Otras consideraciones
Consideremos ahora el ya muy conocido y plenamente aceptado
fenómeno de la telepatía. Sí nosotros podemos practicarla —aunque
todavía con muchas deficiencias, sobre todo por falta de educación
apropiada—, ¿qué razón puede haber para que las unidades de ener-
gía o viajeros del espacio no la puedan ejercitar y hasta con mucha
mayor experiencia y eficacia?
Veamos este asunto en el nivel en que en estos momentos se
encuentra en nuestro planeta. Se ha venido repitiendo con frecuencia
en los medios astronáutícos de varios países, particularmente en Esta-
dos Unidos y Rusia, que la telepatía podría llegar a ser el más eficaz
medio de comunicación interespacial, en los casos de fallos mecáni-
cos o por interferencia de la Luna, de algún planeta o de otro imprevi-
sible fenómeno estelar.
En un articulo publicado en Ausia se subraya la importancia y
atención que la ciencia debe conceder a la telepatía, a fin de resolver
lo más pronto posible los naturales problemas que se crearán al cru-
zar las enormes distancias que ya se están planeando y en aparatos
que ya se están diseñando. Se piensa asi, debido a que las ondas eléc-
tricas han sufrido serias interferencias en los experimentos realizados,
mientras que la proyección del pensamiento —la telepatía— no parece
verse afectada ni sufrir interferencias, ni siquiera bajo los hielos pola-
res en la región ártica. Esto ha hecho suponer que para la telepatía no (355)
existe el espacio-tiempo al menos como hasta hoy se le ha entendido.
Se trata, pues, de una dimensión distinta.
Es sobradamente conocido que tanto los norteamericanos como
los rusos están trabajando intensamente en esta área tratando de
encontrar la técnica apropiada para lograr el rápido desarrollo de la
telepatía. Como casos concretos se pueden citar las experiencias
realizadas por la tripulación del Apolo XI y la del Apolo XIV, esta
última en febrero de 1971, en la que el astronauta Edgar Mitchell,
tripulante del Apolo XIV, realizó cerca de 150 experimentos de tele-
patía con el psíquico y telépata Olaf Johnson, ingeniero sueco resi-
dente en Chicago.
Estos y otros muchos experimentos semejantes demuestran que
la energía que anima al ser humano corresponde a una dimensión dis-
tinta de las ya conocidas y que no obedece al concepto espacio-
tiempo como ya antes se dijo, hipótesis que por cierto viene a ser la
misma que se refiere al espíritu dentro de las doctrinas ocultistas.
Y hablando de espíritus, resultan interesantes los experimentos
realizados en Japón y en México, que han consistido en la reunión de
muchas personas afines entre si, pero a la manera espiritista, para
invocar la presencia de fuerzas superiores. Hasta hace pocos años
eran entendidas como espirituales, pero hoy se van aceptando como
extraterrestres, pues se han dado casos en que han aparecido en el
espacio algunos platillos voladores, que, aunque no hayan aterrizado
o por lo menos no sabemos que lo hayan hecho, parecen haber queri-
do demostrar que recibieron y entendieron la llamada, presentándose
brevemente para dejar constancia de su presencia y lo que supone-
mos un saludo fraternal. Si han dado tantas muestras de su existencia
sin habernos perjudicado nunca, será porque tienen interés en que nos
acostumbremos a ellos, preparando el encuentro que se producirá
cuando establezcamos contacto directo.
Podemos estar seguros que eso no ocurrirá sobre la corteza
terrestre, en la que ellos corren gran peligro, sino que será en alguno
de nuestros vuelos espacíales en un futuro cercano.
Abundando en el tema, se sabe, al menos parcialmente, que los
geólogos chinos encontraron hace algunos años en la región monta- (356)
ñosa de Bayan-Kara-Ula más de 700 discos aparentemente de piedra
o simplemente petrificados. Conteman un alto porcentaje de cobalto
y tenían símbolos grabados, tal vez jeroglíficos, pero colocados en
progresión espiral del centro hacia la periferia.
Estudiado el sitio en que fueron encontrados, resultaron tener
una antigüedad de 10 a 12,000 años.
En un principio se les supuso de origen religioso tibetano anti-
guo, pensando que habrían contenido oraciones, a la manera de las
grandes ruedas de oraciones que hoy todavía se usan en los lamaste-
rios. Pero un paciente trabajo de investigación, según el profesor
Tsum-Um-Nuy, dio como resultado que esos signos grabados son
una escritura muy antigua, que habla de viajeros y naves espaciales
que descendieron a la Tierra hace 10 ó 12,000 años.
Un detalle muy importante es que, mientras se estaban investigan-
do dichos discos, éstos produjeron pulsaciones eléctricas, que aun-
que muy débiles, revelan que alguna vez formaron parte de algún
complejo eléctrico. Cabe pensar que son algo asi como las cintas
magnetofónicas usadas en las computadoras. Esos símbolos tal vez
sirvieron para ser proyectados al espacio exterior o para manejar
naves de manera automática.
Para confirmar lo dicho, en la misma región se han encontrado
tumbas de hace 12,000 años, que contenían restos de cuerpos huma
nos adultos, de baja estatura y de cabeza grande. Recuérdese que los
mayas en América son de las mismas características.
Por otra parte, existen en algunas regiones de China leyendas
que dicen que, en tiempos muy^remotos, bajaron del cielo hombres
enanos de rostro amarillo y gran cabeza. Estas leyendas siempre se
habían tomado como una manera de explicar el origen del pueblo chi-
no. Hoy parece ser otra la realidad.
Los 10,000 ó 12,000 años revelados por los repetidos discos y
por los restos humanos vienen a coincidir admirablemente en el tiem-
po con lo señalado por el Zodíaco de Denderah. Corresponde tam-
bién al principio de la Constelación de Leo, simbolizada en el pecho y
garras de la Gran Esfinge egipcia. ¿Casualidad?
¿Qué sucedería en el mundo en esa lejana época de hace unos (357)
12,000 años, cuando aparece con tanta frecuencia en los símbolos, en
Las indicaciones astronómicas antiguas, en las tradiciones, en los mi-
Tos, en los viajeros y naves espaciales? (358)