Capitulo XXI
CONTINENTE DE MU O LEMURIA
O NAA O NAACAL
Siguiendo con el tema de los cataclismos mundiales, debemos
advertir al lector que hasta hoy ningún investigador científico ha
aceptado que alguna vez haya existido en el océano Pacifico, un con-
tinente o isla habitada a la que se le pueda o deba llamar continente
de Mu o Lemuria o cualquier otro nombre.
A pesar de todo se sigue afirmando que si se mira desde gran
altura en avión y con la atmósfera apropiada, se puede advertir el
contorno de un continente que se encontraría hundido en et océano
Pacífico y que, como es natural, hace pensar en el legendario Mu o
Lemuria. Por lo demás, ni los diccionarios ni las enciclopedias tienen
esas voces en sentido geográfico.
Algunos autores niegan con énfasis que haya existido Mu o
Lemuria; pero todos ellos parten del principio antes señalado, a
saber: que la ciencia oficial no acepta que haya existido dicho conti-
nente, asegurando que se trata de meras leyendas sin ningún funda-
mento real ni verdadero.
Quienes hablan afirmativamente de Lemuria, al referirse a sus
probables habitantes los llaman lémures. A este respecto, es de notar
que asi se llaman unos pequeños mamíferos de Madagascar, del
tamaño aproximado de un gato doméstico.
En algunos países se da el nombre de lémures a los fantasmas.
En la antigua Roma se llamaba lémures a los espíritus de! mal y
de la muerte, y asi se sigue llamando en algunas regiones a los espiri-
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tus errantes que durante la noche se dedican a atormentar a los vivos.
En Roma, se relacionaba la creencia de los lémures con la leyen-
da de Remo, muerto por su hermano Rómulo, el cual, para apaciguar
a los lémures, instituyó la fiesta pagana nocturna que se llamó la/Ves-
la lemuria, prohibida después por el cristianismo.
Es comprensible que datos tan dispersos por todo el mundo aca-
ben por producir confusión. Sin embargo, empiezan a adquirir validez
cuando se someten los nombres, mitos y leyendas a juicio critico,
pues ¿de dónde y por qué aparecen en los sitios en que se los ha
encontrado? ¿No será que todos ellos tienen sus raices precisamente
en el continente hundido en el Océano Pacifico?
Todo el mundo sabe que en los medios ocultistas y esotéricos, sin
entenderse esto como religioso, se insiste en que realmente existió
muy atrás en el tiempo, en lo que hoy es el océano Pacífico, un conti-
nente o al menos una isla muy grande que, por gozar de un clima per-
manente ideal —un verdadero paraíso— se prestó para el desarroilo de
las especies y que finalmente dio nacimiento al ser humano. A esos
seres que a lo largo de muchos milenios ta! vez superaron la edad de
piedra siempre se les ha llamado primera raza-raiz en los medios
ocultistas.
Por cierto que en estos medios ocultistas y esotéricos se ha dicho
también desde muy antiguo, que en la época de auge de! continente de
Mu no había Luna; es decir que entonces no se veía el satélite que
hoy tenemos permanentemente a la vista durante las noches.
Y la tradición sigue diciendo que cuando por primera vez apare-
ció la Luna —o sea cuando la Tierra la atrajo— fue cuando se produjo
el cataclismo que cambió la inclinación del eje polar terrestre y modi-
ficó toda la geografía mundial, pero muy particularmente la de Ocea-
nía.
Los hombres de ciencia aceptan, en términos generales, que el
ser humano partió de una rama simiesca, tal vez del tipo Tarsius
encontrado en Borneo. Pero, por otra parte, no se ponen de acuerdo
en lo que respecta a los cambios progresivos ni a la dinámica que pro-
dujo la evolución.
Asimismo, se acepta con pocas reservas que los fósiles encontra- (224)
dos en Triníl por el profesor Eugéne Subois en el año 1891, corres-
ponden al humano más antiguo hasta hoy descubierto. A ese humano
se Íe conoce con el nombre de Hombre de Java y, según parece, vivia
cuando se produjo la dispersión de los seres humanos debida a la caí-
da en el Antartico de un asteroide gigantesco, a una velocidad no
menor de 40,000 kilómetros por hora.
El choque de este cuerpo debió producir necesariamente un
enorme cráter, lo que explicaría fenómenos como la forma continen-
tal de Oceanía, las rugosidades llamadas cordilleras en regiones diver-
sas, el rompimiento entre continentes, el cambio general de la geogra-
fía y, naturalmente, la desaparición del continente de Mu o Lemuria.
Se produciría asi el éxodo de los supervivientes, que habrían alcanza-
do en primer lugar lo que hoy es Java, Borneo, etc., y más tarde Áfri-
ca, Asia, y quizá América.
Por lo visto, la rama de origen, el principio de la evolución de!
hombre, estuvo en Borneo y Java y esto da la razón a las tradiciones
ocultistas iniciáticas, más aún si se comprueba que Borneo y Java
fueron elevadas montañas antes del hundimiento de la tierra firme a
la que pertenecian. Asi se explicaría el haberse encontrado a!!i los fó-
siles y demás huellas del hombre primitivo.
Es de suponer que fenómenos como los antes citados —desde
luego sin que sean ¡os únicos—, ya sea la captura de la Luna, o la caí-
da de uno o varios asteroides más o menos grandes, llegarían acom-
pañados de otros muchos elementos de tamaños y formas diversos.
Efectivamente, en algunas partes dei mundo se han encontrado
varias toneladas de tácticas. Se ha llegado a la conclusión de que
todas .ellas han llegado del espacio exterior sin poderse precisar con
exactitud el origen. Curiosamente ocurre ahora que, entre las piedras
recogidas en la Luna y que están siendo tan minuciosamente estudia-
das, se han encontrado tactilas semejantes a las que hace muchos
siglos cayeron en la Tierra. Como es natural, eso está haciendo pen-
sar muy seriamente a los investigadores hasta qué punto las antiguas
leyendas conservadas como tradición en las escuelas ocultistas son
un reflejo de la verdadera realidad, sobrepasando la simple condición
de mito a que se las había relegado. (225)
Lo más curioso e intrigante es que entre esas íacfilas se han
encontrado algunas piedras de forma piramidal: pero su simetría hace
pensar que fueron especialmente labradas. Además han aparecido en
días lineas grabadas como si fueran dibujos hechos a mano, quizá
simbólicos, lo que ha sugerido la idea de que tal vez se trate de men-
sajes de origen desconocido.
Se podría poner esto en duda si se tratara solamente de una
hipótesis. Pero es innegable que han caído en la Tierra muchos cuer-
pos pétreos más o menos grandes procedentes del exterior. Evidente-
mente se trata de cuerpos flotantes en el espacio atraidos por la Tie-
rra, asunto que nada tiene de novedoso: por ejemplo, los indios nava-
jos de Arizona conservan en sus leyendas el recuerdo de la caida de
un enorme meteorito o asteroide que, según cálculos que se han
hecho, cayó en Norteamérica hace 6,000 o 7,000 años, dejando
como huella un enorme cráter que el tiempo ha venido llenando de
arena.
La verdad es que siempre existe la posibilidad de que se repitan
casos como éstos. Por ejemplo, en el año 1977 la prensa informó que
varios países entre ellos Chile, habían descubierto varios asteroides,
algunos de ellos de varios kilómetros de diámetro, que se mueven en
órbitas muy elípticas alrededor de la Tierra. Por eso temporalmente
se alejan tanto que no se los puede observar, pero después vuelven a
acercarse a la Tierra hasta tal punto que cada acercamiento represen-
ta peligro.
Esta noticia fue plenamente confirmada al principio del año
1978 y entonces se informó que los mencionados asteroides ya locali-
zados, identificados y calculados. Cal vez sean más de 12. Se asegura
'ncluso que se considera posible que alguno de estos cuerpos, debido
a imprevisibles desequilibrios gravitatorios, puedan chocar con plane-
tas cuya fuerza de atracción sea suficiente como para arrebatarlos de
su órbita actual. Asi pues, no es improbable que uno o varios de esos
asteroides un dia cualquiera pierda su equilibrio gravitatorio y se pre-
cipite sobre la Tierra, lo cual podría ocurrir muy bien durante uno de
los alineamientos planetarios, como el que hubo en el año 1982, o el
de fin de siglo, o más probablemente en el de mayo del año 2000. (226)
Todo ello convierte en aceptable y posible lo relativo al asteroide
que cayó en Oceania en la época del hombre de Java y que originó el
fin de la primera y principio de la segunda raza-raíz de que hablan
las tradiciones esotéricas y ocultistas.
En efecto, tal vez a consecuencia de esos catastróficos fenóme-
nos, ya se trate de lunas o asteroides, los seres humanos que lograron
sobrevivir huyeron como náufragos dispersándose por el mundo. A
estos náufragos, en los medios ocultistas se los llama hombre de la
Luna o segunda raza-raíz.
Horbiger, e! famoso teórico de Hitler, presentó, entre otras, una
teoría que coincide con esta tradición, y que muy probablemente de
alguna manera se fundamentó en las repetidas tradiciones ocultistas,
como gran parte de las teorías del hitlerismo, según se ha explicado
ampliamente en el libro El Tarot Profetice del mismo autor.
Abundando en el tema, el muy conocido investigador, profesor
Churchward, destacado etnólogo, descubrió unas tablillas de barro
muy antiguas que se conocen con el nombre de labias Naacal, sim-
plemente porque hablan del continente de Naacal o Mu.
Ahora se trata de encontrarles el significado, ya que dichas
tabletas de barro, entre otras características, presentan figuras que
sugieren símbolos geométricos correspondientes a una mentalidad
muy formada: algunas muestran una cruz de brazos iguales en el cen-
tro; en otras la cruz aparece torcida a la manera de la svástica de Hitler
y en varias más la circunferencia esta contenida en un cuadrado.
Estos mismos dibujos han sido encontrados en otras partes del
mundo, correspondientes a épocas ^iuy posteriores, pero siempre con
valones simbólicos importantes y a la vez coincidentes entre si, lo que
hace pensar en un mismo origen. Por ejemplo, la circunferencia den-
tro del cuadrado es un símbolo y a la vez fórmula de la Gran Pirámi-
de: el cuadrado se refiere a la base rectangular de dicha pirámide e
implícitamente al año solar. La circunferencia se refiere igualmente al
año solar y es la representación de la precesión equinoccial.
Pero más admirable todavia resulta cuando se sabe que este mis-
mo símbolo de una circunferencia dentro de un cuadrado es el símbo-
lo tradicional representativo de Hunab Ku, el máximo dios maya, (227)
interpretado como único dador de! movimiento y la medida, según
afirma el mayólogo profesor Domingo Martínez Paredes.
El círculo con una cruz torcida a la manera de la svástica ha
sido encontrado en la región que milenios atrás fue el país de Sumer.
Este mismo simbolo existe tradícionalmente entre los pieles rojas de
Norteamérica. (228)
Asi pues. las tablas Naacal parecen ser una raíz y una base cul-
tural de muchos pueblos hoy dispersos por el mundo.
La antropología oficial ha dividido a la humanidad en tres gru-
pos principales o razas básicas:
1. La caucásica.
2. La negroide.
3. La mongotoide.
Reconocemos que este agrupamiento es válido si sólo se clasifi-
ca en función de características físicas similares, pero no como princi-
pio u origen de la humanidad. ¿Cuál fue el origen y principio de la
vida humana?
La teoría más generalizada y aceptada dice que el hombre hizo
su aparición como ser pensante, no de manera repentina ni mucho
menos milagrosa, sino a consecuencia de una muy larga evolución,
cuyo proceso podría haberse iniciado hace mucho más de 500,000
años, y que esta evolución tuvo lugar principalmente en Asia, de don-
de salió en migraciones, separadas unas de otras por largos periodos.
De esta teoría parte la aceptación científica que dice que todos los
seres humanos partieron de un tronco común. Curiosamente, las
tablas Naacal asi parecen demostrarlo.
Ha habido muchas discusiones acerca del lugar de origen del ser
humano. Con pocas diferencias siempre se ha llegado a la conclusión
de que ese lugar debe de haber estado en Oceanía, en la región indo-
malaya, o en Borneo, Java o Sumatra. Y aunque no se ha llegado
todavía a ninguna confirmación definitiva, se sigue señalando a Ocea-
nia como la zona más probable para situar la existencia de alguna isla
o continente donde evolucionó la especie animal que finalmente dio
origen al hombre, por supuesto no como hoy se le conoce. Lo natural
es que dicha isla o lo que haya sido, al haberse hundido en el océano,
se haya llevado el secreto. Quizá, a! menos en este punto las enseñan-
zas ocultistas no estén tan lejos de la verdad.
Pero, complicando más el problema, aparecen hipótesis de ori-
gen científico, en verdad desconcertantes, como la siguiente:
El antropólogo Zaitsev sugiere la posibilidad de que el ser huma-
no hubiera tenido su principio de evolución en otro planeta y que, una
(229)
vez formado, llegó de alguna manera a la Tierra para continuar su
proceso hacia ser humano. En apoyo a lo dicho, Zaitsev —que no da
la impresión de estar influenciado por el ocultismo, pues se trata de
un científico positivista— afirma que el planeta Tierra es demasiado
joven y que la evolución de la vida es bastante lenta para que la
misma pudiera haberse desarrollado en ella espontáneamente, desde
los más simples principios a las más complejas formas que hoy cono-
cemos.
El resumen de esta hipótesis es que el hombre está sólo de paso
en este mundo y que un dia se irá hacia otro, donde los organismos y
la vida sean apropiados y más perfectos, es decir, que se encuentren
en un grado superior al hasta hoy alcanzado por el ser humano.
Esta hipótesis plantea un sinfín de interrogantes. Por ejemplo,
¿cómo llegó el ser humano primitivo, pero ya formado, a la Tierra? ¿y
cómo se irá hacia otro planeta a continuar evolucionando? La verdad
es que estas preguntas f otras muchas que puedan formularse al res-
pecto, solamente el ocultismo puede responderlas con una cierta
lógica.
Hay otro interrogante: ¿cómo se extendió la especie humana por
todo el planeta desde el principio de su vida primitiva? Este fenómeno
de la dispersión es lo que ha hecho pensar a algunos teóricos que la
aparición del hombre ocurrió de manera más o menos simultánea en
muchos sitios del planeta.
Quienes contestan indirectamente a la anterior pregunta son los
geólogos, cuando afirman que la corteza terrestre ha sufrido innume-
rables modificaciones lo mismo en su interior que en su exterior. Esto
permiffria suponer las causas de la desaparición de Lemuria y de la
dispersión de sus habitantes, dispersión que en su más remoto origen
debió efectuarse sobre tierra firme. En efecto, podría imaginarse que
hacia la era terciaria, cuando el hombre ya existía, los continentes que
hoy conocemos estaban conectados entre si: Asia y América estaban
unidas por tierra; Groenlandia, Islandia, las islas Feroes y Escocia
estaban también unidas por tierra firme, al igual que Suráfrica y
América del Sur, tal como sus contornos lo insinúan. Quedaría una (231)
gran porción de tierra firme entre África del Norte y América de)
Norte, ya desaparecida, la legendaria A tlantida.
En síntesis: que estas modificaciones bruscas de la corteza
terrestre habrían originado las migraciones y emigraciones de todos
los seres vivos y explicaría la simultánea aparición del hombre en
sitios diversos. (232)