martes, 19 de diciembre de 2017

DESTELLOS PATAGÓNICOS (8) -Había una vez en el sur del sur-


HABIA UNA VEZ EN EL SUR DEL SUR 6 de noviembre HABÍA UNA VEZ EN EL SUR DEL SUR POR SERGIO PELLIZZA El escritor Rumano Elie Wiessel, Premio Nobel de la Paz en 1986. Dijo lo siguiente:” Dios hizo al hombre porque adora los cuentos”, escribe entonces. En la tierra, el mar, el aire. Solo escribe. No podemos traicionar esa razón. Cada uno a su manera, cada uno con sus herramientas, hemos venido a este mundo a contar, a contarnos los unos a los otros. Pero esto tiene una condición previa. La de vivir, el de estar presentes en nuestra existencia, el de comunicarla con la de los otros. Si nos aislamos de nuestros semejantes, anestesiados por una conexión tecnología intrascendente que termina por deshumanizarnos, desconectarnos, con la prioridad de exigencia del “todo ya”, el ya fuiste, queda muy poco para contar. Por suerte nuestro país tiene regiones, especialmente en el sur del sur, Patagonia Astral, donde siempre en algún fogón, mientras el mate circula; podrá escucharse “ Había una vez…” o “Se acuerdan de” y allí no solo comienza el cuento, nace la vivencia contada, donde todo es escenario. El viento que sopla y tiene siempre cosas que decir, así como, los cielos purísimos que se dejan trasparentar para poder ver más allá del horizonte, La nieve que sucede en silencio. La naturaleza toda ofrece su paisaje, se deja poseer y a la vez posee. Afortunado el que vive en estos lugares, llenos de misterios por descubrir, y magia para sentir el paisaje mas allá de los sentidos… En el fogón de una estancia Próxima al lago Roca se escucho hace no más de 5 años ese tan especial; “había una vez”. Ese extranjero que se pasaba horas frente al Glacial Moreno con un violín sin arco apoyado en su hombro, como si estuviera tocando. Además de llamar la atención de los turistas que sonreían, llamaba la atención de los paisanos que dentro de su limpio y simple pensamiento solo decían… sin sonreír… por algo será. Pasó de esta curiosa situación algo más de 10 días. -Se ve que este hombre tiene plata, comentó Eleuterio, paisano que trabajaba en el Hotel Los Notros, muy cerca del glacial. Se aloja en la mejor habitación y tiene un coche con chofer que los trae todos los días bien temprano, lo espera mientras el hombre saca su violín sin arco y se queda así quieto mientras, mira el glacial y parece escuchar algo. Solo algunos niños se sentaban cerca, y ellos si parecía que escucharan algo y les gustaba, porque. Además de guardar sus celulares parecían oír felices algo que los demás no escuchaban. Algunos padres de turistas con niños les preguntaban a sus hijos que oían y la respuesta de todos los niños era la misma, es algo muy hermoso mamá. - El señor dice que ojala pudieran oírlo ustedes también… Algunos paisanos del lugar también lo escuchaban, y decían, es lo que oímos casi siempre cuando no tenemos preocupaciones, sale de todas partes no solo del violín del hombre. En una oportunidad en que el hombre del violín, estaba en su lugar- Se le acerca un señor mayor y le dice. -Hola maestro cuanto me place escuchar lo que oye, gracias por compartirlo. Sabía que había venido aquí y no pude resistir la tentación de cooperar con su composición. -Me permite ayudarlo? Claro profesor, tome mi papel pentagrama y arréglelo en clave de sol y deje que la singular partitura, corcheas, fusas. blancas y redondas encuentren su propio espacio en el papel lineado de a cinco. El viejo profesor, director de una de las principales orquestas del mundo, se dejó llevar la mano y así comenzaron a tomar forma los sonidos que los niños y algunos pocos escuchaban. El violín sonaba hermoso sin que nadie lo tocara. Los azules del glacial moreno estaban jugando con las cuerdas y las hacían vibrar en unas frecuencias cromáticas que estaban muy lejos del oído humano pero tan cerca del espíritu que solo los inocentes corazones infantiles y las nobles almas cerca de la naturaleza podían sentir. El sol se ocultaba como siempre por el oeste, pero en esta oportunidad entregaba la baja frecuencia de su rojos ocaso para armonizar con los altos azules y casi violetas reflejos del hielo glaciario que, escapaban de la mole congelada para ir a sensibilizar las cuerdas del violín sin arco, sin romper los silencios. La muerte de ese día solfeó un tiempo desconocido, para aprenderlo a dividir habría que viajar lejos y para siempre donde la partitura tiene el formato de lo eterno. Mientras haya un violín sin arco, quien lo pueda escuchar sabrá que su corazón está vibrando en la misma sintonía de la naturaleza. Y como expresó el escritor Rumano Elie Wiessel,” Dios hizo al hombre porque adora los cuentos”, escribe entonces. En la tierra, el mar, el aire. Solo escribe. No podemos traicionar esa razón. Cada uno a su manera, cada uno con sus herramientas, hemos venido a este mundo a contar. Nosotros en la Patagonia Austral, descubrimos que la vida es cuento y los cuentos, cuentos son. Pero aquí se pueden oír desde un violín sin arco. Inténtalo lector, no es peligroso; ven a esta misteriosa y mágica Patagonia aunque si, debemos confesarte que hay un riesgo, y es el de que quieres quedarte. Sergio Pellizza