viernes, 30 de marzo de 2018

DESTELLOS PATAGÓNICOS (33)


LAS LÁGRIMAS Y EL CRISTAL DE CUARZO
Cuento corto por Sergio Pellizza: En la provincia de Santa Cruz muy cerca del límite con Chile, se levanta casi con pereza, el Cerro Cristal mide 1.282 metros y su principal encanto reside en que desde la cima, uno se siente un poco Dios y un poco nada. Se encuentra dentro del Parque Nacional Los Glaciares y en su base el pequeño Lago Roca recibe varios arroyitos que vienen de sus entrañas. Desde su cumbre puede apreciarse una vista de una espectacular belleza con el glacial Moreno que luce allí abajo como una joya que brilla con unos azules inimaginables. En este escenario desde hace muchos años, según un relato que pasó de generación en generación y que solo puede escucharse ahora de boca del viejo Cristóbal Fuentes. Pasan cosas muy extrañas. Hasta se dijo que habían visto un Ovni revolotear por el cerro varias veces y también misteriosas luces verdes muy brillantes. El viejo fuentes, se comentaba que sabía de todo esto y solo se lo contaba a personas muy especiales... Ernesto y julia, un matrimonio de mediana edad estaban acampando en el camping de Llago Roca y ese domingo temprano decidieron ascender al cerro. Preguntaron qué grados de dificultad presentaba y averiguaron que necesitaban nada más que las ganas de caminar pendiente arriba durante unas cuatro o cinco horas y un buen calzado. Se munieron de lo necesario y comenzaron el ascenso. -No era tan difícil, Ernesto, ya estamos casi a la mitad y no pasaron dos horas, vamos muy bien, además te hará muy bien para esa pancita que está creciendo mucho…- Julia miraba burlona a su esposo que venía jadeando un par de metros atrás. De pronto detrás de unos arbustos altos casi tropiezan con un viejo sentado a la vera del casi invisible sendero, muy arrugado, con un pedazo de toscano apagado en la boca, tomando mate y la mirada perdida en el tiempo. -Buenos días, le dice Ernesto -Buenas, contesta el viejo.- ¿Quieren tomar un par de mates antes de continuar? -Con mucho gusto contesta julia, a pesar de la desaprobadora mirada de su esposo… Ernesto se aparto unos cuantos metros para vaciar su vejiga y regresó al cabo de unos minutos después de lavarse las manos en el cristalino arroyo que bordeaba el sendero. -Mi esposo no toma pero yo s,i encantada. Notó que su mirada se animaba y también de los armoniosos movimientos al agregar un poco de yerba nueva y verter con casi gracia el agua desde unos cuantos centímetros de la boca del mate. Hasta la renegrida pava parecía linda. Tomó el mate de la firma mano del anciano y lo sorbió. Le pareció que era el mejor mate de su vida. Los turbios ojos con cataratas del viejo, miraron con una intensidad estremecedora al matrimonio que sentados sobre el pedregullo se reponían unos instantes para continuar el ascenso, les dijo… -Apenas puedo verlos, mis ojos están muy cansados pero aun así siento la inmensa tristeza colma los ojos de ustedes. No sé explicarles como pero si siento que puedo ayudarlos. Los dos saben mucho de remedios y han curado a mucha gente solo porque estudiaron muchos años para eso. Sin importarles el dinero solo porque lo sienten. Tienen mucho saber en sus cabezas y siempre lo aplican generosamente pero les falta algo para que sus ojos se iluminen de nuevo. Les falta fe, deben creer que lo que no entienden también existe, algunos le llaman milagro. No se puede explicar ni entender pero existen. Les daré algo para ayudarlos a creer. El viejo hurgó entre sus bolsillos y extrajo un pequeño cristal de cuarzo. Les dijo, cuando el cristal llore la tristeza de sus ojos se convertirá en alegría y su más caro deseo estará cumplido. Solo les pido que cuando vengan de nuevo, han comido dulce de calafate así que lo harán; dejen el cristal aquí en este mismo lugar, yo ya no estaré pero crean que el cristal en este lugar brillará mucho y volverá a llorar para que se produzca otro milagro que ayude a gente buena como ustedes. Julia tomó el cristal lo envolvió en un pañuelo y lo guardo en su pecho. Al contacto de su piel el pañuelo se humedeció… -Debe ser la transpiración se dijo julia… Le dieron al viejo junto con las muchas gracias, galletitas y chocolates que habían traído… Pasaron varios años como siete u ocho… Ernesto y cristina volvieron al cerro subieron casi hasta la mitad, ubicaron la mata grande y le dieron a la manita de Cristina, la hermosa hija con los ojitos llenos de estrellas, que los acompañaba, el cristal para que lo dejara en el mismo lugar y llorara de nuevo para hacer otro milagro. Sergio Pellizza