martes, 19 de diciembre de 2017

DESTELLOS PATAGÓNICOS (10)-Sumario en el galpón de esquila-


SUMARIO EN EL GALPÓN DE ESQUILA 28 de octubre SUMARIO EN EL GALPÓN DE ESQUILA Por Sergio Pellizza Con el tardío crepúsculo de ese mes de noviembre, donde el sol pugnaba por irse a descansar cada vez mas tarde, entrega su abanico de espectaculares rojos que espejeados en las nubes medias, parecían el fin del grandioso espectáculo, en este tremendo escenario natural de Patagonia Austral. Casi al anochecer un cabo de la policía provincial llegó a la estancia. Andaba buscando a una persona, de la que se decía que la semana anterior había dado muerte a otra en una pelea de campo. Tenía como protagonista a un esquilador y un ovejero. Uno se encontraba sepultado en el pequeño cementerio detrás del molino viejo y el otro simplemente no estaba. Luego de hablar unos minutos con el administrador y acompañado del capataz se dirigió al galpón de esquila, donde se había terminado la limpieza de la ardua jornada y los trabajadores tomaban los últimos mates previos al asado. El cabo de policía parecía no tener mucha prisa en encontrarse con el prófugo por lo que decidió cenar y pasar la noche con la gente. El hecho de sangre, no era una rareza en esa época, tenía como escenario ese mismo galpón de esquila. Una firme estructura de madera y chapa de zinc acanalada afirmada al piso con cemento. Imprescindible reciento diseñado para la esquila y almacenamiento de los fardos de lana. También servía fuera de la época de esquila en lugar de esparcimiento donde se ubicaban, cumpleaños, casamientos, velorios y cuanto hecho importante requería un espacio cubierto. Este lugar también alberga las noticias y comentarios de los establecimientos vecinos y cercanos. Es el templo y el taller del ovejero, pero también su distribuidor de discordias y chismes qué cada uno después comenta frecuentemente aumentado y corregido. En el galpón se sellan amistades nuevas y también se pierden, las antiguas; se reconcilian entre enemigos o se matan entre amigos. Y así de galpón en galpón, de una frase carente en si misma de importancia pero, que la indiscreción agranda, se va formando un escándalo de proporciones que, tarde o temprano puede terminar en tragedia. El cabo de policía sabía, por haber sido en sus mocedades ovejero, como eran estas cosas. En esa época en la Patagonia Austral, el concepto de la hombría, tenía los ingredientes del gaucho de ley. Una ofensa hacia al honor solo podía ser limpiada de una sola manera. El duelo criollo. En estos incidentes no se recurre al envío de padrinos que aclaren el alcance de la ofensa, ni al “civilizado” duelo de la ciudad grande, como el cabo de policía había leído en los diarios que llegaban con meses de atraso, pero llegaban. Nada de testigos, médicos, espadas esterilizadas y siempre sin muertos ni heridos graves. -Totalmente ridículos, pensaba el cabo de policía, -Unas pocas gotas de sangre no alcanzaban a lavar ningún agravio. El duelo criollo es salvaje, trágico, quizás repudiable, pero la hombría se juega en serio. En el los protagonistas van a la pelea ciegos, sin pensar en las consecuencias de su actitud. Tampoco les interesa de parte de quien esta la razón. Más que nada los guía un mal entendido amor propio, ya que el eludir la pelea le pondría la imborrable etiqueta de cobardes en la frente, como una marca de yerra en el ganado. El cabo de policía entre mate y mate, por puro formulismo formuló las preguntas de práctica para el sumario. -¿Alguien sabe si paso algo por estos lados la semana pasada? -Se comentó en el boliche del español que habría habido un duelo. -¿Algún testigo que pueda contar lo sucedido para el informe? Solo encogimientos de hombros generalizado como diciendo a coro, nadie aquí sabe nada. -Bueno entonces tomaré algunos nombres para el registro y en el acta dirá que aquí no ha pasado nada. Sin más tomo los nombres de cuatro paisanos próximos y siguió el mate circulando su rueda… El cabo de policía, sabía bien lo que había ocurrido. Había sido una pelea limpia. Sin ventajas, el motivo no importaba. La Patagonia Austral es una tierra llena de argumentos, lugares salvajes, personajes osados y climas extremos. En esos tiempos donde recién comenzaban a alambrarse los campos, una tierra sembrada de ovejas que pastan en mesetas que parecen no tener fin. Un puñado de hombres de a caballo que arrían centenares de animales hacia los corrales. Enormes galpones de esquila, una puerta de madera da paso a los animales hacia el interior, en donde son tomadas una a una para despojarlas de su lana. Los hombres se desenvuelven con gran habilidad para manejar a los animales que ingresan, pelarlos en un par de minutos y largados nuevamente por una manga hacia el exterior. Todo está perfectamente sincronizado. El vellón va a parar a una mesa en donde se separa por calidad y de ahí a la prensa que los prepara en fardos que viajan en carretones hasta los buques que los trasportan a los lugares de hilado. Inglaterra o algún país de Europa. Las ovejas esquiladas salen a los saltos y se alejan hacia el campo hasta donde los perros las puedan volver a arriar. Los puntitos blancos se multiplican en la meseta y desaparecen detrás de las hileras de álamos. Cerca del molino viejo, en el pequeño cementerio de la estancia. Una modesta cruz de madera de lenga dice; Belarmino Saldivia, nombre que prontamente borrara el tiempo, y solo el paisaje recordará quien fue y porque murió. El viento que nunca olvida, dirá de vez en cuando que sin importar la razón, Belarmino Saldivia no se le achicó a la diferencia. 29 Octubre 2017