miércoles, 25 de mayo de 2016

CAPÍTULO NUEVE - RODOLFO BENAVIDES


ESTE CAPÍTULO ES MUY LARGO, POR LO TANTO EL PRÓXIMO SE PUBLICARÁ EL FIN DE SEMANA... Capítulo IX DOS MONUMENTOS SIMBÓLICOS Y CIENTÍFICOS. CONSI DERACIONES ASTROLÓGICAS. EL ORIGEN DE SUME RÍOS, MAYAS Y EGIPCIOS La Gran Pirámide nunca fue tumba de nadie. Quienes la supo- nen monumento funerario del faraón Keops, sencillamente no están enterados que en el año 1932 fue encontrada la verdadera tumba y el cadáver de Keops en Abydos, hacia el Alto Nilo, muy cerca de Tebas (Luxor): es decir a muchísimos kilómetros de distancia de la Gran Pirámide, trayecto que hoy se tarda en recorrer más de 12 horas por ferrocarril. El hallazgo no dejó lugar a dudas, porque dentro de la tumba fue encontrada una estatuilla de marfil con el nombre y representación del faraón Keops (Ku-Fu). Por su parte, los arqueólogos comproba- ron la exactitud de la época. Por estas y otras muchas razones la Gran Pirámide es ya reco- nocida mundialmente no como tumba, sino como un monumento de astrortomia. Desde este punto se la debe estudiar, sin caer en vulgares ni pretendidos potenciales mágicos, tal como en los últimos tiempos se ha intentado hacer creer a los lectores desprevenidos. Asi pues, partiendo de lo astronómico, se establece el contacto simbólico con la Gran Esfinge. De los datos anteriores se desprende que la Gran Pirámide no fue construida en el sitio que hoy ocupa por mera casualidad, sino que obedeció a imperativos técnicos y científicos, algunos de los cuales aparecen en este libro. (89) El meridiano de la Gran Pirámide cruza un máximo de tierras habitables, hoy ya habitadas y un mínimo de mares y océanos, divi- diendo así al mundo perfectamente en Este y Oeste. La longitud y latitud de la Gran Pirámide se encuentran a la misma distancia del Polo Norte que del centro de la Tierra. El meridiano de la Gran Pirámide pasa por un máximo de tierra habita- ble, exactamente como si se hubiera planeado para futuros asentamientos humanos. El meridiano de la Gran Pirámide señala claramente la fecha 20 de agosto de 1953 —era actual—, al dividir admirablemente las constelaciones zodiacales Piscis y Acuario. Así, pues, el eje meridiano señala la real frontera visual entre ambas constelaciones. La fecha 20 de agosto coincide con la orientación que tiene la Gran Esfinge, según dijimos antes, y coincide también con el final de la Era de Piscis. Por esta razón, todas las fechas a que se refiere este libro se datan a partir del año 1953, considerada como fecha «O», por haber sido cuando terminó la vigencia de Piscis. (91) Sabiendo esto, es lógico buscar qué otras indicaciones astronó- micas hace dicho meridiano: pues bien, una de estas indicaciones señala admirablemente que el año 6,660 antes de 1953 coincidió con la estrella Propus, que en los dibujos tradicionales de la astrologia ha figurado siempre en el dedo gordo del pie de Castor, uno de los gemelos de la constelación de Géminis. Esta importante indicación significa también el final de la propia constelación de Géminis y simultáneamente el principio de la constelación de Tauro. (Por supuesto, para este caso usamos de la apariencia por medios visuales y no los cuadrantes según es costum- bre en la astrologia.) Los cálculos han demostrado que el eje-meridiano de la Gran Pirámide se proyecta de manera natural en el cielo hacia la estrella Propus, perteneciente a Castor, de la constelación de Géminis. Esa estiella divide con notable exactitud a las constelaciones de Gémi- nis y Tauro a la media noche del equinoccio de Otoño —22 de sep-* tiembre del año 4707 a. C.—, cantidad que sumada a 1953 da 6,660 años. Dicha proyección ideal hacia la estrella Propus, que se encuen- tra sobre el Ecuador Celeste, cruzó en ese mismo punto la eclíptica terrestre y el Ecuador Celeste, marcando asi el fm de una constela- ción y el principio de la siguiente. Se trata de un asunto complicado, que requiere muy amplios y sólidos conocimientos de astronomía, geodesia y matemáticas, algo verdaderamente imposible e inexplicable hace 6,660 años. La moderna astronomía, mediante el sistema de cálculo New- comb, ha confirmado lo dicho. P^ro además, por medio de esos mis- mos cálculos, hoy se sabe que el 22 de septiembre del año 4707 a. C. hubo Luna llena, fenómeno que después fue simbolizado con una vaca o toro, con un disco o una esfera entre los cuernos. De esa mis- ma manera era simbolizada Isis, y en algunos casos los faraones usa- El eje-meridiano de la Gran Pirámide hace impres, nantes indicaciones astronómicas que parecen expli- car el número 666 (92) ban en la cabeza un tocado consistente en un disco o esfera entre dos cuernos, como símbolo de divinidad. Esto viene a demostrar que la tradición conservó el recuerdo de un suceso astronómico. Sin duda la Luna llena, en que empezó la regencia de la Era de Tauro. ¡Y luego hay quienes ironizan sobre estos símbolos tachándolos de mitos primitivos'. La observación de las estrellas de Géminis o Gemelos debió de empezar hace más de 8 o 9,000 años. Por esta razón arraigó en el ser humano hasta el punto de encontrarse en pueblos muy alejados de Egipto, tanto en el tiempo como en la geografía, pero que probable- mente estuvieron juntos alguna vez en el antiguo pasado. En los anti- guos mayas, por ejemplo, según el Popol Vuh, hubo dos dioses bue- nos hermanos gemelos: Hunab e Ixbalanqué,_wieT\es derrotaron a los dioses gigantes, poderosos, malos y destructores, produciendo huracanes y movimiento de las montañas. Cabe entender que esos dioses gigantes y perversos fueron solamente un símbolo que habla de un cataclismo con los subsiguientes efectos mortales, coincidiendo esto con la expresión bíblica Bestia de destrucción. Los mencionados dioses gemelos buenos aparecieron precisa- mente hacia el final de una mala época, que debió de estar llena de sufrimientos, a la vez que abría la puerta al renacer del pueblo maya a una vida mejor, menos penosa. Leyendo el Popol Vuh, no hace falta mucha imaginación para darse cuenta que efectivamente debió haber un importante cataclismo destructor y que, terminado éste, los elementos volvieron a la calma por obra de los dioses gemelos. Estos estuvieron inspirados en estre- llas, como son las dos principales de Géminis, que por ser zodiacales, da a estos acontecimientos una fecha aproximada de 6,660 años antes de 1953. Para comprender mejor todo esto, conviene leer en la parte correspondiente del Popol Vuh la sucesión de las creaciones del ser humano, tradición que seguramente nació a consecuencia de lo que antes sufrieron. Lo más admirable de todo esto es que el eje-meridiano de la Gran Pirámide, astronómicamente y en tiempo, señala el límite de (94) dos constelaciones zodiacales: una Géminis, que termina, y la otra Tauro, que comienza, en cuya época ocurrió dicho cataclismo. Todo esto coincide con el número 666, símbolo bíblico de la Bestia de des- trucción. Esto significa que la geometría expuesta en la Cámara de las reflexiones está diciendo algo sumamente importante, tanto, que hasta parece increíble. Sin embargo, será el tiempo, ya muy cercano, el que dirá la última palabra. El meridiano de la Gran Pirámide coincide igualmente con la eclíptica de la Tierra y con el Ecuador Celeste según se ilustra en la primera figura de este capítulo. Asimismo, señala el solsticio de julio y la posición del sol en el primer día del verano en el hemisferio norte y del invierno en el hemisferio sur. Castor y Pólux son las dos estrellas más brillantes de la constelación zodiacal Géminis y desde muy antiguo se las conoce como los gemelos, aunque en verdad no son iguales o idénticas ni en tamaño ni en color, puesto que Castor es blanca y Pólux aparece de color amarillento. Esta constelación, tradicional y astrológicamente, termina en la estrella Propus antes mencionada. La influencia psiquico-religiosa de esta constelación sobre la humanidad a lo largo de los siglos es notable, seguramente por la huella de dolor que dejó en las almas. Muchos pueblos conside- raron a esas dos estrellas como dioses buenos. Esa trascendencia llegó a los marineros desde muy antiguo y hasta épocas recientes. La tradición las tenía como patrón divino que amparaba a los ma- rineros contra las tormentas, pues se decía que, mientras esas dos estrellas estuvieran a la vista, no había peligro de tormentas ma- rinas. El hecho de que el meridiano de la Gran Pirámide esté señalan- do el principio de la constelación de Tauro es muy importante debido a que el toro es uno de los tres símbolos contenidos en la Gran Esfin- ge, además de que el toro fue una figura importante tanto en la reli- gión práctica como en la cosmogonía egipcia. Véase como ejemplo lo siguiente: cuando Set asesinó por envidia y ambición a su hermano Osiris, Isis, hermana y esposa del propio Osiris, estando ya viuda, buscó por todas partes los restos mortales de su esposo y, cuando (95) encontró el cadáver, lo sepultó en una tumba con forma de toro (según algunos autores, con forma de vaca). Este dato relaciona muy estrechamente a Osiris con el toro, cul- to religioso originado a consecuencia de la constelación de Tauro. Obsérvese que la constelación inmediatamente anterior a Tauro es Géminis —o sea, los gemelos—, clara alusión a los dos hermanos en lucha, uno de los cuales terminó su existencia en el interior de un toro. Así también, Géminis termina precisamente en Tauro. Unos 2,700 años a. C. —o sea, 4,653 años antes de 1953—, el faraón Micerino (Men-Kaf-Ra) de la cuarta dinastía, al morir su hija ^ única, la inhumó en una sepultura en forma de vaca, cubierta de oro. Este dato sugiere que en esos días —150 años después de haber termi- nado la regencia de Tauro y haber empezado la de Aries (carnero)- todavía existía una fuerte influencia de la constelación de Tauro en los ritos religiosos. ¿No es todo lo dicho una clara alusión a las constelaciones zodiacales? ¿Y no es también una clara alusión a los símbolos expre- sados por la Gran Esfinge Pues bien, sucede que el límite entre constelaciones es difícil de obtener por medios ópticos normales. Sin embargo, aparece especial- mente marcado, señalado, por el eje-meridiano de la Gran Pirámide ¿Casualidad? ¡Más bien parece ser que la astronomía ya va explican- do lo que hasta hace poco tiempo se consideró como mito o leyenda! Apis, el Toro Celeste – Osiris Siguiendo con el tema, encontramos que Apis, el toro o buey sagrado —llamado también Toro Celeste, aludiendo a la constela- ción—, representaba a Qsiris. a su vez dios del Nilo. Apis fue símbolo de la energía divina desde época prehistórica, y se decía que nació de A, una vaca virgen fertilizada por un rayo de luna, por lo cual también r se le entendía como un dios lunar. Pero es que, además, representaba el rayo y el relámpago, lo que hacia que se le entendiera también como deidad atmosférica. El culto a Apis se extendió por todo Egipto a partir del primer faraón Menes. Por ello, conviene llamar al pueblo y a la cultura egip- (96) da cultura de Tauro, pues en verdad nació y creció durante la regen- cia de la Constelación de Tauro, y empezó Su decadencia con la constelación de Aries. Entre las muchas cualidades que le asignaron al toro Apis está la „ de que representaba la segunda reencarnación del dios Path, másyr conocido como el oculto. Fue en Menfis, ciudad capital, donde más prosperó el culto de Apis. Tanto en esa región como en otras de Egipto, se han encon- trado pinturas y relieves en los que Apis aparece de color negro lle- vando sobre el lomo el cadáver de Osiris. Esto significa que se le entendía como un medio de contacto entre el cielo y la Tierra, y tam- bién sugiere que Osiris quizá habría muerto al comienzo de la regencia de la constelación de Tauro, fecha que podría convertirse en muy im portante. Apis, como símbolo religioso, trascendió a muchos pueblos lo mismo cercanos que lejanos. Asi por ejemplo, en los cultos orientales se le entendía como símbolo de poder y fuerza de la naturaleza. Se le ha encontrado como símbolo celeste en Java, Bali y otras islas de Ocenía, así como en Creta, y en fin, en otros muchos lugares, pero siempre correspondiendo a épocas posteriores a la de su origen en Egipto, lo que significa que fue simplemente influencia de los egipcios sobre otros pueblos. La estrecha relación de Apis con lo cósmico queda plenamente de manifiesto en los 29 requisitos mínimos que debía reunir el toro para merecer la categoría de Apis, y ser adorado como un dios vivo. A continuación se anotan algunos de los requisitos más notables. Debía ser de color negro con una mancha blanca de forma triangular en la frente. Una mancha blanca en la paletilla izquierda, con forma de luna en cuarto creciente o de cruz venia a ser como el sello de origen divino. Debía tener también otra mancha igualmente blanca en el lomo, que sugiriera la forma de un águila o cóndor, y otra mancha en el cuello que aparentara la forma de un escarabajo o, en sustitución, la mancha debería aparecer en la lengua. Y, en' fin, se requerían otras manchas y condiciones a cual más difícil de encontrar en un solo animal, hasta reunir los 29 requisitos. (97) De todas maneras, el Apis no debía vivir más de 25 años, al tér- mino de los cuales era ahogado en el Nilo poniendo en lugar del aho- gado un toro joven, o sea, un becerro previamente escogido. Tanto los atributos divinos y mágicos como los requisitos exigi- dos, relacionaban al Apis con lo cósmico, correspondiendo todo ello al principio y apogeo del culto a la Era de la constelación de Tauro, La dominante influencia religiosa de Tauro como dios celeste pero encarnado en la Tierra, quedó comprobado en Saleara, la zona más antigua de construcciones en Egipto. Fue allí donde el arqueólo- go francés Mariette descubrió una avenida de pequeñas esfinges que llega hasta un templo mortuorio, en el que fue encontrado un sarcófa- go sellado y que contenía la momia de un toro Apis muy adornado. Esto significa que ese fue el cementerio de los toros o bueyes Apis, Todo ello corresponde plenamente a la Era de Tauro, la constelación zodiacal. Pero esa influencia religiosa no se limitó a Egipto, sino que se extendió a otros pueblos. Por ejemplo, en Mesopotamia, en los dias de Obeid, se adoró al toro. En Creta se adoraba al Minotauro. Y asi por el estilo en otros pueblos, pero siempre en estrecha relación con la constelación Tauro. La Era de Aries Cuando las creencias religiosas arraigan muy profundamente en el alma humana, trascienden en los tiempos y en las edades impidien- do que nuevas ideas y nuevas creencias las desplacen. Una prueba de ello está en el pueblo hebreo, cuando, después del éxodo, fabricó un becerro de oro para adorarlo. Y eso sucedió precisamente durante la Era de Aries, o sea, del camero o cordero. Téngase en cuenta que para entonces, y ya desde los días de Abraham, se había reconocido a. Aries como símbolo reli- gioso: la prueba está en los sacrificios que se realizaban. Durante los cuatrocientos años que los hebreos vivieron en Egipto, cada año en los rituales religiosos se repetía el sacrificio del cordero. Finalmente, la despedida de Egipto, al principio del éxodo, (98) se hizo manchando las puertas con sangre de cordero. Todo ello demuestra que si los sacerdotes hebreos entendían que estaban en la Era de Aries —del cordero—, el pueblo ignorante seguía pensando en Apis a la manera egipcia: seguramente suponían que en ese momento estaban sufriendo una venganza de Apis y que lo mejor era adorarlo para que se contentara. Pero como ya se sabe. Moisés pensó de manera muy distinta. Y, en efecto, así sucedió, a pesar de que en el propio Egipto esta- ba ya muy disminuido el culto a Apis, razón por la que las esfinges de camero se iban multiplicando en todas las ciudades, según se puede apreciar todavía en lugares como Menfis o la calzada de las esfinges de carneros en Karnak. Esto explica por lo menos dos aspectos del fenómeno religioso impuesto por las constelaciones zodiacales, a saber: 1) que en Egipto ya se aceptaba la creencia religiosa en Aries. 2) que esa fue una de las razones o sinrazones de los pleitos y tensio- nes internas que hubo entre el clero y los políticos y de todos ellos contra el pueblo, y que acabaron por hundir a Egipto en la ruina en todos los sentidos. Y es que las nuevas ideas, como fueron las de Amenhotep IV, ya se iban abriendo camino a pesar de todas las resis- tencias. Con los ejemplos ya presentados es fácil distinguir, en primer lugar, la influencia que las constelaciones zodiacales ejercieron en la mentalidad de los pueblos. En segundo lugar, la lucha entre dioses en épocas tan antiguas que no se sabe cómo ni cuándo empezaron. Y finalmente, cómo las creencias religiosas arraigan tan profundamente en las almas, que ni la evidencia más clara consigue arrancarlas. En el«Popol Vuh» Llama la atención el hecho de que el escenario presentado por el Popo/ Vuh coincide fundamentalmente con el escenario del relato sumerio cuando habla del diluvio, en el que figuran igualmente dos dioses buenos, gemelos. (Otra coincidencia es la del Popol Vuh con el Génesis bíblico, debido sin duda a que Moisés fue educado desde su primera edad en la cultura egipcia, de donde debió de tomar las tradiciones de los anti- (99) guos egipcios. Además, el pueblo hebreo tuvo su origen en Mesopota- mia, y según parece, del país de Sumer concretamente, de donde también recibiría las antiguas tradiciones.) Ambos pueblos, maya y sumerio, probablemente vivieron el mismo desastre mundial unos 3,000 años antes de Moisés. Por consi- guiente, Moisés sólo pudo haber recibido esos conocimientos a través de tradiciones y leyendas. Además, según se verá más adelante, existe la probabilidad de que mayas y sumerios, muy en el pasado, hayan arrancado de un mismo tronco cultural. La Edad de Tauro La Era de Tauro —y mucho más todavía la Edad de Tauro, que comprende tres constelaciones y una duración de 6,660 años— fue rica en acontecimientos de toda índole, como se puede apreciar en el cuadro sinóptico que aparece al final de este capitulo. La cronología profética empieza en el año 6001, o sea, a princi- pios de la Era de Tauro, época en que bruscamente se desenvolvieron varias culturas. Tal vez una de las primeras, aunque no la más espectacular, habrá sido la sumeria, más o menos contemporánea de la egipcia. A consecuencia de esto conviene llamar Edad de Tauro y Cultura de Tauro a nuestro tiempo hasta el año 1953, tan dramática- mente marcado en el interior de la Gran Pirámide. Fue en el lapso de dos constelaciones —Tauro y A ríes— cuando aparecieron varios dioses como principio de religiones importantes: Ra, Osiris, Thoth, en Egipto. Ram o Rama, Brahma, Krishna, en India, etc. En la Era de Tauro se empezó a trabajar el cob(e, aunque luego se perdiera el conocimiento durante algún tiempo. Después se volve- ría a trabajar, ya sin interrupción hasta nuestros días, juntamente con el estaño y el bronce. Quizá se piense que en esta época, al contar ya con metales, aunque blandos como el cobre, pudieron hacerse herramientas y con ellas haber cincelado, por ejemplo, el Zodíaco de Denderah y hasta tallar la Gran Esfinge en la roca. Sin embargo, ¿sabían aquellos escultores tanto de astronomía como para hacer retroceder matemáti- (100) camente las constelaciones zodiacales, y todas las otras estrellas que apa- recen en el propio zodíaco, a la posición que tuvieron en el cielo hace más de 9,000 —quizá hasta 12,000— años? ¿Simbolizaron en la Gran Esfinge una figura zodiacal inventada entre 12 y 18,000 años antes? No, no hay ningún dato que respalde semejante probabilidad. El hecho de tener ya algunos metales muy incipientemente trabajados no basta para haber podido realizar semejante labor científica: tanta, que en aquella época no pudo ser una mera ni fortuita casualidad, ya que esos conocimientos resultan inexplicables en una época que se la considera como primitiva. Es probable que se la haya tildado de primitiva por estar muy lejana en el tiempo y por consiguiente se conozca muy poco de ella. El número 666 Después de las consideraciones anteriores, resulta lógico supo- ner que el número 666 chado en el Apocalipsis bíblico tenga su verda- dera y original explicación en el número 666 que geométricamente aparece con tanta claridad en la Cámara de las reflexiones, la cual está en el interior de la Gran Pirámide y como antesala de la Cámara del Juicio a las Naciones, en donde, según las tradiciones, está el asiento del Gran Juez, junto a la tumba abierta, de la que ampliamen- te se habla en otra parte de este libro. Si se aplica la lógica a los símbolos expuestos hasta el momento, podemos concluir que el 666 es la oportunidad que la humanidad tuvo para realizar su última reflexión ya en el momento mismo de la destrucción y muerte a gran escala, exactamente antes de entrar a la Cámaw del Juicio a las Naciones" y quedar frente al Gran Juez, teniendo a la vista y al alcance de las manos la Tumba abierta (que por cierto fue colocada con gran exactitud en el eje vertical de la sala, el mismo eje vertical de la Cámara del caos o subterránea, entendida ésta como infierno o cosa por el estilo). Y esto está apuntando hacia los 6,660 años en que todo eso sucedió, no en teoría, sino en la trági- ca realidad de la vida y de la muerte. Ahora solamente nos falta saber si el símbolo es sólo un recor- datorio de piedra, o si, además, es una advertencia profética, inevita- (101) ble por tratarse de fenómenos naturales, o de dioses malos, como los llamaron los mayas. La epopeya sumeria Siguiendo con el símbolo de la Gran Esfinge y el meridiano de la Gran Pirámide, encontramos que hay una notable coincidencia entre el principio de la constelación de Tauro y el brusco despertar del pueblo sumerio, quien, después de su milenaria vida lacustre, saltó repentinamente y de manera todavía inexplicable a una civilización sedentaria agrícola, con escritura cuneiforme, organización política con las correspondientes jerarquías, etc. Ese repentino despertar fue como una explosión luminosa que arrebató a muchos pueblos de la oscuridad en que habían vivido durante milenios, para empezar una vida nueva, mentalmente activa, con principios de astronomía y otras muchas características impor- tantes de las que no había antecedentes. Varios autores coinciden en que ese cambio repentino en la his- toria sumeria ocurrió hace de 6,000 a 6,500 años: a este fenómeno lo llaman la epopeya sumeria. Agregan esos mismos autores que todo ello coincidió con la presencia de seres pensantes aparentemente humanos, pero de rara apariencia, que salían periódicamente de las aguas del Golfo Pérsico para instruir a los nativos en la ciencia, en el arte y en las labores cotidianas. Beroso —según E. Babelón— afirma que la ciencia de los astros no fue invención de los sumerips, sino que les fue transmitida por el hombre pez., llamado Oames. Naturalmente no se tiene cabal conocimiento de cómo eran esos raros personajes ni de dónde llegaron ni adonde se fueron (si es que alguna vez se fueron, pues podría haber sucedido que por lo menos algunos de ellos se hubieran quedado a convivir con los nativos hasta el día de su muerte). A este respecto, hay todavía mucho que se igno- ra. Pero lo que sí se sabe es que la historia sumeria se rompió, por asi decirlo, al saltar repentinamente de una vida primitiva lacustre al flo- recimiento de ciudades en tierra firme, con alfarería, con cultivo mediante riego planeado, con escritura, etc. (102) Muchos investigadores serios coinciden en afirmar que, para nosotros, para la civilización y cultura actual, todo empezó en los países de Sumer y Egipto y precisamente en ese orden. Y así se dice, porque, después de la mencionada epopeya, la cultura sumeria se esparció por toda Mesopotamia. ¿Qué fue lo que sucedió en ese entonces, que asi movió a todos los pueblos? Intentaremos presentar algunas teorías que nos pare- cen lógicas y naturales y que pretenden explicar este interrogante. Ciertamente, de haber continuado la humanidad al lento paso de evolución en que iba, en estos momentos probablemente estaríamos viviendo todavía en la Edad de Piedra o, cuando más, en la edad del cultivo de la tierra. Entonces, ¿qué fue lo que despertó al ser humano tan bruscamente? Las tradiciones ocultistas, que con frecuencia han sido muy ati- nadas en estos menesteres, afirman que la nueva cultura empezó como resultado de un cataclismo. Verdaderamente da qué pensar el repentino e inexplicable avance no solamente de la cultura sumeria, sino de la egipcia y de algunas otras más: en todas ellas aparecieron bruscamente estados políticos ya formados y constituidos en socie- dad urbana, fenómeno semejante al de los primeros faraones en Egip- to, que aparecieron en escena sin antecedentes naturales, sin saberse de dónde llegaron. Asi, también, debe mencionarse la presencia de Kríshna en India, cuya filosofía ha llegado hasta nuestros días con absoluta vigencia en lo religioso y en lo espiritual. Adán y Eva Un ejemplo completamente natural y espontáneo de este movi- miento humano es la presencia de Adán y Eva. Hayan sido míticos o reales, en todo caso el diccionario bíblico los sitúa hace 5,953 años, contados a partir de 1953. Con ese hecho comenzó su vida el pueblo hebreo, fecha que coincide con el calendario egipcio y con el princi- pio de la Era de Tauro, época en que, como ya se dijo antes, parecen haber despertado bruscamente muchos pueblos tanto en el medio oriente —donde se situó a Adán y Eva— como en América, de donde (103) igualmente se desprende de manera espontánea que la humanidad ya existia desde muchos milenios antes. Podemos, pues, concluir que Adán y Eva fueron solamente un símbolo todavía no esclarecido, pero tal vez muy importante, ya que pudieron haber sido los fundadores de un pueblo que sobrevivió a un cataclismo. En efecto, si se observa cuidadosamente, ese mismo símbolo, con algunas variantes, se encuentra en todas las religiones y tradiciones antiguas, incluyendo a los pueblos de América. Un buen ejemplo de lo anterior es la religión sumeria, en la que vivió el pueblo hebreo hasta los días de Abraham. Según esa religión, las palabras que-nin-hur-sag significaban el Dios que los mezcló con arcilla. O de otra manera: Dios y el hombre son y serán uno en la arcilla; y así fue hecho el hombre. La gran similitud de esta concepción religiosa, varios milenios anterior a Adán y Eva, no deja lugar a dudas de que es la misma que recibió Moisés como tradición de su pueblo, y que luego dejó com» parte del Génesis bíblico. Los mayas Por su parte, los mayas en América señalaron su propia antigüe- dad en 3,113 años a. C. (5,066 años a contar desde 1953). Esta edad de los mayas se acerca mucho a los 6,660 años señalados por el eje- meridiano de la Gran Pirámide, asi como a los calendarios egipcio y hebreo y a los acontecimientos en Sumeria. Pero, como si esto no fuera bastante, está la tradición de los mayas. Esta demuestra sin lugar a dudas que, cuando llegaron por vez primera a Centroamérica, no eran seres primitivos, sino que ya eran poseedores de una cultura que, por su grado de avance, es de suponer que tenia ya varios milenios de antigüedad, aunque por las lamentables condiciones en que llegaron, necesitaron tiempo -no mucho— para manifestarse como realmente eran. Se dice esto porque según la descripción que hace el Popol Vuh de la llegada de los mayas a tierra firme en Centroamérica, ellos arribaron justamente como náufragos procedentes del mar y seguramente víctimas de algún gigantesco desastre. (104) Egipto Si el lector observa el problema con detalle, notará que en Egip- to sucedió algo semejante a lo anteriormente dicho y en la misma época, pues Egipto no había manifestado ningún desarrollo importan- te sino hasta hace poco más de 5,300 o 5,500 años, que fue cuando aparecieron los primeros faraones. Pero ¿qué había antes? ¡Muy poco de que hablar! Desde luego, una organización social, política y religiosa tan avanzada como la de Narmer-Menes no pudo haber sido improvisada. Al hablar de los faraones como primeros habitantes civilizados de Egipto, estamos refiriéndonos a un estado ya completamente inte- grado con todos los poderes, como son el político, el religioso, el mili- tar, el legislativo, etc. Y nada de eso pudo haber llegado ni de Sumeria ni de ningún otro sitio conocido, porque no se han encontrado los correspondientes antecedentes. Visto esto, no queda más recurso que aceptar que los primeros faraones llegaron como inmigrantes, quizá como náufragos, a la manera de los mayas sobrevivientes de algún cataclismo que los obligó a abandonar su tierra nativa. ¿De dónde salieron los primeros egipcios, los primeros sumerios, los primeros mayas, etc? ¿Y por qué abandonaron su lugar de ori- gen? ¿No está todo esto sugiriendo que habitantes de una misma región —llámese isla, continente o península— hubieron de dispersarse hacia todo el mundo, cada cual por sus propios medios y en número muy inferior al que habían sido originalmente? Las tradiciones ocultistas sugieren que sucedió lo mismo que ya había acontecido unos seis mil años antes, cuando desapareció debido a un gigantesco cataclismo el continente de Mu, también llamado Lemuria o Naa: los supervivientes se desplazaron en todas direcciones, llegando algunos de ellos al país de Ram u Osiris o Brah- ma, nombre de la tierra que, habitada, existió donde hoy se encuentra el mar Mediterráneo y que se supone gozaba entonces de cierto ni- vel cultural. Todo esto nos obliga a retroceder en el pasado en busca de nue- (105) vas evidencias, siempre en relación con la Gran Esfinge y la Gran Pirámide. Cuadro sinóptico de la Edad de Tauro Años antes de 1953 6,660: Empezó la Era de Tauro. Al mismo tiempo terminó la Era de Géminis. Tauro es igualmente el principio de una Edad que terminó el 20 de agosto de 1953. 6,400: Es la época probable en la que apareció Isis, la diosa egipcia. Parece haber llegado como parte importante de la religión del primer faraón hasta hoy conocido: es, por consiguiente, prehistórica. Isis se identifica plenamente en el tiempo y en el símbolo con la constelación zodiacal Virgo, significando «nueva vida», que es lo que igualmente simboliza la Gran Esfinge. 6,200-4,933: Es aproximadamente la duración de la época pre- • histórica de Egipto. Hacia el final ocurrió la llegada del primer faraón Narmer Menes de la primera dinastía. Este período prehistórico com- prende también la segunda dinastía. En esa época ya se trabajaba el cobre extraído de las minas del Sinaí, pero en muy pequeña escala. 6,001: Es el principio de la línea cronológica profética dentro de la Gran Pirámide, que registra 6,000 años exactos. Esta cronolo- gía empieza muy cerca del principio de la constelación de Tauro, lo cual es muy significativo por la indicación que a su vez hace el eje- meridiano de la propia Gran Pirámide. Estos números y datos geométricos sugieren que algo grave sucedió poco antes de esta fecha: por ejemplo, un cataclismo mun- dial. Cuando la naturaleza volvió a la calma, los supervivientes viaja- ron hasta que encontraron un lugar seguro, donde decidieron dejar constancia clara de su presencia como seres humanos altamente pen- santes. Por eso habrían construido el admirable sistema Gran Esfin- ge, Gran Pirámide, Zodíaco de Denderah, que se complementan y explican entre si. 5,953: Corresponde al año 4,000 a. C. Es la fecha señalada como principio del calendario hebreo y es la misma del calendario (106) egipcio, lo que demuestra la notable influencia egipcia sobre la mente de Moisés. Esta fecha es la misma de la Creación de todo lo existente, así como de la aparición de Adán y Eva (todo ello, según el cómputo de las generaciones en la Biblia, de acuerdo con el estudio hecho por el Arzobispo Usher). 5,331: Fecha en que apareció el personaje Enoch, según la Biblia. 5,066: Muy cerca de esta fecha está el principio de la cronolo- Gía Maya, sin que se sepa todavía qué significa esa fecha. Quizá Simplemente esté señalado el final de un acontecimiento muy impor- Tante y el principio de una nueva vida que empezaron entonces. 5,053: Fecha aproximada en que llegó a Egipto el primer Faraón conocido y que fundó la primera dinastía. Obsérvese la Admirable cercanía de esta fecha con la maya. ¿casualidad? 5,000: Aproximadamente en esta época, apareció en India el Personaje Krishna, cuya filosofía ha llegado hasta nuestros días con Las fechas anteriores. En ésta época ya se cultivaba el maíz y el frijol En América. Ya se trabajaba en mayor escala el cobre en el valle del Nilo y en Uruk, Mesopotamia, en Siria, etc. 4,897: Fecha en que apareció Noé, según la Biblia, que fue el Principal personaje en el escenario de El Diluvio Bíblico. La Biblia Dice que vivió 950 años, lo que hace suponer que ese nombre no se Está refiriendo a una persona, sino a una época. 4,853: En esta época aproximadamente empezó la IV dinastía En Egipto, que fue la que construyó la Gran Pirámide. 4,799: Principio de la constelación zodiacal de Aries. Fue la Muy conocida época del pastoreo, en la que se empezó el culto y Ritual religioso del sacrificio del cordero, lo que demuestra la inflen- Cia de la constelación Aries en la mente humana. 4,300: Fecha del diluvio bíblico, época ya completamente Histórica: se ha confirmado que fue solamente una gran inundación Local producida por los ríos Eufrates y Tigres, fenómeno que en esa Región ocurría frecuentemente. No obstante, hubo otro Diluvio (107) mucho tiempo antes según el relato acadio más conocido como el Diluvio de Gílgamesh. 3,587: Final de la Era de Aries, que ejerció importante influen- cia en muchos pueblos; pero particularmente en los hebreos. Así, lee- mos en Génesis 22, 7-8: «Entonces habló Isaac a Abraham, su padre y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, hijo mió. Y él dijo: he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abra- ham: Dios proveerá de cordero para el holocausto, hijo. mío.» 3,587: Empezó la constelación de Piscis o sea, 1,634 años antes de Cristo. En su principio, el cristianismo tomó el pez, o sea, esta constelación, como símbolo de la nueva Era y de la nueva ense- ñanza. 1953: El 20 de agosto de este año, época actual, terminó la regencia de la Era de Piscis y empezó la Era de Acuario. Efectiva-. mente, ya hay un fuerte movimiento místico a nivel mundial, que invoca a esta constelación Acuario, como símbolo de una nueva vida. (108)