lunes, 6 de junio de 2016

CAPÍTULO DIECINUEVE - RODOLFO BENAVIDES (Fin de la primera parte)


Capitulo XIX UN RELOJ CÓSMICO INALTERABLE. LAS ERAS Y LAS EDADES ¿Se inició lo que hoy se conoce como astrología por mero senti- miento religioso primitivo o por una necesidad y deliberada intención científica? ¿Es posible aceptar, siquiera hipotéticamente, que tal cosa haya podido suceder hace más de 6,000 años y, más aún, hace 9,000 o 12,000 años? Aceptar sin más investigación que la astrología empezó en los súmenos y que luego fue continuada y desarrollada por tos caldeos, asirios, etc. —que es la opinión más generalizada—, significa que no se está partiendo del origen mismo, sino de un tiempo intermedio, y hasta quizá de un momento ya decadente de la propia astrología. Algunas rápidas consideraciones parecen demostrarlo: por ejemplo, que el pais de Sumer se encontraba demasiado hacia el sur como para poder observar completamente todas las constelaciones zodiacales, Por otra parte, si la astrología nació como religión o dentro de alguna,, religión hoy desconocida, entonces igualmente se les habría concedido valor religioso a otras muchas constelaciones y, sobre todo, a otras estrellas que por encontrarse situadas en el hemisferio celeste más hacia el sur terrestre, estaban a mejor alcance de la obser- vación visual de los sumerios. Estas consideraciones sugieren que el estudio y conocimiento de las constelaciones zodiacales tuvo su origen en observaciones realiza- das necesariamente en puntos geográficos mucho más hacia el norte de donde se encontraba el país de Sumer o de los asirios o caldeos. (191) Pero es que además hay que tener en cuenta que este estudio siempre tuvo una intención científico-astronómica de primer orden, y la reali- dad es que ni los sumerios ni otro pueblo de la Mesopotamia se encontraban en condiciones de hacerlo. Como luego se verá, tampo- co los egipcios pudieron haber dado principio a ese trabajo. Normalmente se piensa que en aquella época la vida humana, hablando en términos generales, era todavía un tanto primitiva y que el hombre se enfrentaba a los fenómenos naturales simplemente lamentándose o agradeciendo, pero sin entenderlos. Por esta razón las estrellas y las constelaciones zodiacales llamaron su atención, considerándolas como dioses en movimiento, causantes de los fenó- menos naturales específicamente repetitivos. Posteriormente las observaciones zodiacales obedecieron más que a una abstracta y pri- mitiva concepción religiosa a la imperiosa necesidad de encontrar un medio que permitiera señalar, si no fechas precisas, al menos épocas. De ahí resultaría que las constelaciones zodiacales habrían pasado a convertirse en un calendario-reloj cósmico inalterable, que además de señalar edades en la infinitud del tiempo, permitían señalar aconteci- mientos de trascendencia especialmente de origen astronómico o pla- netario. La ilustración que aparece en la página siguiente, muestra la forma gráfica que la astrología usó tradicionalmente desde muy anti- guo para representar las constelaciones zodiacales. Como ya se dijo, se trata de un circulo dividido en 12 partes iguales, división arbitraria si se la juzga desde el ,punto de vista astronómico, pues la vigencia de cada constelación no es ni puede ser uniforme, debido a que las más extendidas, como Escorpión, Virgo, etc., invaden áreas correspondientes a constelaciones vecinas. Análo- gamente, las hay tan reducidas, que no llenan su propia área, como son Cáncer, Libra, etc. Esto hace que cada una tenga su propia longi- tud en grados y su propia duración en tiempo, lo que en varios de los casos hace imposible una perfecta, clara y definida separación para establecer exactamente el principio y fin de cada una. Así también, (192) Las constelaciones zodiacales quizá sirvan para fijar fechas aproximadas Acerca de acontecimientos de origen cósmicos sucedidos a lo largo de 26,000 años, susceptibles de repetición en nuestro tiempo. algunas aparecen justamente sobre el Ecuador Sideral, como Gémi- nis, por ejemplo, mientras que otras están hacia el sur y otras más hacía el norte. Teniendo en cuenta estas diferencias, las repetidas constelacio- nes pasan a ser meramente puntos de referencia en el cielo relativos a épocas de tiempo, pero sin secuencia ni continuidad, pues no se mue- ven una tras otra de manera ligada y uniforme. Asi, pues, para juzgar de la realidad del principio y fin de cada constelación habría que estudiarlas a cada una por separado. Para el caso, más adelante se presenta una tabla con números aproximados en grados y menos aproximados en años, pero que sirven para dar una idea general del problema. Independiente del significado que otros libros y diccionarios den a las palabras era y edad, en este libro se entenderá por era al tiempo teórico pero generalmente aceptado, que registra cada cuadrante según el sistema astrológico, o al tiempo de vigencia según se haya calculado la longitud aparente, que naturalmente no coincide con los números del cuadrante, aunque el signo si coincida. Se llama edad a la vigencia de tres constelaciones consecutivas. Estas dos definiciones parten en primer lugar de los símbolos que pre- senta la Gran Esfinge, y en segundo lugar de la indicación que hace la Gran Pirámide. El Año de años o Gran año es conocido porque aparece en escri- tos de origen ocultista. No obstante, en este libro uno y otro están refiriéndose específicamente a la precesión equinoccial, y todo hace pensar que hace mucho más de 6,000 años este fenómeno ya era conocido. ¿Cómo y cuándo supieron lo relativo al movimiento equi- noccial en su totalidad? Véase este asunto, aunque sólo sea a muy grandes rasgos: para que una constelación sea vista en el mismo sitio del espacio (relativo) en que antes fue observada, preferentemente desde el hemisferio nor- te, se requieren cerca de 26,000 años. La precesión equinoccial o Gran año se debe a que el eje polar tiene un movimiento oscilatorio, como si su extremo sur estuviera fijo en un punto y su extremo norte estuviera describiendo una circunfe- (194) rencia en el espacio, produciéndose un movimiento de balanceo, de modo que, para volver el eje a un punto antes tocado, necesita 25,827 años (teóricamente muy aproximados). Sin embargo, no se repite nin- guno de los doce signos, aunque cada estrella conserva su particular movimiento, que hace que las figuras vayan cambiando de forma a lo largo del tiempo. Para mejor comprender lo expuesto, al final de este capítulo aparece un cuadro sinóptico que permitirá al lector distinguir con facilidad y aceptable aproximación la real extensión aparente de cada Cuando una peonza pierde velocidad, adquiere un movimiento de balanceo que obliga a su eje a describir en e! espacio una circunferencia. Este movi- miento, igual al de la Tierra, se ¡lama precesión equinoccial, o ano de anos. y tarda en cada retorno u un mismo punto 25,827 unos aproximadamente. Este dalo aparece claramente anotado en el interior de la Gran Pirámide. (195) constelación y de cada edad, tanto en grados sobre el ecuador celeste, como las respectivas vigencias en años. Las diferencias que aparecen en grados y años se deben a la diferencia de extensión de las constelaciones, además de que en algu- nos casos hay grandes espacios vacíos que sólo fueron considerados en la Edad de Leo, porque esa constelación está muy claramente simbolizada en la Gran Esfinge. En las otras edades los espacios vacios fueron promediados o no se tuvieron en cuenta. Asimismo, no se consideraron ni las fracciones de grado ni las fracciones de año, todo lo cual, como es natural, produce diferencias. Pero, en todo caso, son tan insignificantes dentro del tema, que en nada afectan al concepto general. El zodiaco, que aparece con un reloj en el centro, fue acomoda- do a las fechas del cuadro sinóptico, y por ello no son las mismas que daría un zodiaco astrológico. Se ha hecho así, para que al considerar- se como Reloj cósmico noten las coincidencias que puede haber en el tiempo con acontecimientos terrestres ya sean los que en este libro se mencionan o los que el lector investigue por si mismo. Como fácilmente puede apreciarse en esta tabla comparativa, existe una notable diferencia en la extensión de unas a otras constela- ciones, con la consiguiente diferencia de duración en años. No obs- tante, esta realidad astronómica no se toma en consideración cuando se divide el ecuador celeste en 12 partes iguales, que es como acostum- bra a hacerlo la astrología para calcular grosso modo cuándo estuvo vigente la constelación de que se trate. Este mapa zodiacal tiene por objeto mostrar gráficamente la respectiva extensión astronómica de cada constelación zodia- cal. Algunas de e/las son tan alargadas, que invaden e! área vecina, impidiendo una secuencia uniforme. (197) Edades Constelaciones Grados Años de De extensión Vigencia TAURO Piscis 50 grados 3,587 Aries 17 “ 1,212 Tauro 26 “ 1,861 --------------------------------------------------- 93 6,660 LEO Géminis 22 1,578 Espacio vacío 12 861 Cáncer 12 861 Espacio vacío 14 1,004 Leo 32 2,296 ----------------------------------------------------- 92 6,600 ESCORPIO Virgo 50 3,587 Libra 13 933 Escorpio 29 2,080 --------------------------------------------------------- 92 grados 6,600 ACUARIO Sagitario 12 861 Capricornio 20 1,435 Acuario 34 2,439 ---------------------------------------------------------- 66 grados 4,735 SUMAS 343 grados 24,595 DIFERENCIAS 17 1,232 ---------------------------------------------------------- 360 grados 25,827 (198) FIN DE LA PRIMERA PARTE-CONTINUARÁ...