jueves, 8 de febrero de 2018

DESTELLOS PATAGÓNICOS (24)-El arroyo


Sergio Pellizza El arroyo Cuento corto por Sergio Pellizza Luisa se miraba en el redondo remanso donde las aguas del arroyo se aquietaban y su calma permitía espejar su imagen en el agua. Se sentía simplemente linda sin pretensiones de una belleza deslumbrante. El arroyo era su amigo de siempre. Además de alimentar de agua a la estancia también alimentaba sus sueños. Recién salida de la adolescencia estaba de vacaciones y frente a una gran decisión que debía tomar. Terminado su quinto año de secundaria en el Colegio María Auxiliadora de Rio Gallegos, donde estudió como pupila desde la escuela primaria, debía tomar una de las decisiones importantes de su vida; que carrera estudiar. Sus padres le habían dado total libertad y quería usarla, pero aun no sabía cómo. El arroyo desde su sensible piel de agua solo le decía…- piénsalo.- Esto es mucho más importante que lo que me cuentas sobre ese chico que te gusta de la escuela industrial que estudiará ingeniería- Se trata nada más y nada menos a lo que dedicarás casi la mitad de tu vida, pues como te dije antes de las 24 horas del día, 8 duermes 8 trabajas y las restantes son para lo que necesites y quieras… Antes de cualquier otra cosa Luisa vió la nube de humo reflejada en el agua y casi enseguida el olor ha quemado. Se incorporó instintivamente en dirección al casco de la estancia. Un presagio extraño la embargó y vió como el humo salía precisamente de allí. Montó su bicicleta y corrió por el sendero hasta llegar a lo que le pareció la puerta del infierno. Todo era confusión los peones corrían por todos lados tratando con una inútil manguera de jardín y un montón de baldes de agua sofocar el verás incendio. El capataz no se veía por ninguna parte… De pronto la mujer del cocinero viene corriendo y llorando, la abraza; le dice: -Patroncita mis hijos, los mellizos estaban jugando en galpón depósito de los combustibles donde comenzó el fuego, no se quemaron pero no respiran… - están detrás junto al arroyo. Como si se hubiera encendido una energía poderosa dentro de ella corrió con la angustiada madre hacia los niños. Varias mujeres los rodeaban y le echaban agua en las caritas. Sin pensarlo luisa se inclino sobre el niño más cercano, notó que apenas respiraba, el otro no estaba respirando. Recordó algo de lo que había aprendido en las clases de emergencia y primeros auxilios: dijo a una de las mujeres próximas: Juana, evita que Pedrito se duerma, con suavidad mantenlo despierto, Jacinta ve corriendo, encuentra al chofer, lo vi en la cadena de baldes que organizaron para intentar apagar el incendio, que te lleve al puesto sanitario avísales que pasa, por radio que pida ayuda y que venga la ambulancia para asistirnos. Inmediatamente se dispuso a hacer lo posible por Juancito que no respiraba. Colocó la pequeña cabeza hacia atrás para que la lengua no tapara la laringe y sopló por la pequeña boca con todas sus fuerzas manteniendo presionada su naricita. Notó que el tórax se llenaba de aire. Se apartó parta ver si el aire era expulsado y continuó una y otra vez. Ahora lo tenía claro, debía hacerlo 20 veces por minuto. Le pareció sentir un leve latir en su corazón. Continuó repitiendo la misma operación por un minuto, dos, el corazoncito parecía adquirir un poquito de fuerza pero Juancito no respiraba solo, continuó con rítmica entereza. Le dolía la espalda, la cabeza, se entumecían sus músculos por la incómoda posición. Solo escuchaba el murmullo del arroyo que le decía… sigue, luisa sigue. Sentía que Juancito se aferraba a ella como su última esperanza. El arroyo seguía alentándola a seguir… Continua Luisa no aflojes ahora, sigue, sigue… Luisa seguía con ritmo…No sentía ya sus manos ni sus brazos pero de alguna manera su amigo el arroyo le estaba dando energía y solo escuchaba como en una letanía su voz de agua acompañando sus movimientos… sigue luisa, sigue… El tiempo pareció no existir, solo estaban en ese espacio ella el arroyo y Juancito todos peleando por esa, recién comenzada vida. Cuando le pareció que sus fuerzas la abandonaban, Juancito se sacudió en una tosecita débil y comenzó a respirar despacito y luego con más vigor. Escuchó el latir de ese pequeño corazón que en su ya rítmico latir y descubrió que le decía en su especial código que solo ella podía entender un: gracias doctora…gracias doctora… El tiempo volvió a correr. Luisa se hizo medica, se especializó en pediatría. Se casó tubo un hermoso regalo de la vida, un hermoso par de mellizos niña y niño, ambos estudiaron se hicieron profesionales le dieron cuatro hermosos nietos. Su esposo falleció en la tranquilidad de una hermosa familia donde siempre reinó el amor y ahora ya retirada de su vida profesional y abuela querida regresó a conversar con su arroyo. Se dio cuenta de algo… En ese espacio, casi todo estaba como era entonces. La casa el sendero el arroyo, y lo que hoy le decían esos rumores ya antes, se lo habían dicho… Sigue Luisa, sigue…