miércoles, 18 de mayo de 2011

CÁBALA III- CÁBALA CRISTIANA

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Raimundo Lulio vivió en el siglo XIII y fue contemporáneo a la redacción del Libro del Zohar, en un tiempo floreciente en el que se encontraron sobre suelo hispánico y en estrecha relación las culturas latina, cristiana, judía e islámica.

En el curso de su existencia compuso una gran obra o Ars Magna, compendio del saber universal y verdadera Teocosmogonía, en la que se desarrolla el ámbito de la creación establecida en virtud de los principios trascendentes que la sustentan.

Principios triunitarios que hallaron su concordancia en el núcleo esotérico de las formas tradicionales representativas de occidente, tanto desde el punto de vista cristiano-latino, como del judío e islámico. Síntesis que aparece representada en una ilustración a la obra de R. Llull en forma de cuatro personajes sentados bajo sendos árboles, un cristiano, un judío, un musulmán y un gentil, ante quienes pasa un caballero -significando a la propia Ars Magna- remontando la corriente de un río, por el que simbólicamente discurre el conocimiento.

Compone el Ars Magna según los números, esencias constitutivas de todas las cosas, representados a su vez por las formas geométricas correspondientes, entre las que destacan, tres fundamentales: el círculo, el triángulo y el cuadrado.

Círculo de lo absoluto, cuyo valor simbólico es 10, es decir el de la Unidad y verdadero Principio de todas las cosas y las Nueve Dignidades o atributos mismos de Dios: Bondad, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad y Gloria, cuyos nombres fueron establecidos por la tradición neoplatónica y cristiana de San Agustín y de Dionisio Areopagita. Atributos estrechamente relacionados con las 9 sephiroth o numeraciones puras de la Cábala, manifestaciones del sagrado nombre de Dios.

Atributos, Dignidades, o Nombres Supremos que en el Ars Brevis de Llull encontramos especificados por las letras del alfabeto latino de la B a la K, procedentes todas ellas de una primera letra inefable y que se disponen en una síntesis de tres círculos concéntricos, referidos de mayor a menor al ámbito de lo supraceleste, de lo celeste y al de lo terrestre. A partir de lo cual es elaborada un Ars Combinandi cuyo ejercicio permitirá reconocer en la mente humana todo el mundo cognoscible, disponiéndose a ser conocida o visitada por el espíritu.

En el orden de lo geométrico, triángulo y cuadrado son figuras que corresponden al número 3 de las fuerzas principales y al 4 de los elementos de la materia, a través de cuya multiplicación aparecen las doce formas ideales del Zodíaco o signos arquetípicos, gobernados a su vez por las siete fuerzas planetarias resultantes de la suma o adición de aquellos mismos números.

Nueve dignidades divinas en las que se reflejan todos los aspectos de la creación universal, en un orden jerárquico que comprende toda la cadena del Ser o escala de las criaturas, y que va por emanaciones sucesivas, desde lo más sutil e incorpóreo a lo más material, fluyendo desde las energías angélicas hasta la naturaleza del mundo creado con base en los cuatro elementos.

Creación que comprende tanto un ámbito celeste, representado por los doce signos zodiacales y sus siete regentes planetarios, girando en armónica revolución, como un ámbito terrestre, en donde todas las cosas evolucionan según aquellos ritmos.

Mundo o Macrocosmos de la creación, que halla su reflejo central en el Microcosmos, que participando a la vez tanto de lo espiritual como de lo elemental, es constituido a su imagen, como hombre verdadero, en espíritu, alma y cuerpo.

Las facultades que presiden y a la vez median, posibilitando la identidad entre lo macrocósmico y lo microcósmico son en número de 3, la Memoria, el Entendimiento y la Voluntad, por medio de quienes y a través de su libre albedrío, el hombre puede elevarse en la contemplación de las esencias divinas. Facultades que Llull, en su Libro de la Contemplación, describe así:
"La primera recuerda lo que la segunda entiende y lo que la tercera quiere. La segunda entiende lo que la primera recuerda y lo que la tercera quiere. La tercera quiere lo que la primera recuerda y la segunda entiende."
Señalándose así, la compenetración recíproca permitida por la intuición directa del corazón, que hace de todas, una sola.

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