólo propone
como de obligada consideración.
Las diversas partes de la Política corresponden a los distintos contenidos sobre los que debe reflexionar el hombre político para estar en
condiciones de ejercer esta actividad correctamente: "al buen legislador
y al verdadero político no se les debe ocultar cuál es el régimen mejor
en absoluto ni cuál es el mejor dadas las circunstancias, ni un tercero,
el fundado de un supuesto previo (...) y de qué modo, una vez establecido, podría conservarse más tiempo". Y continúa: "Además de todo esto, debe conocer el régimen que se adapta mejor a todas las ciudades (...). En efecto, no hay que considerar exclusivamente el mejor
régimen, sino también el posible e igualmente el que es relativamente
fácil de alcanzar y adecuado para todas las ciudades"; y "además de
reunir las condiciones mencionadas, el legislador debe poder remediar
las faltas de los regímenes existentes.
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CONCEPTO DE CIUDADANO
6. Los conceptos de «ciudad» y «ciudadano»
Una vez examinadas todas estas cuestiones generales, vamos a
adentrarnos en el contenido de la Política, para proseguir nuestra búsqueda del sentir aristotélico acerca de la democracia. Si, hasta el momento, hemos puesto en entredicho las condiciones que supuestamente favorecían una valoración positiva de este régimen, y hemos concluido que la naturaleza del pensamiento de Aristóteles apunta, en verdad, en sentido contrario, ahora vamos a corroborar nuestras intuiciones, comprobando el saldo concreto que arrojan las ideas políticas
vertidas por Aristóteles en su obra. Empecemos analizando dos conceptos básicos: el de ciudad y el de ciudadano.
Al principio de la Política, Aristóteles define la ciudad como una
asociación de familias, casas y aldeas. Sin embargo, esta concepción,
más que una definición formal, es una descripción genética, acorde
con el tipo de análisis —descompositivo-generativo— llevado a cabo
en el libro.
.
La ciudad está compuesta por los ciudadanos. Esta afirmación puede parecer puerilmente evidente, pero no lo es en Aristóteles. Contra
lo que una mentalidad actual podría sospechar, los ciudadanos no son,
sin más, los habitantes de la ciudad: "el ciudadano no lo es por habitar
en un sitio determinado"
. Los mismos términos testimonian esta diferencia: polis no es lo mismo que asty (ciudad en sentido material,
conjunto de edificaciones), de la misma manera que el polités (ciudadano) no es el simple astós (habitante). El ciudadano participa en lo
politikoSy no sólo en lo astikós, y se integra en el politeuma, cuerpo
cívico o administración de lo público
. Como dice Aristóteles, "el
ciudadano sin más por nada se define mejor que por participar en la
administración de justicia y en el gobierno"
. Por tanto, los ciudadanos son los individuos que participan en la gestión de las res publica, los hombres políticos, y la ciudad consiste en el conjunto de
estos hombres.
Mayor claridad cobra este punto si nos fijamos en la distinción que
hace Aristóteles entre "elementos sin los cuales la ciudad no podría
existir, y los que llamamos partes de la ciudad"
; es decir, la distinción entre las meras condiciones o medios instrumentales, por un lado, y las partes que verdaderamente constituyen la ciudad, por otro.
Los primeros comprenden a los obreros, mercaderes, artesanos y
labradores, esto es, a quienes se dedican a cubrir las necesidades materiales, pero que no forman parte propiamente de la ciudad. A su vez,
LA POLÍTICA DE ARISTÓTELES Y LA DEMOCRACIA
"el elemento político de la ciudad" se divide "en dos clases, la armada
y la deliberativa", a las que también pertenece la propiedad y las funciones litúrgicas. En resumen, "las ciudades tienen que disponer necesariamente de labradores, artesanos y toda clase de jornaleros (sus elementos indispensables); y son partes de la ciudad el elemento armado
y el deliberativo (...)"
.
Esto es así porque la ciudad no se constituye "en vista de las necesidades de la vida", sino "preferentemente por causa del bien"; y, por
ello, "debe considerarse que partes tales como la clase guerrera, la que
desempeña la administración de justicia y la deliberativa, que es obra
de la prudencia política, pertenecen más a la ciudad que las ordenadas
a la satisfacción de las necesidades"
.
El fin de la ciudad no sólo determina las funciones que propiamente la integran, sino también las cualidades que justifican el grado de
participación política: "en cuestiones políticas es razonable no fundarse en cualquier clase de desigualdad para aspirar a las magistraturas
(...), sino que la pretensión de las magistraturas debe fundarse en las
facultades que constituyen la ciudad. Por eso aspiran con razón a los
honores los nobles, los libres y los ricos"
.Los ciudadanos son aquellos que participan en las funciones ciudadanas o políticas, y esto en
virtud de las cualidades ciudadanas y políticas de que gozan: nobleza,
libertad y riqueza. El ciudadano es aquel que es miembro de lapo/w, y
no simple medio para su autarquía.
La ciudadanía no es, pues, un derecho natural, sino un privilegio o
un título legal, que, por lo tanto, depende de la legislación vigente en
la que se enmarque. El ciudadano es relativo al orden político; y, así,
un hombre que podría ser ciudadano en un régimen, podría no serlo
en otro: "el que es ciudadano en una democracia, a menudo no lo es en
una oligarquía"
. El régimen es "la forma de vida de la ciudad"
Y la
ciudad es el conjunto de los ciudadanos. El régimen no se limita a dar
forma, a organizar, a un conjunto de ciudadanos, sino que, al mismo
tiempo, él mismo define quién es ciudadano. Los ciudadanos no son
pura materia sobre la que actúa el régimen como forma, pues el ser
ciudadano es ya una consecuencia formal. A raíz de esto, se entiende
que Aristóteles pueda decir que si "se hace diferente el régimen
político, parecerá forzoso que la ciudad deje también de ser la mis-
pues si la ciudad es el conjunto de ciudadanos, y el ciudadano
viene definido por el régimen, si cambia éste, cambiará también el
conjunto de aquéllos. De igual modo, podemos entender ahora que
también llegue a afirmar que "ambos grupos (demócratas y oligarcas)
dicen que debe prevalecer la opinión de la mayoría de los ciudadanos"
: en una oligarquía también prevalece la opinión de la mayoría
de los ciudadanos.. Hemos de reconocer, pues, que la definición de
ciudadano como aquel que participa en la administración de justicia y
en el gobierno, ni es privativa de la democracia, ni supone necesariamente un dato a favor de ésta.
El habitante no es sin más el ciudadano, ni el ciudadano lo es por el
mero hecho de ser habitante. La ciudadanía no se mide por el habitar,
de la misma manera que la ciudad no se juzga por el número de sus
habitantes, pues "aun en el caso de que lo que se deba tener en cuenta
sea el número de habitantes, no se debe juzgar por esa cantidad sin
más (...), sino que se deberá tener en cuenta únicamente a los que son
parte de la ciudad y constituyen sus partes propias (...), porque no es
lo mismo una ciudad grande que muy populosa"
82
. Y hay que ser
consciente de que "la ley es, en efecto, un cierto orden (...), y un nú-
mero excesivamente elevado no puede participar del orden"
83
.
Hay que definir qué criterios se siguen para determinar quiénes
participan en el orden político, quiénes han de ser ciudadanos y convertirse así en partes propias de la ciudad. Como antes hemos visto,
sirven de criterio la nobleza, la riqueza y la libertad. Pero recuérdese
que la regulación de la participación política debe hacerse en función
de «facultades que constituyen la ciudad», es decir, en virtud de cualidades políticas, y no naturales simplemente. Por lo tanto, esa libertad
que se menciona no es la libertad que pertenece a la naturaleza de todo
hombre, sino la libertad civil, la que pertenece a la condición social de
hombre-libre. El hombre-libre es aquel que se hace presente en el foro
público en razón de sí mismo y no de otros, que se inserta en la polis
disponiendo de sí mismo; es el hombre dotado de logos social, ya
que, al disponer de palabra propia, está en condiciones de participar en
el diálogo civil y de asumir compromisos
84
. La ciudadanía es, pues,
un privilegio legal basado en una condición social.