lunes, 16 de febrero de 2015

LA TERCERA ESPAÑA (RUTH KLÜGER: POESÍA DESDE AUSCHWITZLA PARROQUIA DE COBEÑA → LA TERCERA ESPAÑA Publicado el febrero 14, 2015)


← RUTH KLÜGER: POESÍA DESDE AUSCHWITZLA PARROQUIA DE COBEÑA → LA TERCERA ESPAÑA Publicado el febrero 14, 2015 por Holmes "La tercera España es una entelequia, pues nunca se constituyó o concretó como alternativa política, pero encarna la voluntad de los que no aceptaron alinearse con ninguna forma de barbarie. Ahora que se habla de superar los viejos conceptos de derechas e izquierdas, no sería mala idea rescatar la célebre frase de Ortega y Gasset: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, unas de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. ¿Es posible un mundo en paz? Tal vez. Cuando aprendamos a escuchar a los otros y a oír lo que no nos agrada, aceptando que nuestro interlocutor puede tener razón. “Traspasemos lo existente –escribió Ernst Bloch en El principio de esperanza (1959) -. El futuro no es una mera prolongación del presente. […] El futuro depende de nosotros, no nos dejemos llevar por la inercia del día a día ni por el derrotismo. El optimismo es una cuestión de voluntad, centrémonos en lo modificable y en lo que depende de nosotros”. La humanidad aún puede reinventarse a sí misma y alumbrar un mañana ético" RAFAEL NARBONA ************************************************************************************* besteiro ¿Por qué es tan difícil realizar el viejo sueño de una humanidad en paz? ¿Por qué la violencia o el pesimismo encuentran más adeptos que la esperanza o la voluntad de reconciliación? ¿Por qué la libertad, la justicia y la igualdad parecen metas lejanas, casi inaccesibles? “Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros”, apuntó Martin Luther King. Creo que ahí se encuentra la clave. Escuchar a los otros significa apuntarse a las batallas que unen, no a las que dividen y siembran la discordia. Nunca he ocultado mi repugnancia hacia los crímenes del franquismo, pero mi indignación también se extiende a los asesinatos perpetrados por las milicias populares, de inspiración anarquista, socialista o comunista, que horrorizaron a notables republicanos, como Manuel Azaña, o al socialista moderado Julián Besteiro, que hizo lo posible por negociar una paz honrosa y esperó a las tropas de Franco en los sótanos del Ministerio de Hacienda: “Me quedaré con los que no pueden salvarse. […] Yo, que he vivido siempre con obreros, con ellos seguiré y con ellos me quedo. Lo que sea de ellos será de mí”. La exhumación de las víctimas del franquismo es un imperativo moral, no un acto de revanchismo, pero esa iniciativa no debe crear confusión, ocultando la existencia de un “terror rojo” que corrió paralelo al “terror azul”. La nueva España de Franco no se dejó impresionar con la enorme dignidad de Besteiro. Sometido a un consejo de guerra, fue condenado a 30 años. Murió en la prisión de Carmona el 27 de septiembre de 1940. Tenía 70 años. Las deplorables condiciones de la cárcel, con una higiene insuficiente y escasa alimentación, acabaron con su ya precaria salud, favoreciendo la aparición de una septicemia. Besteiro se implicó en el golpe del coronel Casado contra el gobierno de Negrín, sobrecogido por el rumbo que había adoptado la Segunda República: “Estamos derrotados por nuestras propias culpas. […] Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos”. El “terror rojo” fue tan abominable como el “terror azul”, pero actualmente se minimiza o se justifica como un recurso necesario en la lucha de clases. Las masacres cometidas por los militares sublevados en Badajoz, Málaga o Valladolid no excusan el asesinato de 6.832 religiosos o el asalto a la Cárcel Modelo de Madrid, que sólo fue el primer escalón de la matanza de Paracuellos, con un saldo de 2.400 víctimas, de acuerdo con las cifras de Ian Gibson. antoine_de_saint-exuperyAntoine Saint-Exupéry acudió a España como corresponsal en 1936 y se quedó espeluznado con los fusilamientos de sacerdotes y supuestos fascistas en Cataluña. “Aquí se fusila como quien tala árboles y los hombres ya no se respetan entre sí”, escribe el 19 de agosto de 1936. “Con cal o con petróleo queman a los muertos como abono para los campos. No hay ningún respeto hacia el hombre. En todos los partidos se han acorralado las conciencias como si fueran una enfermedad”. El escritor francés Georges Bernanos residía en Palma de Mallorca el 18 de julio de 1936. Católico en el sentido unamuniano, su literatura reflejaba los conflictos entre la fe y la razón, con un estilo lírico y agónico. Su hijo militaba en Falange Española y participó en la insurrección que logró sofocar en poco tiempo la débil resistencia de los partidarios de la República. La represión posterior fue feroz y despiadada. Espantado, Bernanos escribió en 1938 Los grandes cementerios bajo la luna, denunciando los crímenes: “Hasta diciembre, los caminos de la isla, próximos a los cementerios, reciben con regularidad su fúnebre cosecha de rebeldes. Obreros, campesinos, también algunos burgueses, farmacéuticos, notarios. Son hechos conocidos por todos”. Bernanos relata el caso de un alcalde asesinado por falangistas de un tiro en el vientre y rematado a botellazos, después de ser obligado a beber alcohol mientras agonizaba. También relata el caso de un convento de Porto Cristo convertido por los republicanos en hospital de campaña. Las monjas son obligadas a atender a los heridos, a veces con aspereza. Un brigadista sudamericano, que se declara comunista y cristiano, manifiesta su intención de protegerlas. Se trata de un coloso de casi dos metros que colaborará con ellas con grandes dosis de humor, paciencia y humanidad. Cuando los sublevados conquistan la plaza, matan a los combatientes y a los heridos, incluyendo al sudamericano. La superiora relata los hechos a un reportero franquista: “Oímos un intenso tiroteo, los heridos se muestran inquietos, los milicianos parten corriendo, y nosotras nos arrodillamos, pidiendo al cielo que ayude a nuestros liberadores. En nuestros oídos comienzan a resonar los gritos de ¡Viva España! ¡Arriba España!, y las puertas se abren. ¿Qué más os puedo decir? Nuestros valientes soldados entran por todas partes, y dan cuenta de los heridos. El sudamericano fue el último a quien mataron”. El artículo aparece en todos los periódicos de Palma de Mallorca. Cuando Bernanos expresa su repugnancia al autor del reportaje, éste responde airado: “Algunas almas generosas creen su deber rebelarse contra las necesidades de la guerra santa. Pero quien hace la guerra debe someterse a sus leyes. Y la primera ley de la guerra es: ¡Desgraciado del vencido!”. ber 1El escritor francés calcula que en los primeros siete meses de la guerra han sido asesinadas 3.000 personas en Palma de Mallorca. Unas quince ejecuciones diarias en una isla que puede atravesarse de punta a punta en dos horas. Abatido y desengañado, Bernanos escribe: “La cólera de los imbéciles llena el mundo y no conoce el perdón”. La indignación moral de Bernanos se parece a la de Manuel Azaña y Julián Zugazagoitia cuando es asaltada la cárcel Modelo de Madrid. Al llegar las noticias de la matanza de Badajoz (4.000 prisioneros fusilados sin juicio por las tropas de Yagüe), el pueblo de Madrid asalta la Cárcel Modelo y asesina a unos 30 políticos derechistas, entre los que se encuentra Melquiades Álvarez, antiguo compañero de filas de Azaña. Azaña se plantea dimitir y escribe en su Diario: “Esa noche, me hubiera gustado morir”. El bilbaíno Julián Zugazagoitia, socialista, escritor, periodista y Ministro de la Gobernación, publica el 3 de octubre de 1936 un artículo titulado “La ley moral en la guerra”: “La vida del adversario que se rinde es inatacable; ningún combatiente puede disponer libremente de ella. ¿Que no es la conducta de los insurrectos? Nada importa. La nuestra necesita serlo”. Zugazagoitia se exilió en Francia al finalizar la guerra, pero la Gestapo le detuvo y le entregó a las autoridades franquistas, que le fusilaron el 9 de noviembre de 1940 en las tapias del Cementerio del Este, donde se pasó por las armas a 2.500 personas entre 1939 y 1944. Las Trece Rosas tal vez son las víctimas más conocidas de esa matanza. En La velada en Benicarló, Manuel Azaña reflexiona sobre los crímenes cometidos en la zona republicana, escogiendo como portavoz de sus ideas al personaje llamado Garcés. La obra fue escrita en Barcelona en 1937, pero no se publicó hasta 1939 en París y Buenos Aires. Garcés.-Admito, admiro y agradezco el alzamiento popular en defensa de la República. Pero usted no ignora que dentro de él han ocurrido abusos monstruosos. La crueldad, la venganza, hijas del miedo y de la cobardía, me avergüenzan. Marón-. Mayores atrocidades cometen los rebeldes. Garcés-. Lo sabemos. Nadie monopoliza la barbarie ni el desmán. Pero esto no es una compensación. Ellos son la negación de la ley; nosotros somos el Gobierno, la legitimidad, la República. Una conducta noble, sin otro rigor que el de la justicia, habría robustecido la autoridad de nuestra causa. azaña 1 Mientras Azaña pedía “Paz, Piedad y Perdón” en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938, Mola, Franco, Yagüe, Varela, Queipo de Llano y otros militares sublevados hablaban sin rubor de exterminar al adversario. El 27 de julio de 1938, el periodista norteamericano Jay Allen entrevista a Franco en Tetuán: -Allen: “¿Durante cuánto tiempo se prolongará la guerra ahora que el golpe ha fracasado?” -Franco: “No puede haber ningún acuerdo, ninguna tregua. Salvaré a España del marxismo a cualquier precio”. -Allen: “¿Significa eso que tendrá que fusilar a media España? -Franco: “He dicho a cualquier precio”. Por el contrario, Zugazagoitia, que pertenecía al ala del PSOE liderada por Indalecio Prieto y había sido nombrado ministro por Juan Negrín, escribía: zuga“Asesinándonos hemos vivido los españoles todo este último período. Dispuestos a seguir matándonos, nos acechamos. ¿Cuántos años guardaremos esa pasión cainita? No cabe anticipar ninguna respuesta tranquilizadora. Todas las conjeturas son pesimistas. ¿Vamos a continuar el mismo escorzo violento más tiempo del que la propia vida nos acuerde, prolongando la desesperación a través de nuestros hijos? Entre los que contesten rotundamente no, me inscribo. Prefiero pagar a la maledicencia las alcabalas más penosas y ser cobarde para quienes me disciernan ese dicterio, renegando para los que por tal me tengan, escéptico, traidor, egoísta…, que todo me parecerá soportable antes de envenenar, con un legado de odio, la conciencia virgen de las nuevas generaciones”. Conviene recordar que entre las víctimas de la persecución religiosa había 283 monjas, según las cifras de Antonio Montero Moreno. Su asesinato no es menos horripilante que la ejecución de las Trece Rosas, pero algunos estimarán que esta analogía es inaceptable. Se tiende a justificar la violencia anticlerical, afirmando que muchos sacerdotes participaron en la contienda como combatientes. Es cierto que en las unidades de requetés y falangistas había curas que animaban a los sublevados, pero no hay testimonios fiables sobre su participación en batallas y escaramuzas. Sabemos que Queipo de Llano arengaba a los regulares y a los legionarios, incitándoles a violar a las milicianas y a matar sin compasión a los “desafectos al Glorioso Alzamiento”: “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombre. De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido a hombres de verdad y no a castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará”. Desgraciadamente, las frases de los líderes de las milicias comunistas, socialistas o anarquistas no eran menos inhumanas. En un mitin de agosto de 1936, Andrés Nin, máximo responsable del POUM, proclamó: “La clase obrera ha resuelto el problema de la Iglesia; sencillamente, no ha dejado en pie ni una siquiera, […] hemos suprimido sus sacerdotes, las iglesias y el culto”. En Solidaridad Obrera, el periódico de la CNT, se publicó en las mismas fechas un artículo que invitaba a incendiar los recintos religiosos y a exterminar al clero: “Los templos no servirán más para favorecer alcahueterías inmundas. Las antorchas del pueblo las han pulverizado […]. Las órdenes religiosas han de ser disueltas. Los obispos y cardenales han de ser fusilados” (15-08-36). cerroangeles_fusilado1 No está de más señalar que en el bando franquista también se fusiló a sacerdotes. En el País Vasco, al menos veinte curas fueron pasados por las armas, acusados de simpatizar con la República y el nacionalismo. Claude Bowers, embajador de Estados Unidos, escribiría más adelante: “…esa lealtad de los católicos vascos a la República ponía en un aprieto a los propagandistas que insistían en que los moros y los nazis estaban luchando para salvar a la religión cristiana”. José Pascual Duaso, párroco de Loscorrales, fue acusado de comunista por repartir la leche de una vaca de su propiedad entre las familias pobres y acabó sus días en la tapia de un cementerio. Varios católicos progresistas expresaron su malestar. Después del salvaje bombardeo de Guernica, el filósofo católico Jacques Maritain exclamó: “…ya es bastante horrible que maten en nombre del orden social o la nación, pero que no maten en nombre de Cristo, que no es un jefe guerrero, sino un rey del perdón y de la caridad”. El “terror azul” también alcanzó a protestantes, masones y testigos de Jehová. Tal vez el caso más conocido es el de Atiliano Coco, pastor protestante y amigo personal de Miguel de Unamuno. Fusilado sin formación de causa ni proceso, su detención afectó profundamente a Unamuno. Enriqueta Carbonell, esposa de Atiliano Coco, se acercó a su casa y le pidió que hiciera lo posible por salvarle, entregándole una nota. Unamuno se hallaba prostrado en cama, recuperándose de una indisposición, pero le prometió que haría todo lo posible. Sus gestiones resultaron infructuosas. Solo encontró incomprensión, fanatismo y desdén. Su apoyo inicial a la sublevación se transformó entonces en amargo desengaño. UNAMUNO 6 Cuando el 12 de octubre se enfrentó a Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, espetándole el famoso “Venceréis, pero no convenceréis”, llevaba la nota en Enriqueta Carbonell en el bolsillo de la chaqueta. Su gesto le costó el cese como rector y un discreto confinamiento en su domicilio hasta su muerte el 31 de diciembre. Unos días antes había declarado al escritor griego Nikos Kazantzakis: “La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando, entonteciendo…”. Se hace un flaco favor a la verdad, ofreciendo una versión incompleta de la guerra civil. La dictadura de Franco cometió un genocidio. Los historiadores aún discuten sobre el número exacto de víctimas, pero la cifra oscila entre 150.000 y 200.000. La mayoría de las fosas clandestinas no se han exhumado. Sólo Camboya nos aventaja en el número de desaparecidos. Es una situación insólita en un país europeo. Esa anomalía no debe borrar el recuerdo de las 75.000 víctimas del “terror rojo”. El furor exterminador de las milicias comunistas, socialistas y anarquistas siempre provocó la repulsa de Manuel Azaña. No debe extrañar que le confesara a Claudio Sánchez Albornoz: “La guerra está perdida; pero si por milagro la ganáramos, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si nos dejaran”. En la misma conversación, manifestó con indignación: “No quiero ser presidente de una República de asesinos”. No sabemos qué hubiera sucedido si el gobierno de Negrín hubiera ganado la guerra. Probablemente, se hubiera cumplido lo que afirmaría más tarde Martin Luther King, mártir de los derechos humanos: “Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. Se ha dicho que el “terror azul” fue minuciosamente planificado, mientras que el “terror rojo” se caracterizó por su carácter incontrolado. Sin embargo, Julius Ruiz, profesor de Historia de España en la Universidad de Edimburgo, publicó en 2012 El terror rojo, una rigurosa investigación que no acepta esa interpretación: “El terror rojo republicano fue un esfuerzo de guerra organizado y pensado para asegurar la victoria republicana, la revolución y crear una nueva sociedad antifascista. Los asesinos mataron para servir la causa de la República”. La CNT-FAI desempeñó un papel esencial en esa estrategia, pero las dos alas del PSOE –la izquierda de Francisco Largo Caballero y la derecha de Indalecio Prieto- también participaron en los crímenes. ¿Se puede extraer alguna conclusión? Creo que sí. Los mitos no son buenos para la historia ni para la convivencia. Hay que prescindir de prejuicios y repensar nuestras convicciones. Franco fue un dictador tan deleznable como Mussolini o Pinochet, pero si anarquistas, comunistas y socialistas hubieran ganado la guerra, no habría empezado la paz, sino una oleada de represión de signo contrario. centelles 2 La tercera España es una entelequia, pues nunca se constituyó o concretó como alternativa política, pero encarna la voluntad de los que no aceptaron alinearse con ninguna forma de barbarie. Ahora que se habla de superar los viejos conceptos de derechas e izquierdas, no sería mala idea rescatar la célebre frase de Ortega y Gasset: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, unas de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. ¿Es posible un mundo en paz? Tal vez. Cuando aprendamos a escuchar a los otros y a oír lo que no nos agrada, aceptando que nuestro interlocutor puede tener razón. “Traspasemos lo existente –escribió Ernst Bloch en El principio de esperanza (1959) -. El futuro no es una mera prolongación del presente. […] El futuro depende de nosotros, no nos dejemos llevar por la inercia del día a día ni por el derrotismo. El optimismo es una cuestión de voluntad, centrémonos en lo modificable y en lo que depende de nosotros”. La humanidad aún puede reinventarse a sí misma y alumbrar un mañana ético. RAFAEL NARBONA