Capitulo VIII
LOS DÍGITOS 666 O
LA BESTIA DE DESTRUCCIÓN
El número 666 es muy conocido por encontrarse en la Biblia, en
el libro del Apocalipsis (o Revelación), capitulo 13, versículo 18, don-
de textualmente dice:
«Aqui hay sabiduría, el que tiene entendimiento cuente el número de
la bestia; porque es el número de hombre y el número de ella seis-
cientos sesenta y seis.»
A lo largo del tiempo ha habido muchos intentos de interpreta-
ción de este versículo, pero hasta hoy nadie ha dado una explicación
satisfactoria.
Sabiendo esto muchos años antes de su primera visita a la Gran
Pirámide, el autor se llegó a la Cámara de las reflexiones, cuyo
esquema aparece en este mismo capitulo y que es donde aparece geo-
métricamente expresado ese número 666. Se detuvo a meditar larga-
mente en busca de inspiración. Obviamente, las rocas, tan maravillo-
samente labradas, hablaban un lenguaje científico al dar geométrica-
mente ese número; pero ¿qué quisieron decir con él?
Para intentar el esclarecimiento del misterio había que conside-
rar en principio por lo menos tres símbolos, a saber: el número mis-
mo, el nombre de la Cámara de las reflexiones —bastante expresivo
por cierto—, y lo de la Bestia de destrucción según el Apocalipsis. (81)
Varias visitas y mucha reflexión no fueron suficientes para acla-
rar el enigma. Sin embargo, como la casualidad no existe, era de
suponer que, cuando Juan el teólogo escribió el Apocalipsis, debía de
conocer alguna vieja tradición, tal vez oral en el pueblo judío, o muy
probablemente escrita por Moisés o por algún otro profeta del pueblo
hebreo.
Se da por sabido que la Gran Pirámide es una constante referen-
cia a fenómenos astronómicos: en consecuencia, resultó lógico supo-
ner que ese 666 seguramente era una alusión astronómica. Si, pero
¿cuál o cómo?
En fin, lo relativo a ese número 666, así como otras muchas pre-
guntas que bullían en la mente del autor, quedaron en suspenso
durante varios años, pero impulsándolo siempre a realizar nuevos
viajes de investigación para tratar de encontrar respuestas tan lógicas
como fuera posible.
k
Juan el teólogo
Juan el teólogo, autor del Apocalipsis o Revelación, dice que
todo le fue dictado por seres espirituales; luego entonces, ese 666
debía tener un antecedente y contener una advertencia. Si, pero,
¿dónde buscar para encontrar la explicación? ¿Qué quiso decir con
aquello de Bestia de destrucción^. Muchos estudiosos han intentando
contestar estas preguntas y parece ser que ninguno ha encontrado
todavia la respuesta verdadera.
Como es natural, la meditación se fue hacia las escuelas imciáti-
cas contemporáneas a Juan el teólogo, en las que el número 33 signi-
ficaba dos veces tres, o sea, dos triángulos entrelazados, de los cuales
el uno representaba lo material y el otro lo espiritual. Es eso precisa-
mente lo que aquellas antiguas escuelas quisieron decir al fijar en 33
años la edad de Cristo (y consecuentemente, ese número no indicó
necesariamente la edad verdadera de Jesús el Cristo, sino que tal vez
fue solamente un símbolo iniciático en función de los dos triángulos
entrelazados).
Este símbolo empezó en Thoth, antiquísimo dios egipcio, más (83)
conocido como Hermes Trismegisto, quien lo explicó con aquella fra-
se tan conocida: como es arriba, es abajo.
Según esto, el número 33 es un símbolo de equilibrio entre lo
material y lo espiritual como fórmula de avance para llegar a la maes-
tría. Esto es tan cierto, que como tradición ha llegado hasta nuestros
días, en que algunas sociedades secretas iniciáticas y ocultistas lo con-
servan, considerándolo como meta de autos uperación, como gran
anhelo, como sublimación hacia lo espiritual, por supuesto después
de haber escalado los 32 peldaños o grados previos, que no siempre
son fáciles y que por lo general no se dan de obsequio. Y entre los ini
ciados de dichas sociedades, todavía se usa de manera normal, como
una contraseña de identificación oral, la siguiente pregunta más o
menos: «¿...Qué edad tienes?» Y la contestación, de antemano prepa-
rada, siempre debe explicar muchas cosas respecto a la sociedad de
que se trate, sin que nada de eso tenga algo que ver con la edad real
de quien contesta ni de quien pregunta.
*
El símbolo trascendió en el tiempo y finalmente se le empezó a
conocer como estrella de David; pero arrancó de una disciplina ini-
ciática. Juan el teólogo debió haber sido un iniciado.
Lo opuesto o contrario al número 33 —e igualmente contrario en
símbolo— es el número 66, que significa lo material, lo tangible, lo gro-
sero y alejado de lo espiritual. Por ello, el número 66 se está refiriendo
simbólicamente al materialismo, ya alejado de lo espiritual. De aqui
que el 666 —tres veces el 6— rompa el binomio materia-espíritu, o sea,
materialismo en grado superlativo de práctica y expresión, muy por
debajo de lo espiritual y por ello en absoluto desencuentro con el espí-
ritu.
Curiosamente eso es lo que está sucediendo hoy, eso es exacta-
mente lo que está viviendo la humanidad.
Es de suponer que cuando el Apocalipsis menciona el número
666 como Bestia de destrucción, en realidad se está refiriendo a una
época en la que el mundo cayó —o caerá en el futuro— en un
materialismo intransigente y tan combativo como destructor de todos
los valores humanos y en especial, naturalmente, de los espirituales,
lo cual viene a ser implícitamente la autonegación del propio ser. (84)
Pero, al hablar de valores espirituales, debe tenerse presente que
no estamos hablando en sentido religioso, ni de religión alguna
dentro de las corrientes religiosas conocidas: ese es ya otro asunto,
que por cierto, no siempre está ligado a lo espiritual.
Un caso insólito de nuestro tiempo
Estaba para imprimirse este libro, cuando, el día 29 de septiem-
bre del año 1978, murió el papa Juan Pablo I a la edad de 66 años,
habiendo permanecido en el solio pontificio solamente 33 días. El 33
hace otro «6» sin perder su propio valor de «33».
Si el lector se toma la molestia de volver al principio de este
capitulo, encontrará el significado de esos números y de ahí podrá
sacar sus propias conclusiones.
Pero, además, se debe recordar que, cuando fue elegido dicho
papa, el humo de la chimenea que tradicionalmente anuncia el final
del cónclave, en vez de salir blanco como debió ser, salió de un color
confuso, precisamente debido a la confusión de quienes realizaron la
correspondiente labor... Los números, más este último dato, dicen
mucho a las mentes abiertas... ¡Los tiempos se van cerrando!
Coincidencia astronómica y bíblica
Cuando el Apocalipsis menciona el número 666 como símbolo
de destrucción, no insinúa fechas ni siquiera aproximadas, dejando al
criterio del lector la época probable de su aplicación. En cambio, la
Gran Pirámide sí da fechas con gran aproximación; en algunos casos
se refiere por lo menos a la época, como cuando señala con toda cla-
ridad la Era final de una Edad en la que ocurrió cada uno de los
acontecimientos de que se trate, así como el probable nivel de cultura
a que llegaron los pueblos antes de su destrucción y casi desapari-
ción.
La repetición del dígito es, si se reflexiona con cuidado y mente
abierta, la repetición de un mismo símbolo, de tal manera que si se
entiende el primero tal vez se entenderán también los otros dos. (85)
De llegarse a confirmar que el número 666 en verdad se está
refiriendo a catástrofes que periódicamente se han repetido, produci-
das por la naturaleza a escala mundial, puede suponerse que no sean
exclusivamente de origen terráqueo, sino de origen cósmico; que sean
tal vez efecto de fenómenos llegados del exterior, pero con efecto
sobre la Tierra. Sí, porque podría darse el caso de que alguno o algu-
nos de los cuerpos estelares hoy todavía desconocidos funcionen en
órbitas más o menos tangenciales al plano de las órbitas de nuestro
sistema solar-planetario, en cuyo caso podrían producirse desequili-
brios a plazo fijo y por ello calculables, no solamente en el planeta
Tierra, sino en varios o en todos los planetas de nuestro sistema.
A este respecto, la ciencia moderna ya va aclarando algunas
incógnitas. Por ejemplo, en el mes de abril del año 1963, hubo un
congreso de astronomía en Tucson (Arizona), al que asistieron más
de trescientos astrónomos de todo el mundo y en el que el prestigioso
astrónomo Peter Van Kamp exhibió fotografías telescópicas que
demuestran, ya sin lugar a dudas, la existencia al menos de un enor-
me planeta que gravita en derredor de la estrella Barnard, al cual
puso por nombre «Barnard-1».
Fue esta la primera vez que a nivel altamente científico se ha
demostrado que efectivamente existen otros sistemas planetarios. El
«Barnard-1» se encuentra a 6 años luz de la Tierra y se mueve a gran
velocidad. ¡Obsérvese: 6 años luz! Es casualmente, uno de los dígitos
del 666, es también la longitud total de la cronología profética en el
interior de la Gran Pirámide.
Formulemos una hipótesis sin desear que sea verdad: suponga-
mos, por ejemplo, que el Barnard-1, debido a su órbita, periódica-
mente se acerca a nuestro sistema lo suficiente como para creamos
problemas y que las tres veces anteriores que esto sucedió existia ya
el ser humano con capacidad intelectiva para registrar los hechos. En
tal caso, el 666 estaría refiriéndose a la historia del mundo, pero sus-
ceptible de repetirse en el futuro.
Aunque lo dicho sea una mera suposición, parece ser muy
importante debido a que aparentemente nuestro sistema solar y el de
«Barnard» con su «B-l», aunque separados por enorme distancia, (86)
parecen viajar en sentido convergente hacia la estrella Vega de la
constelación de La Lira. Y en el mencionado congreso de astronomía
se dijo que el planeta más exterior del sol «Barnard» tiene una órbita
de 6,600 años terrestres, razón por la que cíclicamente, cada 6,660
años se acerca a nuestro sistema solar.
Estos datos astronómicos modernos son de una atormentadora
coincidencia con el 666 apocalíptico y, como se verá después, con la
indicación astronómica que hace el eje-meridiano de la Gran Pirámi-
de, con el símbolo de la Gran Esfinge y con el clarísimo dato propor-
cionado por el Zodíaco de Denderah. A estas coincidencias de ningu-
na manera se las puede considerar como mera casualidad. Sin lugar a
dudas, algo muy importante se nos está acercando. Y conste que nos
lo están advirtiendo las piedras.
Es de notar que en Brasil, mucho antes del año 1963 en que los
astrónomos hablaron de estas cosas, un psíquico, por medio del cual
se manifestaba un ser espiritual de nombre Rematis, anunció la pre-
sencia de un gigantesco planeta oscuro, llamado Hercolubus, de
tamaño más de 500 veces mayor que la Tierra. Y todo el mundo sabe
que en el Apocalipsis bíblico se menciona la estrella Ajenjo, precisa-
mente en conexión con la Bestia de destrucción.
Volvamos ahora a la Gran Pirámide, partiendo del principio acep-
tado de que es una construcción con permanente referencia a fenómenos
astronómicos y que en ella encontramos la suposición de que el 666
se refiera a tres fenómenos separados, pero semejantes entre sí.
Como el símbolo se encuentra prácticamente al final de la linea
cronológico-profética, toda ella con definida y absoluta referencia a
acontecimientos que tienen lugar en el mundo y con efecto sobre los
seres humanos, resulta lógico suponer que ese 666 que habla de bes-
tial destrucción se esté refiriendo a fenómenos que, siendo astronómi-
cos —cósmicos—, sean simultáneamente terrestres. Quizá todo ello se
refiera a un tiempo ya pasado, pero también cabe la probabilidad de
que esté insinuando nuestro tiempo presente o el muy cercano futuro,
ya que el símbolo aparece precisamente hacia el final de dicha línea
cronológico-profética, en el punto y fecha que se refiere a nuestro
tiempo, a nuestros días. (87)
Correlaciones cosmo-humanas
El lector habrá advertido ya la estrecha vinculación que existe
entre el hombre y el cosmos. Requirió mucho tiempo la investiga-
ción que permitió encontrar coincidencias que corroboraran y fun-
damentaran esa correlación cosmo-humana. He aquí algunas de
ellas:
a) el punto en que aparece el Sol cada 21 de marzo en la es-
fera celeste —punto que marca el equinoccio de primavera en el he-
misferio Norte— se desplaza ligeramente de año en año. En su re-
corrido a través del zodiaco invierte 25.920 años. Los médicos por
su parte constataron que el hombre efectúa cada día 25.920 respi-
raciones, 18 por minuto.
b) la circunferencia se divide tradicionalmente en 360 grados.
Si dividimos 25.920 entre 360, obtendremos la cifra 72, o sea que
para cada grado son 72 años. Pero la cifra 72 es importante en reía»
ción a Venus. Sus conjunciones dan pie al trazado del Pentagrama,
de uso común en el ocultismo para los conjuros y los exorcismos.
El Pentagrama es la estrella de cinco puntas encerrada en un círculo.
Sus puntas marcan en dicho circulo secciones de 72 grados cada
una. A su vez, por cada inspiración, el corazón humano late cuatro
veces, de donde resultan 72 latidos por minuto.
Es de suponer que con lo anotado —no está todo lo que se puede
decir— será suficiente para que el lector compruebe la íntima rela-
ción que existe entre el ser humano y el cosmos. Obedecemos y
reaccionamos al unisono de los fenómenos cósmicos, pudiendo
afirmarse en consecuencia que todo lo que afecte al cosmos afecta
también al hombre. (88)