viernes, 30 de marzo de 2018

DESTELLOS PATAGÓNICOS (32)


LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Cuento corto por Sergio Pellizza: En el rojo ocaso patagónico, desde lo alto, el rio parecía de vino. Corría su color purpura de un lado a otro del valle, recodo tras recodo. La carretera tendiendo puentes sobre él como si fuera una atrevida aguja que teje un hilo de duro hormigón y acero. Los ojos del anciano se cerraban meditando. Quizás los viejos tiempos no han desaparecido. Quizás estén esperando, allí en el horizonte. Quizás se pudiera redescubrir esos tiempos, ese aire claro y puro, esa respirable libertad. Si se pudiera ayudar a demostrar que cada uno puede elegir. Que puede abrirse al amor. Que puede elegir su propio mundo y su propio tiempo. Entonces podría comprobarse que los nuevos procesadores multinucleo de la nueva generación de las PC, las nuevas tecnologías de los celulares inteligentes, que los enfrentamientos de los siempre impacientes y apurados transeúntes en las ciudades, marchando cada vez más rápido para no llegar a ninguna parte. Son solo una cara de la moneda de la vida… Una cara que no tenemos porqué elegir si no la deseamos. El anciano también sabía que en cuanto su sueño fuera expresado, surgirían opiniones contrarias que se apresurarían a aplastarlo. Siempre había escuchado desde que lo dijo por primera vez. Que era arriesgado e impracticable, sin ninguna posibilidad de éxito. Los buenos tiempos ya pasaron… ¡Pero, hombre, si eso lo sabe todo el mundo¡. ¡Oh, quizás este país fue un lugar tranquillo y acogedor, pero hoy día, cualquier persona la tomará como un desconocido (y no de forma muy amistosa) Hay que defenderse de todo y la mejor defensa es el ataque. Este mundo competitivo, inseguro no permite sobrevivir a quien se distraiga. Hay que moverse, conquistar posiciones, subir a toda costa, pisar cabezas, agarrarse de donde se pueda pero estar en continuo ascenso. Todo es válido en este momento competitivo… El anciano seguía reflexionando, no se veían ya ni el rio ni el camino ni los puentes. Solo un diamantino cielo estrellado lo miraba. Se le ocurrió de pronto, le haría trampa a la vida. No le permitiría elegir a nadie a partir de ese momento solo la vida tendría una sola cara. Claro tendría que explicar algunas cosas, como el libre albedrío por ejemplo entre otras… pero de eso se ocuparían los teólogos. De algo si estaba seguro. No quedaban muchas oportunidades y el diluvio universal ya había sido probado antes y no funcionó. Sergio Pellizza