Capitulo XIX
UN RELOJ CÓSMICO INALTERABLE.
LAS ERAS Y LAS EDADES
¿Se inició lo que hoy se conoce como astrología por mero senti-
miento religioso primitivo o por una necesidad y deliberada intención
científica? ¿Es posible aceptar, siquiera hipotéticamente, que tal cosa
haya podido suceder hace más de 6,000 años y, más aún, hace 9,000
o 12,000 años?
Aceptar sin más investigación que la astrología empezó en los
súmenos y que luego fue continuada y desarrollada por tos caldeos,
asirios, etc. —que es la opinión más generalizada—, significa que no
se está partiendo del origen mismo, sino de un tiempo intermedio, y
hasta quizá de un momento ya decadente de la propia astrología.
Algunas rápidas consideraciones parecen demostrarlo: por
ejemplo, que el pais de Sumer se encontraba demasiado hacia el sur
como para poder observar completamente todas las constelaciones
zodiacales,
Por otra parte, si la astrología nació como religión o dentro de
alguna,, religión hoy desconocida, entonces igualmente se les habría
concedido valor religioso a otras muchas constelaciones y, sobre
todo, a otras estrellas que por encontrarse situadas en el hemisferio
celeste más hacia el sur terrestre, estaban a mejor alcance de la obser-
vación visual de los sumerios.
Estas consideraciones sugieren que el estudio y conocimiento de
las constelaciones zodiacales tuvo su origen en observaciones realiza-
das necesariamente en puntos geográficos mucho más hacia el norte
de donde se encontraba el país de Sumer o de los asirios o caldeos. (191)
Pero es que además hay que tener en cuenta que este estudio siempre
tuvo una intención científico-astronómica de primer orden, y la reali-
dad es que ni los sumerios ni otro pueblo de la Mesopotamia se
encontraban en condiciones de hacerlo. Como luego se verá, tampo-
co los egipcios pudieron haber dado principio a ese trabajo.
Normalmente se piensa que en aquella época la vida humana,
hablando en términos generales, era todavía un tanto primitiva y que
el hombre se enfrentaba a los fenómenos naturales simplemente
lamentándose o agradeciendo, pero sin entenderlos. Por esta razón
las estrellas y las constelaciones zodiacales llamaron su atención,
considerándolas como dioses en movimiento, causantes de los fenó-
menos naturales específicamente repetitivos. Posteriormente las
observaciones zodiacales obedecieron más que a una abstracta y pri-
mitiva concepción religiosa a la imperiosa necesidad de encontrar un
medio que permitiera señalar, si no fechas precisas, al menos épocas.
De ahí resultaría que las constelaciones zodiacales habrían pasado a
convertirse en un calendario-reloj cósmico inalterable, que además de
señalar edades en la infinitud del tiempo, permitían señalar aconteci-
mientos de trascendencia especialmente de origen astronómico o pla-
netario.
La ilustración que aparece en la página siguiente, muestra la
forma gráfica que la astrología usó tradicionalmente desde muy anti-
guo para representar las constelaciones zodiacales.
Como ya se dijo, se trata de un circulo dividido en 12 partes
iguales, división arbitraria si se la juzga desde el ,punto de vista
astronómico, pues la vigencia de cada constelación no es ni puede ser
uniforme, debido a que las más extendidas, como Escorpión, Virgo,
etc., invaden áreas correspondientes a constelaciones vecinas. Análo-
gamente, las hay tan reducidas, que no llenan su propia área, como
son Cáncer, Libra, etc. Esto hace que cada una tenga su propia longi-
tud en grados y su propia duración en tiempo, lo que en varios de los
casos hace imposible una perfecta, clara y definida separación para
establecer exactamente el principio y fin de cada una. Así también, (192)
Las constelaciones zodiacales quizá sirvan para fijar fechas aproximadas
Acerca de acontecimientos de origen cósmicos sucedidos a lo largo de
26,000 años, susceptibles de repetición en nuestro tiempo.
algunas aparecen justamente sobre el Ecuador Sideral, como Gémi-
nis, por ejemplo, mientras que otras están hacia el sur y otras más
hacía el norte.
Teniendo en cuenta estas diferencias, las repetidas constelacio-
nes pasan a ser meramente puntos de referencia en el cielo relativos a
épocas de tiempo, pero sin secuencia ni continuidad, pues no se mue-
ven una tras otra de manera ligada y uniforme. Asi, pues, para juzgar
de la realidad del principio y fin de cada constelación habría que
estudiarlas a cada una por separado. Para el caso, más adelante se
presenta una tabla con números aproximados en grados y menos
aproximados en años, pero que sirven para dar una idea general del
problema.
Independiente del significado que otros libros y diccionarios den
a las palabras era y edad, en este libro se entenderá por era al tiempo
teórico pero generalmente aceptado, que registra cada cuadrante
según el sistema astrológico, o al tiempo de vigencia según se haya
calculado la longitud aparente, que naturalmente no coincide con los
números del cuadrante, aunque el signo si coincida.
Se llama edad a la vigencia de tres constelaciones consecutivas.
Estas dos definiciones parten en primer lugar de los símbolos que pre-
senta la Gran Esfinge, y en segundo lugar de la indicación que hace la
Gran Pirámide.
El Año de años o Gran año es conocido porque aparece en escri-
tos de origen ocultista. No obstante, en este libro uno y otro están
refiriéndose específicamente a la precesión equinoccial, y todo hace
pensar que hace mucho más de 6,000 años este fenómeno ya era
conocido. ¿Cómo y cuándo supieron lo relativo al movimiento equi-
noccial en su totalidad?
Véase este asunto, aunque sólo sea a muy grandes rasgos: para
que una constelación sea vista en el mismo sitio del espacio (relativo)
en que antes fue observada, preferentemente desde el hemisferio nor-
te, se requieren cerca de 26,000 años.
La precesión equinoccial o Gran año se debe a que el eje polar
tiene un movimiento oscilatorio, como si su extremo sur estuviera fijo
en un punto y su extremo norte estuviera describiendo una circunfe- (194)
rencia en el espacio, produciéndose un movimiento de balanceo, de
modo que, para volver el eje a un punto antes tocado, necesita 25,827
años (teóricamente muy aproximados). Sin embargo, no se repite nin-
guno de los doce signos, aunque cada estrella conserva su particular
movimiento, que hace que las figuras vayan cambiando de forma a lo
largo del tiempo.
Para mejor comprender lo expuesto, al final de este capítulo
aparece un cuadro sinóptico que permitirá al lector distinguir con
facilidad y aceptable aproximación la real extensión aparente de cada
Cuando una peonza pierde velocidad, adquiere un movimiento de balanceo
que obliga a su eje a describir en e! espacio una circunferencia. Este movi-
miento, igual al de la Tierra, se ¡lama precesión equinoccial, o ano de anos.
y tarda en cada retorno u un mismo punto 25,827 unos aproximadamente.
Este dalo aparece claramente anotado en el interior de la Gran Pirámide. (195)
constelación y de cada edad, tanto en grados sobre el ecuador celeste,
como las respectivas vigencias en años.
Las diferencias que aparecen en grados y años se deben a la
diferencia de extensión de las constelaciones, además de que en algu-
nos casos hay grandes espacios vacíos que sólo fueron considerados
en la Edad de Leo, porque esa constelación está muy claramente
simbolizada en la Gran Esfinge. En las otras edades los espacios
vacios fueron promediados o no se tuvieron en cuenta. Asimismo, no
se consideraron ni las fracciones de grado ni las fracciones de año,
todo lo cual, como es natural, produce diferencias. Pero, en todo
caso, son tan insignificantes dentro del tema, que en nada afectan al
concepto general.
El zodiaco, que aparece con un reloj en el centro, fue acomoda-
do a las fechas del cuadro sinóptico, y por ello no son las mismas que
daría un zodiaco astrológico. Se ha hecho así, para que al considerar-
se como Reloj cósmico noten las coincidencias que puede haber en
el tiempo con acontecimientos terrestres ya sean los que en este libro
se mencionan o los que el lector investigue por si mismo.
Como fácilmente puede apreciarse en esta tabla comparativa,
existe una notable diferencia en la extensión de unas a otras constela-
ciones, con la consiguiente diferencia de duración en años. No obs-
tante, esta realidad astronómica no se toma en consideración cuando
se divide el ecuador celeste en 12 partes iguales, que es como acostum-
bra a hacerlo la astrología para calcular grosso modo cuándo estuvo
vigente la constelación de que se trate.
Este mapa zodiacal tiene por objeto mostrar gráficamente la
respectiva extensión astronómica de cada constelación zodia-
cal. Algunas de e/las son tan alargadas, que invaden e! área
vecina, impidiendo una secuencia uniforme. (197)
Edades Constelaciones Grados Años de
De extensión Vigencia
TAURO Piscis 50 grados 3,587
Aries 17 “ 1,212
Tauro 26 “ 1,861
---------------------------------------------------
93 6,660
LEO Géminis 22 1,578
Espacio vacío 12 861
Cáncer 12 861
Espacio vacío 14 1,004
Leo 32 2,296
-----------------------------------------------------
92 6,600
ESCORPIO Virgo 50 3,587
Libra 13 933
Escorpio 29 2,080
---------------------------------------------------------
92 grados 6,600
ACUARIO Sagitario 12 861
Capricornio 20 1,435
Acuario 34 2,439
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66 grados 4,735
SUMAS 343 grados 24,595
DIFERENCIAS 17 1,232
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360 grados 25,827
(198)
FIN DE LA PRIMERA PARTE-CONTINUARÁ...