lunes, 6 de junio de 2016

CAPÍTULO DIECIOCHO - RODOLFO BENAVIDES


Capitulo XVIII EL ZODIACO DEL TEMPLO DE HATHOR, EN DENDERAH Algo sobre las constelaciones zodiacales Antes de hablar del Zodiaco del Templo de Hathor, también lla- mado de Denderah, conviene mencionar aunque sea muy brevemente todo lo relativo a las constelaciones zodiacales, que ciertamente no existen en la forma física con que se las representa fuera de los medios científicos. Observando las estrellas a simple vista, sin conocimientos pre- vios al respecto, vemos que aparecen sin perspectiva en la bóveda celeste: no se pueden apreciar sus dimensiones reales ni mucho menos las distancias laterales ni las de profundidad, tan grandes en todos los casos que ni siquiera las podemos imaginar aunque se nos proporcio- nen datos y cifras. Algunos autores han apuntado que la observación constante de la aparente e invariable posición de estos puntos luminosos en el cie- lo. sin distinguir distancias, sugirió a' los antiguos pueblos nómadas -los cazadores e incluso los agricultores— formas imaginarias flotan- tes que vigilaban la vida humana, a la que castigaban o premiaban a capricho. Después se creyó que de esas tan primitivas como defectuo- sas observaciones nacieron las fantasías y leyendas que acabaron por atribuir poderes mágicos y divinos a ciertos supuestos agrupamientos de estrellas. Igualmente en alas de la fantasía, se creyó ver en esos aparentes agrupamientos formas definidas, figuras tanto de animales como de (183) El Zodíaco de Denderah. seres humanos y se dice que fue así como la imaginación primitiva pobló el cielo de formas de dioses y de animales fabulosos. Este fenó- meno se dio de manera especial en el caso de las constelaciones zodiacales, o sea las que se encuentran en la franja celeste correspon- diente a la proyección ideal del plano de la eclíptica terrestre, franja que se conoce con el nombre de Zodíaco, así llamada porque los nombres dados a las constelaciones que allí se mueven son en su mayoría de animales. (184) En definitiva, las constelaciones zodiacales fueron en su origen figuras solamente imaginarias que servían para facilitar la identifica- ción de las estrellas. ¿Intentaban con ello solucionar una necesidad de orientación en la navegación marítima? ¿Acaso también en la aérea? Esas observaciones fueron realizadas hace unos 14,000 años aproxi- madamente lo que demuestra que está equivocada la tan generalizada suposición que atribuye a los caldeos o a los sumerios, la invención de la astrología. El Zodiaco de Denderah E! Zodiaco de Denderah es una enorme piedra que actualmente se encuentra a la vista en e! museo del Louvre en París (Francia), a la entrada de la sala egipcia, y que sirvió de techo al templo de Hathor. Al observarlo detenidamente se advierte que fue tallado por manos expertas y dirigido el trabajo por mentes muy avanzadas en astronomía, a juzgar por los detalles que presenta la piedra, que tiene cincelados en relieve los signos astronómicos en forma de espiral. Según los cálculos matemáticos y astronómicos realizados por los expertos, este zodíaco indica que la constelación de Leo aparece en el equinoccio vernal hacia el año 12,907 antes del reciente año 1953 de la era actual. Hacia el año 484 a. C-, los sacerdotes egipcios informaron a Heródoto, el llamado padre de !a historia, que los textos egipcios más antiguos fueron escritos 12,000 arios antes, o sea hace ahora 14,000 años. Y sucede que el zodiaco mencionado coincide curiosa y admi- rablemente en lo astronómico con la información dada a Heródoto por los sacerdotes egipcios. Los cálculos han resultado bastante exactos debido a que la pie- dra contiene además del zodiaco, otras constelaciones y estrellas no zodiacales que han sido magníficos puntos de referencia astronómica. Así pues, aunque a esa piedra se la siga llamando Zodiaco, en reali- dad es un plano astronómico correspondiente al hemisferio Norte, lo cual complica mucho las ideas, pues no hay manera de entender có- mo pudo realizarse esa labor tan compleja hace 14,000 años aproxi- mádamente. (185) Ahora bien, nosotros entendemos que un trabajo tan pulcro y Preciso como el efectuado en dicha piedra no pudo haber sido hecho Hace 14,000 años o más sino por gentes de una cultura muy elevada, Pues según lo que hasta hoy se sabe, en ninguna parte del mundo Existían ni las herramientas ni la tecnología indispensable entonces Para poder simbolizar con dibujos de animales y de seres humanos La situación en que se encontraban en el cielo los agrupamientos de Estrellas. Hay autores que afirman que dicha piedra no es de Egipto y que Seguramente fue llevada desde muy lejos. ¿Desde dónde fue arranca- Da y de qué medios se valieron para transportarla hasta Hathor, en Egipto? Como se podrá comprobar, el Zodiaco de Denderah, la Gran Esfinge y la Gran Pirámide, correspondientes las tres a la época más Antigua de Egipto, forman un complejo y admirable sistema Astronómico-geométrico-simbólico, al que hasta hoy se había presta- Do ninguna atención. Y, sin embargo, la Gran Pirámide, tan majes- Tuosa en su construcción como profunda en la ciencia astronómica Coincide con los conocimientos igualmente astronómicos que apare- Cen en la enorme piedra de Denderah. ¿Qué pueblo concibió y realizó el Zodiaco de Denderah? Quizá resulte importante saber que la observación de las cons- Telaciones zodiacales solamente pudo efectuarse de manera natural Y fácil desde el hemisferio Norte, particularmente hacia el paralelo 45 norte, que precisamente en esa época estaba cubierto de panta- Nos y estepas. Por consiguiente, si alguna vez existió una cultura Semejante a la actual debió desarrollarse hacia el sur del paralelo 45 Norte, y cuanto más hacia el Ecuador la situemos, más difícil resultaría La observación zodiacal. Tal sería el caso de Sumeria, que para poder efectuar un estudio Tan particular y detallado se encontraba muy hacia el Ecuador. No se Han encontrado huellas de elevada cultura en época tan temprana en Región alguna sobre la línea del Ecuador, ni hacia el hemisferio Sur. A Este respecto obsérvese que el cultivo de la tierra comenzó, según la (186) Opinión más generalizada, hace 12,000-15,000 años, o sea durante la Era de Leo, en la que el nivel científico era francamente bajo. Entre los paralelos 43 y 44 norte, encontramos la provincia de Santander (España), donde hay varias cuevas con claros vestigios De culturas correspondientes a unos 12,000 años atrás. Particularmen- Te la cueva de Altamira es muy importante por las figuras de animales Y seres humanos magistralmente trazados sobre la roca. ¿Qué fue del pueblo que trazó dibujos tan interesantes? ¡Nada Se sabe al respecto! Si se sucedieron las generaciones en la región fue Sin dejar ninguna otra huella de su existencia. Cabe pensar que se tra- Tara de muy reducidos grupos que estuvieron solamente de paso, Mientras emigraban hacia tierras menos frías. En todo caso, esa cul- Tura no pudo haber ideado ni mucho menos tallado el Zodiaco de Denderah. Entonces la humanidad vivía en el período paleolítico Secundario y por lo tanto aún no se conocían los metales. En esas Condiciones era prácticamente imposible realizar un trabajo de tan Alta tecnología. En conclusión, podría decirse o que existió una cultura muy Superior de la que lamentablemente nada se sabe o que desde el espa- Cio exterior vinieron seres inteligentes que esculpieron esa piedra para Dejar clara huella de su visita. En fin, por el camino de lo hipotético se puede llegar muy lejos y Hasta quizá perderse, sin embargo, puesto que el zodiaco existe, lo Entendamos o no, algo querrá decir a nuestra conciencia. Conviene Entonces ver el asunto con sentido crítico y mente abierta. Sistemas calendáricos americanos Al hablar de las edades registradas en el Zodiaco de Denderah, Conviene recordar que en América fueron los mayas los primeros en Desarrollar un sistema calendárico capaz de prever con mucha antela- Ción y acercamiento a la realidad visual los acontecimientos natura- Les, o si se prefiere, de conocer por anticipado el futuro. En cierto Modo, eso debió dar a los sacerdotes astrónomos una aureola profé- Tica a la vez que fomentaba una mentalidad y una tendencia fatalista. (187) en el pueblo. En efecto, al no poder evitar los acontecimientos todo quedaba sometido a la voluntad de los dioses considerados como causantes directos de todos los fenómenos de tipo cíclico, tanto favo- rables —las buenas cosechas por ejemplo— como desfavorables —las sequías u otro cualquier desastre— La afición a querer conocer por anticipado lo que ocurriría en e] futuro seguramente partió del recuerdo vivo, consignado en las tradi- ciones, de algo catastrófico y muy doloroso acaecido en el pasado lejano. Esto puede apreciarse con facilidad tanto en el Popo! Vuh, como en el Chílam Balam de los mayas o en el Zodiaco de Denderah de los egipcios. En todos pareciera existir un casi idéntico sentimiento de trage- dia. Sin duda todo partió de una misma y muy amarga experiencia en el pasado, que impulsaba a los mayas a querer conocer el porvenir, ya que de esa manera estarían mejor preparados comenzando por halagar con ofrendas a los dioses ancestrales. En función de esta manera de pensar tuvieron pasión por fechar todos los acontecimientos que revistieran alguna importancia para ellos. En primer lugar, los fenómenos naturales que de alguna manera hubieran afectado su vida, pues creían que todo acontecimiento suce- dido fatalmente volvería a repetirse, como el día y la noche, las esta- ciones del año, la aparición del sol, de la luna, de las estrellas, de los eclipses y —muy importante— el periodo cíclico undecimal de activi- dad solar (que es una pulsación rítmica de la energía solar que afecta a la forma de la «corona solar", más conocido actualmente como "mareas solares»), cuyos efectos sobre la mente del hombre —según los mayas- eran más notables cada 22-23 años, hasta el punto de que ellos temían a ese ciclo, al que llamaron nefasto. ¿Cómo adquirieron tales conocimientos? ¡Es todavía un miste- Rio! Algo más se podrá saber si se comprueba que desarrollaron su cultura en otro sitio, muchos siglos antes de su ¡legada a Centroamérica, Y bien, pensando ahora como los mayas y otros pueblos de su misma época, se podría generalizar diciendo que si en el universo todo (188) Se mueve a ritmo cíclico, ¿por qué los cataclismos no habrían de obe- Decer a esa misma ley? ¿por qué los desastres de origen cósmico, su- Cedidos en la tierra, no habrían de repetirse? El problema quizá no reside tanto en confirmar que ciertos cata- Clismos y desastres han sido periódicos, cuanto en identificar las cau- Sas que los han producido para luego intentar determinar aproxima- Damente las fechas de una probable repetición en el cercano futuro. En este aspecto se puede afirmar que la Gran Pirámide y la Gran Esfinge, combinados sus símbolos, resultan un buen auxiliar Para despejar incógnitas. (189)