miércoles, 15 de junio de 2016

CAPÍTULO VEINTIOCHO bis - RODOLFO BENAVIDES


Los mayas y la religión huna Con esto nos enfrentamos una vez más a las eternas dudas e interrogantes, que por cierto ya empiezan con los antiguos mayas, y por desgracia, sin haber recibido respuesta. Nos estamos refiriendo al libro del principio de los Itzaes en el que hay expresiones que revelan angustia: «¿...Están en Chichen los Itzaes...? ¿...Vinieron o estaban...? ¿...Lle- garon o estaban...? ¡...Oculto es, oculto es...! ¡...estaban, estaban...' ¿...llegaron o estaban...?» El arqueólogo Raúl Pavón, con su amplía y meritoria investiga- ción sobre la vida de los mayas, intenta contestar estas preguntas angustiosas, cuando afirma que los sacerdotes mayas, que eran vir- tualmente quienes mandaban y regian los destinos del pueblo -sencillamente porque eran los científicos de la época, encargados de (327) la astronomía, de la medicina, de todas las predicciones, etc.—, se convirtieron en una casta superior cada día más selecta y reducida, a la vez que más feroz y dictatorial. Por la fuerza, y seguramente por el miedo, obligaban al pueblo a trabajar sin reposo y con muy escasa participación en el producto de su trabajo. Es comprensible que tal vida, como en cualquier otra dictadura, acabase por agotar la paciencia del pueblo y lo empujase a una rebelión sangrienta, en la que debieron de morir todos los sacerdotes. Se interrumpió así todo el trabajo que realizaban, produciéndose una laguna cultural que vendría a explicar el notable paréntesis que hay en algunos casos de la historia de los mayas. El populacho, seguramente asustado por los resultados finales —puesto que en definitiva se trataba de los intermediarios ante dios-, seguramente se dispersaron en angustiosa huida por una extensa región, abandonando su residencia y todas sus pertenencias. La verdad es que, siendo esto muy posible, hay en la vida de los mayas otros lapsos que sugieren episodios semejantes, pues las castas privilegiadas han tratado siempre y en toda época, de volver a los vie- jos tiempos de comodidad... Eso ha ocurrido en todas las partes del mundo y en todos los tiempos. Investigando la probable antigüedad de los primitivos australia nos, los antropólogos han encontrado fósiles humanos, como el ya famoso cráneo talgaí y otros aún más antiguos y más fosilizados, pero en condiciones bastante buenas para ser estudiados. De las investigaciones resulta que pertenecieron a un pueblo o raza llamada ko-huna o kahuna. » Ka-huna es una palabra muy importante en ^huestro tema. Al hablar de los nativos polinesios, los de Hawaii, Filipinas y otras islas de Oceania, encontramos que todos esos pueblos, por dispersos que se encontraran en la inmensidad del Océano Pacífico y alejados de Australia y de América, practicaban —y todavía siguen practicando- un tipo de magia y curanderismo mágico, llamado huna. A los que lo practican se les llama ka-hunas, y para ellos tal vez tiene algún senti- do religioso. Esta práctica sigue ejerciéndose actualmente en África, en Filipinas, en varias islas del Océano Pacífico y hasta en México. (328) La palabra huna.. tiene el sentido de misterio, dogma, tabú, etc., para quienes han estudiado estas prácticas. Todo hace pensar que se trata del recuerdo de una tradición originada en un antiguo, muy anti- guo pueblo practicante de un tipo de magia, que no se ha empezado a estudiar hasta hace muy poco, debido principalmente a que se trabaja en sentido mágico. Por otra parte, el pueblo de donde arrancan esas prácticas mágicas, según los fósiles encontrados, parece tener una enorme antigüedad. Los ka-hunas aseguran que en el ser humano hay tres estados de conciencia —que desde muy antiguo se han entendido como tres dio- ses que mueven al hombre— y que la magia que ellos ejercitan opera sobre esos tres estados de conciencia. ¿Será que aquellas gentes ya conocían el consciente, el subconsciente y el inconsciente? La siguiente fotografía es de una placa de bronce un poco dete- riorada, con leyenda en inglés. Se encuentra sobre una gran piedra, muy a la vista, en una playa de Honolulú (Hawaii). Dicha piedra fue considerada como sagrada y mágica durante muchos siglos, debido a que se le atribulan poderes mágicos y de bru- jería del tipo huna. Aunque el turismo ha alejado mucho a los nativos, los más vie- jos aún conservan la creencia. Esto sucede especialmente en las otras islas menos invadidas por el turismo. Para los mayas, hubo un dios bueno, por nombre Hunab Ku, que fue uno de los gemelos llamados dioses verdaderos. Son los mis- mos que en el Popol Vuh aparecen como salvadores de la humanidad al l^aber evitado la completa destrucción intentada por los dioses malos. El Popol Vuh dice: «...He aqui la historia, he aqui el nombre de Hu-Hunab-Ku, asi llama- do. Sus padres eran Ixpiyacoc e Ixmucané. De ellos nacieron durante la noche Hu-Hunab-Ku y Vucub Hunab-Ku...» La raíz de la palabra huna, originaria de Java, Borneo, Hawaii o algún otro sitio de esa región, es exactamente la misma que tuvieron los mayas y que siguen teniendo quienes, por vivir muy aislados, siguen en sus tradiciones antiguas. (329) “PIEDRAS EMBRUJADAS DE KAPAEMAHU” “La leyenda hawaiana dice que estas piedras fueron colocadas aquí en tributo a cuatro adivinos: Kapaemahu, Kahaloa, kapuni e Hinohi, que vinie- Ron de Tahití a Hawai mucho antes del reino Oahun rey Kakuhiewa, en el Siglo XVI. Los cuatro fueron famosos debido a su poder de curación. Antes de desaparecer los mencionados brujos, todos sus poderes pasaron a Estas piedras” (330) Según el relato anterior, los dioses gemelos —uno de ellos era Hu-Hunab-Ku— nacieron de noche. Parece, pues, que los mayas los vieron cuando brillaban en el délo, y esto debió de ocurrir al final de las tormentas, quizá de algún cataclismo. (Por otra parte, hace refe- rencia a las estrellas principales de la constelación de Gémínis.) Para los antiguos mayas significaba que esas estrellas eran dioses buenos que habían logrado dominar a los dioses malos, y que en ese momen- to gozaban de su triunfo y presidían el final de la catástrofe que estu- vo a punto de destruir a todo el pueblo. A pesar de la distancia geográfica, esto coincide dramáticamen- te tanto con el símbolo de la Gran Esfinge, como con la indicación que hace el meridiano-eje de la Gran Pirámide. Tal coincidencia Índi- ca a su vez como fecha probable aproximada 6,660 años, a contar desde el ano 1953, como fínal de un cataclismo. ¿Será esa la razón del símbolo que el Apocalipsis llama Bestia de destrucción? Una vez más se corrobora aquello de que detrás de cada mito hubo siempre una realidad no completamente entendida ni explicada. Si no, ahí tenemos ese antiguo hecho, hoy comprobable, de que la magia huna o ka-huna se extendió en gran parte del mundo hasta lle- gar a los mayas, quienes la practicaban ampliamente en las zonas que fueron de fuerte influencia maya, y que todavía hoy suelen encontrar- le practicantes huna, más conocidos como brujos. Estas coincidencias hacen pensar que las islas del Pacífico muchos siglos atrás fueron tal vez elevadas montañas sobre tierra fir- me. AI hundirse su base en los mares, quedaron simplemente como islas, en las que se refugiarían los supervivientes, mientras otros inten- taban^ alcanzar las costas de América, África, Asia, etc. De otra manera, ¿cómo puede entenderse que ese dios bueno o concepto reli- gioso, qué es la magia ka-huna, h'aya trascendido en el tiempo y en la distancia conservando el nombre, la práctica y hasta los efectos mági- cos? Los verdaderos ka-hunas, tanto en las islas del Océano Pacifico como en Filipinas o México, reciben oralmente de sus mayores la téc- nica tradicional. Pero, ante todo, deben ser personas poseedoras de una facultad para-normal muy especial, que, al desarrollarse median- (330) te la apropiada y diaria práctica, llega efectivamente a producir fenó- menos que erróneamente son interpretados como mágicos e inexplicables, cuando en verdad, tienen mucho de mesmerismo y de otros valores que la ciencia ya ha empezado a detectar. Pero lo más importante tal vez sea que esa magia kakuna existe todavía de mane- ra activa en muchos sitios del mundo, y sin ir más lejos, en México, en los estados de Veracruz, Tabasco, Campeche, Chiapas, Yucatán, etc. Es decir: en toda la zona que recibió fuerte influencia maya antes del descubrimiento de América. Ciertamente el dios Huna o magia huna o kahuna y las prácti- cas y culto correspondientes aparecen tan arraigadas en el alma humana, que obviamente debió tener un origen fuertemente religioso. Tal vez ni siquiera se deba su origen a mentes primitivas terrícolas, como generalmente se ha supuesto, sino muy por el contrario, a seres superiores, con unos conocimientos de astronomía suficientes como para dejar en un solo signo geométrico —consistente en un cuadro con un circulo dentro— toda una fórmula del universo, que los mayas, con mucha 'razón, entendieron como Dios. Conocimientos de astro- nomía suficientes para crear los signos zodiacales a fin de señalar los tiempos y las edades, en cuyo caso, la técnica huna habría llegado del espacio exterior, conjuntamente con los genes que tan bruscamente impulsaron el progreso de la humanidad en sitios diversos del planeta Tierra. Mirando de esta manera las cosas, parece lógico que los nativos terrícolas identificasen a esos seres superiores como dioses buenos y luminosos llegados del cielo, y por tanto, los considerasen como estrellas al haberse retirado o muarto. De lo expuesto se desprende que el dios o símbolo huna de Ocea- nía llegó de alguna manera hasta los mayas —o tal vez con los pro- pios mayas— y pasó casi sin haberse modificado la pronunciación hasta el tiempo presente, o tal vez muy ligeramente alterada la fonéti- ca al pasar al castellano en los días de la conquista española y tam- bién por el tiempo transcurrido. ¿Cómo llegó esa tradición, al parecer milenaria y tan fuerte que trascendió los siglos hasta los dias del descubrimiento de América? (332) ¿Cómo es que aún vive como tradición práctica? Todo hace pensar que los mayas, o por lo menos algunos, tuvie- ron su principio u origen en el continente de Afu, cuna de la humani- dad, pues, cuando una palabra se extiende a varias regiones, pueblos e idiomas, conservando siempre su significado, aplicación y práctica determinada, tal vez esté indicando una misma raza de origen. Y, desde luego, indica con toda seguridad que hubo un mismo contacto de ori- gen para todos los que la usan. Eso es precisamente lo que sucede con la palabra huna, que para todos y en todas partes significa algo asi como misterio, magia, poder mágico, curación mágica, etc., todo ello derivado quizá del concepto Dios. Se ha repetido mucho que la naturaleza nos ha provisto de todo lo necesario para asegurar la perpetuación de la especie: por ejemplo, el poseer facultades suficientes para autocurarnos. Lamentablemente, pocas personas toman en consideración esta vieja enseñanza. Pero es curioso observar que esa es precisamente la base de la técnica huna, que ya sabia del consciente, el subconsciente y el inconsciente. En una palabra: se trata de una técnica de autocuración. ¿Quién dio a los llamados hombres primitivos tan importantes enseñanzas, que naturalmente contienen muy profunda filosofía? Esta gran aventura de la humanidad sugiere que la especie humana ha sido guiada desde siempre por inteligencias superiores, haciendo que en cada sitio y en el momento oportuno aparezca un hombre superior, al que luego, por no comprenderlo, lo deificamos y llamamos dios y hasta lo simbolizamos con piedras y le rendimos adoración hipócrita, aunque en la vida siempre estemos negando las enseñanzas de los maestros. Afortunadamente, de cada uno de esos seres superiores siempre ha quedado algo importante que sigue señalando el camino correcto. O, dicho de otro modo, en esta aventu- ra, que no sabemos cuándo ni dónde empezó, nunca hemos estado solos... ¿Nos dejarán solos en este presente tan lleno de angustia...? (333)